el sexo imaginario

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EL SEXO IMAGINARIO
Alfonso
LUC0 37
Resumen de la ponencia
En esta ponencia se describen actitudes y conductas frecuentes y características
de los varones en su forma de vivenciar su cuerpo, su sexualidad, su afectividad y
la reproducción. La descripción se origina en la experiencia del autor como tera­
peuta sexual, y tiene la perspectiva de un psicólogo clínico.
La sobrevaloración del sexo genital y de la penetración, la escasa expresión de
sentimientos y la tendencia a evitar el compromiso afectivo,y la despreocupación
por el riesgo de embarazo son algunas de las conductas que se intenta relacionar
con el modelo de masculinidad dominante, en especial con aquellos mandatos a
ser fuertes y sentirse poderosos.
Finalmente, se reflexiona sobre las presiones y tensiones a que se ven sometidos
los varones al asumir estos comportamiento, intentando cumplir con las exigen­
cias de la identidad masculina hegemónica.
Introducción
Las reflexiones de esta presentación están basadas, por una parte, en las recientes
publicaciones acerca del tema de la masculinidad en Chile, en especial los traba­
jos de Olavarría y Parrini (2000) y Valdés y Olavarrla (1997) y por otra en las
experiencias del autor que como psicólogo clínico especializado en el tratamiento
de las disfunciones sexuales, se contacta a diario con las actitudes y conductas de
los varones en relación a su sexualidad, a sus vivencias corporales y a sus proce­
sos reproductivos.
Es necesario dejar en claro que no todos los hombres vivencian su sexualidad de
acuerdo a los mandatos de la masculinidad hegemónica. Las caracterizaciones
aquí presentadas si bien son de aparecimiento muy frecuente en los hombres chi­
lenos, es también efectivo que coexisten con ellos varones que no comparten es37
Psicólogo clínico, APROF A.
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tos rasgos, siendo esto válido especialmente entre los hombres mas jóvenes.
Sexo, erotismo y cultura
Algunas reflexiones iniciales sobre sexo, erotismo y cultura para introducirnos en
el tema de este trabajo: los guiones sexuales de los hombres.
A diferencia de los animales donde la sexualidad está plenamente dominada por
determinantes biológicos y en consecuencia es fundamentalmente procreativa y
reiterativa, el erotismo, que es exclusivamente humano, comparte el sustento bio­
lógico de la sexualidad animal, modificándolo profundamente con el proceso de
socialización, que entre otros cambios le aporta el ingrediente más propio de la
humanidad: la creatividad, la imaginación.
Del sexo biológico más la imaginación resulta el erotismo, que liberado de la
reiteración y de la procreación, y reemplazadas estas por la fantasía y la creativi­
dad, da lugar a la infinita e incesante variación de la sexualidad humana.
Al independizarse de los obligatorios mandatos biológicos, y adentrarse en el
terreno de lo creativo, surge la variabilidad, lo impredecible, lo inesperado, lo
personal, lo íntimo. El erotismo es creación en función del placer y del encuentro
íntimo, no restringido a la procreación.
Así el erotismo de cada uno se construye con los propios deseos y fantasías, con
los propios temores y los propios valores. Es en este terreno donde juegan un
papel predominante la sensibilidad individual, las significaciones, las expectati­
vas, las atribuciones, las emociones.
Esto permite que cada pareja construya su propio erotismo, diferente al de cual­
quier otra, producto de la interacción de sus subjetividades, que a su vez son
resultantes de sus biografías personales, de su propio proceso de socialización.
Es así como la cultura con sus normas, ritos e instituciones condiciona nuestro
erotismo. Los diversos modelos de masculinidades y el modelo hegemónico
imperante, con sus mandatos centrales a ser fuerte y ostentar poder, marcan las
vivencias eróticas y las relaciones con el propio cuerpo que mantenemos los hom­
bres, no sólo en cuanto a la sexualidad sino también a la salud y a la reproducción.
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Ser fuerte: el mandato esencial
Dentro de los rasgos que caracterizan la masculinidad hegemónica, el mandato a
ser fuerte, "ser fuerte y no débil como las mujeres", es a mi juicio uno de sus
núcleos centrales. Ser fuerte es la viga maestra en la cual descansa la estructura de
la identidad de género masculino.
Los hombres somos socializados en la lógica de la guerra; en esa lógica quien
expresa sus emociones, a excepción de la rabia, refleja debilidad, pues muestra
una sensibilidad que lo pone en peligro ante posibles enemigos. Es esa la lógica
del guerrero. La coartación afectiva y el exagerado predominio de la racionalidad
parecen ser secuelas del mandato a ser fuerte, de la lógica del vivir defendiéndose.
En esta lógica, ser autónomo e independiente, y evitar comprometerse
emocionalmente es también entendido como ser fuerte, pues depender de otros se
supone que nos quita fuerza y poder ante aquellos. Entendemos así la tendencia
masculina a dejar fuera del encuentro sexual las emociones y los sentimientos,
excepción hecha de aquellas relaciones donde los lazos tienen un carácter afecti­
vo previo. Solo siendo fuerte se puede ser protector, aspiración paradigmática de
la masculinidad hegemónica.
Quien controla el dinero, ostenta el poder, posee la fuerza y asegura el dominio
sobre quien no lo controla. Ello explica el papel central que representan el trabajo
remunerado y el rol de proveedor en la identidad masculina, destacándose como
uno de los mandatos mas determinantes en la vida de los hombres.
Quien se muestra tierno, sensible, dependiente, comprometido emocionalmente,
no agresivo ni competitivo, en la lógica de la guerra es visto como débil y como
consecuencia poco varonil.
¿Por qué esta obsesión por mostrarse fuerte? Sólo quienes tienen miedo y se sien­
ten débiles necesitan demostrar compulsivamente su fuerza. ¿Es la mujer,
satanizada desde los tiempos inmemoriales de su alianza con la serpiente, la ame­
naza imaginaria?, ¿o habrá que buscar en algunos miedos menos conscientes, y en
nuestras propias filas al enemigo imaginario?
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Guiones sexuales masculinos
El terreno de la sexualidad se transforma para los hombres, dominados por los
patrones de la masculinidad hegemónica, en uno de los imaginarios campos de
batalla donde probar su competencia y descartar la supuesta debilidad.
El encuentro sexual, una de las mayores y escasas posibilidades de los seres hu­
manos de comunicación íntima y profunda, de expresión de sentimientos y de
entrega de sí, es así transformado por la obsesión de la debilidad, en el terreno
preferido para ponerse a prueba, demostrar fuerza y competir con otros hombres,
desvirtuándolo, pervirtiéndolo, banalizándolo. Se ha convertido la sexualidad en
una gran e imaginaria competencia.
Despojar al encuentro sexual de afectos y sentimientos y transformarlo en un acto
cercano a las funciones biológicas, es despojarlo de lo propiamente humano. La
inmensa pérdida que esto significa debe ser cargada en la cuenta del temor a ser
dominado, a perder poder, a ser comparado, a ser superado por otros hombres, a
perder ascendiente en uno de los campos más sensibles de la autoestima y el
orgullo masculino.
Un encuentro amoroso donde predominan la pasión y la ternura, la entrega de sí
mismo sin desconfianza, la intimidad y la sensibilidad a los sentimientos del otro,
puede olvidarse de los estandares del buen rendimiento sexual con el consiguien­
te alivio de las tensiones que provocan dichas exigencias. Eso resulta imposible
para el hombre que combate con un enemigo imaginario.
Desde esa perspectiva es posible entender muchas de las actitudes y conductas
genéricas masculinas hacia el sexo y el propio cuerpo.
Siguiendo el guión de la sexualidad hegemónica, los hombres deben mostrarse
siempre interesados, siempre dispuestos, siempre activos para iniciar un encuen­
tro sexual, aunque muchas veces los deseos y las necesidades digan lo contrario.
Dejar pasar la oportunidad es mostrar debilidad, y puede ser interpretado como
muestra de poca virilidad. La falta de deseo sexual es tan atentatoria a la autoestima
masculina como la falta de un trabajo remunerativo.
Si se debe estar siempre dispuesto, obviamente uno de los más realistas temores
es a fallar, lo cual en este lenguaje, tiene un solo significado, estar en la situación
sexual con una mujer y no tener el pene erecto. Esta es la mas temida tragedia que
amenaza al hombre atrapado en las redes de los roles sexuales de la masculinidad
hegemónica.
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Si se teme tanto esa desgracia, se debe estar muy atento a controlar todas las
circunstancias que podrían desencadenarla, y es así como expectante al fracaso
temido, se extravían los placeres sencillos de las emociones y la sensualidad cor­
poral y se transforma el encuentro sexual en un episodio donde los genitales son
los principales protagonistas, y la penetración la situación mas ansiosamente bus­
cada para no correr los riesgos de la pérdida y el fracaso tantas veces imaginado.
Se ha transformado así el hacer el amor en una carrera contra el fracaso, donde el
principal placer es el cumplimiento del logro, dentro del cual se incluye además el
orgasmo femenino, trofeo no siempre accesible con este estilo.
Los guiones sexuales descritos no afectan solamente las posibilidades de placer e
intimidad de los hombres, pone además en riesgo su salud y como es obvio afecta
sus relaciones con las mujeres y también a éstas, naturalmente.
La resistencia al uso de condones, aunque se den muchas razones para ello, está
con frecuencia ligada al temor a la pérdida erectiva, exponiéndose en consecuen­
cia al contagio de las ETS y el SIDA.
La despreocupación por evitar el embarazo no deseado está a menudo en estrecha
relación con los rígidos roles masculinos de género aludidos, donde se da por
sentado que ello debe ser asumido por la mujer que es al final quien está otorgan­
do la oportunidad que él sólo aprovecha.
Las actitudes masculinas ante la sexualidad descritas, son posibles de sostener
solamente con mujeres sumisas, poco interesadas en el sexo y con escasa con­
ciencia de sí mismas como seres sexuados. Es así como las actitudes sexuales
machistas de los hombres están estrellándose con una nueva realidad, los cambios
femeninos de las últimas décadas, al asumir estos derechos al encuentro íntimo
mas pleno y con equidad.
El desconcierto y dificultad de los hombres para asumir la nueva realidad, nos ha
permitido apreciar la fragilidad de la sexualidad masculina, construida sobre rea­
lidades imaginarias, que nos hacen recordar el significativo poema de Nicanor
Parra, "El hombre imaginario" cuyo últimos versos dicen así:
"Yen las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir el mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario".
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REFERENCIAS BIBLJOGRAFICAS
Olavarría, J. YParrini, R. (2000) "Masculinidad/es. Identidad, sexualidad y familia". FLACSO, UAHC,
Red de MasculidadJes. Santiago, Chile.
Valdés, T. y Olavarría, J. (1997) "Masculinidad/es Poder y Crisis". Ediciones de las Mujeres N.24, Isis
Internacional, FLACSO, Santiago, Chile.
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