Revista Criterio (Marzo 2008), Buenos Aires-Argentina ¿Dónde está el futuro de Bolivia? Guillermo Del Bosco Viejos y nuevos intereses gravitan en la Bolivia actual. La localización de los recursos parece desplazar ahora el eje del poder hacia el oriente del país. El autor es licenciado en Ciencia Política y diplomático argentino (jubilado) Una creencia generalizada hizo de Bolivia un país predominantemente altiplánico. Tal vez el desarrollo temprano de la puna contribuyó a instalar esa imagen geográfica equivocada. La altiplanicie (1) guardaba grandes riquezas mineras: plata y estaño. Al respecto, Bartolomé Mitre observaba que la población conquistadora “se ha ido agrupando en las altas mesetas y en los valles, obedeciendo… al instinto ciego de la explotación minera”. Sin el descubrimiento del metal precioso, la colonización de esas tierras se hubiera visto al menos postergada. El metal blanco llevó al español a esas alturas poco hospitalarias y a la constitución de los primeros asentamientos que con el correr del tiempo, como sucedió en la mayoría de las ciudades latinoamericanas, terminaron siendo mayoritariamente mestizos pero culturalmente blancos. De Potosí… Gracias a la plata, durante los siglos XVI y XVII Potosí llegó a ser una de las ciudades más pobladas del globo y la riqueza fijó allí el eje del poder. Su importancia fue decisiva, irradió fortuna en diferentes direcciones: Arica, Charcas, Oruro, La Paz, Arequipa, Huancavelica, Cuzco y Lima. En el sur, el incipiente desarrollo del noroeste argentino no se podría entender sino a partir de esta realidad económica. Es más, el propio nombre “Argentina” proviene de la atracción argentífera. La Independencia no modificó el escenario. El país siguió siendo altiplánico y el resto del territorio era para sus gobernantes un mundo desconocido. Tan desconocido, que La Paz perdió grandes extensiones de tierra, mayores que las cedidas como consecuencia de la Guerra del Pacífico, sin saber qué significaban para el presente y futuro del país. El peso de la minería andina menguó la atención de la clase dirigente sobre el resto del país. Para Mitre, el principal problema de Bolivia eran “sus vías de comunicación atrofiadas”; atrofiadas –agregamos– por la geografía y la falta de decisión de las clases dirigentes de unir al país. El agotamiento de la minería de plata a partir del siglo XVIII no alteró la supremacía de la región, y La Paz fue cobrando cada vez mayor importancia. A fines del siglo XIX el estaño marcó el inicio de una nueva época que impulsó desde Oruro la construcción de ferrocarriles para facilitar el acceso, a través del Pacífico, a mercados del hemisferio norte. En esta altitud (3700 msnm) se desarrollaron el poder de la corona española, el de los barones del estaño (Patiño, Aramayo y Hoschild) y, a partir de 1952, el de la minería estatizada, que se instala bajo la primera administración de Paz Estenssoro, quien termina con ella en 1985, durante su último mandato, debido a los pésimos resultados alcanzados. Hoy la plata y el estaño no tienen la incidencia de antaño en la economía del país. El zinc ha tomado la delantera entre las principales exportaciones de minerales del altiplano (456 millones de dólares en 2007). Exportaciones que, como las de antimonio y oro, corresponden mayoritariamente a la mediana y pequeña minería. En 2007 la minería exportó un total de 1.047 millones de dólares, contra 2.268 millones en hidrocarburos, en los que el gas representó más de 2000 millones de dólares. Pese a que la capacidad de ahorro interno de Bolivia resulta insuficiente para absorber riesgos mineros, desde 1985 los sucesivos gobiernos no alentaron el desarrollo de la gran minería privada, como cabía esperar. Sin embargo, en la actualidad están en vías de concretarse dos proyectos: el Mutún (hierro/manganeso) en Santa Cruz de la Sierra, y San Cristóbal (plata/zinc y plomo) en Potosí; proyecto este último que revaloriza la gran minería altiplánica, base histórica del desarrollo de esa región. … a Santa Cruz de la Sierra A espaldas del altiplano se extienden grandes llanuras, ignoradas por el poder central: Pando, Beni y Santa Cruz de la Sierra, que ocupan en la actualidad el 59% del territorio boliviano. La despreocupación de los gobiernos nacionales llevó a los habitantes de Santa Cruz de la Sierra a levantar a fines del siglo XIX la bandera del federalismo. Este movimiento fue cruelmente reprimido; y su principal instigador, Andrés Ibáñez, fusilado. Ya en el siglo XX, en 1924, se descubre petróleo en Tarija y tres años más tarde en Santa Cruz. Estos departamentos pasan lentamente a valorizarse a los ojos del poder central. También la guerra del Chaco (1932-1935) obliga a las autoridades nacionales a prestar mayor atención a esas tierras, próximas al frente de batalla y, sin embargo, aisladas del resto del país –sin ferrocarril ni rutas–. La dirigencia cruceña ya había expresado sus reclamos en el célebre y profético Memorándum de 1904 y en el levantamiento armado de 1924 que demandaban al gobierno central, entre otras cosas, la construcción de un ferrocarril a Santa Cruz. El ferrocarril que debía unir el occidente con el oriente nunca se construyó; y la primera interconexión por carretera entre Cochabamba y Santa Cruz se concluyó en 1954 durante la primera administración de Víctor Paz Estenssoro, con el financiamiento del gobierno de los Estados Unidos. En tanto, las vías férreas del oriente con la Argentina y Brasil eran por entonces una realidad. La clase dirigente cruceña, movida por su acentuado regionalismo debido tanto a su localización geográfica como al abandono del poder central, entendía que estaba en condiciones de superar su atraso y batalló para que se le reconociera la regalía equivalente al 11% de la producción bruta de petróleo, lo que obtuvo tras las luchas iniciadas en 1957; conquista extendida luego a los demás departamentos productores. La obtención de las regalías no fue por cierto algo gratuito. Baste mencionar que durante el gobierno del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), en 1958, milicias campesinas y mineras ingresaron a la capital departamental cometiendo desmanes y actos atroces como la matanza de Terebinto, donde se exterminó cruelmente a opositores del gobierno. Estos sucesos han dejado heridas muy profundas en la memoria histórica de los cruceños. La inversión de los recursos provenientes de las regalías en sectores productivos y de infraestructura fue la causa del desarrollo de Santa Cruz, que además de hidrocarburos produce soja (2) (que exporta a través de la hidrovía ParaguayParaná), madera, azúcar, algodón, ganado y, dentro de algunos años, hierro. Tiene el nivel más alto de alfabetización y de computadoras per capita de Bolivia. Si bien su promedio de pobreza es el más bajo del país, la cifra está en crecimiento porque sigue siendo el principal receptor de las poblaciones expulsadas desde el altiplano y regiones subandinas. La obtención de las regalías y más recientemente, en 2005, la proclamación de la autonomía son dos hitos trascendentes en la historia de las aspiraciones cruceñas. Esta posición de Santa Cruz respecto de la autonomía es acompañada por los otros departamentos que integran la denominada “medialuna”: Pando, Beni (quienes junto a Potosí son los departamentos con más bajos ingresos) y Tarija. En el oriente, los departamentos de Santa Cruz de la Sierra y Tarija (segunda reserva de gas de América del Sur situada en el Chaco) son las locomotoras actuales y potenciales del desarrollo boliviano. A ellos habría que agregar Chuquisaca, localizado –al igual que Cochabamba y Tarija– en la región de valles interandinos, que cuenta también con una región chaqueña, que separa Santa Cruz de Tarija y limita con Paraguay, zona donde se han hallado importantes yacimientos de gas que ubican a ese departamento como el segundo productor del país. La capital departamental es Sucre, ex Charcas, a su vez capital constitucional del país, pero en la práctica sólo asiento de la Corte Suprema. Sus dirigentes aspiran que sea la sede del gobierno nacional, pretensión que colisiona con los intereses de La Paz. En la actual coyuntura, los departamentos productores de hidrocarburos se sienten perjudicados por la política económica del gobierno nacional, dado que el incumplimiento de los acuerdos de ventas de gas a la Argentina limitan su crecimiento al contar con menos recursos (regalías) para apuntalar su desarrollo, con el agravante de que el gasto público general tiene como principal aval las rentas actuales y potenciales de los departamentos exportadores de gas. *** En este panorama general, la complicada geografía boliviana sigue limitando el entendimiento entre las partes. A ello se suma la falta de infraestructura que contribuye a su aislamiento y acentúa las diferencias entre grupos originarios, mestizos y blancos, estos dos últimos más integrados. Las desigualdades culturales se vinculan evidentemente al crecimiento económico y la distribución de la riqueza; y el crecimiento, con la localización de los recursos naturales (minerales, hidrocarburos y tierras fértiles para la producción agropecuaria) cuyos réditos dependen de la capacidad de la clase dirigente para incrementarlos y distribuirlos con equidad. Este mosaico de viejos y nuevos intereses gravita en Bolivia y produce un desequilibrio que parecería volcar la balanza del poder hacia el oriente. De ser así, se cumpliría el vaticinio de Mitre en el discurso pronunciado en el Senado en 1871: “El porvenir de Bolivia no está en occidente sino en la parte donde nace el sol… por eso tiende a encontrar una salida por el Atlántico, buscando por el oriente el aire, el espacio y la luz que le falta por el Pacífico”. 1. Los departamentos que integran el altiplano son La Paz, Oruro y Potosí. Según el Instituto Nacional de Estadística de Bolivia, “abarca el 28% del territorio nacional con una extensión estimada de 307.000 kilómetros cuadrados. Esta zona se halla a más de 3000 msnm, ubicada entre los dos grandes ramales andinos: las cordilleras Occidental y Oriental o Real…”. 2. Santa Cruz está entre los quince más importantes productores de soja del mundo.