Texto 5. Kant y Hume “Quien haya leído a Kant, que mantuvo de manera destacada que una acción sólo es moral cuando se realiza por sentido del deber, puede hallar chocante la idea de Hume de que una acción ha de proceder de un motivo distinto del sentido de su moralidad para que pueda ser buena moralmente. Hume no niega que los hombres puedan actuar y actúen por sentido del deber. Lo que niega es que esto de por sí confiera mérito a la acción. Un hombre de disposición mísera puede llegar a avergonzarse de ella y forzarse a realizar actos de generosidad. Con el tiempo, su repugnancia inicial a realizarlos podrá o no ser vencida. No es, sin embargo, necesario que sea vencida para que sus acciones sean buenas moralmente. La bondad de éstas depende de que sean acordes con la práctica habitual de la generosidad, y mientras esto ocurra no hay diferencia moral porque el agente tenga sentimientos generosos, porque considere provechoso para sí mismo desplegar una generosidad contraria a sus inclinaciones, o porque contraríe sus inclinaciones porque piense que la generosidad debe ser practicada. Hemos de cuidar, pues, de no dejarnos extraviar por la circunstancia de que Hume diga que las acciones sólo son buenas en cuanto signos de un motivo o de un carácter bueno. Eso no significa que conciba como buenos en sí mismos los caracteres o los motivos. Sólo deben su bondad al hecho de que habitualmente originan acciones que aprobamos moralmente. Llevan la batuta las consecuencias, y los motivos sólo salen a escena porque se los tiene por productores regulares de acciones beneficiosas. Que el motivo principal para portarse bien sea el sentido del deber antes es de denostar, pues sugiere que uno está escaso de natural benevolencia. En realidad es más honda la oposición entre Hume y Kant a este respecto, pues la base de Kant para ligar la moralidad al sentido del deber es que una acción sólo puede tener valor moral si es libremente realizada, y sólo cuando son realizadas por sentido del deber son libres de la forma exigida las acciones. No es claro en modo alguno cuál es esta forma de libertad pero, en todo caso, no parece haber garantías para, sobre esta base, trazar una distinción entre el sentido del deber y cualquier otro motivo.” T. J. AYER. Hume. Alianza editorial. Madrid, 1988, p.141.