La llegada de la década de 1950, como etapa posterior a los Todas las imagenes y textos son propiedad intelectual de Esquife y sus colaboradores, con derechos reservados / © Esquife ISSN 1608-7224 Phoca PDF problemáticos años 40 y la Segunda Guerra Mundial, propició toda una amalgama de procesos de cuestionamiento y reformulación de viejos conceptos, correspondientes a viejas situaciones contextuales. Términos que anteriormente tenían un carácter más “estrecho”, fueron ampliados y repensados desde las nuevas condiciones de una realidad enriquecida tras el desarrollo de la sociedad moderna, y el debate en torno a ella. Raymond Williams (2001) nos invita a reflexionar sobre esto. Considerado uno de los padres fundadores de los llamados Cultural Studies, su texto Culture and Society (Cultura y Sociedad) es de necesaria referencia para tratar los cambios que durante finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX fueron tomando significados más complejos, y que vinieron a ser el origen de las transformaciones --en cuanto a estos términos-- que se dieron más tarde, las cuales propiciaron que la sociedad comenzara a verse de modo diferente, y que determinados autores comenzaran a interesarse en ellas. Tal como rememora el autor, estas palabras fueron: industria, democracia, arte, masas y cultura. Esta última es precisamente en la que se concentrará este texto en su primera parte. Tres son los conocidos padres fundadores de los Estudios Culturales: Richard Hoggart, Edward P. Thompson, y Raymond Williams. Formaron parte del llamado “paradigma culturalista”, preocupado principalmente por el concepto de cultura, y por otros como el de experiencia. Richard Hoggart (1957, citado por Mattelart y Neveu, 2004, p.36) se preocupó por estudiar la cultura popular. En su texto The Uses of Literacy (Los usos de la alfabetización), Hoggart estudió la influencia de la cultura difundida por los medios de comunicación en la clase obrera, a partir de la premisa de que se tiende a sobreestimar dicha influencia, pues según este autor, los mass media ejercen una acción muy lenta sobre la transformación de las actitudes. Con este criterio se trascendía la visión apocalíptica de la Escuela de Frankfurt, pues el ojo que veía a los medios como manipuladores fuertes de las masas había cambiado de óptica. Sin embargo, Raymond Williams focalizó su atención en la definición de la cultura como todo un modo de vida. El autor parte de la importante premisa de que la llegada de la Revolución Industrial había cambiado el panorama de Inglaterra. Tras la Segunda Guerra Mundial, y en el intento de recuperar el desarrollo de la nación inglesa en esta esfera, la cultura se había transformado en algo más complejo que el corpus de trabajo intelectual e imaginativo. Estos estudios trascendían el criterio de que la cultura era solo perteneciente a la alta cultura, y además creada por ella, pues Williams consideraba: “el contraste entre una cultura minoritaria y una cultura popular no puede ser absoluto” (2001, p.263) Plantea entonces las preguntas de si todavía tenga sentido pensar en términos de clases, y de si no produce el industrialismo una cultura no perteneciente a clase alguna. «La base de una distinción entre cultura burguesa y de clase obrera se encuentra solo secundariamente en el campo del trabajo intelectual e imaginativo y aun aquí se complica debido a la presencia de los elementos comunes que descansan sobre una lengua común» (2001, p.266). Según Williams, la distinción primaria se encuentra en el modo de vida, ya que la distinción crucial es la establecida entre ideas alternativas acerca la naturaleza de la relación social. Para demostrar esto de otra manera, formula otra interrogante, la de si debería llamársele a todo el legado intelectual existente hasta el momento cultura burguesa, ya que solo entonces se podría hablar, como contraposición, de cultura proletaria. Por tanto la idea de cultura de clase obrera sería realmente «la idea colectiva básica y de las instituciones modales, hábitos de pensamiento, e intenciones que procedan de ella» (2001, p.267) y del otro extremo --el burgués--, está entonces «la idea individualista básica y de las instituciones modales, hábitos de pensamiento, e intenciones que procedan de ella» (2001, p.267). Como conclusión final, en el concepto de cultura de Williams, lo existente es «una interacción constante entre estos dos modos de vida y un área que puede describirse apropiadamente como común o subyacente a ambos» (2001, p. 267). El padre fundador que todavía no ha sido analizado es quien afirmaba «mi principal preocupación a lo largo de toda mi obra ha sido la de abordar lo que para mí es un gran silencio de Marx» (Thompson, 1976, citado por Mattelart y Neveu, 2004, p.40). «El trabajo de Thompson puede describirse como el prejuicio de una historia centrada en la vida y en las prácticas de resistencia de las clases populares» (Mattelart y Neveu, 2004, p.40). En el trato del tema de la cultura, Thompson (1963, citado por Hall, n.d, p.6) aboga por una diferenciación entre la cultura y la no cultura, y afirma que cualquier teoría de la cultura debía comprender la interacción dialéctica entre ellas. En el caso del concepto de experiencia, el “culturalismo” interpretó el término como el terreno donde se interceptan la conciencia y las condiciones. Con la posterior llegada del estructuralismo, entonces experiencia no se podía considerar terreno de nada, ya que solo es posible vivir y experimentar en y a través de las categorías, las clasificaciones y los marcos de referencia. Y dichas categorías eran el efecto de la experiencia (Hall, n.d). Todas las imagenes y textos son propiedad intelectual de Esquife y sus colaboradores, con derechos reservados / © Esquife ISSN 1608-7224 Phoca PDF Precisamente con la llegada del estructuralismo aparecen entonces, otros términos que alcanzan una fuerte influencia. Para el estructuralismo, a diferencia del culturalismo, la ideología toma una carga determinista y su importancia es mayor a la imperiosa necesidad de definir cultura. Es aquí cuando aparece en escena Stuart Hall. Las aportaciones de autores como Louis Althusser (ideología) y Antonio Gramsci (hegemonía) fueron fundamentales para el desarrollo de estos estudios. Para Althusser (1971, citado por Fiske, 1987, p.2) la ideología es un proceso dinámico que se reproduce en las prácticas sociales, y los que él denomina aparatos ideológicos del estado (AIE), es decir, la escuela, la familia, el lenguaje, los medios de comunicación, los partidos políticos, etc. generan la tendencia a comportarse y pensar de manera socialmente aceptable, esto es las normas sociales, que desarrolladas a favor de la clase dominante, se han naturalizado para incorporarlas al sentido común compartido. Tanto los AIE, como los aparatos represivos del estado (la fuerza de policía o la ley, etc.) se relacionan entre sí a través de una red que se encuentra detrás del telón, pero que aun así sobredetermina las instituciones sociales. Esta es una red de interconexiones ideológicas. «La tradición de los estudios culturales no ve a la ideología en su sentido marxista vulgar, como falsa conciencia» (Fiske, 1987, p.2). La frase de Marx (citado por Zizek, 2003, p.55) que podría sintetizar el concepto de ideología es: «Sie wissen das nicht, aber sie tun es» (ellos no lo saben pero lo hacen). Pero he aquí el punto donde convergen dos autores --uno de ellos Althusser-- para formar parte de referentes teóricos imprescindibles de los estudios culturales. Este proceso constante mediante el cual la ideología se reproduce, propicia la aparición de otro concepto, el de hegemonía, un concepto tratado por Antonio Gramsci. Para este autor italiano (Gramsci, citado por Monal, 2006, p.40), la sociedad civil es el lugar donde se realiza la hegemonía, a saber: «el proceso mediante el cual las clases dominantes logran el consentimiento voluntario de las clases subordinadas» (Fiske, 1987, p.4). Para Gramsci, una revolución debía proponerse romper ese consensus, y la “guerra de posiciones” que debía librar el proletariado debía hacerse en el ámbito de la cultura (Monal, 2006, p.41). Concluimos entonces que la ideología sirve a las clases dominantes para mantener el consentimiento de los subordinados. Estos conceptos fueron fundamentales para los estudios culturales desarrollados bajo la sombra del paradigma estructuralista. El asumirlos se debió a la labor de Stuart Hall como director del Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS). En su ensayo Decoding and Encoding “sugirió la idea de que existe una necesaria correlación entre la situación social de las personas y los significados que pueden generar a partir de un programa televisivo” (Fiske, 1987, p.5). De lo que se puede deducir que el autor supone en el proceso de recepción, condicionantes relacionadas con los contextos. Pero si el proceso de ver televisión tiene carácter negociado ¿puede existir resistencia? Precisamente, este es otro de los conceptos fundamentales que aparecen en estas primeras décadas de los Cultural Studies. Dominancia, negociada y oposicional son las tres estrategias de lecturas producidas por tres posiciones sociales generalizadas que la gente puede ocupar en relación a la ideología dominante, según Hall (citado por Fiske, 1987, p.5). Estas grandes estrategias dan cuenta de diferentes situaciones frente al proceso de ver televisión, proceso que puede ser condicionado por elementos de resistencia, lo que indica que los sujetos no son simples consumidores pasivos, por ende, la situación comunicativa se trasluce entonces como un espacio de debate donde es posible decir “no estoy de acuerdo”. Este concepto fue tratado por Hoggart (citado por Mattelart y Neveu, 2004, p.62) como “consumo indolente”, como la indiferencia práctica ante el discurso. Hoggart teorizó en torno a este tema, en cuanto a la Todas las imagenes y textos son propiedad intelectual de Esquife y sus colaboradores, con derechos reservados / © Esquife ISSN 1608-7224 Phoca PDF capacidad real de resistencia a los mensajes de los medios. Aquí las clases populares son vistas con un potencial autónomo frente a los medios, entonces «se trata, a la vez, de una declaración de independencia, de alteridad, de intención de cambio, de rechazo del anonimato y de estatus subordinado. Es una insubordinación. Y se trata, al mismo tiempo, de la confirmación del hecho mismo de la privación de poder, de la celebración de la impotencia» (Hedbige, 1988, citado por Mattelart y Neveu, 2004, p.62). El concepto de cultura toma entonces un carácter conflictual, ya que ahora es visto como un espacio de lucha entre los que dominan y los subordinados. Esta es una lucha que también da cuenta de cómo está estructurada la sociedad, de los estamentos sociales. La cultura es un espacio donde se puede dar la resistencia y donde hay clases antagónicas que velan por sus intereses, es un espacio de conflicto. El concepto que faltaría por tratar es el de identidad. Mientras los estudios culturales fueron desplazando su interés hacia otros terrenos, nuevas condicionantes fueron adquiriendo mayor importancia para comprender el proceso comunicativo, condicionantes referidas a la propia identidad de los sujetos, a lo que los hace comunes, y a la vez distinguibles como diferentes. «A medida que la dinámica de los trabajos superpone sobre las clases sociales variables tales como generación, género, etnicidad o sexualidad, pasa a ocupar un lugar estratégico todo un cuestionamiento sobre el modo de constitución de los colectivos, una creciente atención a la forma en que los individuos estructuran subjetivamente su identidad» (Mattelart y Neveu, 2004, p.62). Todas las imagenes y textos son propiedad intelectual de Esquife y sus colaboradores, con derechos reservados / © Esquife ISSN 1608-7224 Phoca PDF Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)