Las Tecnologías Sociales, también conocidas como Tecnologías de la Rehabilitación, Tecnologías Asistentes o Asistivas y Tecnologías de Apoyo a las personas con discapacidad, son definidas como aquéllas que: EVITAN, NEUTRALIZAN, COMPENSAN O MITIGAN LAS LIMITACIONES FUNCIONALES DE LAS PERSONAS PARA ACCEDER A ENTORNOS Y UTILIZAR PRODUCTOS Y SERVICIOS, MEJORANDO SU PARTICIPACIÓN SOCIAL, INDEPENDENCIA Y CALIDAD DE VIDA. Aunque el desarrollo de estas tecnologías se remonta a muchos años atrás, su evolución a lo largo del siglo XX ha sido extraordinaria aunque muy dispar según países. Así, por ejemplo, en EEUU recibieron una atención preferente tras la Segunda Guerra Mundial, consecuencia del compromiso social de la Administración Norteamericana con las personas que, habiendo participado en una contienda bélica –veteranos de guerra-, habían sufrido algún tipo de discapacidad. Por el contrario, en Europa aparecen, además de para afrontar un problema semejante al referido anteriormente, como consecuencia del desarrollo de la Sociedad del Bienestar y el compromiso establecido con aquellos sectores de la población desfavorecidos como resultado de sus discapacidades. En comparación con la situación en EEUU y Europa, la potencial aportación de estas tecnologías en países no desarrollados o en vías de desarrollo como, por ejemplo, los países latinoamericanos es aún mucho mayor, dado que, a las consecuencias de la violencia, expuestas en los párrafos anteriores, se añade la mayor proporción de personas con discapacidad (entre el 10 y el 15% de la población según el estado) y la poca capacidad de las Administraciones de esos países para proveer atención sociosanitaria a sus ciudadanos (según la OMS, a finales del siglo XX había más de 83 millones de personas con discapacidad en el continente americano y, de ellos, 53 millones vivían en la región latinoamericana y en el Caribe, recibiendo sólo un 2% alguna clase de atención especializada para mejorar su situación). Las Tecnologías Sociales utilizan dos vías de acción o dos estrategias tecnológicas para evitar, neutralizar, compensar o mitigar las limitaciones funcionales de las personas con discapacidad según se considere que el “problema” radica en la persona y sus limitaciones funcionales o se halla en los productos y entornos inaccesibles con los que interactúa: ▪ ▪ El primero de los enfoques está relacionado con las AYUDAS TÉCNICAS, entendidas como aquellos productos (en muchos casos considerados productos sanitarios) que las personas pueden utilizar a título individual para superar sus limitaciones (por ejemplo, exoprótesis, ortesis, sillas de ruedas, andadores, grúas de transferencia, bastones, audioprótesis, etc.). El segundo está relacionado con favorecer que todas las personas (o la mayoría de las personas), con independencia de sus limitaciones funcionales, puedan usar y disfrutar los productos y los servicios que ofrece la sociedad en la que viven, haciéndolos accesibles. A este concepto se le denomina ACCESIBILIDAD UNIVERSAL. Las AYUDAS TÉCNICAS combinan todo tipo de tecnologías, desde los nuevos materiales, como los composites, pasando por nuevos enfoques de diseño orientados al usuario y nuevas tecnologías de fabricación, hasta sensores, transductores electrónicos, soluciones del ámbito de la mecatrónica o tecnologías de la información y las comunicaciones. Así mismo, las ayudas técnicas pueden clasificarse según se trate de productos a medida, personalizados o productos en serie. El concepto de ACCESIBILIDAD UNIVERSAL al que se aludía anteriormente, hace aplicación de la Ergonomía, entendida como el área de conocimientos multidisciplinar que se ocupa de la adecuación de los productos y entornos a las necesidades y capacidades de los seres humanos que interactúan con ellos en el desarrollo de sus actividades, considerando a todas las personas. El concepto de ACCESIBILIDAD UNIVERSAL, diseño universal o diseño para todos, establece una serie de principios de diseño como: ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ Uso equitativo (orientación del diseño a cualquier grupo de usuarios). Uso flexible (adaptado a un amplio rango de capacidades y preferencias). Uso intuitivo y sencillo (fácil de utilizar). Información perceptible. Tolerancia a errores (para reducir los riesgos de uso). Bajo esfuerzo físico (cómodo de usar). El tamaño y el espacio (fácil de usar con independencia de la talla y alcance del usuario). Ambos tipos de enfoques constituyen las TECNOLOGÍAS SOCIALES dirigidas a las personas con discapacidad, tecnologías que pueden desagregarse en diez epígrafes: ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ ▪ Ayudas técnicas para la valoración, tratamiento y rehabilitación. Ayudas técnicas para la movilidad y ortoprotésica. Ayudas técnicas para personas con deficiencias visuales. Ayudas técnicas para la audición. Accesibilidad a la información y comunicación. Accesibilidad urbanística y en la edificación. Ayudas técnicas para las actividades de la vida diaria. Accesibilidad al automóvil y a los medios de transporte. Mobiliario adaptado. Accesibilidad al puesto de trabajo. El desarrollo de estas Tecnologías en cada país ha obedecido, como sucede con cualquier ámbito de conocimientos científicos y tecnológicos, a cuatro factores fundamentales: 1. Se ha reconocido la necesidad. 2. Se ha contado con apoyo económico y político. 3. Se han poseído conocimientos y metodologías apropiadas para abordar los problemas que se pretende resolver. 4. Se ha dispuesto de científicos y tecnólogos. La combinación de estos cuatro factores ha determinado en gran medida la evolución de estas tecnologías en cada país, por lo que resulta necesario analizarlos cuando se pretende mejorar su situación. De manera muy sucinta, puede apuntarse que el RECONOCIMIENTO DE LA NECESIDAD de utilizar soluciones basadas en Tecnologías Sociales dirigidas a las personas con discapacidad depende del grado con que se haya establecido un compromiso social para atenderlas y favorecer su plena participación social, del volumen de población implicada –en la que debe englobarse tanto las personas con discapacidad como las 2 personas que las atienden, ya sean familiares o profesionales-, y del coste económico que supone la dependencia de estas personas. A su vez, el APOYO ECONÓMICO Y POLÍTICO que reciben estas tecnologías se valora, entre otras consideraciones, por la inversión en ayudas técnicas y accesibilidad que acomete un determinado país con independencia de la titularidad, pública o privada, de los recursos que se destinen a estos propósitos, de los marcos legislativo, normativo e inspector en los que estas soluciones tecnológicas sean utilizadas, de las funciones o roles desempeñados por las administraciones públicas, ya estén orientados a regular o adquirir dichas soluciones, y del apoyo que en términos de programas de investigación científica, desarrollo e innovación tecnológica se hayan puesto en marcha en ese país. En tercer lugar, la EXISTENCIA DE CONOCIMIENTOS Y METODOLOGÍAS APROPIADAS para generar soluciones a los problemas que se pretende resolver resulta una cuestión menor si se cuenta con la cooperación de centros de investigación o centros tecnológicos especializados en este campo, pudiéndose afirmar que existen conocimientos y metodologías para resolver todo tipo de problemáticas relacionadas con la discapacidad. Finalmente, el cuarto factor, relacionado con la EXISTENCIA DE CIENTÍFICOS Y TECNÓLOGOS, depende en gran medida de las iniciativas formativas que se emprendan para dotar de criterios a todos los profesionales que de una forma u otra han de tomar decisiones, desarrollar actividades y atender a personas a partir de estas tecnologías. En nuestro país la situación de estas tecnologías no es la más apropiada considerando no sólo la inversión y aplicación efectiva de las mismas, sino nuestra importante dependencia tecnológica y las consecuencias de un mercado desestructurado, con escasa cultura y conocimiento de las posibilidades que ofrece el estado de la técnica para atender a la población discapacitada. Pedro Vera Director del IBV 3