145 EL DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA AFECTIVIDAD Y LA SEXUALIDAD. HACIA UNA POLÍTICA REVOLUCIONARIA DEL DESEO Octavio Salazar Benítez Universidad de Córdoba Es preciso superar la psicosis del consumismo —basada en el deseo de lo que carecemos— en aras de una política revolucionaria del deseo, es decir, de la exigencia de construir mundos alternativos, compositivos e interactivos. Joaquín Herrera Flores El deseo es siempre un deseo de reconocimiento y cualquiera de nosotros se constituye como ser social viable únicamente a través de la experienca del reconocimiento. Judith Butler 1. INTRODUCCIÓN: DON`T ASK, DON`T TELL El 18 de diciembre de 2010, y tras diecisiete años en vigor, el Senado de Estados Unidos revocó la ley que prohibía a los gays y lesbianas servir de forma abierta en el ejército norteamericano. Una norma que permitió desde 1993 expulsar a 13.000 soldados por el solo motivo de su orientación sexual. La conocida como Don`t ask, don`t tell (no preguntes, no lo cuentes) fue un «juego de equilibrio» ideado por Bill Clinton mediante el cual se prohibía al Ejército preguntar a los soldados por su orientación 146 octavio salazar benítez sexual y permitía a los homosexuales y a las lesbianas continuar en él siempre y cuando mantuvieran sus preferencias sexuales en secreto. Al tomar posesión de su cargo, Barack Obama prometió derogarla y, tras varios intentos fallidos, y después de que en octubre de 2010 un juzgado de Virginia invalidara la norma de forma cautelar, el Senado la revocó con 65 votos a favor y 31 en contra. El debate en torno a esta norma y la conquista que ha supuesto su revocación nos sitúa frente a una de las cuestiones más íntimamente relacionadas con la dignidad del individuo y que, sin embargo, más costoso resulta reconducir al lenguaje de los derechos humanos. * Me refiero a la identidad sexual o, con más precisión, al libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad. Un elemento esencial de la identidad personal, clave para el desarrollo de todas las capacidades del individuo y con proyecciones evidentes en su ámbito relacional. 1 Indudablemente la afectividad y la sexualidad forman parte de la vida del privada del individuo —en ese sentido, han de entenderse protegidas por derechos como el honor, la intimidad o la propia imagen—, pero también repercuten en su dimensión pública y reclaman una atención garantista por parte del Derecho en cuanto que constituyen una expresión esencial de la capacidad del individuo para autodeterminarse y para ser autónomo. 2. Por lo tanto, se proyectan en todos los ámbitos en que el individuo desarrolla su proyecto vital. De ahí que la afectividad y la sexualidad tengan una proyección pública en la medida en que «el sexo está producido socialmente y transmitido, y (…) nos llega no sólo como una reflexión privada que cada uno de nosotros se hace sobre sí mismo, sino como una interrogación crítica que cada uno dirige a una categoría social que *.N. E. Sobres estas cuestiones relacionadas véase en este mismo volumen SIERRA, Francisco y MORAL, Lucía del. Cultura de paz y biopolítica. Pensar los Derechos Humanos desde un nuevo pensamiento antagonista de lo procomún. 1. «Relacionada con las emociones más profundas, los deseos más personales y las expresiones más íntimas del cuerpo, la orientación sexual afecta a la esencia de lo que significa ser humano». AMNISTÍA INTERNACIONAL (1999) El derecho a la propia identidad. La acción en favor de los derechos humanos de gays y lesbianas. Madrid, p. 14. 2. «En el escenario de la vida personal, la autonomía es la realización feliz del proyecto reflexivo del yo personal, la condición para relacionarse con los demás de forma igualitaria». GIDDENS, Anthony (1998) La transformación de la identidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. Madrid, Cátedra, p. 171. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 147 nos es asignada y que nos excede en su conjunto y en su poder...» 3. Por lo tanto, no podemos garantizarlo convenientemente desde la exclusiva dimensión de la privacidad. Es necesario reconducirlo a las garantías derivadas del principio de igualdad e, incluso, profundizar en el concepto jurídico-constitucional de identidad para conseguir un marco en el que cada individuo no sólo no sufra discriminación alguna por sus opciones personales sino que, al contrario, las desarrolle con plena libertad. Nos encontramos ante una de las expresiones de la dignidad humana que más esfuerzo está exigiendo para ser reconocida jurídicamente y aceptada socialmente. Y ello porque ha estado durante siglos condicionada por una estructura social, política y cultural homogéna, beligerante con la diversidad y marcada por los patrones heterosexistas del patriarcado.4 De ahí que la lucha por la no discriminación por la orientación sexual haya estado tan ligada a la de la igualdad de género * y que la reflexión que podamos hacer en torno a ella suponga al mismo tiempo una reflexión sobre las identidades masculina y femenina.5 Es decir, hablar del libre desarrollo de la afectividad y de la sexualidad supone hacerlo de cómo nos construimos como hombres y como mujeres, de cuáles son los roles 3. Butler, Judith (2010). Dehacer el género. Barcelona, Paidós, p. 144. 4. Joaquín Herrera prefería hablar de «patriarcalismo», ya que «patriarcado» supone una posición estática que puede inducir a pensar en una estructura de opresión autónoma con respecto al resto de opresiones y dominaciones que se dan en las relaciones sociales capitalistas. Patriarcalismo tendría más que ver con «el conjunto de relaciones que articulan un conjunto indiferenciado de opresiones: sexo, raza, género, etnia y clase social, y el modo en que las relaciones sociales particulares combinan una dimensión pública de poder, explotación o estaus con una dimensión de servilismo personal». HERRERA FLORES, Joaquín (2005a) De habitaciones propias y otros espacios negados, Una teoría crítica de las opresiones patriarcales. Instituto de Derechos Humanos, Universidad de Deusto, p. 29. *.N. E.: Véase en este mismo volumen GILES CARNERO, Rosa. Reflexiones en torno a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en materia de igualdad de género. 5.Por ello, al considerar la garantía de los derechos de las personas LGTB no debemos perder de vista los mandatos establecidos por la Convención de la ONU sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la mujer (CEDAW) de 1979. Entre ellos ocupa un lugar destaca el que obliga a los Estados a «modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con mirar a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres». 148 octavio salazar benítez y estereotipos que nos marcan de por vida, de qué condicionantes culturales han establecido a lo largo de los siglos diferenciaciones jerárquicas entre unos y otras. En definitiva, supone profundizar en el entendimiento de la igualdad como reconocimiento de las diferencias. 6 Ello, a su vez, implica romper con determinados patrones socio-culturales ya que, como bien afirmaba Joaquín Herrera, «el patriarcalismo ha inducido una construcción social del derecho y de la política que instituye dos situaciones: una visible, la llamada esfera de los iguales ante la ley; y otra invisible, la de los y las diferentes». 7 Estas reflexiones encajan a la perfección en la teoría crítica de los derechos humanos desarrollada por Joaquín Herrera. La tradicional discriminación que han sufrido determinadas opciones sexuales tiene que ver con unas concepciones hegemónicas dominantes de la dignidad y, en consecuencia, con unas determinadas pautas culturales que han servido para dotar de contenido al concepto de derechos humanos. Cabe recordar como dicho concepto ha ido ensanchándose a medida que diferentes colectivos o grupos de individuos han luchado y han conquistado espacios que antes les eran negados.8 Baste citar como ejemplo, aunque no se trate de un colectivo sino de la mitad de la población, la lucha de las mujeres por ser incluidas en la ciudadanía. El feminismo ha tenido un papel esencial en la ruptura con un universalismo abstracto que implicaba mantener el poder masculino y en la profundización en una igualdad material que ha de tener en cuenta las circunstancias de cada individuo y de los grupos en que se integra. Con una conexión en algunos casos muy estrecha con las luchas feministas, los movimientos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (en adelante, LGTB) han incidido desde las últimas décadas del siglo XX no sólo en lograr el reconocimiento de determinados derechos sino también en la ruptura con un modelo cultural androcéntrico y heterosexista. Ello obliga a introducir elementos diferenciadores en la misma idea de dignidad, la cual no tendría que 6. FERRAJOLI, (1999) 7.HERRERA FLORES, Joaquín (2005a), p. 31. 8.En este sentido, debemos tener presente la concepción de los derechos humanos como «el resultado de luchas sociales y colectivas que tienden a la construcción de espacios sociales, económicos, políticos y jurídicos que permitan el empoderamiento de todas y todos para poder luchar plural y diferenciadamente por una vida digna de ser vivida». HERRERA FLORES, Joaquín (2005b) Los derechos humanos como productos culturales. Madrid. Los libros de la catarata, p. 247. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 149 ver tanto con la proclamación formal en la que se refleja una cultura dominante sino más bien con las condiciones que permiten que «todos los seres humanos puedan desarrollar sus actitudes y sus aptitudes para empoderarse, es decir, para alcanzar una posición que posibilite disposiciones favorables al despliegue del hacer y tener el suficiente poder para poner en práctica esa capacidad humana de hacer». 9 La conquista que los gays y lesbianas norteamericanos/as alcanzaron en diciembre de 2010 no sólo merece subrayarse por lo que supone de ampliación del mismo concepto de dignidad, y por tanto con él de los derechos humanos, sino también porque nos plantea las claves de un debate jurídico y político que en gran medida las sociedades occidentales se resisten a afrontar. La norma del don`t ask, don`t tell suponía negarle la voz pública a los gays y lesbianas, no reconocerlos, es decir, no tratarlos como iguales. Evidentemente a un heterosexual no se le pregunta por su orientación sexual para acceder al ejército —entre otras cosas porque durante mucho tiempo, como el valor, se ha supuesto su ajuste a la norma— pero tampoco se le impedía manifestarla, hacerla pública, hablar de ella u orientar abiertamente sus opciones personales en función de su sexualidad. Al homosexual tampoco se le preguntaba —es la parte de la norma que se considera una conquista— pero como contrapartida se le exigía el silencio, el no reconocimiento, es decir, la desigualdad. El debate planteado en Norteamérica nos sitúa frente a las dos claves del entendimiento de lo que aquí he denominado derecho al libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad: 9.HERRERA FLORES, Joaquín (2005b), p. 28. Empoderarse, un concepto especialmente forjado por la lucha feminista, implica pues tener capacidades y condiciones para desarrollarlas, disponer de libertad e igualdad para construir un plan de vida, tener intimidad en el espacio privado y voz en el público. Ser reconocido por los demás y no tener miedo a reconocerse uno mismo. Tener el poder para «hacer y deshacer mundos», que diría Joaquín Herrera, y para participar en condiciones de igualdad en la definición de las «reglas del juego». Lo cual supone «desplazar las identidades asignadas en beneficio de las electivas», VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008). Minorías sexuales y sociología de la diferencia. Gays, lesbianas y transexuales ante el debate identitario. Madrid, Montesinos, p 434; y subrayar la concepción de los derechos como «formas de dar poder», como «instrumentos de capacitación», GIDDENS, Anthony (1998) p. 170. 150 octavio salazar benítez 1º) Se trata de un derecho con una especial incidencia en el ámbito privado pero también con evidentes proyecciones públicas. 10 2º) Se trata de una dimensión esencial de lo que más genéricamente podríamos denominar «derecho a la identidad», de la que forman parte como un haz todos los derechos y libertades y que implica la capcidad de cada individuo para diseñar con libertad y sin discriminaciones su plan de vida.11 La identidad conlleva opciones religiosas, ideológicas, morales, pero también afectivas y sexuales. Éstas forman parte —yo me atrevería a decir que son la «esencia»— del ser de cada hombre y mujer y, por lo tanto, condicionan sus trayectorias vitales. De ahí que deban situarse en el núcleo de lo que entendemos por dignidad y, por tanto, en primera línea de una teoría de los derechos que los entienda como «productos culturales que faciliten la construcción de las actitudes y aptitudes que nos permitan poder hacer nuestras vidas con el máximo de dignidad».12 A través de las reivindicaciones de los derechos de las personas LGTB estamos redefiniendo la lógica de la universalidad de la dignidad y, por tanto, deconstruyendo la concepción universal de los derechos, en la medida en que «lo universal empieza a ser articulado precisamente a través de los desafíos a la formulación que ya existe, y el desafío proviene de aquellos a quienes no incluye, de aquellos que no tienen derecho a ocupar el lugar del ‘quién’, pero que, sin embargo, exigen que lo universal como tal les incluya». 13 De ahí que junto al reconocimiento social, la afectividad y la sexualidad deban jurídicamente dar el salto de ser una mera circunstancia que no ha 10.Y en este sentido habría que recordar que todavía hoy en muchos contextos, «aceptada en la esfera íntima de la vida privada, la homosexualidad resulta insoportable cuando reivindica públicamente la equivalencia con la heterosexualidad», BORRILLO, Daniel (2001) Homofobia. Barcelona, Bellaterra, p. 17. 11.Aunque Joaquín Herrera prefería hablar de «subjetividad» ya que entendía que «identidad es aquello que se presenta como naturalmente dado, no como convencionalmente construido». Por el contrario, «la subjetividad o, más precisamente, el proceso de subjetivación nos permite reconocer, y actuar sobre, las formas por las cuales los individuos piensan sobre sus experiencias y los obstáculos que se encuentran para llevarlas a cabo. La subjetividad requiere una presencia individual que se relaciona con otros para alcanzar el grado de sujetos». HERRERA FLORES, Joaquín (2005b), p. 116. 12.Ibídem., p. 30. 13.BUTLER, Judith (2010), p. 270. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 151 de legitimar ningún tipo de discriminación a convertirse en un derecho con contenido propio. Un avance que se forma parte a su vez del gran reto que tienen planteado en la actualidad los sistemas constitucionales. Me refiero al reconocimiento de la diversidad, a la ruptura con un universalismo abstracto que ha legitimado durante siglos discriminaciones, a la construcción de una teoría de los derechos en la que el universalismo no sea un punto de partida sino más bien el horizonte hacia el que avanzar. Sólo mediante ese reconocimiento podremos superar lo que Joaquín Herrera denominó «malestar de la emancipación», derivado de que «la conquista de la igualdad de derechos no se ha apoyado ni ha impulsado el reconocimiento de, y el respeto por, las diferencias». 14 2. La «ciudadanía íntima»: la dimensión pública de la diversidad afectiva y sexual El reconocimiento de la diversidad afectiva y sexual nos remite a un concepto elaborado por la Sociología y que bien nos puede servir para enfocar algunos retos fundamentales de los sistemas constitucionales. Desde la Sociología de la Sexualidad se habla de «ciudadanía íntíma» para englobar la pluralidad de opciones para construir nuestra intimidad y nuestra vida personal.15 Mediante el uso de dos términos que pueden parecer contradictorios —la ciudadanía remite a lo público, en oposición al ámbito privado—, ponemos las bases para diseñar un nuevo modelo de sujeto de derechos del que ya no es posible separar radicalmente su esfera privada y pública, los tiempos personales de los políticos, sus opciones afectivas y sexuales del conjunto de relaciones sociales en que se inserta. Cuando hablamos de ciudadanía íntima lo hacemos de cómo nos relacionamos afectiva y sexualmente, de cómo tenemos 14.HERRERA FLORES, Joaquín (2005b), p. 192. Y en este sentido no deberíamos olvidar que «la justicia no es sólo o exclusivamente una cuestión de como se trata a las personas o de cómo se constituyen en sociedades. También atañe a las decisiones, y a sus consecuencias: qué es una persona y qué normas sociales debe respetar y expresar para que se le asigne tal cualidad, cómo reconocemos o no a los seres vivientes como personas dependiendo si reconocemos o no la manifestación de una cierta norma en y través del cuerpo del otro», BUTLER, Judith (2010), p. 90. 15.PLUMMER, Ken (2003) «La cuadratura del ciudadanía íntima», en GUASCH, Oscar y OSBORNE, Raquel (eds.), Sociología de la sexualidad. Madrid. C.I.S., pp. 25-50. 152 octavio salazar benítez y educamos a nuestros hijos, de cómo gestionamos nuestro cuerpo y nuestra intimidad. Y todo ello tiene una dimensión pública evidente, en la medida en que está conectado con valores como la dignidad, la igualdad o el libre desarrollo de la personalidad. Frente al modelo del patriarcado, en el que había una separación tajante entre lo público y lo privado, con la consiguiente diferenciación jerárquica entre hombres y mujeres, la igualdad de género reclama una continuidad entre ambos, la cual suponga además un equilibrado reparto de derechos y deberes. 16 Al mismo tiempo, la dimensión que plantea Plummer supone reconocer la diversidad de «esferas públicas», es decir, la diversidad de «formas de ser», de estar en lo público. Ello sin duda genera mayor complejidad e incluso conflictividad pero plantea un escenario mucho más respetuoso con la igualdad y el pluralismo. El reto es garantizar los cauces para la expresión de esa diversidad y generar mecanismos de transformación pacífica de los conflictos. Paralelamente a dicha revisión de los espacios y de los tiempos que llevan aparejados, es necesario romper con los esquemas que han condicionado las opciones personales de los individuos en virtud de las reglas del patriarcado, es decir, de acuerdo con la concepción dominante del varón heterosexual productor y la mujer domesticada y reproductora. Lo que Joaquín Herrera denominó «hetero-patriarcalismo».17 De acuerdo con esos patrones, mientras que la mujer era invisible en el espacio público pero central en el privado, las minorías sexuales eran «doblemente expulsadas de uno y otro ámbito».18 De ahí que la transformación exigida suponga incidir en ambos espacios y, en definitiva, en las relaciones de poder.19 Porque no hay que olvidar que «a aquellos que viven fuera del 16. «De esa frontera entre lo público y lo privado emanarán todas las dicotomías y los binomios sobre los que se alzará la experiencia histórica de la modernidad: hombre/mujer, masculinidad/feminidad, viril/afeminado, heterosexualidad/homosexualidad, verdad/ mentira, secreto/revelación, sensibilidad/insensibilidad, normalidad/anormalidad, social/ asocial,correcto/incorrecto, bueno/malo». VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 47. 17.HERRERA FLORES, Joaquín (2005a), p. 32. 18.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 47. En este sentido, «el Armario es así el último rinción de lo privado y el lugar por excelencia donde se encierra lo ‘no decible’ y lo por lo tanto ‘ilegítimo’ a ojos de la comunidad política y del Espacio Público», Ibídem., p. 48. 19.Lo explica muy bien Daniel Borrillo: «... la homofobia liberal encierra a los homosexuales en el silencio de la domesticidad. Las dicotomías privado/público, dentro/fuera, interior/exterior organizan la jerarquía de las sexualidades, reservado la plaza visible a una el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 153 marco conyugal o que mantienen modos de organización social para la sexualidad que no son ni monógamos ni cuasimaritales se les considera crecientemente como irreales, y sus amores y pérdidas como menos amores <de verdad> y menos pérdidas <de verdad>. La desrealización de este dominio de la intimidad humanan y de la sociabilidad opera negando la realidad y la verdad de estas relaciones». 20 Esta revisión supone incidir en los modelos de convivencia, en las estructuras familiares y, por lo tanto, en patrones culturales muy asentados en nuestras sociedades.De alguna manera estamos planteando «rehacer la realidad, reconstruir lo humano y negociar los términos de lo que se considera habitable y de lo que no».21 De ahí que cualquier propuesta de reforma jurídica que plasme esta transformación genere una intensa polémica y alimente debates en los que se entremezclan argumentos jurídicos y políticos con otros de índole ético o moral. Baste recordar la polémica planteada en nuestro país por la reforma del Código Civil llevada a cabo por la Ley 13/2005, de 1 de julio, que extendió el derecho al matrimonio a gays y lesbianas. Más allá de la controversia estrictramente jurídica en torno a los requisitos de dicho contrato —pendiente aún de resolver por nuestro Tribunal Constitucional—, el debate planteado en la sociedad española fue tan intenso porque dicha reforma suponía erosionar una de las esencias del patriarcado: el modelo familiar construido sobre la autoridad del varón, la reproducción como finalidad y, por tanto, sobre la heterosexualidad. Un modelo que durante siglos no sólo ha legitimado al hombre como detentador del «monopolio de la violencia simbólica legítima (y no sólo del poder sexual) en el interior de la familia»,22 sino que también ha articulado el espacio público a partir de la representación masculina y heterosexual del ser humano. 23 y la secreta a otra. El pudor y la discreción deben regir los actos homosexuales, mientras que la heterosexualidad se exhibe libremente sin tener que rendir cuentas. Las prácticas homosexuales y sus manifiestaciones son de orden privado y se aceptan a condición de que queden circunscritas a ese espacio. En cambio, cuando adoptan la forma heterosexual se besan en público, bailan juntos en público, se prometen públicamente amor eterno y nuncan salen del armario heterosexual porque el espacio público les pertenece». BORRILLO, Daniel (2001), pp. 79-80. 20.BUTLER, Judith (2010), p. 48. 21.Ibídem., p. 52. 22.BOURDIEU, Pierre (2000) La dominación masculina. Barcelona, Anagrama, p. 92. 23.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 50. 154 octavio salazar benítez El matrimonio y la familia han sido los guardianes no sólo de la jerarquía entre los sexos sino también de la heterosexualidad como patrón de las «prácticas sexuales normales».24 De acuerdo con esta norma, la homofobia «juega un papel determinante en que es una forma de inferiorización, consecuencia directa de la jerarquía de las sexualidades y confiere a la heterosexualidad un estatuto superior, siutándola en el rango de lo natural, de lo evidente». 25 De ello deriva una forma de dominación, con sus consiguientes procesos de discriminación, que se denomina «heterosexismo». Este esquema no ha sido desterrado completamente de nuestra cultura jurídica, tal y como demuestran por ejemplos los argumentos usados por el Consejo General del Poder Judicial para oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo. Sólo desde una consolidada, y vergonzante, homofobia pueden entenderse afimaciones como que las uniones homosexuales son «estructuralmente estériles», que su grado de inestabilidad es mucho mayor que en el caso de las heterosexuales o que «la voluntad de los contrayentes homosexuales no puede identificarse con la voluntad conyugal basada en la affectio maritalis. (Ésta) implica un grado superior, por supuesto, a la pura elección esporádica y, por encima de ésta, a una relación estable de hecho...». Comprobamos pues que, «como cualquier otra forma de intolerancia, * la homofobia se articula alrededor de emociones (creencias, prejuicios, 24.SÁNCHEZ MARTÍNEZ, Olga (2001) «La homosexualidad y la familia ante el moralista, el médico y el jurista», Orientaciones, nº 1, primer semestre 2011, pp. 41-68. Esta visión de la «heterosexualidad» como «la norma» e incluso como la referencia para el «orden» continúa traslandándose incluso en los discursos de quienes defienden la igualdad de las diferentes orientaciones sexuales. Baste con recordar, por ejemplo, unas palabras pronunciadas por el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero en el debate sobre el «matrimonio gay» (Diario de Sesiones del 30 de junio de 2005): «Señorías, no hay agresión ninguna al matrimonio ni a la familia en la posibilidad de que dos personas se casen. Mas bien al contrario, lo que hay es cauce para realizar la pretensión que tienen esas personas de ordenar sus vidas con arreglo a las normas y exigencias del matrimonio y la familia». De estas palabras puede deducirse de manera implícita la consideración de determinadas opciones como «desórdenes» que han de «ordenarse» a través de la institución matrimonial (Pascale y Saiz, 2005: 87). 25.BORRILLO, Daniel (2001), p. 15. *.N. E. Sobre esta temática véase en este mismo volumen el epígrafe «De la tolerancia a la distancia crítica. El reto de la cultura de paz» en el capítulo SIERRA, Francisco y MORAL, Lucía del. Cultura de paz y biopolítica. Pensar los Derechos Humanos desde un nuevo pensamiento antagonista de lo procomún el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 155 convicciones, fantasmas...), de conductas (actos, prácticas, procedimientos, leyes...) y de un dispositivo ideológico (teorías, mitos, doctrinas, argumentos de autoridad...)».26 El eje heterosexualidad-familia-reproducción ha ido acompañado a su vez de una depurada construcción de la homofobia, no sólo desde el punto de vista más estricto de negación de la igual dignidad de gays y lesbianas, sino también a través de un entendimiento de la masculinidad que ha implicado el rechazo de lo femenino, es decir, de todo lo que no se ajuste a las exigencias a que el patriarcado sometía al varón. 27 En este sentido, los hombres hemos construido nuestra «identidad» no sólo «huyendo» de la homosexualidad sino también rechazando todos los valores, actitudes y aptitudes entedidas como propias de las mujeres. 28 Ello nos ha supuesto además la permanente tensión de demostrar que somos hombres o, mejor dicho, que no somos mujeres. 29 A su vez, las mujeres que no han respondido al canon de esposas y reproductoras han carecido de espacios y de reconocimiento. Simplemente no han existido. Ni siquiera existieron para el Derecho Penal, el cual sí que perseguía y sancionaba a los hombres que se atrevían a contrariar las reglas heterosexistas. De esta manera, «la homofobia se convierte así en el guardián de las fronteras sexuales (hetero/homo) y de las de género (masculino/ femenino)».30 26.Ibídem., p. 37. 27. «La homofobia puede ser definida como la hostilidad general, psicológica y social, respecto a aquellos y aquellas de quienes se supone que desean a individuos y aquellas de quienes se supone que desean a individuos de su propio sexo o tienen prácticas sexuales con ellos. Forma específica del sexismo, la homofobia rechaza también a todos los que no se conforman con el papel predeterminado por su sexo biológico. Construcción ideológica consistente en la promoción de una forma de sexualidad (hetero) en detrimento de otra (homo), la homofobia organiza una jerarquización de las sexualidades y extrae de ella consecuencias políticas». Ibídem., p. 36. 28. «La heterosexualiad es la tercera prueba negativa de la masculinidad: tras haberse diferenciado de la madre (no soy un bebé) y el sexo femenino (no soy una niña), el muchacho debe demostrar (se) que no es homosexual y que no desea otros hombres ni ser él poseído por ellos». BADINTER, Elizabeth (1993) XY. La identidad masculina. Madrid, Alianza, p. 123. 29. «El comportamiento que las sociedades definen como convenientemente masculino está elaborado, en realidad, con maniobras defensivas: temor a las mujeres, temor a mostrar cualquier tipo de feminidad, incluidas las que se esconden bajo la ternura, la pasividad o el cuidado de terceros y, claro está, el temor a ser deseado por otro hombre». Ibídem., p. 69. 30.BORRILLO, Daniel (2001), p. 16. 156 octavio salazar benítez De acuerdo con todos estos parámetros, es obvia la conexión que existe entre las reivindicaciones feministas y las de los colectivos de gays y lesbianas. Ambas coinciden en criticar un modelo cultural —que a su vez es jurídico y político— basado en el universalismo abstracto, en la igualdad formal y en la negación de las diferencias. En este sentido, la violencia más dura sufrida por muchos gays, lesbianas y transexuales no ha sido tanto la física, que es la derivada, como la simbólica, que es la originaria.31 Sus reivindicaciones coinciden en la transformación del orden patriarcal, en la reacción contra esa «violencia simbólica» y en el reconocimiento de la diversas maneras de ser hombre y mujer. En definitiva, contra la norma que implica el «género» . Un reconocimiento que implica, claro está, el de la diversidad afectiva y sexual. Ello supone, como antes apuntaba, ir más allá de la prohibición de discriminación y generar un derecho que proteja las esferas más íntimas del individuo y, por tanto, las más esenciales para el desarrollo de su personalidad. 3. DEL PECADO CONTRA NATURA A LA PROHIBICIÓN DE DISCRIMINACIÓN POR ORIENTACIÓN SEXUAL 3.1. La Declaración de Naciones Unidas sobre orientación sexual e identidad de género Hasta hace relativamente poco tiempo, la diversidad sexual sólo era contemplada en la mayor parte de los ordenamientos jurídicos desde una perspectiva penal.32 Todavía hoy la homosexualidad está castigada en varios 31.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 20. Baste con comentar como por ejemplo el chiste homófobo «sigue ampliamente arraigado en el universo del vestuario masculino». Como bien explica Vélez-Pellegrini, «el chiste continúa conservando su función de dispositivo destinado a crear en el imaginario representaciones sociales denigrantes que facilitan la estigmatizazión de los individuos», Ibídem., p. 189. 32.Al margen de la persecución penal, hay que recordar que hasta 1976 la homosexualidad no fue eliminada del Manuel de estadística y diagnóstico de los trastornos mentales de la Asociación americana de psiquiatría y que la Organización Mundial de la Salud la mantuvo en su lista de enfermedades hasta 1993. Sobre la persecución de la homosexualidad véanse TOMÁS Y VALIENTE, Francisco (2001) «El crimen y el pecado contra natura», Orientaciones. Nº 1, primer semestre, pp. 105-128; y PÉREZ CÁNOVAS, Nicolás (1996) Homosexualidad. Homosexuales y uniones homosexuales en el Derecho español. Granada. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 157 países con la muerte —Mauritania, Arabia Saudí, Sudán, Irán, Yemén, norte islamista de Nigeria y Somalia— y en un total de 76 Estados se criminalizan las relaciones entre personas del mismo género. Es decir, el Derecho sigue en muchos Estados asumiendo el reproche moral que en algunas culturas, y especialmente en la mayoría de las religiones, ha merecido y sigue mereciendo la homosexualidad. En países como el nuestro, marcados por una cultura católica muy arraigada —no hay que olvidar que la tradición judeo-cristiana ha contribuido a mantener la dicotomía heterosexual/homosexual—33, la evolución ha estado marcada por tres momentos: su consideración como pecado contra natura, 343 su persecución penal en cuanto amenaza para el orden público35 y la progresiva tolerancia de acuerdo con el principio de igualdad y no discriminación.36 El siguiente paso, desde el punto de vista jurídico-constitucional, Comares. Sobre la historia de la homosexualidad, véase MONDIMORE, F.M. (1998) Una historia natural de la homosexualidad. Barcelona, Paidós. 33.Una tradición que ha sido refrendada a nivel jurídico hasta fechas muy recientes. Baste recordar, por ejemplo, una sentencia del Tribunal Supremo de EEUU de 1986 (Bowers. v. Hardwick, 106 US 2841, 1986), en la que se estimaba que la condena de la sodomía no era contraria a la Constitución, ya que está enraizada en las normas morales y éticas de la tradición judeo-cristiana. BORRILLO, Daniel (2001), p. 58. 34.Desde interpretaciones teológicas, se defendió que la actividad del hombre era necesaria para la continuidad de la labor creadora. Frente a la labor pasiva de la mujer - «un simple vaso donde se deposita el semen» -, el varón se convierte en un colaborador de Dios. Por ello, el más grave de los pecados será el pecado contra natura, en el que al unirse dos hombres se desperdicia la posiblidad de seguir procreando. TOMÁS Y VALIENTE, Francisco (2001), p. 107-109. 35.Esta persecución alcanza su máxima expresión en regímenes totalitarios como los que sacudieron Europa en la primera mitad del siglo XX. Fue mucho más evidente en el caso del régimen alemán,en el que los homosexuales fueron perseguidos junto a los judíos o los gitanos. En estos casos, además, se justificaba la persecución en cuanto que dichos colectivos podían poner en peligro la establidad del Estado. Así se plasma por ejemplo en un discurso pronunciado por Himmler, fundador de la Oficina Central del Reich para Combatir la Homosexualidad y el Aborto, en el que afirmó que «la homosexualidad hace frustrar cualquier rendimiento... destruye al Estado en sus fundamentos», BORRILLO, Daniel (2001), p 89. En un régimen igualmente dictatorial, aunque con un sentido idelógico diverso, como es el castrista en Cuba, también durante mucho tiempo los homosexuales fueron perseguidos penalmente. 36.La homofobia dominante en nuestro sistema jurídico ha estado presente hasta fechas muy recientes. Basta con recordar como el Tribunal Supremo calificaba la homosexualidad como «relaciones aberrantes» (STS de 9 y 13 de octubre de 1981), «práctica obscena» (STS de 14 de julio de 1982), «tara» (STS de 13 de mayo de 1985) o «acto contra natura» (STS de 15 de noviembre de 1991). 158 octavio salazar benítez vendría marcado por ir más allá de la prohibición de discriminación y configurar un derecho íntimamente conectado con la dignidad y con el libre desarrollo de la personalidad. En el ámbito del Derecho Internacional los esfuerzos todavía se sitúan en la prohibición de discriminación y en la lucha contra sistemas jurídicos y culturales en los que la homosexualidad es considerada incluso un delito.* En este sentido, cabe destacar como Declaración aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 18 de diciembre de 2008, pese a denominarse Declaración sobre orientación sexual e identidad de género,37 incidió no tanto en los contenidos positivos de esa dimensión de la identidad de los individuos sino más bien en la lucha contra los sistemas jurídicos que aún siguen penalizando determinadas opciones sexuales.38 De esta manera, la Declaración resalta lo que podríamos llamar esfera «negativa» del derecho, es decir, la reafirmación del principio de no discriminación, el cual «exige que los derechos humanos se apliquen por igual a todos los seres humanos, independientemente de su orientación sexual o identidad de género». La Asamblea General de Naciones Unidas reacciona frente a la violencia, acoso, discriminación, exclusión, estigmatización y prejuicio que se dirigen contra personas de todos los países del mundo por causa de sus opciones sexuales y subraya la necesidad de poner fin al uso de la pena de muerte, las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, la práctica de la tortura o penas crueles inhumanos o degradantes, el arresto o detención arbitrarias y la denegación de derechos económicos, sociales y culturales. De ahí que *.N. E. Sobre cuestiones relacionadas véase en este mismo volumen PRONER, Carol. Derecho Internacional: El Polifemo y el ejercicio de humanidad. 37.Es correcta la diferenciación que establece la Declaración entre estos dos conceptos que, aunque relacionados porque ambos inciden en la identidad afectiva y sexual de los individuos, responden a situaciones diferentes. De acuerdo con la terminología consolidada por las organizaciones internacionales, la «orientación sexual» expresa la inclinación de la atracción o conducta emocional-sexual (heterosexual, homosexual, bisexual) mientras que la «identidad de género» nos remite a la situación de las personas transexuales —o también más recientemente «transgénero»— es decir, a las personas que se identifican psicológicamente con el sexo opuesto al biológico. AMNISTÍA INTERNACIONAL (1999), p. 7. 38.Unos meses antes, en concreto el 3 de junio de 2008, y en un sentido similar al de la Declaración de Naciones Unidas, la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos aprobó la resolución AG/RES, 2435 (XXXVIII-O/08), sobre «Derechos humanos, Orientación Sexual e Identidad de Género». el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 159 el contenido esencial de la Declaración se centre en sus puntos 11 y 12, en los cuales se establece un doble mandato a los Estados. Por una parte, se les insta a que tomen las medidas necesarias, en particular las legislativas o administrativas, para asegurar que la orientación sexual o identidad de género no puedan ser, bajo ninguna circunstancia, la base de sanciones penales, en particular ejecuciones, arrestos o detención. Por otra, se les pide investigar las violaciones de derechos humanos basadas en dichas circunstancias y que los responsables enfrenten las consecuencias ante la justicia. Lo más relevante de esta Declaración, que sin duda supone un paso adelante en el Derecho Internacional de los derechos humanos, fueron las dificultades que tuvieron que salvarse para llegar a un texto consensuado así como las respuestas que generó en varios Estados. Unas respuestas que nos demuestran la pervivencia de un modelo patriarcal, heterosexista y homófobo. Para empezar la Declaración sólo fue firmada por 66 de los 192 miembros de Naciones Unidas, incluyendo todos los países de la Unión Europea y la mayoría de los países occidentales, con la excepción de Estados Unidos, que tras declarar que firmarla era incompatible con su ordenamiento interno ha decidido finalmente apoyarla. Especialmente controvertida fue por ejemplo la posición del Vaticano, que llegó a defender que si la declaración era ampliamente aceptada se podía forzar a otros países a reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ni Rusia ni China ni los países miembros de la Conferencia islámica firmaron la Declaración. Incluso el portazoz sirio llegó a hacer pública una declaración, respaldada por la Organización de la Conferencia Islámica, en la que se consideraba que el texto de Naciones Unidas socavaba el marco internacional de los derechos humanos, profundizaba en cuestiones que son esencialmente de la jurisdicción interna de cada Estado y podría conducir a «la normalización social y, posiblemente, la legitimación, de muchos actos deplorables incluida la pedofilia». 3.2. Los Principios de Yogyakarta Más allá del Derecho antidiscriminatorio, es preciso avanzar —muy especialmente en aquellos Estados en los que está consolidado, al menos formalmente, el principio de igualdad— en la definición «en positivo» del derecho que nos ocupa. Los Principios de Yogyakarta sobre la aplicación de la legislación internacional de Derechos Humanos en relación con 160 octavio salazar benítez la orientación sexual y la identidad de género (en adelante, PY), nos ofrecen una serie de estándares para construir «en positivo» el derecho al libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad. 39 Los PY parten del reconocimiento de la orientación sexual y la identidad de género como esenciales para la dignidad y la humanidad de toda persona, así como de la constatación de como en muchas sociedades se continúa controlando las relaciones personales de los individuos y perpetuando la desigualdad entre los géneros. De ahí que la introducción de los Principios subraye que «muchos Estados y sociedades imponen a las personas normas relativas a la orientación sexual y la identidad de género a través de las costumbres, las leyes y la violencia». Este planteamiento debemos entenderlo no sólo en relación a los Estados cuyos ordenamientos persiguen de manera efectiva determinadas opciones sexuales sino, de manera más general, todos aquellos contextos culturales —se habla también de «costumbres»— en los que todavía hoy algunos individuos encuentran dificultades para desarrollar con libertad su sexualidad. Por lo tanto, el nivel de incidencia de los PY será distinto y, en este sentido, podemos incluso hablar de diferentes estados de evolución en cuanto a la protección de los referidos derechos. Mientras que en algunas partes del planeta todavía hoy el reto es eliminar del código penal determinadas opciones sexuales, en otras el objetivo será incidir en la igualdad de trato y en la no discriminación, mientras que finalmente en las más avanzadas se tratará de articular un derecho, que casi podríamos calificar como «de cuarta generación», vinculado de manera estrecha al libre desarrollo de la personalidad. Los PY subrayan cómo las personas LGTB suelen sufrir procesos de múltiple discriminación que agravan su exclusión y estigmatización. Cir- 39.Los Principios de Yogyakarta fueron elaborados a petición de Louise Arbour, ex Alto Comisinado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (2004-2008) y se redactaron en noviembre de 2006 en la ciudad indonesa de Yogyakarta por un grupo de 29 expertos en Derechos Humanos y derecho internacional de varios países.Su presentación tuvo lugar el 26 de marzo de 2007 en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y posteriormente fue ratificado por la Comisión Internacional de Juristas. Se trata de un documento que contiene una serie de principios legales cuyo fin es la aplicación de las normas de derecho internacional de derechos humanos en relación a la orientación sexual y la identidad de género. El texto marca los estándares básicos para que las Naciones Unidas y los Estados avancen para garantizar la protección de los derechos humanos a las personas LGBT. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 161 cunstancias como el género, la raza, la edad, la religión, la discapacidad, el estado de salud o las condiciones económicas se suman en muchos casos, agravando su situación y, como dice el documento, debilitando «su sentido de estima personal y de pertenencia a su comunidad», lo cual les conduce en muchas ocasiones «a ocultar o suprimir su identidad y a vivir en el temor y la invisibilidad». Estas últimas palabras nos sitúan en la clave de por qué un sistema de derechos humanos debe proteger la diversidad sexual y no debe limitarse a garantizarla como una dimensión de la vida privada. Se trata en definitiva de garantizar que todos los individuos puedan desarrollar libremente su identidad, sin temores, sin estigmas, completamente visibles y sin que ello suponga un menoscabo de su propia dignidad.40 Es decir, se trata de garantizar el derecho al libre desarrollo de la afectividad y sexualidad, con lo que ello conlleva de profundización en la autonomía del individuo, en sus espacios de autodeterminación, y en la consiguiente autoestima que deriva de poder desarrollar con total libertad y respeto las opciones personales en el contexto social.41 Al mismo tiempo, y como he apuntado con anterioridad, se subraya la vinculación del respeto de estos derechos con la igualdad de género, de ahí que se insista en la necesidad de que todos los Estados adopten todas las medidas apropiadas para eliminar los prejuicios y las prácticas que se basen en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en roles estereotipados. 40.En relación al «estigma» y a la «autoestima», deberíamos tener presente como la sociedad sigue articulándose sobre unas pautas culturales homófobas, tal y como demuestra por ejemplo el lenguaje: «La homofobia está presente en los insultos, las bromas, las representaciones caricaturescas y el lenguaje coloquial, y retrata a los gays y lesbianas como criaturas grotescas y objetos de escarnio», BORRILLO, Daniel (2001), p. 25. 41.No debemos olvidar que en el caso de los homosexuales, y a diferencia de lo que pasa con otros grupos o colectivos, el hecho de tener en muchos casos que ocultar su orientación sexual les obliga a vivir de manera aislada su discriminación, en contextos hostiles, lo cual provoca consecuencias muy negativas desde el punto de vista emocional. En este sentido, bastaría con repasar los múltiples estudios realizados entre adolescentes y por ejemplo la aún elevada tasa de suicidios vinculada a la no aceptación de su condición sexual. Así lo puso de manifiesto el Consejo de Europa en un informe publicado en 2008 y titulado «El suicidio de niños y adolescentes en Europa, un grave problema de salud pública», en el que se llamó la atención sobre la elevada tasa de suicidios de jóvenes LGTB. 162 octavio salazar benítez Los PY nos aportan dos conceptos que nos pueden servir para incorporarlas al derecho que estamos tratando de definir. Por una parte, se concreta la orientación sexual como «la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género distinto al suyo, o de su mismo género, o de más de un género, así como la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas». Por otra, se define la identidad de género como «la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos,quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente elegida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales». Partiendo de estos conceptos básicos, el documento enumera un total de 27 principios, señalando en relación a cada uno de ellos una serie de recomendaciones de acciones concretas que los Estados deberían adoptar para garantizar su realización. Lo que se hace en el texto es aplicar de manera transversal a todos los derechos el elemento de la orientación sexual y la identidad de género, partiendo de las proclamación generales que se contienen en el Principio 1 —«Los seres humanos de todas las orientaciones sexuales e identidades de género tienen derecho al pleno disfrute de todos los derechos humanos»— y en el 2 —«Todas las personas tienen derecho al disfrute de todos los derechos humanos, sin discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género». También por su carácter más general cabe destacar el principio 3, el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica, en el que se insiste en que «la orientación sexual o identidad de género que cada persona defina para sí, es esencial para su personalidad y constituye uno de los aspectos fundamentales de su autodeterminación, su dignidad y su libertad». Entre los madatos que, derivados de este principio, se dirigen a los Estados cabe señalar el de conferir plena capacidad jurídica en asuntos civiles a cualquier persona sin discriminación por orientación sexual o identidad de género, así como el de garantizar que todos los documentos de identidad emitidos por el Estado que indican el género o el sexo de una persona reflejen «la identidad de género profunda que la persona define por sí y para sí». A partir del Principio nº 4, dedicado al derecho a la vida, y en el que se incluye de manera expresa la prohibición de pena de muerte por el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 163 actividades sexuales realizadas de mutuo acuerdo entre personas que sea mayores de edad o por su orientación sexual o identidad de género, se recogen una serie de derechos humanos en cuyo ejercicio debe garantizarse de manera especial la protección de dichas dimensiones de la personalidad del individuo. Es el caso del derecho de toda persona a la seguridad personal (principio 5), a no ser detenida arbitrariamente (7), a un juicio justo (8), a ser tratada humanamente en los casos de privación de libertad (9), a no ser sometida a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes (10), a la protección contra todas las formas de explotación, venta y trata de personas (11), al trabajo (12), a la seguridad social y otras medidas de protección social (13),42 a un nivel de vida y a una vivienda adecuados (14 y 15), al disfrute del más alto nivel posible de salud (17),43 a la proteción contra abusos médicos (18), a la libertad de reunión y de asociación pacíficas (20), a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (21), a la libertad de movimiento (22), a solicitar asilo (23), a participar en la vida pública (25) y en la vida cultural (26), y el derecho a promover los derechos humanos (27). He separado algunos derechos de esa enumeración ya que merece un comentario más detenido, en cuanto que tienen una especial incidencia en contextos jurídico-políticos como el nuestro. Así, cabe destacar la proclamación que del derecho a gozar de la privacidad hace el principio 6, si bien lo que merece la pena subrayar es el inciso con el que se cierra dicho principio: «El derecho a la privacidad normalmente incluye la opción en cuanto a revelar o no información relacionada con la propia orientación sexual o identidad de género, como también las decisiones y elecciones relativas al propio cuerpo y a las relaciones sexuales o de otra índole consensuadas con otra persona». En relación a este derecho, 42.En relación a este derecho, cabe destacar cómo se recomienda a los Estados que se garantice a todos los individuos todos los beneficios ligados a la salud (incluso para modificaciones del cuerpo relacionadas con la identidad de género) y todas las prestaciones que por ejemplo sirvan para paliar la pérdida de apoyo como resultado de la enfermedad o muerte de cónyuges o parejas. 43.Cabe destacar la recomendación dirigida a los Estados para que faciliten el acceso al tratamiento, atención y apoyo competentes y no discriminatorios a aquellas personas que procuren modificaciones corporales relacionadas con la reasignación de género, así como la que reclama que todos los prestadores de servicios de salud traten a sus clientes, clientas, y las parejas de ellos y de ellas sin discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género, incluso en lo concerniente al reconocimiento como parientes más cercanas o cercanos. 164 octavio salazar benítez entiendo que la técnica del outing —consistente en hacer pública la orientación sexual de personajes públicos— corre el riesgo de lesionarlo, si bien puede provocar consecuencias positivas desde el punto de vista de la normalización de determinadas opciones. Ahora bien, el derecho a la vida privada debería siempre y en todo caso primar sobre cualquier otra consideración, debiendo ser una exigencia ineludible el consentimiento del individuo para la difusión de datos pertencientes a dicha parcela. Podríamos afirmar que el dato que finalmente podrá revelarnos que existe un pleno reconocimiento de derechos de las personas LGTB será que, al igual que sucede con los heterosexuales, sus opciones no fueran relevantes en el debate público. Algo que no sucede todavía ya que de momento, y como señala Badinter,44 «el drama de las minorías sexuales es que su destino depende de la mirada que le dirige la mayoría heterosexual». De los mandatos que derivan del derecho a la educación (principio 16), cabe destacar el llamamiento que se hace para que los sistemas educativos inculquen el respeto por las diversas orientaciones sexuales e identidades de género. En concreto se pide a los Estados que aseguren «que los métodos, currículos y recursos educativos sirvan para aumentar la comprensión y el respeto de, entre otras, la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género, incluyendo las necesidades particulares de las y los estudiantes y de sus madres, padres y familiares en este sentido». Igualmente se insiste en la necesidad de proteger contra el acoso y el hostigamiento dentro del ámbito escolar. Los PY incluyen una amplia definición del derecho a la libertad de opinión y expresión, el cual incluye «la expresión de la identidad o la personalidad mediante el lenguaje, la apariencia y el comportamiento, la vestimenta, las características corporales, la elección de nombre o por cualquier otro medio, como también la libertad de buscar, recibir e impartir información e ideas de todos los tipos, incluso la concerniente a los derechos humanos, la orientación sexual y la identidad de género, a través de cualquier medio y sin tener en cuenta a las fronteras» (principio 19). Entre las medidas reclamadas a los Estados se deja bien claro que «las nociones de orden público, moralidad pública, salud pública y seguridad pública no sean utlizadas para restringir, en una forma discriminatoria, ningún ejercicio de la libertad de opinión y de expresión que afirme las diversas orientaciones sexuales o identidades de género». 44.Op. cit. p. 142. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 165 Finalmente señalar la amplia concepción que de la familia se sostiene en los Principios de Yogyakarta. Tras reconocer el derecho de toda persona a formar una familia, con indepenencia de su orientación sexual o identidad de género, se afirma que «existen diversas configuraciones de familias» (principio 24). Una afirmación que puede parecer obvia pero que es necesario reafirmar incluso en contextos democráticos avanzados como el nuestro. No cabe duda que estamos ante uno de los derechos que más controversias jurídicas y políticas generan, debido a la persistencia de un modelo familiar apoyado en la heterosexualidad. Por ello son tan importantes las prescripciones que establece el principio 24. Entre otras cuestiones se pide a los Estados que adopten todas las medidas legislativas, administrativas y de otra índole que sean necesarias, a fin de asegurar el derecho a formar una familia, incluso a través del acceso a la adopción o a la reproducción asistida (incluyendo la inseminación por donante), sin discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género», así como que velen por que «las leyes y políticas reconozcan la diversidad de formas de familias, incluidas aquellas que no son definidas por descendencia o matrimonio, y adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas y de otra índole necesarias para asegurar que ninguna familia sea sometida a discriminación basada en la orientación sexual o identidad de género o de cualquiera de sus integrantes, incluso en lo que respecta al bienestar social y otros beneficios relacionados con la familia, al empleo y la inmigración». 4. LA DIVERSIDAD AFECTIVO-SEXUAL EN EL SISTEMA CONSTITUCIONAL ESPAÑOL. 4.1. El principio de igualdad y la prohibición de discriminación por orientación sexual. Los ordenamientos jurídicos han avanzado en la protección de la diversidad sexual a través de la cláusula general de la prohibición de discriminación. En la mayoría de los Estados constitucionales la orientación sexual no aparece expresamente mencionadas entre las circunstancias que no deben dar lugar a discriminaciones. Cabe destacar como excepciones las Constituciones de Sudáfrica y de México. La primera dispone en su art. 9.3 que «El Estado no puede discriminar injustamente en forma directa o indirecta contra nadie sobre las bases de raza, género, 166 octavio salazar benítez sexo, maternidad, estado civil, origen étnico o social, color, orientación sexual, edad, incapacidad, religión, conciencia, creencia, cultura, idioma y nacimiento». La Constitución mexicana prohibe la discriminación basada en las «preferencias sexuales» de los individuos. En el ámbito de la Unión Europea, debemos tener presente como la Unión reconoce los derechos, libertades y principios recogidos en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (art. 6 Tratado Unión Europea), entre los que se encuentra la prohibición de toda discriminación por razón de orientación sexual (artículo 21 de la Carta), y establece la adhesión de la UE al Convenio Europeo de Derechos Humanos. Por otra parte, la Versión consolidada del Tratado de funcionamiento de la misma se incluye de manera expresa la orientación sexual entre las causas de dicriminación contra las que la Unión tratará de luchar en la definición y ejecución de sus políticas y acciones (art. 10). De acuerdo con este mandato, el art. 19.1 dispone que el Consejo, por unanimidad con arreglo a un procedimiento legislativo especial, y previa aprobación del Parlamento Europeo, podrá adoptar acciones adecuadas para luchar contra la discriminación por motivos de sexo, de origen racial o étnico, religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual. A su vez, no hay que olvidar que de manera transversal a todas sus acciones, la Unión Europea fija el objetivo de eliminar las desigualdades entre el hombre y la mujer y promover su igualdad (art. 8). Con anterioridad, el Parlamento Europeo había aprobado la Resolución sobre la igualdad de derechos de los homosexuales y las lesbianas en la Comunidad Europea (Resolución A-0028/94, del 8 de febrero de 1994, D.O.C. 28.02.1994). En ella se constataba una doble evidencia que puede resultar paradójica. Por una parte, se hacía referencia a «la creciente presencia de las lesbianas y de los homosexuales en la opinión pública y la creciente pluralización de los estilos de vida», aunque al mismo tiempo se recordaba que «en muchos ámbitos sociales y a menudo desde el inicio de la adolescencia las lesbianas y los homosexuales están expuestos a bromas humillantes, intimidaciones, discriminaciones e incluso agresiones». Por ello la Resolución insiste en la necesidad de modificar una estructuras sociales y culturales que siguen siendo homófobas y, para ello, se considera una tarea prioritaria que los Estados adapten las disposiciones civiles, penales y administrativas en vigor para poner fin a las discriminaciones por orientación sexual. Al mismo tiempo subraya la necesidad de adoptar medidas y realizar campañas contra las crecientes agresiones de que son objeto las el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 167 personas homosexuales así como de garantizar el procesamiento de los autores de estas agresiones. Paralelamente se pide a la Comisión que presente una propuesta de Recomendación sobre la igualdad de derechos de las lesbianas y de los homosexuales, la cual, como mínimo, debería poner fin a: la existencia de edades distintas y discriminatorias para el consentimiento necesario para mantener relaciones homosexuales; la persecución de la homosexualidad como un antentado contra el orden público o las buenas costumbres, a toda forma de discriminación en el derecho laboral, en el disfrute de los servicios públicos, así como en el derecho penal,civil, contractual y comercial; al almacenamiento elecrónico de datos relativos a la orientación sexual de un individuo sin su conocimiento o consentimiento, o la divulgación no autorizada o al uso indebido de dichos datos; a la prohibición de contraer matrimonio o de acceder a regímenes jurídicos equivalentes a las parejas de lesbianas o de homosexuales; a toda restricción de los derechos de las lesbianas y de los homosexuales a ser padres, a adoptar o a criar niños. 45 En la mayoría de los sistemas constitucionales han sido construcciones jurisprudenciales las que han incorporado la orientación sexual en el ámbito de protección de la igualdad. Ha sido el caso por ejemplo del Tribunal constitucional español que ha concluido que la orientación sexual debe considerarse incluida en la cláusula abierta del art. 14 CE que prohíbe la discriminación por «cualquier otra condición o circunstancia personal o social» (STC 41/2006, de 13 de febrero). Y ello es así porque «la orientación homosexual comparte con el resto de los 45.En fechas más recientes, en concreto el 8 de junio de 2010, el Consejo de Europa, a través del Grupo de «Derechos Humanos» adoptó el denominado adoptó un «Manual para promover y proteger el disfrute de todos los derechos humanos por parte de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT)». Un documento adoptado con el objetivo de ayudar a las instituciones de la UE, a las capitales de los Estados miembros de la UE, así como a sus Delegaciones, Representaciones y Embajadas a reaccionar voluntariamente a las violaciones de los derechos humanos de las personas LGBT y a hacer frente a las causas estructurales que las originan. El texto parte del reconocimiento de que «la identidad de género y la orientación sexual continúan utilizándose para justificar graves violaciones de los derechos humanos en distintas partes del mundo. Las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) constituyen un grupo vulnerable y continúan siendo víctimas de persecución, discriminación y maltrato flagrante, lo que a menudo va acompañado de formas extremas de violencia. En varios países, las relaciones sexuales entre adultos consintientes del mismo sexo se consideran un delito y son castigados con penas de cárcel o la pena de muerte.» Sigue un esquema similar a la Declaración de Na- 168 octavio salazar benítez supuestos mencionados en el art. 14 CE el hecho de ser una diferencia históricamente muy arraigada y que ha situado a los homosexuales, tanto por acción de los poderes públicos como por la práctica social, en posiciones desventajosas y contrarias a la dignidad de la persona que reconoce el art. 10.1 CE, por los profundos prejuicios arraigados normativa y socialmente contra esta minoría; y, por otro, del examen de la normativa que, ex art. 10.2 CE, debe servir de fuente interpretativa del art.14 CE». Por lo tanto, la discriminación por orientación sexual no se debe reconducir a la cláusula específica de discriminación por razón de sexo, sino a la genérica con la que se cierra el art. 14 CE. Ahora bien, sí que podríamos entender que dicha discriminación podría encuadrarse en la que podríamos denominar más genéricamente «discriminación por razón de género» en la medida en que la exclusión de los homosexuales y las lesbianas y la pervivencia de prejuicios sociales contra ellos y ellas tiene que ver con una determinada construcción de la masculinidad y de la feminidad así como de las relaciones entre ambos géneros.46 En este sentido, la orientación sexual de los individuos también ha estado muy condicionada por una normativa hegemónica de género que empieza a desmontarse gracias a la presión del feminismo. 47 ciones Unidas la Recomendación CM/Rec (2010)5 del Comité de Ministros del Consejo de Europa. 46.Por eso creo que mucha de las garantías jurídicas que el ordenamiento ha ido consolidando para proteger la igual libertad de las mujeres podría extenderse a la protección de colectivos, como los gays y lesbianas, que sufren una similar discriminación. Una discriminación que tiene que ver con la ruptura de los patrones dominantes y que cuesta tanto trabajo superar porque incide en las relaciones de poder que durante siglos han regido nuestras sociedades. Por ejemplo, determinados comportamientos homofóbicos que se siguen dando en el ámbito laboral se ajustarían al concepto consolidado en el Derecho Comunitario como «acoso por razón de sexo». Bastaría con cambiar «sexo» por «orientación sexual» o incluso por «género». De esta manera podríamos «leer» el art. 7 de la LO 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres,de la siguiente manera: «Constituye acoso por razón de orientación sexual cualquier comportamiento realizado en función de la orientación sexual de una persona, con el propósito o el efecto de atentar contra su dignidad y de crear un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo». 47. «Las posiciones feministas, con mayor o menor éxito, intentan acecarse a la realidad, primero, para deconstruirla (…) y , en último término, para reconstruirla desde una perspectiva normativa con tintes claros de emancipación de los grupos marginados o excluidos de las garantías que ofrece el sistema patriarcal de dominio», HERRERA FLORES, Joaquín (2005a), p. 39. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 169 Por eso, y como he apuntado con anterioridad, en la construcción del derecho al libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad son fundamentales las aportaciones que se han hecho desde la teoría feminista. Y no sólo por lo que han supuesto de profundización en el principio de igualdad sino también por todo lo que han contribuido a deshacer unos patrones culturales y a subrayar la relevancia de que el ordenamiento jurídico garantice que cada individuo, hombre o mujer, y con independencia de su orientación sexual, pueda desarrollar libremente su personalidad y un plan de vida en el que pueda desplegar todas sus capacidades. En el mismo sentido que nuestro Tribunal Constitucional se ha pronunciado reiteradamente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (en adelante,TEDH) en relación con el alcance del art. 14 del Convenio Europeo de Derechos Humanos y libertades fundamentales (SSTEDH de 21 de diciembre de 1999, de 9 de enero de 2003, de 24 de julio de 2003, de 10 de febrero de 2004, de 21 de octubre de 2004, de 3 de febrero de 2005, de 26 de mayo de 2005 o de 2 de junio de 2005), así como el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (Sentencia de 17 de febrero de 1998, Grant v. South West Trains). Pero lo que más llama la atención de la jursiprudencia del TEDH es que durante mucho tiempo entendió la orientación sexual como una dimensión de la vida privada del individuo. Así la contempló desde la setencia Dudgeon v. United Kingdom, de 22 de octubre de 1981, en la que se estimó que la penalización de las prácticas homosexuales realizadas entre adultos, consentidas y de manera privada habían de entenderse contrarias al art. 8 CEDH («toda persona tiene derecho a la vida privada y familiar…»). Sin embargo, contemplar la afectividad y la sexualidad del individuo únicamente desde esta posición no sólo genera una insuficiente protección sino que también contribuye a mantener fuera del espacio público, con el consiguiente riesgo de estigmatizazión, determinadas opciones que son parte esencial de la identidad. Esta concepción es la que latía en la revocada ley americana del don`t ask, don`t tell y la que se prorroga en nuestras sociedades, en ocasiones de manera muy sutil, contribuyendo a la falta de equiparación de un amplio sector de la ciudadanía que parece condenado a vivir sus opciones afectivas y sexuales como algo estrictamente privado o, lo que es lo mismo, sin evidencia pública, sin voz en el espacio social. Una situación alimentada por posiciones morales de una evidente hipocresía que recurren al sentido estricto del concepto «tolerancia» para admitir, sólo bajo 170 octavio salazar benítez ciertas condiciones y en determinados ámbitos, lo que se separa de la «normatividad heterosexual». 48 El carácter que aquí he denominado «negativo» de la orientación sexual, es decir, su configuración desde la prohibición de cualquier actuación que implique una discriminación basada en dicho elemento de la personalidad del individuo, queda plasmada también en el ámbito penal. En concreto, la orientación sexual aparece reiteradamente citada en el capítulo IV del Título XXI dedicado a los «Delitos contra la Constitución».49 También desde esa dimensión «negativa», la orientación sexual es contemplada en el ámbito laboral, que fue donde se produjeron los primeros avances en cuanto a esta prohibición. Así, hay que recordar que en el año 2000 se aprobó la Directiva 2000/1978, de 27 de noviembre, que se fijó como objetivo «establecer un marco general para luchar contra la discriminación por motivos de religión o convicciones, de discapacidad, de edad o de orientación sexual en el ámbito del empleo y la ocupación, con el fin de que en los Estados miembos se aplique el principio de igualdad de trato». Esta Directiva fue desa- 48.De ahí la reivindicación que, desde algunos sectores, se hace del denominado outing, en cuando que supone dar presentacia pública a minorías sexuales que en gran medida continúan siendo invisibles. No obstante, el hacer pública la orientación sexual de un individuo —lo normal es que se trate de un personaje de relevancia pública— debe partir siempre del consentimiento del mismo en la medida en que estamos hablando de un derecho fundamental proyectado en el honor, la intimidad y la propia imagen (art. 18 CE). Por lo tanto, y como he apuntado con anterioridad, «una ‘salida del armario’ forzada por entes ajenos al propio sujeto no haría otra cosa que incrementar la dimensión vergonzosa y punitiva de la homosexualidad, acentuando así la propia infelicidad y el proceso autodestructivo de la parte implicada», VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 98. 49.En dicho capítulo se castiga a los que promuevan la discriminación, el odio o la violencia contra grupos o asociaciones por la orientación sexual de sus miembros o a los que, con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad, difundieren informaciones injuriosas sobre dichos miembros (art. 510). El art. 511 penaliza al encargado de un servicio público que deniegue a una persona una prestación a la que tenga derecho por razón de su orientación sexual, así como cuando la denegación se refiera a una asociación, fundación, sociedad o corporación o contra sus miembros por razón de su orientación sexual. En un sentido similar, el art. 512 castiga a los que en el ejercicio de sus actividades profesionales o empresariales denegaren a una persona una prestación a la que tenga derecho por razón de su orientación sexual. Finalmente, el art. 515 incluye entre las asociaciones consideradas ilícitas las que promuevan la discriminación, el odio o la violencia contra personas, grupos o asociaciones por razón de su la orientación sexual de sus miembros o de algunos de ellos. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 171 rrollada en nuestro país mediante la Ley 62/2003, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y de orden fiscal, la cual introduce en nuestro ordenamiento jurídico la orientación sexual como causa de discriminación prohibida.50 En la actualidad el art. 4.1.c del Estatuto de los Trabajadores reconoce el derecho de estos «a no ser discriminados directa o indirectamente por el empleo, o una vez empleados, por razones de (...) orientación sexual». El art. 17.1 de dicho Estatuto estima nulos «las claúsulas de los convenios colectivos, los pactos individuales y las decisiones unilaterales del empresario que contengan discriminaciones directas o indirectas (…) favorables o adversas en el empleo, así como en materia de retribuciones, jornada y demás condiciones de trabajo por circunstancias de (...) orientación sexual». Posteriormente, la DA 11ª de la LO3/2007 modifica el párrafo e) del apartado 2 del art. 4 del Estatuto de los Trabajadores, incluyendo el derecho «al respeto de su intimidad y a la consideración debida de su dignidad, comprendida la protección frente al acoso por razón de origen racial o étnico, religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual, y frente al acoso sexual y al acoso por razón de sexo». Además incluye entre los motivos de incumplimiento contractual el acoso por razón de orientación sexual (art. 54.2.g) y se modifica el apartado 5 del art. 55 de manera que se considerará como nulo el despido que tenga por móvil alguna de las causas de discriminación prohibidas en la Constitución o en la Ley, o bien se produzca con violación de derechos fundamentales y libertades públicas (art. 55.1) Finalmente, debemos señalar como la Ley 12/2009, de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria, ha incluido la persecución por orientación sexual entre los motivos que pueden dar lugar a la solicitud de asilo.* En concreto, el art. 3 dispone que «la condición de refugiado se reconoce a toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no 50.RIVAS VAÑÓ, Alicia y RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, Miguel. (2005) «El matrimonio homosexual y los derechos sociales de los cónyuges», Orientaciones, nº 10, segundo semestre 2005, pp. 51-71. *.N. E. Véase en este mismo volumen ARENAS HIDALGO, Nuria. En busca de la dignidad de los desarraigados. El Derecho de asilo y su imperefecta consagración jurídico internacional. 172 octavio salazar benítez puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país». Entre los motivos de persecución que pueden dar lugar a la solicitud de asilo, el art. 7 se refiere a la pertenencia a determinados grupos sociales, se incluye en dicha categoría a «un grupo basado «en una característica común de orientación sexual o identidad sexual». El legislador puntualiza que «en ningún caso podrá entenderse como orientación sexual, la realización de conductas tipificadas como delito en el ordenamiento jurídico español». 4.2 La orientación sexual en la Proposición de Ley relativa a la igualdad de trato y no discriminación La limitación de la orientación sexual a la perspectiva de la «no discriminación» está presente en la Proposición de Ley Integral para la Igualdad de trato y no discriminación,51 un texto que nace con la vocación de convertirse «en el mínimo común denominador normativo que contenga las decisiones fundamentales del derecho antidiscriminatorio español». Desde la exposición de motivos, el Anteproyecto evidencia que su objetivo es más luchar contra la discriminación que poner las bases para el desarrollo de nuevos derechos vinculados a la personalidad del individuo. Algo que podemos deducir, por ejemplo, de la consideración como objetivos de la prevención y erradicación de cualquier forma de discriminación y de «proteger a las víctimas». En relación al tema que nos ocupa, llama la atención esta incidencia en el papel «reparador» del Estado, lo cual a su vez nos hace plantearnos hasta qué punto es necesario un texto normativo como éste. Bastaría con la aplicación efeciva del principio constitucional de igualdad en todos y cada uno de los ámbitos del ordenamiento jurídico y, en casos extremos de vulneración del mismo, con el recurso a las garantías penales. Por ello cuando el texto señala que se trata de «una ley de garantías, que no pretende tanto reconocer nuevos derechos como garantizar los que ya existen», se nos plantean muchas dudas sobre su virtualidad y, en relación al derecho al 51.Esta proposición, presentada por el Grupo Parlamentario Socialista (Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, Serie B, 27 de diciembre de 2011), reitera el Anteproyecto que había preparado el gobierno socialista en 2010 y que no llegó a discutirse en la Cortes al disolverse éstas y convocarse elecciones anticipadas. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 173 libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad, nos sitúa frente a una nueva oportunidad perdida. De acuerdo con la interpretación desarrollada por el Tribunal Constitucional, la Proposición amplía las claúsulas del art. 14 CE y, en concreto, habla de prohibición de discriminación por «orientación o identidad sexual» (art. 2). Entendemos por tanto que el legislador asume como dos categorías con distintas la orientación sexual y lo que, con más precisión, debería haber denominado «identidad de género». En cuanto al ámbito objetivo de aplicación de la ley, el art. 3 especifica las esferas del empleo y trabajo por cuenta ajena y propia; el acceso, promoción, condiciones de trabajo y formación en el empleo público; afiliación y participación en organizaciones políticas, sindicales, empresariales, profesionales y de interés social y económico; educación, sanidad, prestaciones y servicios sociales; acceso, oferta y suministro de bienes y servicios a disposición del público, incluida la vivienda; acceso y permanencia en establecimientos o espacios abiertos al público; y publicidad y medios de comunicación. Esta enumeración, que luego el texto desarrolla en capítulos específicos, me parece absolutamente superflua en la medida en que es lógico que el principio de igualdad y no discriminación se proyecte en todos y cada uno de los ámbitos del ordenamiento y de la convivencia. Y no porque lo detalle el legislador sino porque lo ordena la Constitución.52 Incluso si entendemos que el género es una característica transversal, debería bastarnos con la LO3/2007 en la medida que supone una «ley código» que se proyecta en todos y cada uno de los ámbitos que se reflejan en el Anteproyecto. Como los ciudadanos somos u hombres o mujeres, bastaría con aplicar y desarrollar de manera efectiva esa ley «de igualdad». Sólo cabría pensar en un instrumento específico para aquellos individuos que precisamente por su «identidad de género» pudieran no sentirse incluidos bajo esa estructura social binaria. 52.Este carácter redundante, y por tanto superfluo, de la Proposición puede detectarse en muchas de sus previsiones. Por ejemplo, el relación a la formación promovida por los poderes públicos, se señala que estos «contemplarán en sus actividades formativas el estudio y la aplicación de la igualdad de trato y la no discrimianción, tanto en los programas de las pruebas selectivas de acceso al empleo público como en la formación continuada de personal a su servicio» (art. 36) Se trata de un artículo que no añade nada en la medida en que entendemos que los valores constitucionales han de estar presentes en dichas actividades formativas, un mandato que deriva de la misma Constitucional y al que nada añaden previsiones como la comentada. 174 octavio salazar benítez Tiene más interés el conjunto de definiciones que se incluyen en el capítulo I del Título I, aunque en todo caso se limitan a recoger la doctrina consolidada a nivel internacional del Derecho antidiscriminatorio. Con carácter general, se consideran vulneraciones del derecho a la igualdad de trato y no discriminación «la discriminación, directa o indirecta, por asociación y por error, la múltiple, el acoso, la inducción, orden e instrucción de discriminar, las represalias o el incumplimiento de las medidas de acción positiva derivadas de obligaciones normativas o convencionales» (art. 4) De manera inmediata, el legislador ampara las diferencias de trato basadas en alguna de las causas previstas en el art. 2, siempre que puedan justificarse objetivamente por una finalidad legítima y como medio, adecuado, necesario y proporcionado para alcanzarla. Es decir, se amparan las «acciones positivas», incorporando la caracterización ya consolidada a nivel jurisprudencial y en textos legislativos como la LO3/2007. Por ello parece una redudancia que legislador vuelva sobre ellas, definiéndolas en el art. 11. La Proposición asume definiciones muy consolidadas, como la de discriminación directa e indirecta (art. 5), junto a otras más novedosas. Así se habla de discriminación por asociación «cuando una persona, debido a su relación con otra sobre la que concurra una de las causas previstas en el apartado primero del artículo dos de esta ley, es objeto de un trato discriminatorio» (art. 6.1); de discriminación por error, que sería la fundada «en una apreciación incorrecta acerca de las características de la persona discriminada» (art. 6.2); o del que, sin duda, me parece mucho más rico, el de discriminación múltiple, que se plantea cuando concurren o interactúan diversas causas de las previstas en esta Ley, generando una forma específica de discriminación (art. 7). Un concepto que tiene una especial utilidad en el ámbito que nos ocupa en la medida en que, en muchos casos, a la orientación sexual se suelen sumar otros factores de discriminación. Como he apuntado con anterioridad, sería conveniente extender el concepto de «acoso», tradicionalmente vinculado al sexo o en todo caso al género, de manera que fuera posible su articulación en relación a cualquier factor personal. Es lo que hace la Proposición al hablar de un genérico «acoso discriminatorio», entendiendo por tal «cualquier conducta realizada en función de algunas de las causas de discriminación, con el objetivo o la consecuencia de atentar contra la dignidad de una persona y de crear un entorno intimidatorio, hostil, degradante, humillante, ofensivo o segregador» (art. 8). el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 175 Uno de los aspectos previsiblemente más polémicos del Anteproyecto es la incorporación de la denominada «inversión de la carga de la prueba». Es decir, la asunción de que «cuando la parte actora o el interesado alegue discriminación y aporte un principio de prueba sobre su discriminación, corresponderá a la parte demandada o a quien se impute la situación discriminatoria la aportación de una justificación objetiva y razonable, suficientemente acreditada, de las medidas adoptadas y de su proporcionalidad» (art. 28.1). Esta reglas, en todo caso, no constituyen una novedad, como bien lo confirma la legislación (art. 13 LO 3/2007) o la jurisprudencia del TC. Precisamente la única sentencia del Contitucional que se ha pronunciado sobre un supuesto de discriminación por orientación sexual —la 41/2006, de 13 de febrero—, plantea en su FJ 4º que la prueba indiciaria exige que el trabajador aporte un indicio razonable de que el acto empresarial lesiona su derecho fundamental. Sólo una vez cumplido este primer e inexcusable deber, la parte demandada deberá probar que «su actuación tuvo causas reales absolutamente extrañas a la pretendida vulneración». Llama la atención que el legislador no haya prestado una mayor atención a la incidencia en los factores de socialización que son tan determinantes en el mantenimiento de una cultura discriminatoria de determinados colectivos. Tan sólo dedica un artículo, el 22, a los medios de comunicación social y la publicidad. No obstante, hay que tener presente que este ámbito de acción también está ya más que cubierto por otros instrumentos legislativos. Bastaría con hacer efectivos, por ejemplos, todos los objetivos que en relación al principio de igualdad y no discriminación se incluyen en la LO 2/2006, de 3 de mayo, de educación (en adelante, LOE) Mucho más difusos son los instrumentos de garantía que prevé el Anteproyecto. En algunos casos porque realmente no añaden nada nuevo —por ejemplo, en todo lo relativo a la actuación administrativa contra la administración (art. 29)— y, en otros, porque no queda muy clara cuál puede ser la utilidad de la denominada «Estrategia Estatal para la Igualdad de Trato y no discriminación» (art. 32) o la «Autoridad para la Igualdad de Trato y la no discriminación» (título III). 176 octavio salazar benítez 4.3. La libertad sexual y afectiva como elemento del desarrollo de la personalidad La protección de la orientación sexual y de la identidad de género ha de superar los límites estrechos de la prohibición de discriminación, y por supuesto de su anclaje exclusivo en la vida privada, y ha de contemplarse desde los presupuestos de nuestro orden político: la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad .53 Es preciso avanzar en la consideración del desarrollo sexual y afectivo es una faceta esencial de la personalidad y que, por tanto, está ligado íntimamente a la dignidad del ser humano y a la «igualdad de reconocimiento»54 Un avance en el que hay que tener en cuenta que «cuando la preferencia homosexual franquea esta primera fase del concepto del derecho al respeto a la vida privada para insertarse en el contexto social, pugnando por el derecho al respeto a la identidad sexual de un colectivo minoritario frente a los prejuicios secularmente difundidos desde la ideología homófoba, se está cuestionando la norma social traducida jurídicamente en un tratamiento discriminatorio. Esta segunda opción juega, de esta manera, un papel de interacción social que permite evolucionar y cambiar las mentalidades y avanzar hacia la normalización social y jurídica».55 53.Así lo explicaba el Dictamen del Consejo de Estado sobre el Anteproyecto de Ley de reforma del Código Civil en materia de matrimonio: «El respeto a la intimidad implica una tolerancia de la homosexualidad en el ámbito privado incluso si tiene trascendencia externa. Pero el cambio progresivo de actitud hacia la homosexualidad en diversos ámbitos internacionales y nacionales ha llevado, más allá de la mera tolerancia, a un reconocimiento público y social de la homosexualidad mediante la consagración de la prohibición de discriminación por orientación sexual, lo que implica un marco de protección hacia el colectivo afectado, que en España se plantea desde el art. 10 en relación con el art. 14 de la Constitución». 54. Judith Butler recuerda cómo Hegel afirmó que el deseo es siempre un deseo de reconocimiento. Sólo podemos mantener nuestro propio ser si somos reconocibles. Es decir, «las normas del reconocimiento tienen como función producir y reproducir la noción de lo humano». BUTLER, Judith (2010), pp.54-55. 55.PÉREZ CÁNOVAS, Nicolás (2001) «La heterosexualidad en el matrimonio y la familia», p. 85, Orientaciones. Nº 1, primer semestre, pp. 83-104. El TEDH parece dar un giro en esa dirección a partir de la sentencia Da Silva Mouta, de 21 de diciembre de 1999, en la que se afirma que la orientación sexual es uno de los factores protegidos por el art. 14 del Convenio Europeo de Derechos Humanos: «El goce de los derechos y libertades reconocidos en el presente Convenio ha de ser asegurado sin distinción alguna, especialmente por razones de sexo, raza, color, lengua, religión, el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 177 Es decir, la normalización jurídica y social de las diversas opciones afectivas y sexuales exige su inserción en el ámbito público, su protección como una dimensión de la personalidad a través del principio de igualdad así como su proyección en diversos ámbitos que, aunque conectados de manera estrecha con la vida privada, tienen evidentes repercusiones públicas. Porque, en definivitiva, la lucha por el reconocimiento de los derechos sexuales implica que «estamos luchando para ser concebidos como personas», lo cual supone al mismo tiempo «crear una transformación social del mismo significado de persona». 56 Debemos recordar que en el proceso constituyente hubo un intento de introducir este derecho que finalmente no prosperó. En concreto, el Grupo Socialista del Congreso planteó un voto particular al art. 27 del Anteproyecto de Constitución, en el que proponían el siguiente texto: «Toda persona tiene derecho al desarrollo de su afectividad y sexualidad, a contraer matrimonio, a crear en libertad relaciones estables de familia y a decidir libremente los hijos que desean tener, a cuyo fin tiene derecho a acceder a la información necesaria y a los medios que permita su ejercicio».57 Ante la ausencia de una proclamación expresa en la Constitución de 1978, estamos obligados a deducir tal derecho de la conjunción de diversos principios constitucionales que nos ofrecen un marco jurídico protector. Junto a la igualdad meramente formal, y la consiguiente prohibición de discriminación, es necesario tener presente la claúsula de igualdad material del art. 9.2 que obliga a los poderes públicos a remover los obstáculos que impiden que los individuos seamos efectivamente iguales. En relación a la igualdad material, hay que tener presente la dimensión colectiva o de grupo que también puede suponer la orientación sexual. A pesar de las opiniones políticas u otras, origen nacional o social, pertenencia a una minoría nacional, fortuna, nacimiento o cualquier otra situación». En el mismo sentido las sentencias de 9 de enero de 2003 (L. and V. Austria) y de 24 de julio de 2003 (Caso Karner). 56.BUTLER, Judith (2010), p.56. 57.Como bien apunta Yolanda Gómez, si hubiera prosperado esta iniciativa se habría posibilitado «una necesaria evolución de nuestras estructuras actuales y se habrían protegido constitucionalmente relaciones afectivas que son una realidad en las sociedades de hoy... A la par, se hubiera reconocido el derecho de las personas a su propia autodeterminación sexual, devolviéndole al individuo la autonomía sobre este aspecto de su vida privada...». GÓMEZ, Yolanda (1990) Familia y matrimonio en la Constitución de 1978. Madrid, Congreso de los Diputados, pp. 244-245. 178 octavio salazar benítez dificultades que puede suponer la definición de un grupo, y sobre todos de los rasgos o elementos que determinan la pertenencia al mismo, en el caso de gays, lesbianas, bisexuales y personas transgénero sí que podemos determinar un factor de cohesión que es la histórica discriminación y su lucha por tener una voz propia en el espacio democrático. 58 De esta manera se conectan además las dos proyecciones que podemos deducir del art. 9.2 CE. No se trata sólo de que sean necesarias actuaciones públicas para favorecer una igualdad real, sino también para favorecer la participación de todos los ciudadanos y de todas las ciudadanas en la vida política, económica, cultural y social. Ello supone, como antes apuntábamos, favorecer el empoderamiento de todos los hombres y todas las mujeres, desde la diversidad de sus opciones sexuales y afectivas, con pleno reconocimiento de su voz, de su diferencias, de su identidad. Y es que ambos factores, igualdad y participación, pueden entenderse como proyecciones de la «identidad» del individuo o, dicho de otra manera, como herramientas esenciales para el «libre desarrollo de la personalidad» (art. 10.1 CE). Es en este concepto, íntimamente ligado al de dignidad, donde hallamos la clave constitucional para enteder la afectividad y la sexualidad como elementos de la identidad individual y, por tanto, como derechos que merecen una protección jurídica y un reconocimiento social. Unos derechos que forman parte de la «integridad moral» del individuo (art. 15 CE) y que, por tanto, han de situarse en el nivel más garantista de cualquier sistema de libertades. Desde el punto de vista de la efectiva protección de este derecho, debemos tener en cuenta como al ser la orientación sexual una característica transversal a los demás grupos, en muchos ocasiones nos encontraremos ante supuestos de múltiple discriminación. 59 Algo que es evidente en el caso de las mujeres lesbianas o que también podemos constatar si por ejemplo a la opción sexual sumamos la presión de una determinada 58.Es decir, sobre todo desde el punto de vista de su «actuación» pública, estamos ante un colectivo que reacciona frente a una mayoría que históricamente ha impuesto sus normas y sus reglas de conducta. Por lo tanto, más que otro tipo de singularidades, el elemento común del colectivo LGBT sería la historia y las reivindicaciones compartidas. Lo que en todo caso rechazamos es su consideración desde el punto de vista de los «derechos de las minorías» ya qu éste concepto conlleva siempre el peligro de una relación jerárquica entre la mayoría y las supuestas minorías. 59.REY MARTÍNEZ, Fernando (2005) «Homosexualidad y Constitución», Revista Española de Derecho Constitucional, nº 73, enero-abril 2005, pp. 251-283. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 179 cultura o religión.60 En este caso estamos ante lo que Joaquín Herrera denominó «dimensiones superpuestas de opresión».61 Como explica José Ignacio Pichardo, el sistema capitalista, al impedir su acceso al trabajo y otorgarles un determinado papel en el ámbito familiar, provocó que para ellas fuera mucho más complicado vivir al margen del modelo tradicional de familia heterosexual.62 Incluso en la actualidad los avances en el reconocimiento de derechos a las personas LGBT siguen siendo deudores de una visión androcéntrica. No podemos olvidar que durante décadas las lesbianas fueron invisibles incluso para el Derecho Penal. Históricamente la mayoría de los ordenamientos han condenado los delitos de sodomía entendidos como relaciones entre hombres. Como bien argumentó Tomás y Valiente, «la explicación es que en el pecado realizado entre mujeres, a pesar de su condición de personas más dadas a la pasión, por lo que son más dignas de benevolencia, no se altera la economía de la creación, ni se produce la posibilidad del coito con semen y no se ha producido la misma ofensa que en el pecado sodomítico propiamente dicho en el cual se ofende la imagen de Dios».63 A ello habría que sumar que desde la consideración de la sexualidad femenina como un instrumento del deseo masculino son impensables las relaciones erótico-afectivas entre mujeres.64 Esa invisibilidad de las mujeres lesbianas siguen dándose en la actualidad. A diferencia de lo que ocurre con muchos hombres homosexuales, que incluso llegan a alcanzar una relevancia pública y un prestigio social no mermado por su orientación sexual, las mujeres continúan siendo invisibles para los medios de comunicación, continúan en gran medida ocultas en el ámbito privado y carecen de referentes públicos 60.Basta con repasar por ejemplo los países en los que la homosexualidad continúa estando perseguida desde el punto de vista penal. Y aunque esos datos nos lleven a fijarnos de manera especial en el contexto islámico, no podemos olvidar que en la concepción judeo-cristiana de la sexualidad está la base de la persecución y el castigo de la homosexualidad, PÉREZ CÁNOVAS, Nicolás (1996) p. 1. Sobre la posición del cristianismo con respecto a la homosexualidad véase BOSWELL, John (1993) Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad. Barcelona, Muchnik editores. 61.HERRERA FLORES, Joaquín (2005a), p. 18. 62.MAQUIEIRA, Virginia (ed.) (2006) Mujeres, globalización y derechos humanos. Madrid, Cátedra, pp. 351-361. 63.TOMÁS Y VALIENTE, Francisco (2001), p. 119. 64.BORRILLO, Daniel (2001), p. 30. 180 octavio salazar benítez que contribuyan a normalizar su situación. En este sentido, el proceso de «normalización» también está muy marcado por el androcentrismo y por la ubicación del hombre en el espacio público. 65 Como bien subraya Raquel Platero, las lesbianas simbolizan «las sexualidades no normativas, o la cara menos popular del cambio social que acepta mejor a los `mariquitas` televisivos y famosos, que han hecho de su homosexualidad parte de su éxito mediático».66 La debida protección de la orientación sexual se enfrenta a otras dificultades. Así, la más evidente es que, a diferencia del sexo o la raza, no es visible, e incluso está sometida a la terrible paradoja de que en muchos contextos las dificultades se plantean al individuo ante las limitaciones que tiene para libremente manifestar ese rasgo de su personalidad. Lo veíamos al principio de este texto con la polémica ley americana del don`t ask, don`t tell. Ello genera a su vez una situación problemática ya que la visibilidad es el primer paso para la reivindicación de derechos. De ahí que junto a los mecanismos jurídicos que permitan reaccionar contra las discriminaciones e impulsar la igualdad, sean incluso más necesarias las medidas que permitan ir consolidando unos patrones culturales en los que ninguna opción personal sea objeto de reproche social. Pero sí que es cierto que en el proceso reivindicativo en el que aún estamos sí que es necesaria una dosis de visibilidad, que en todo caso ha de ser voluntaria, para tener presencia en la esfera pública. De lo contrario, corremos el riesgo de seguir considerando la afectividad y sexualidad sólo y exclusivamente como una dimensión de la vida privada, lo cual contribuye a mantener una homofobia latente y a prorrogar la heteronormatividad. Por otra parte, estamos ante un rasgo de la personalidad sobre el que no existe acuerdo en cuanto a su origen o a los factores que lo determinan. Incluso se defiende por algunos sectores que se trata de una «construcción» del individuo y que, por tanto, es un rasgo que puede 65.Vélez-Pellegrini aporta varias razones que justifican esa invisibilidad, entre las que destacan la peor estructuración y organización de las redes lesbianas de sociabilidad, VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), pp. 72-78. Sobre esta cuestión véase GIMENO, Beatriz (2005) Historia y política del lesbianismo. Madrid. Gedisa. 66.PLATERO MÉNDEZ, Raquel (2005) «¿Invisibiliza el matrimonio homosexual a las lesbianas? Una crítica feminista sobre la construcción y representación del matrimonio homosexual en España», p. 112, Orientaciones. Nº 10, 2º semestre de 2005, pp. 103- 119. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 181 variar a lo largo de la vida.67 Como bien afirma Judith Butler, «las historias de vida son historias del devenir y las categorías a veces pueden congelar ese proceso de devenir».68 Una problemática singular es la que plantean los transexuales en la medida en que se trata de personas que, más allá de su orientación sexual, cuestionan su sexo biológico.69 En este caso el reto del ordenamiento jurídico es reconocer a la persona de acuerdo con el sexo que determinan su cabeza y sus sentimientos.70 Se trata por tanto de una evidente proyección del libre desarrollo de la personalidad y de la concepción de la identidad como proceso. A esta concepción de la identidad sexual como «construcción» personal y no como referencia biológica respondió la Ley 3/2007, de 15 de marzo, que regula la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas, la cual permite que los y las transexuales puedan cambiar la referencia a su nombre y a su sexo en el DNI sin necesidad de someterse previamente a una operación genital.71 A pesar de que esta norma supuso una evidente conquista para dicho colectivo, no es menos cierto en la misma sigue latiendo una concepción de la transexualidad como trastorno o enfermedad en 67.Incluso, como apunta Daniel Borrillo, «la investigación sobre las causas de la homosexualidad constituye en sí misma una forma de homofobia, ya que se basa en el prejuicio que supone la existencia de una sexualidad normal, acabada y completa, es decir, la heterosexualidad monogámica, en función de la cual todas las demás sexualidades deben ser interpretadas y juzgadas». BORRILLO, Daniel (2001), p. 73. 68.BUTLER, Judith (2010), p.120. 69.Véase al respecto el muy interesante Informe «La situación de las personas transexuales y transgénero en Euskadi», elaborado en 2009 por el Defensor del Pueblo Vasco (www.ararteko.net/recursosweb/documentos) 70. «La reivindicación central del colectivo transexual ha sido desde luego el derecho a la libre gestión del cuerpo propio y su reconocimiento público a todos los efectos: políticos, jurídicos y sociales», VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 378. 71.Así lo expresa la Exposición de Motivos de la Ley: «Se trata de una realidad social que requiere una respuesta del legislador, para que la inicial asignación registral del sexo y del nombre propio puedan ser modificadas, con la finalidad de garantizar el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad de las personas cuya identidad de género no se corresponde con el sexo con el que inicialmente fueron inscritas.» En el mismo sentido se había pronunciado dos décadas antes el Parlamento Europeo, el cual, en su Resolución de 12 de septiembre de 1989 sobre la discriminación de los transexuales. En ella reconocía el derecho de toda persona a establecer los detalles de su identidad e instaba a los Estados miembros a adoptar una serie de medidas a favor de dicho colectivo, como por ejemplo la adoptada por el legislador español 18 años después. 182 octavio salazar benítez lugar de reafirmarlo como una manifestación más de la personalidad del individuo.72 Es decir, «recibir el diagnóstico de Gender Identity Disorder (GID)[trastorno de identidad de género] es ser considerado malo, enfermo, descompuesto, anormal, y sufrir cierta estimatización como consecuencia del diagnóstico».73 Las previsiones de la ley estatal de 2007 fueron completadas en la Comunidad Autónoma de Navarra por la Ley foral 12/2009, de 19 de noviembre, de no discriminación por motivos de identidad de género y de reconocimiento de los derechos de las personas transexuales. La ley pretende ser integral ya que su objetivo es «garantizar el derecho de las personas que adoptan socialmente el sexo contrario al asignado en su nacimiento, a recibir de la Administración foral un atención integral y adecuada a sus necesidades médicas, psicológicas, jurídicas y de otra índole, en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía, dentro del ámbito competencial que corresponde a Navarra». A efectos de esta ley se considera persona transexual «toda aquella que haya procedido a la rectificación en el Registro Civil de la mención de sexo, de acuerdo con lo dispuesto en la ley 3/2007, de 15 de marzo». La Exposición de Motivos de la ley nos ofrece un concepto de transexualidad, entendiendo por tal «la existencia de disonancia entre el sexo morfológico o genéro fisiológico inicialmente inscrito y la identidad de género sentida por la 72.Así se puede deducir de los requisitos que se establecen en el art. 4. Para que pueda acordarse la rectificación registral de la mención del sexo se acordará una vez que la persona solicitante acredite es necario acreditar que ha sido diagnosticada disforia de género, a través de un informe de médico o psicólogo clínico, el cual deberá hacer referencia: a) A la existencia de disonancia entre el sexo morfológico o género fisiológico inicialmente inscrito y la identidad de género sentida por el solicitante o sexo psicosocial, así como la estabilidad y persistencia de esta disonancia; b) A la ausencia de trastornos de personalidad que pudieran influir, de forma determinante, en la existencia de la disonancia reseñada en el punto anterior. Además se exige —y este es sin duda el requisito más cuestionable— que la persona solicitante haya sido tratada médicamente durante al menos dos años para acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado. La acreditación del cumplimiento de este requisito se efectuará mediante informe del médico colegiado bajo cuya dirección se haya realizado el tratamiento o, en su defecto, mediante informe de un médico forense especializado. 73.BUTLER, Judith (2010), p. 114. «Entiendo que a los hombres que quieren aumentar el tamaño de su pene o a las mujeres que quieren aumentar o disminuir el tamaño de sus pechos no se les manda al psiquiatra para que les emita un certificado», Ibídem., p. 128. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 183 persona solicitante o el sexo psicosocial así como la estabilidad y persistencia de esta disonancia». El legislador navarro manifiesta su intención de ir más allá de la protección otorgada por el legislador estatal ya que entiende que «la complejidad de las personas transexuales requiere una atención integral que va más allá del ámbito meramente registral». Además parte de que «no todas las personas viven la transexualidad de la misma forma» por lo que se exigen medidas que sean sensibles a esa diversidad.74 4.4. El reconocimiento estatutario de la orientación sexual y de la identidad de género En nuestro ordenamiento jurídico han sido las recientes reformas estatutarias las que han incluido de manera expresa, aunque con diferentes matices, la prohibición de discriminación por orientación sexual e, incluso, han definido un «nuevo» derecho en el sentido que aquí estamos defendiendo. En definitiva, la mayoría de estos textos estatutarios han concretado la claúsula de no discriminación del art. 14 CE y han proclamado una serie de principios rectores relacionados con la igualdad. No hay que olvidar que los Estatutos de autonomía no pueden ir más allá de lo que permite su marco competencial en la definición de derechos y libertades. 75 74.De acuerdo con estos objetivos, el legislador navarro ha incluido medidas de atención sanitaria (Título I); de atención laboral, incluida la previsión de medidas de acción positiva para favorecer la contratación y el empleo de personas transexuales (Título II); de atención social (título III), así como medidas en el ámbito educativo (capítulo I, título IV) y la previsión de servicios de asesoramiento y apoyo (capítulo II, título IV). Cabe destacar cómo en este último capítulo se incluye el mandato de que las Administraciones públicas lleven a cabo programas de educación y capacitación para alcanzar la eliminación de cualquier discriminación basada en la identidad de género, campañas de sensibilización dirigidas al público en general y programas formativos dirigidos a Jueces, Secretarios y Fiscales, así como personal de la Administración de Justicia, Agentes de la Policía Foral y de las policías locales, personal de las instituciones penitenciarias y demás funcionarios y personal laboral de las Administraciones Públicas de Navarra. 75. «Derechos fundamentales son, estrictamente, aquellos que, en garantía de la libertad y de la igualdad, vinculan a todos los legisladores, esto es, a las Cortes Generales y a las Asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas, sin excepción. Esa función limitativa sólo puede realizarse desde la norma común y superior a todos los legisladores, es decir, desde la Constitución, norma suprema que hace de los derechos que en ella se reconocen un límite insuperable para todos los poderes constituidos y dotado de un contenido que se les opone por igual y con el mismo alcance sustantivo en virtud de la unidad de las jurisdicciones (ordinaria y constitucional) competentes para su definición y 184 octavio salazar benítez La LO 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de autonomía de Cataluña proclama que «Los poderes públicos deben promover la igualdad de todas las personas con independencia de su origen, nacionalidad, sexo, raza, religión, condición social u orientación sexual, así como promover la erradicación del racismo, del antisemitismos, de la homofobia y de cualquier otra expresión que atente contra la igualdad y la dignidad de las personas». La LO 1/2007, de 28 de febrero, de reforma del Estatuto de Autonomía de las Illes Balears se refiere al derecho de todas las personas a no ser discriminadas por razón de orientación sexual (art.17.3) La LO 5/2007, de 20 de abril, de reforma del Estatuo de Aragón contempla el derecho de las personas a vivir libres de toda discriminación (art. 12.1), e incluye entre los principios rectores de las políticas públicas la obligación de los poderes públicos autonómicos de orientarlas para garantizar el derecho de todas las personas a no ser discriminadas por razón de orientación sexual e identidad de género (art. 24.d). La LO 14/2007, de 30 de noviembre, de reforma del Estatuo de autonomía de Castilla y León establece una prohibición general de discriminación de género u orientación sexual, ya sea directa o indirecta (art. 14). La LO 2/2007, de 19 de marzo, del Estatuto de Autonomía para Andalucía, además de incluir la orientación sexual entre las circunstancias que no deben dar lugar a discriminación (art. 14) así como la lucha contra la homofobia entre los principios rectores de las políticas públicas (art. 37.1.2º)), reconoce expresamente el derecho de toda persona a que se respete su orientación sexual y su identidad de género (art. 33). Junto al reconocimiento de este derecho individual, se establece la obligación de garantía. Derechos, por tanto, que no se reconocen en la Constitución por ser fundamentales, sino que son tales, justamente, por venir proclamados en la norma que es expresión de la voluntad constituyente. Los derechos reconocidos en Estatutos de Autonomía han de ser, por tanto, cosa distinta. Concretamente, derechos que sólo vinculen al legislador autonómico, —como así se desprende, inequívocamente, del propio Estatuto recurrido, cuyo art. 37.1 Estatuto Autonomía de Cataluña, también impugnado y sobre el que más adelante habremos de pronunciarnos en particular, circunscribe, por principio, a los poderes públicos de Cataluña, y según la naturaleza de cada derecho a los particulares, el ámbito de los obligados por los derechos reconocidos en los capítulos I, II, y III del título I—; y derechos, además, materialmente vinculados al ámbito competencial propio de la Comunidad Autónoma, circunstancia expresamente detallada, según veremos, en el art. 37.4 EAC» (STC 31/2010, de 28 de junio, FJ 16) el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 185 que los poderes públicos promuevan políticas que garanticen su ejercicio. Nos encontramos pues antes un derecho subjetivo, directamente reclamable por los particulares (STC 247/2007, de 12 de diciembre, FJ 15), el cual se acompaña de un mandato a los poderes públicos que es el que habría que situar en la base de toda una serie de transformaciones que han de revisar los esquemas heternormativos de nuestro modelo de sociedad. Algo que también está explícito en el principio rector contenido en el art. 37.1.2º, así como en el objetivo básico de propiciar la igualdad del hombre y de la mujer andaluces (art. 10.1). Además, la inclusión expresa en este artículo del objetivo de promover la «democracia paritaria» conlleva la transformación de unos roles y pautas que durante siglos ha marcado el patriarcado. Es decir, la democracia paritaria, entendida en un sentido cualitativo, no implica solamente una presencia equilibrada de mujeres y hombres en el ejercicio del poder, sino también una transformación de los patrones sociales, culturales y jurídicos que han marcado históricamente la posición de mujeres y hombres. Y ello afecta de manera singular a la afectividad, la sexualidad, la vida en pareja, la familia, es decir, a los planes de vida de cualquier individuo. En este sentido, la paridad supone un nuevo pacto social ciego a las diferencias que partiría de tres premisas: 76 1ª) Las diferencias culturales o axiológicas y de entendimiento de la identidad no han de funcionar como un lastre, sino como un recurso público que hay que potenciar; 2ª) Deben garantizarse los resultados de las luchas sociales contra la división social del trabajo dominante y contra todas las viejas y nuevas formas de «colonización» e imperialismo; 3ª) Ha de otorgarse ‘autoridad epistémica’ a las personas y colectivos que sufren opresiones y explotaciones particulares, entre lo que se encuentran las personas LGTB. El reconocimiento y garantía del derecho al libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad conlleva pues la erosión de unos patrones culturales marcados por la heteronormatividad propia del sistema patriarcal. Un sistema en el que durante mucho tiempo incluso el mismo lenguaje ha corroborado la invisibilidad de determinadas opciones personales y hasta el «terror» que producía darles nombre y, por tanto, reconocer su existencia. 77 76.HERRERA FLORES, Joaquín (2005b), p.159. 77. «No está de más recordar que la palabra ‘homosexual’ ha sido una de las piezas esenciales del tabú lingüístico y que siguen existiendo personas que experimentan incomodidad con su sola mención (…) El hecho mismo de no ser la homosexualidad ‘nombrada’ y por 186 octavio salazar benítez Más recientemente, la LO 1/2011, de 28 de enero, de reforma del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma de Extremadura se ha limitado a incluir entre los principios rectores de los poderes públicos extremeños la promoción de «políticas para garantizar el respeto a la orientación sexual y a la identidad de género de todas las personas» (art. 7.13) 4.5. El derecho al matrimonio: ¿puerta de acceso a la ciudadanía? Aunque soy consciente de que este tema merecería un tratamiento específico y mucho más amplio, no puedo dejar de comentar en qué medida la extensión del matrimonio a personas del mismo sexo supone un avance en el reconocimiento del libre desarrollo a la afectividad y la sexualidad. De entrada, considero que la reforma del Código Civil llevada a cabo en nuestro país en 2005 —como las que la han imitado, por ejemplo Argentina en julio de 2010, y las que me imagino que se sucederán irremediablemente en los próximos años— supuso una conquista de la igualdad,78 pero al mismo tiempo estimo que la misma no agota todas las reivindicaciones del colectivo LGTB y, por lo tanto, ha de estimarse como un paso más y no como el definitivo. Y señalo esto porque durante todo el debate mantenido en nuestro país, y aún pendiente del pronunciamiento del Tribunal Constitucional,79 de algunas posiciones lo tanto de no ser insertada por el lenguaje en el proceso de construcción de la realidad, confirma ya su carácter ilícito a ojos del Estado, del sistema penal y jurídico, y de la propia sociedad». VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), pp. 40-41. 78.En este sentido, bastaría con recordar el diálogo entre dos personajes de la serie de temática gay Queer as folk. Uno de los personajes, Brian, mantiene que «Somos maricones. No necesitamos el matrimonio. No necesitamos el permiso de los políticos pollicortos o de sacedortes pederastas. Nos follamos a quien nos dé la gana. Es un derecho divino». A lo que otro personaje, Michael, contesta: «Pero también tenemos un derecho divino a tener todo lo que tienen los heterosexuales. Porque para eso somos tan humanos como ellos». COSSMAN, Brenda (2005) «El matrimonio entre personas del mismo sexo en Canadá», p. 173, Orientaciones. Nº 10, 2º semestre de 2005, pp. 159-176. 79.No voy a entrar a valorar aquí los argumentos a favor o en contra de la constitucionalidad de la reforma. Entiendo que la misma se ajusta a la Constitución, partiendo de una interpretación conjunta de los arts. 32, 14 y 9.2 CE, por lo que el legislador puede delimitar dicho «contrato» sin que la heterosexualidad sea un elemento configurador. He abordado con detenimiento esta cuestión en un trabajo anterior, SALAZAR BENÍTEZ, el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 187 pudo deducirse que, con la conquista del matrimonio, se terminaba con la histórica discriminación de las personas LGTB. No podemos negar la importancia simbólica que supone que el ordenamiento jurídico amplíe los sujetos de un derecho a una parte de la ciudadanía que durante siglos ha sido excluida del mismo. Un derecho que, como sabemos, es esencial en la estructura de la sociedad al tiempo que juega un papel clave en el contexto de las relaciones personales y familiares.80 Pero más allá de lo simbólico, los efectos jurídicos podrían haberse conseguido a través de una regulación de parejas no casadas o de cualquier otra fórmula contractual que permitiera reconocer diversas opciones de convivencia. La diferencia estriba pues en el acceso a un contrato civil que está inserto en lo más profundo de la estructura cultural y simbólica —la del patriarcado—, con lo que ello conlleva pues de equiparación y de superación de exclusiones históricas. En este sentido, acceder al matrimonio es acceder a un coto vedado. El matrimonio ha servido históricamente para definir la posición en la sociedad y, por lo tanto, también ahora gays y lesbianas pueden revertirse con esa nomenclatura, pueden mostrarse «casados» ante la sociedad. Ahora el nombre también les pertenece. Ahora bien, asumir el matrimonio también implica claudicar ante la «obligatoriedad heterosexual» y , de alguna manera, ser condescendientes con el sistema que ha discriminado permanentemente a gays y lesbianas. Las dudas las plantea Oscar Guasch con rotundidad: «El matrimonio gay no cubre la totalidad de la amplia gama de afectos gays y lesbianos. Es una ley pensada por heterosexuales y aceptada por gays acomplejados. No entiendo por qué para acceder a uso derechos una persona, sea hete- Octavio (2010) Cartografías de la igualdad. Ciudadanía e identidades en las democracias contemporáneas. Valencia, Tirant lo Blanch. Comparto la opinión de Clara I. Asua la cual mantiene que, con el tiempo, una vez normalizado el acceso al matrimonio de las parejas homosexuales, será más complicado contemplarlo como disponible por el legislador y acabará consolidándose como una exigencia constitucional. ASUA GONZÁLEZ, Clara I. (2005) «Matrimonio y derecho a contraer matrimonio. Reflexiones al hilo de las Ley 13/2005», p. 49, Orientaciones. N º 10, segundo semestre 2005, pp. 27-50. 80.En ese sentido, cabe destacar los efectos positivos que este reconocimiento supone en un ámbito tan importante para la ciudadanía como es el de los derechos laborales y de la Seguridad Social, RIVAS VAÑÓ, Alicia y RODRÍGUEZ-PIÑERO ROYO, Miguel. (2005) «El matrimonio homosexual y los derechos sociales de los cónyuges», pp. 62-63, Orientaciones, nº 10, segundo semestre 2005, pp. 51-71. 188 octavio salazar benítez rosexual y homosexual, tiene que pasar por el matrimonio. ¿Por qué para que mi pareja tenga la residencia tiene que ser a través del matrimonio?, ¿por qué para que mi pareja pueda venir a cuidarme al hospital tiene que ser mi marido?, ¿por qué para testar o poder dejar mi herencia a mi pareja tengo que hacerlo a través del matrimonio?,... No es que esté en contra del matrimonio sino de la discriminación que ello implica contra las personas que no queremos casarnos». 81 En nuestro país triunfó pues lo que podemos denominar una posición «asimilacionista» frente a las minoritarias y, en todo caso, poco visibles, que defendían otro tipo de alterantivas, como por ejemplo una ley estatal de parejas de hecho que sirviera para poner un poco de orden ante la proliferación de normas autonómicas. Frente a esta posición se argumentó que mantenerla suponía «asumir un papel de matrimonio desimbolizado y, por lo tanto, de segunda categoría». 82 Se asume pues que el matrimonio constituye una vía de «acceso a la ciudadanía», lo cual pone de manifiesto la íntima conexión que todavía hoy sigue existiendo entre aquélla y la «heterosexualidad obligatoria». 83 El gran error de este planteamiento es asumir que lo que supone una opción individual —la elegir un determinado marco jurídico que regule la convivencia—, se convierta en elemento definidor de un estatus, el de ciudadanía, que por ha de acoger las múltiples opciones, incluidas las afectivas y sexuales, de los ciudadanos. Habría que invertir pues los términos. Cualquier individuo, sin que sea discriminado por su sexo, raza, religión, opción sexual o cualquier otra circunstancia personal o social, debe tener reconocidos los derechos que garantiza el sistema constitucional. A partir de ese reconocimiento, cualquier ciudadano o ciudadana debe tener 81.MONTILLA, Javier (2009) La sociedad arco iris. 19 conversaciones sobre la cuestión gay. Pamplona, Laetoli, p. 116. «Hubiera sido necesario (y desde algunos partidos se intentó) un discurso que ofreciera una visión global e histórica de la lucha y la acción social llevada a cabo por colectivos LGTB, orientada en función de objetivos más ambiciosos que la equiparación formal en términos legales; una posición que desmitificaba lo ‘homosexual’ como un actor homogéneo y, por tanto, radicalmente ‘otro’; un discurso que luchara a favor de la convivencia plena y superase la ‘normalización’ como modelo de homogenización social». PASCALE, Eleonora y SAIZ, Vanesa (2005) «Debate público acerca del matrimonio», p. 94, Orientaciones, nº 10, segundo semestre de 2005, pp. 81-101. 82.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 299. 83.PICHARDO GALÁN, José Ignacio (2009) Entender la diversidad familiar. Relaciones homosexuales y nuevos modelos de familia. Barcelona. Bellaterra, p. 136. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 189 derecho a acceder a las fórmulas jurídicas que sean más respetuosas con su identidad y con el ejercicio de su autonomía. Conceptualizar el matrimonio como acceso a la ciudadanía llevaría al absurdo de excluir de la misma a todos los que no opten por dicho contrato. Algo que, durante siglos, es lo que por cierto ha venido haciendo el «imaginario» social. Evidentemente es una proyección del principio de igualdad y no discriminación que cualquier ciudadano o ciudadana tenga derecho de acceso al matrimonio, pero ello no debe implicar que la ciudadanía esté determinada por dicho contrato. Es evidente que el acceso al matrimonio, además de ser una opción con menos dificultades de técnica legislativa 84 —se trata sólo de hacer extensivo lo previsto en el Código Civil a los supuestos en que los dos contrayentes sean del mismo sexo—,85 supone una equiparación absoluta con las parejas heterosexuales. En este sentido, implica un reconocimiento de igualdad de derechos, fruto de la interpretación armónica de los arts. 14, 9.2 y 32 CE y, por lo tanto, no sólo una equiparación jurídica sino también una igualación simbólica. Una opción que encaja además con el universalismo propio del Estado constitucional y con su tendencia a mantener invisibles, o en todo caso asimiladas, las diferencias. De esta manera se alcanza el efecto de «normalización» con toda la carga positiva y negativa que conlleva ese término. Normalizar implica convertir algo en «normal», con el riesgo de querer diferenciar el patrón de normalidad —la heterosexualidad— frente a las «anormalidades» que representan otras opciones. Es decir, es obvio que el reconocimiento del matrimonio ha ayudado a la visibilidad de las personas LGTB, y también a su «normalización», en el sentido de que la sociedad ha empezado a contemplarlas como sujetos de derechos, aunque me temo que ha sido 84.Lo cual enlaza con la teoría de que la apertura del matrimonio a gays y lesbianas es una opción de legislador, que es el que puede modificar su «contenido esencial». Es la posición mantenida por el Consejo Constitucional francés que en su decisión de 22 de enero de 2011 mantuvo que la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo no violenta la Constitución y que es el legislador el que en todo caso debería reformar los artículos del Código Civil que mantienen que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. 85.Además, y como apunta Wolfran, existe una tendencia a ‘asimilar lo viejo en lo nuevo’, de manera que «las elecciones de una sociedad que se enfrenta a nuevas alternativas se dan, la mayoría de las veces y en la medida de lo posible, dentro de sus confines», PICHARDO GALÁN, José Ignacio (2009), p. 56. 190 octavio salazar benítez a costa de imponer la «heterosexualidad obligatoria» y de mantener en una invisibilidad «tolerada» las demás opciones. Incluso desde esta perspectiva, y frente a los argumentos de quienes sostienen que dicho reconocimiento ponía en peligro la estructura familiar, más bien el mismo ha venido a reforzarla. En este sentido, habría que reflexionar de qué manera por ejemplo dicho reconocimiento ha supuesto una transformación social importante para las lesbianas o si por el contrario ha contribuido a mantener los roles tradicionales de género. 86 En otros contextos, es el caso por ejemplo del movimiento gay y lesbiano norteamericano y británico, las reivindicaciones del colectivo LGTB no se han centrado tanto en el derecho al matrimonio como en el logro de una legislación específica. Una diferencia que puede estar condicionada por la propia cultura del país: «en realidades nacionales en las que la poltíca de la diferencia ha sido de tradicional aplicación en el espacio público, las medidas ‘diferenciadas’ en beneficio de las minorías apenas suscita recelo o protesta». Por el contrario, «en países como España, con una cultura política y una tradición constitucional muy próxima a los clásicos valores del universalismo igualitarista, una política ‘diferencial’ se ha visto en cambio mal aceptada por los colectivos gays y lesbianos más moderados y reformistas». 87 Por otra parte, las reivindicaciones del colectivo LGTB podrían haber provocado una reflexión mucho más profunda sobre los modelos de convivencia, al margen de la orientación sexual, y sobre las transformaciones que está experimentando la familia tradicional en las sociedades occidentales.88 Un debate en el que, como he señalado con anterioridad, deberíamos tener muy presentes todas las aportaciones que desde el feminismo se han hecho como crítica al modelo patriarcal y heterosexista de familia. El matrimonio, y con él la familia entendida 86.PLATERO MÉNDEZ, Raquel (2005) «¿Invisibiliza el matrimonio homosexual a las lesbianas? Una crítica feminista sobre la construcción y representación del matrimonio homosexual en España», Orientaciones. Nº 10, 2º semestre de 2005, pp. 103- 119. 87.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), pp. 300-301. 88.En este sentido hay que tener presente la confusión generada por la proliferación autonómica de leyes reguladoras de «parejas de hecho» o «uniones civiles». Desde algunas posiciones se ha mantenido que la regulación del matrimonio gay venía a poner un cierto «orden», aunque tal vez lo ideal habría sido que el Estado regulase un contrato mínimo de convivencia que permitiera dar entrada a la diversidad, no sólo afectiva sino también familiar. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 191 en sentido clásico, continúa siendo el referente de un mundo burgués, basado en el mercado y apoyado en una triple división: público/privado, masculino/femenino, hetero/homo. Como bien lo explica Vélez-Pellegrini, «la institución familiar se convirtió, no sólo en el pilar de una cultura basada en la naturalización binaria y dicotómica de las relaciones sexuales destinadas a la reproducción, pero también en el punto de apoyo lingüístico y metadiscursivo de cuyas entrañas emanaba la legitimación de los discursos punitivos al encuento de los crímenes contra natura». 89 Este modelo ha sido potenciado por la educación y, en general, por todas las instancias socializadoras que se apoyan en una división binaria de la realidad. Ello explica, por ejempo, por qué el deseo hacia las personas del mismo sexo desaparece de los libros de texto y se ignora incluso en el estudio de los personajes históricos que fueron homosexuales. Paralelamente, el matrimonio, y con ella un modelo familiar concreto, sigue apareciendo como el referente de la felicidad, de la realización personal de los individuos. Los medios de comunicación, la publicidad, el mercado en general, continúan usando la imagen idílica del matrimonio heterosexual como el marco casi obligatorio en el que el individuo ha de desarrollar su proyecto vital. Y podemos constatar cómo el reconocimiento del derecho al matrimonio a gays y lesbianas ha subrayado ese imaginario. 90 La solución «asimilacionista» puede provocar una doble consecuencia:91 1º) Para escapar de una posición subalterna, habrá muchos homosexuales que, aunque no lo tuviesen presente en sus proyectos vitales, acaben optando por el matrimonio como una vía hacia el respeto social y el acceso a derechos y la ciudadanía92 2º) Aquellos homosexuales que 89.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 273. En este sentido, estoy de acuerdo con que en el debate no tuvieron presencia «los cuerpos, los afectos y las subjetividades» y se optó por un tono distanciado y «aparentemente objetivador» PASCALE, Eleonora y SAIZ, Vanesa (2005) «Debate público acerca del matrimonio», p. 95, Orientaciones, nº 10, segundo semestre de 2005, pp. 81-101. 90.Por ejemplo, las imágenes mediáticas de bodas de gays y lesbianas —sobre todo, de hombres gays— nos siguen remitiendo a un ritual y hasta una indumentaria que suponen la interiorización de una práctica social consolidada. 91.PICHARDO GALÁN, José Ignacio (2009), p. 306. 92.Por ejemplo, baste citar cómo el reconocimiento del matrimonio ha disparado el número de los que se celebran con conyuges extranjeros,ya que supone una vía rápida de acceso a la residencia. Según los datos del INE, en 2009 hubo 3.412 bodas entre personas del mismo sexo, de las cules 1.285 fueron mixtas. En el caso de las parejas heterosexuales el porcentaje es mucho menor: 29.981 de las 172.540 celebradas. 192 octavio salazar benítez prefieran no entrar en ese modelo, pueden estimarse peor considerados de lo que lo estaban anteriormente y pueden sentirse presionados para encajar en dicho modelo de familia. Paralelamente, concentrar la reinvindicación de derechos LGTB en el tema del matrimonio puede provocar un doble efecto negativo: 1º) olvidar y situar en un lugar secundario otro tipo de reivindicaciones del colectivo; 2º) provocar una «ficción de igualdad», desde el entendimiento que la conquista del matrimonio supone la superación de todos los obstáculos que las personas LGTB tienen el desarrollo pleno de sus proyectos vitales. Porque lo que deberíamos preguntarnos, como bien hace Ricardo Vélez-Pellegrini, si el reconocimiento del matrimonio «¿han solucionado estas protecciones jurídicas los verdaderos problemas de fondo? Es decir, la cuestión de la violencia simbólica que sigue ejerciéndose contra las minorías sexuales a partir de una serie de dicotomías ‘normalizantes’ basadas en la difereciación cultural y biológica de los géneros y la asignación de una serie de roles sociales a cada uno de ellos a partir de esas mismas arbitarias demarcaciones». 93 4.6. Educar para la diversidad* Como vengo sosteniendo casi desde el principio de estas páginas, la conquista del libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad y de la identidad de género como un derecho depende no tanto de los avances jurídicos, que también, sino de las transformaciones culturales que aún deben producirse en nuestras sociedades. Al igual que sucede con la consecución de la igualdad real de mujeres y hombres, su efectividad depende de la revisión de un modelo patriarcal, construido sobre oposiciones binarias y excluyente de las diferencias. Por ello son tan importantes todas las medidas que puedan incidir en ese cambio de los patrones culturales, muy especialmente las que han de desarrollarse por parte de las instancias socializadoras. Algo que el legislador español ha 93.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), pp. 265-266. *.N. . Sobre cuestiones relacionadas véase en este mismo volumen GARCÍA VALLINAS, Eulogio. Los desafíos formativos del docente para una cultura de paz en la escuela democrática; y PUERTAS CRISTOBAL, Esther y FERNÁNDEZ ALLES, José Joaquín. Formando la sociedad del futuro. Los derechos de los estudiantes extranjeros. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 193 tenido muy presente en las normas dirigidas a conseguir la igualdad de género y cuyas previsiones deberíamos hacer extensivas a la protección de una dimensión de la personalidad muy condicionada por la «normativa» de género. En este sentido, bastaría con entender incluida la orientación sexual en todas las acciones que se prevén en la LO3/2007 en materia educativa (arts. 23-25) o en el título dedicado a «Igualdad y medios de comunicación» (Título III). Es urgente revisar cómo por ejemplo en los medios de comunicación y en la publicidad se siguen transmitiendo determinadas imágenes homófobas, como se prorrogan estereotipos o de qué manera se sigue negando visibilidad a determinadas opciones. Dada su influencia en los procesos socializadores, sería fundamental el control de dichos medios, aunque soy consciente de las dificultades que eso puede generar en la práctica. No obstante, estimo que al menos los medios de comunicación públícos deberían hacer un esfuerzo mayor por «normalizar» la diversidad afectivo-sexual y no tratarla, como suele suceder, como un hecho minoritario, anecdótico o problemático. En esta línea, cabe destacar como la Ley 7/2010, de 31 de marzo, General de Comunicación Audiovisual prohíbe toda comunicación comercial que vulnere la dignidad humana o fomente la discriminación por orientación sexual (art. 18.1). En todo caso, creo que es mucho mayor la posibilidad de incidencia en el sistema educativo, sobre todo si partimos de la base que nos otorga el art. 27.2 CE. Si como he defendido en las páginas anteriores, la orientación sexual es un elemento esencial de la personalidad, y por tanto ha de ser protegida como un derecho fundamental, el sistema educativo debe prestarle una especial atención y, sobre todo, debe procurar formar a los niños y a las niñas en el «reconocimiento» de la diversidad afectivo-sexual. Como reiteradamente se ha dicho, la democracia necesita de ciudadanos y de ciudadanas educados en las virtudes que hacen posible la convivencia de los diferentes y ello supone trabajar en la transmisión de los que son los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico* —la igualdad, entre ellos— y en la consolidación de una serie de actitudes y de aptitudes que permitan la paz social desde el reconocimiendo del «otro».94 Un reto *.N. E. Sobre cuestiones relacionadas véase en este mismo volumen GÁNDARA CARBALLIDO, Manuel E. La reinvención de las democracia; y JIMÉNEZ SÁNCHEZ, José J. La paz perpetua como fin de una democracia constitucional. 94.SALAZAR BENÍTEZ, Octavio (2010), pp. 364-365. 194 octavio salazar benítez que cobra un especial significado en los contextos multiculturales del presente siglo, los cuales están erosionando la homogenidad liberal y están reclamando una profundización en el principio de igualdad y en el de pluralismo.95 Ahora más que nunca, debemos asumir que, como bien señala Dionisio Llamazares, «la educación tiene como función ayudar y guiar a la persona en el progresimo descubrimiento de sí mismo, como radical libertad, orientado a la felicidad sobre la base de la autoestima, no sólo en lo que tiene de diferente, sino también en lo que tiene de común y semejante con lo que le rodea y, consecuentemente, en la adhesión interna al sistema de los valores de los derechos humanos y las normas democráticas de convivencia derivadas de ellos». 96 Estos objetivos están claramente definidos en la LO 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, la cual, aunque no hable expresamente de la diversidad afectivo-sexual, sí que incluye una serie de proclamaciones en las que debemos entenderla incluida. Así podemos deducirlo de varios de los principios en los que se apoya el sistema educativo (art. 1), tales como «la equidad, que garantice la igualdad de oportunidades, la inclusión educativa y la no discriminación y actúe como elemento compensador de las desigualdades personales, culturales, económicas y sociales, con especial atención a las que deriven de discapacidad», la transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación» o «el desarrollo de la igualdad de derechos y oportunidades y el fomento de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres». Unos principios que se reiteran entre los objetivos que incluye el art. 2 como «el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos» o «la educación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales, en la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres y en la igualdad de trato y no discriminación de las personas con discapacidad». 95.Puede servirnos como referencia de esta necesidad las conclusiones a las que llega el Informe sobre transmisión de valores a menores, elaborado por el Defensor del Pueblo Vasco en 2009 (www.ararteko.net/RecursosWeb/DOCUMENTOS) 96.SUÁREZ PERTIERRA, Gustavo y CONTRERAS MAZARÍO, José Mª (edit.) (2005), Interculturalidad y educación en Europa, Valencia, Tirant lo Blanch, p. 403 el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 195 El sistema educativo se articula de manera que, desde la educación infantil, uno de sus objetivos fundamentales es «aprender a respetar las diferencias» (art. 13). Como es obvio, ese objetivo se hace mucho más específico a medida que se avanza en los niveles educativos. Así, al marcar los de la educación secundaria obligatoria se subraya el de «asumir responsablemente sus deberes, conocer y ejercer sus derechos en el respeto a los demás, practicar la tolerancia, la cooperación y la solidaridad entre las personas y grupos, ejercitarse en el diálogo afianzando los derechos humanos como valores comunes de una sociedad plural y prepararse para el ejercicio de la ciudadanía democrática», «valorar y respetar la diferencia de sexos y la igualdad de derechos y oportunidades entre ellos. Rechazar los estereotipos que supongan discriminación entre hombres y mujeres» o «fortalecer sus capacidades afectivas en todos los ámbitos de la personalidad y en sus relaciones con los demás, así como rechazar la violencia, los prejuicios de cualquier tipo, los comportamientos sexistas y resolver pacíficamente los conflictos» (art. 23). Encontramos una mención más específica al señalar los objetivos de la educación secundaria obligatoria, entre los que se incluyen: «Conocer y aceptar el funcionamiento del propio cuerpo y el de los otros, respetar las diferencias, afianzar los hábitos de cuidado y salud corporales e incorporar la educación física y la práctica del deporte para favorecer el desarrollo personal y social. Conocer y valorar la dimensión humana de la sexualidad en toda su diversidad.» (art. 24k). No cabe duda que la diversidad afectivo-sexual debería ser un contenido esencial de la asignatura Educación para la ciudadanía, introducida por la LOE para todos los niveles educativos. Aunque de manera expresa no se mencione, sí que debemos considerarla incluida dentro de los contenidos vinculados a la igualdad entre hombres y mujeres. 97 Si atendemos al desarrollo de dichos contenidos en los correspondientes decretos – RD 1513/2006, de 7 de diciembre (educación primaria); RD 1631/2006, de 29 de diciembre (secundaria); RD 1467/2007, de 2 de noviembre (bachi- 97.En este sentido, no hay que olvidar como buena parte de la oposición a esta asignatura, liderada por la Iglesia Católica y asociaciones afines como el Foro de la Familia, se apoya en lo que han dado en llamar «ideología de género», SALAZAR BENÍTEZ, Octavio (2010), p. 392. Una posición que enlaza con la oposición de estos sectores al reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo. Es decir, hay una continuidad en el discurso «reaccionario» de posiciones ideológicas y religiosas que defienden un modelo heterosexista y patriarcal. 196 octavio salazar benítez llerato) y los correspondientes autonómicos —encontramos mucha más precisión en cuanto a las competencias que el sistema educativo ha de desarrollar y de qué manera pueden incidir en el reconocimiento de la diversidad afectivo-sexual. De manera mucho más específica se pronuncia la reciente LO 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. En el capítulo III de su Título I, dedicado a las medidas a adoptar por los poderes públicos en el ámbito educativo, se hace mención expresa del «reconocimiento y aceptación de la diversidad sexual» como parte del enfoque integral desde el que el sistema educativo debe contemplar la salud sexual y reproductiva. 98 En todo caso, llama la atención que, en lugar de contemplarla de manera expresa en las leyes educativas, se haga en una norma centrada en la «salud sexual y reproductiva», lo cual parece arrastrar aún una cierta consideración de la diversidad afectivo-sexual más como criterio relacionado con lo clínico que con el libre desarrollo de la personalidad. 5. CONCLUSIONES: SUPERAR LA NORMALIZACIÓN, CONQUISTAR EL RECONOCIMIENTO 1º) El reconocimiento jurídico del derecho al libre desarrollo de la afectividad y la sexualidad supone profundizar en la lógica del «reconocimiento», es decir, en la superación de la equívoca tolerancia y de la mera prohibición de discriminación. El reconocimiento, que como dice Vélez-Pellegrini «es la verdadera esencia de la dignidad», 99 implica profundizar en la igualdad material y asumir que la misma garantiza nuestro derecho a ser diferentes. Y ello, a su vez, implica construir una sociedad decente, en el sentido otorgado por Avishai Magalit, es decir, en la que ninguno de sus miembros resulte humillado. 100 Asumir este derecho implica asumir la diversidad afectiva y sexual. Por lo tanto, supone también tratar de esquivar la peligrosa tendencia, muy presente en las sociedades actuales, que lleva a uniformizar comportamientos 98.Además se insiste en que los poderes públicos deben fomentar «la corresponsabilidad en las conductas sexuales, cualquiera que sea la orientación sexual». 99.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 92. 100.MARGALIT, Avishai (1997) La sociedad decente. Barcelona, Paidós. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 197 y actitudes. En el caso de las minorías sexuales, y muy especialmente en relación a los hombres homosexuales —las mujeres lesbianas continúan siendo en gran medida invisibles—, se tiende a transmitir una imagen homogénea y en buena medida «heteronormativizada». Las prácticas sociales continúan siendo en buena medida patriarcales, y por tanto homófobas, y el imaginario colectivo sigue respondiendo a la heteronormatividad, con ligeras concesiones a una diversidad que en muchos casos no pasa de lo «políticamente correcto». Algo que, como he apuntado con anterioridad, ha subrayado el debate en torno la «conquista» del matrimonio.Los propios estereotipos construidos desde el modelo dominante durante siglos parecen acogerse por ciertos sectores —piénsese por ejemplo en todas las dinámicas de tipo comercial y publicitario— y contrarrestan la necesaria visibilidad de las diferentes maneras de ser gay, lesbiana o transexual. 101 En definitiva, de las diferentes maneras de ser hombre o mujer en las sociedades del siglo XXI. Habría que profundizar pues en las denominadas tesis «diferencialistas» frente a las «asimilacionistas», en el sentido que mientras que éstas «juegan en el ámbito de la reproducción societal (la defensa del status quo institucional) las tendencias diferencialistas han de ser vinculadas a la esfera de la producción social, en otros términos, de una creatividad conflictualizadora y contra-normativa». 102 2º) En estrecha conexión con el entendimiento de la afectividad y la sexualidad como elementos esenciales de la personalidad del individuo habría que garantizar modelos alternativos de convivencia que no necesariamente encajen en los patrones heterosexuales. Por ello, y junto a la constitucional extensión del derecho al matrimonio a gays y lesbianas, el ordenamiento debería dar cabida a «pactos de convivencia» que fueran más allá del modelo heteronormativo.103 Incluso desde el punto de vista 101. «Mientras los heterosexuales intentan borrar los estereotipos sexuales, la mayoría de los homosexuales despechados los remarca», BADINTER, Elizabeth (1993), p. 193. 102.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 245. «El diferencialismo se define por su posición anti-esencialista en la medida que niega que la orientación sexual conduzca a ningún sentir irreductible, es contra-identitario puesto que se opone por igual a los procesos de estereotipización que emanan de la sociedad y del influjo de los Poderes Comunitarios y es ‘contra-normativo’ porque su pretensión es el lanzamiento de propuestas subjetivas y alternativas de vida personal afectiva que desbordan y superan las representaciones simbólicas e institucionales hegemónicas», Ibídem., p. 247. 103.Lo que tiene mucho sentido es mantener junto al matrimonio que permite el Código Civil la regulación paralela de «parejas de hecho» o «uniones civiles» que producen unos 198 octavio salazar benítez simbólico se ha consolidado una tendencia asimilacionista que ha llevado a que muchas parejas de gays y lesbianas no se reconozcan en el espacio público desde su diversidad sino a través de su incorporación a un contrato históricamente pensado y articulado sobre la heterosexualidad.104 De esta forma se ha llegado a una situación hasta cierto punto paradójica: las parejas homosexuales están reproducción «bastantes de los avatares contra los que las parejas heterosexuales llevan luchando desde hace décadas».105 Por ello, y desde una posición «diferencialista», habría que defender no sólo el acceso al matrimonio sino también la apertura de otras posibilidades que, en ningún caso, habrían de considerarse devaluadas frente al primero. Es decir, habría que superar la percepción de la sexualidad «en términos del matrimonio» y de éste como «compra de legitimidad».106 Lo contrario supone seguir aceptando que «los términos de legitimación del Estado son los que mantienen un control hegemónico sobre las normas de reconocimiento; en otras palabras: cuando el Etado monopoliza los recursos del reconocimiento».107 En definitiva, todo ello nos lleva a preguntarnos por qué los derechos y responsabilidades asociados al matrimonio deben restringirse a las parejas conyugales o por qué la conyugalidad debe marcar la línea divisoria. 108 efectos similares. Como bien ha señalado Clara I. Asua, «la libertad exige que una pareja pueda elegir entre acomodarse o no a un modelo institucionalizado, pero no que pueda elegir entre varios modelos cuando estos se parecen tanto entre sí- incluso la tradicional diferencia respecto de la disolución, pierde relevancia después de la ley 15/2005». ASUA GONZÁLEZ, Clara I. (2005), p. 46. 104.Un modelo que, a su vez, se forja sobre una determinada construcción de los «géneros» —es decir, de la posición de las mujeres y de los hombres— así como sobre una visión del «amor romántico» que durante siglos ha prorrogado la subordinación de las primeras. Frente a dicho modelo, habría que «explorar» otros basados más en la codependencia y en la negociación permanente. Al mismo tiempo ello nos llevaría a modifcar los patrones sobre los que hemos construido las relaciones de parentesco. 105.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 269. En este sentido llama la atención de que fueron sobre todo grupos de lesbianas los que más se opusieron a la adopción de un contrato que suponía insertarse en el universo simbólico del hetero-normativismo, Ibídem., p. 298. 106.BUTLER, Judith (2010), p. 154. 107. Ibídem., p. 166. 108.COSSMAN, Brenda (2005), p. 174. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 199 3º) En esa transformación cultural ha de jugar un papel esencial, en paralelo al reconocimiento jurídico de su diversidad, la familia. 109 Ésta ha sido durante siglos el ámbito de reproducción del sistema patriarcal y, por tanto, de una visión jerárquica de las opciones sexuales. De ahí que las familias, y junto a ellas todas las instancias socializadoras (escuelas, medios de comunicación, instancias públicas en general), han de jugar un papel esencial en reconstruir la realidad social desde el reconocimiento de la diversidad y desde el pluralismo de narraciones. El ordenamiento jurídico no debería permanecer ciego frente a otras experiencias de convivencia que se dan en el mundo homosexual, menos rígidas y más pluralistas, y basadas en la negociación y en la búsqueda permanente de equilibrios. La misma concepción heteronormativa de la «fidelidad» como elemento básico de una relación, es puesta en entredicho por modelos alternativos en los que pesa más la «lealtad» y en los que se cuestiona la concepción del «amor romántico» tan ligada al patriarcado y a la desigualdad de género. Desde este punto de vista habría también que superar la concepción de la «pareja» como un desiderátum, como un objetivo sin el que no es posible culminar el proyecto vital de un individuo. Si analizamos el contexto social en el que vivimos, todo el imaginario, el consumo incluso, el reconocimiento y el disfrute de determinados beneficios se vinculan a la pareja. En este sentido, y como bien ha criticado el feminismo, «existe una presión mediática y cultural que presenta el amor y la pareja como la institución que colmará las aspiraciones de felicidad individuales a través de lo que en la cultura occidental se define como ‘la media naranja’, es decir, una interpretación de la idea platónica de que existe una única persona que complementa de forma casi completa la vida personal».110 Hay que tener en cuenta que «el sistema económico, en combinación con las cosmovisiones culturales, empujan a la mayoría de los miembros de nuestra sociedad hacia la vida en pareja, la reproducción biológica y, en último extremo, hacia la heteronormatividad por la organización, por ejemplo, del mercado laboral».111 109.No en vano en nuestra Constitución la protección de las familias se contempla en un artículo, el 39, independiente del dedicado al matrimonio (art. 32). 110.PICHARDO GALÁN, José Ignacio (2009), p. 176. En este sentido, todavía hoy en determinados ambientes está mal visto ser soltero y, sobre todo, soltera, Ibídem., p. 187. 111. Ibídem., p. 283. En este sentido cabría destacar las reivindicaciones hechas por el Grup de Lesbianes Feministes de Barcelona, uno de los colectivos que se posicionaron contra el matrimonio 200 octavio salazar benítez 4º) Todo ello nos llevará a una revisión del mismo concepto de «parentesco», entendido hasta ahora en términos heteronormativos y muy condicionado por la estructura familar «clásica». 112 Las relaciones de parentesco deberían apoyarse en lo que Giddens ha denominado «compromiso negociado».113 Y frente a esa revisión no deberían usarse los derechos de los niños y de las niñas como argumento para frenar los cambios, algo que por ejempo es normal en relación al reconocimiento del derecho a la adopción. Evidentemente ésta, y todas las medidas legales que puedan repercutir en los menores de edad, han de salvaguardar sus intereses. El debate estaría en cómo la sociedad entiende esa protección. En materia de familia, y en temas como la adopción o como la asignación de la custodia tras un proceso de separación, sigue pesando una concepción tradicional de la familia, del reparto de roles del padre y de la madres, así como una valoración suprema de los vínculos de sangre. Habría que ir rompiendo con estos esquemas caducos y asumir que lo que cualquier niño o niña necesita es un contexto en el que sea posible su autorrealización, el libre desarrollo de la personalidad, para lo que son necesarias no sólo unas determinadas condiciones económicas sino sobre todo afectivas. Por otra parte, ha sido predominante el entendimiento de que la relación entre padres y madres con los hijos e hijas era una relación vertical —que en ciertos sentidos obviamente lo es—, cuando más bien habría que partir del entendimiento de una relación interactiva, de realización para ambas partes y de codependencia. Es decir, durante mucho tiempo ha predominado la concepción derivada de la estructura familiar patriarcal según la cual la mujer y los menores de edad eran propieda del varón y este debía protegerlos, educarlos, verlas por sus interesese, representarlos en lo público. Ello suponía una estructura de poder, vertical, y una «cosificación» de los menores. Progresivamente, civil, basadas en el reconocimiento de derechos personales individuales, al margen de las relaciones de pareja o de la familia, Ibídem., p. 329. 112.Entiendo por «parentesco» la definición amplia que nos ofrece Judith Butler: «una serie de prácticas que instituyen relaciones de varios tipos mediante las cuales se negocian la reproducción de la vida y las demandas de la muerte, entonces las prácticas de parentesco serían aquellas que surjan para cuidar de las formas fundamentales de la dependencia humana, que pueden incluir el nacimiento, la cría de los niños, las relaciones de dependencia emocional y de apoyo, los lazos generacionales, la enfermedad, la muerte y la defunción (por nombrar sólo algunas)». BUTLER, Judith (2010), p. 150. 113.GIDDENS, Anthony (1998), p. 93. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 201 los ordenamientos jurídicos han ido reconociendo derechos específicos de los menores, pero aún persiste una concepción excesivamente vertical y unidireccional en el tratamiento jurídico de la paternidad y la maternidad. Lo fundamental en todos estos procesos debería ser la idoneidad del hombre o de la mujer que va a desempeñar el papel de padre o madre, la cual no siempre es una consecuencia indiscutible de los vínculos de sangre. Es decir, habría que superar una visión exclusivamente «biologicista» de estas cuestiones y, por supuesto, habría que ir erosiando la idea «de que un padre es inalienablemente de género masculino y que una madre lo es del femenino, quedando ambos encadenados a un ‘sexo’ que configura lo que humanamente se entiende por un ‘hombre’ y una ‘mujer’».114 En ese sentido también habría que ir rompiendo esta concepción basada, de nuevo, en la «complementariedad» de los dos sexos y en la necesidad, articulada simbólicamente en nuestra sociedad, de que un hijo o una hija necesita un padre y una madre. Mantener esta posición supone seguir manteniendo la estructura patriarcal, con su reparto de roles y, sobre todo, la posición subordinada de las mujeres en cuanto seres condicionados por su facultad reproductora. La clave de la familia debería estar en el reconocimiento mutuo, en la negociación, en el desarrollo de las capacidades de cuidar y ser cuidado. 115 De esta manera, la convivencia, la solidaridad, la creación de vínculos afectivos no necesariamente condicionados por la sangre, deberían convertirse en los factores esenciales de las «nuevas familias». 116 5º) Por otra parte, también corremos el riesgo de confundir la garantía de dicha diversidad con la creación de un espacio público compartimentando y en el que no fluyan con normalidad las relaciones entre las diversas opciones personales. De la misma manera que sucede con otros colectivos —por ejemplo, los inmigrantes—, con frecuencia se tiende a esencializar las nuevas identidades e incluso a formar espacios 114.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 352. 115.PICHARDO GALÁN, José Ignacio (2009), p. 288. 116.En este sentido, las experiencias de gays y lesbianas responden en gran medida a lo que Weeks, Heaphy y Donovan como «familias de elección», es decir, las «redes de apoyo fuertes, flexibles, informales y variadas de amigos y amores que a menudo incluyen a miembros de las familias de origen. Estas redes proveen el marco para el desarrollo del cuidado mutuo, la responsabilidad y el compromiso para muchas personas no heterosexuales e incluso para muchas heterosexuales también». Ibídem., p. 301. 202 octavio salazar benítez acotados en los que se considera que es posible una plena garantía de la libertad frente a los que se limitan a la mera «tolerancia». En este sentido, muchos colectivos LGTB y muchas de sus acciones políticas y sociales acaban confirmando los «guetos». No cabe duda de que la creación de espacios acotados donde un colectivo puede desenvolverse sin presiones —el llamado «ambiente»— tiene una dimensión liberadora e incluso desempeña «una función contra-simbólica a la tradicional sociabilidad hetero-normativa. 117 Ahora bien, el objetivo, desde una lógica de la igualdad en el reconocimiento de los derechos, debería ser no consolidar espacios donde las expresiones de afectividad y sexualidad no estuviesen coartadas por los marcos heteronormativos,118sino construir un tipo de sociedad en la que ningún individuo se sintiera «humillado» por expresar libremente dicha dimensión de su personalidad y en la que pudieran «dialogar» las diversas opciones. Desde la posición de los individuos que tienen todavía hoy dificultades para desarrollar su identidad sexual resulta lógico el recurso a espacios comunitarios en los que no siente presiones de ninguno tipo. Un recurso que es tanto mayor y más consolidado cuanto menor es el reconocimiento de la diversidad. Ahora bien, esos espacios responde más a la lógica de la «tolerancia» que a la del «reconocimiento». Por lo tanto habrían de considerarse como mucho una «estrategia» en el proceso de lucha por la dignidad pero no un estado definitivo.119 La pervivencia de locales, discotecas o lugares de reunión específicamente dirigidos al público gay incide en la «guetización» y contribuye a mantener el discurso heteronormativo, en la medida en que se sigue 117.VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 175. 118.De lo contrario, no se podrá erradicar la que Daniel Borrillo denomina «homofobia cognitiva (social)», la cual pretende «mantener la diferencia homo/hetero promoviendo a este respecto la tolerancia, forma civilizada de la clemencia de los ortodoxos hacia los heréticos». BORRILLO, Daniel (2001), p. 25. 119.En este sentido, estoy totalmente de acuerdo con lo que explica Oscar Guasch, cuando reflexiona sobre el carácter instrumental que debería tener el gueto. Es decir, el mismo debería tener un papel de transición. «El problema es que el gueto se ha convertido en un destino, en un destino mítico. Hay jóvenes que acuden al gueto y que piensan que van a liberarse, y con el tiempo se da cuenta de que la calidad de las relaciones humanas que hay —lógicamente, porque es un gueto— deja mucho que desear». En definitiva, la pervivencia del gueto viene a decirnos que «puede usted ser gay o lesbiana en determinados espacios sociales, no en todos». MONTILLA, Javier (2009) La sociedad arco iris. 19 conversaciones sobre la cuestión gay. Pamplona, Laetoli, p.115. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 203 manteniendo que la normalidad corresponde a la mayoría heterosexual. Y esta mayoría la que controla los espacios, pero también los deseos, el afecto, la sexualidad. Es evidente que por una parte todos esos espacios —saunas, gimnasios, discotecas— generan una «red de apoyo», provoca la tranquilidad de estar en un ámbito comunitario en el que no se va a sufrir discriminación, pero al mismo tiempo contribuye a mantener la sexualidad controlada y normativizada. 120 Y por ello es todavía normal que se acepte que una pareja heterosexual muestre su deseo en público, pero no sucede lo mismo cuando lo hace una pareja homosexual. 6º) Si no avanzamos en esta dirección, le estaremos hurtando a las minorías sexuales la posibilidad de «elaborar un discurso y un relato sobre sí mismas» (Vélez-Pellegrini, 2008: 401), a hablar con una voz propia y no prestada o consentida, al tiempo que contribuyen romper el monopolio heteresoxual sobre lo universal. Ello implica profundizar en el reconocimiento de las diferencias como proyección de la igualdad en aceptar la diversidad como un valor esencial de la democracia. Sólo así todos los individuos, sean cual sea su sexo biológico, su sexo elegido, su orientación sexual y afectiva, podrá desarrollar en libertad su proyecto de vida. El fin que debería garantizar cualquier Estado que asuma los derechos humanos como eje axiológico y que ampare la autonomía como fundamento ético del individuo. Al reconocer, por ejemplo, diferentes maneras de articular la convivencia, no necesariamente a través del matrimonio, no se trata tanto de construir un «derecho excepcional» aplicable a unas minorías, sino de generar un derecho «diferenciado» que refleje la diversidad de opciones de los individuos. El reconocimiento de este derecho, y en definitiva el de la diversidad, supone un gran reto para el Derecho ya que supone erosionar un modelo jurídico anclado en la homogeneidad, en la igualdad formal y encorsetado por el transfondo cultural del patriarcado. Porque, como bien argumenta Judith Butler (2010, 57-58), «ser parte de una minoría sexual implica, de forma profunda, que también dependemos 120. «En aquellos locales que disponen de él, el video-porno es sobre todo un recordatorio del clima de libertad que caracteriza al Ambiente y a menudo una invitación, sobre todo en los bares famosos por la existencia de un espacio erótico liberado. Cómo no, el ‘Cuarto Oscuro’ ha sido por excelencia el espacio erótico liberador de una sexualidad controladora». VÉLEZ-PELLIGRINI, Laurentino (2008), p. 225. 204 octavio salazar benítez de la protección de los espacios públicos y privados, de las sanciones legales que nos protegen de la violencia, de las garantías instiucionales de varios tipos contra la agresión no deseada que se nos impone y de los actos violentos que a veces sufrimos. En este sentido, nuestra propias vidas y la persistencia de nuestro deseo dependen de que hay normas de reconocimiento que produzcan y sostengan nuestra viabilidad como humanos». El avance en el reconocimiento de las diferencias supone también admitir que las identidades no son construcciones estáticas, que constituyen más procesos que estados y que, en un régimen de libertades, son maleables por el individuo.121 Ello añade complejidad a un sistema jurídico excesivamente rígido y que tendrá que ir alumbrando nuevos instrumentos de garantía de los derechos y muy especialmente nuevos mecanimos de gestión y resolución de los conflictos.Todo ello implica avanzar en la consecución de una sociedad democrática avanzada y en un concepto de ciudadanía que rompa con el modelo uniformista del liberalismo patriarcal. Este proceso implicará avanzar en la protección de las dimensiones más íntimas del individuo —su afectividad, su sexualidad, la familia, el parentesco—, las cuales tienen indudables proyecciones públicas y forman parte de lo que podríamos llamar su «plan de vida». A su vez, ello llevará a una revisión de las relaciones entre lo público y lo privado, a una deconstrucción de las identidades masculina y femenina y, en definitiva, a poner una nuevas bases del pacto social. Por otra parte, el avance en el reconocimiento de los derechos LGTB está vinculado, en gran medida, a los cambios que deberían producirse en la construcción de la masculinidad. Como bien apuntara Elizabeth Badinter, «el bienestar homosexual depende muchísimo de la evolución de la mayoría heterosexual. Sólo cuando los hombre mutilados den paso a los hombres reconciliados podrán, a su vez, vivir en paz los homosexuales».122. En todo este proceso ha de jugar un papel esencial el sistema educativo y, en general, todas las instancias socializadoras. 123 121.En este sentido cabría tener en cuenta todo lo que en relación a los derechos LGTB, aporta el movimiento y la teoría queer, la cual plantea una deconstrucción de toda la gramática elaborada en torno al sexo y el género. 122.BADINTER, Elizabeth (1993), p. 195. 123.SALAZAR BENÍTEZ, Octavio (2010b), «Igualdad de género y paz social», en DÍEZ JORGE, Elena y SÁNCHEZ ROMERO, Margarita (eds.) Género y paz. Barcelona, Icaria, p 272-279. el derecho al libre desarrollo de la afectividad... 205 En definitiva, el efectivo reconocimiento de los derechos de las personas LGTB supone avanzar en la construcción de un «espacio social ampliado», en el que nos tomemos en serio el pluralismo, «no como mera ‘superposición’ de consensos, sino como la práctica democrática que refuerza la diferencia de las posiciones en conflicto —las overlapping opressions— y se sustenta en la singularidad de sus interpretaciones y perspectivas acerca de la realidad».124 124.HERRERA FLORES, Joaquín (2005a), p. 64. 206