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Tesoro de la Juventud
LOS JUEGOS EN LA PLAYA
2003 - Reservados todos los derechos
Permitido el uso sin fines comerciales
Tesoro de la juventud
LOS JUEGOS EN LA PLAYA
Del libro de los juegos y pasatiempos
TODOS deseamos pasar los alegres días de vacaciones a orillas del mar; y nuestro primer
impulso al divisar las azuladas ondas es correr a la playa provistos de palas, cubos y
azadones para edificar soberbias fortalezas de arena, rodeadas de sus fosos y trincheras.
Muy divertido resulta este entretenimiento, pero en lugar de levantar un verdadero
castillo con sus torres y almenas, vale más, si el grupo de niños es numeroso, que
amontonen simplemente la arena y alrededor abran un profundo foso, y luego, dividiéndose en dos campos, jueguen al "Rey del Castillo", y se divertirán más todavía. Uno
de los bandos defiende el castillo, mientras el otro trata de tomarlo por asalto, y siendo
tan blanda y suave la arena no corren ningún peligro los combatientes, aunque rueden por
el suelo sitiados v sitiadores.Pero hay que escoger un sitio, donde no haya rocas ni
guijarros y esté completamente seca la arena. Cuanto más alto edifiquemos el castillo más
divertido será el juego. Habrán ganado el combate los sitiadores cuando hayan obligado a
sus adversarios a abandonar el castillo; o bien puede colocarse en la cúspide del montón
de arena, que representa la torre del homenaje, una bandera, y si logran apoderarse de ella
los sitiadores habrán obtenido la victoria»
Si no somos más que dos o tres no podemos jugar al "Rey del Castillo" y en este caso
vale más que edifiquemos una fortaleza, parecida a las fortalezas de verdad. Ante todo
hay que ponernos de acuerdo sobre su estilo. Son muy hermosas las que tienen una torre
redonda en cada uno de sus cuatro ángulos; así podemos levantar la nuestra. Unamos las
torres con fuertes muros. Y luego hay que coronar los muros y torres con almenas, lo que
practicaremos con un viejo cuchillo cuando estén terminados los bastiones. Para abrir las
puertas y ventanas, nos valdremos de una cuchara de metal ya inservible, y lo haremos
con mucho cuidado, para que no se desmorone el edificio. Este percance ocurrirá con
gran facilidad, si es seca la arena; busquemos, pues, arena húmeda para nuestras construcciones. Si por allí no la hay, nada más fácil que regar con agua del mar, que iremos a
buscar con el cubo y la pala, la arena seca. Según nuestra habilidad y gusto artístico, será
más o menos suntuosa la fortaleza que levantemos; pero sorprende a veces contemplar la
belleza de los frágiles edificios, que unos chiquillos han construido en la playa.
Otro juego excelente y muy adecuado a estos sitios, es el de abrir trincheras. Podemos
organizar un concurso, en el que será declarado vencedor el que consiga cavar el foso
más ancho y profundo. O bien el fin de este concurso puede ser llenar de agua del mar
un agujero de cierto diámetro y profundidad, que han de cavar los niños, con un cauce
que vaya desde el mar al agujero para conducir el agua. Obtendrá la victoria aquél cuyo
agujero se llene primero. Pero, naturalmente, para estos concursos ha de ser de idénticas
condiciones el material de todos los niños. Es mucho más fácil cavar con una grande
azada de metal, que con otra pequeña de madera. El juego que representa nuestro primer
grabado es también muy divertido. Se dividen los niños en dos campos, cada uno de los
cuales tira con todas sus fuerzas del extremo de una cuerda. La arena suele mantener
muy indecisa la victoria, porque a veces los que más firmes parecen se vienen al suelo
de repente, o bien los del bando contrario les obligan a adelantarse más de lo que ellos
quisieran. Pueden jugar los niños con los pies desnudos o puesto el calzado, pero es
necesario que todos los que toman parte en el juego estén en iguales condiciones.
Aunque se caigan los pequeños no pueden hacerse daño; pero, si se han quitado los
zapatitos, hay que escoger cuidadosamente un sitio de la playa, donde no haya pedazos
de vidrio o de conchitas ni guijarros que podrían lastimarles. Antes de empezar el juego
se ponen esparcidas por el suelo algunas algas o hierbas marinas entre los dos bandos, y
el que consigue hacer traspasar a su contrario aquella señal es el que obtiene la victoria.
Si en la playa hay algún espacio de limpia arena que sea suficientemente largo, también
podemos organizar carreras, conservando su calzado o bien descalzos los niños. El
resultado de este concurso será también muy incierto, porque no es lo mismo correr por
la arena que en un parque o un camino. Si en la playa hay demasiadas rocas o piedras
para que puedan correr los pequeñuelos, organicemos un concurso de saltos, que les
parecerá también a ellos muy entretenido. Pero, al saltar estos obstáculos, hay que tener
cuidado con las caídas, porque con las rocas podrían hacerse daño los niños.
Suele haber en las playas gran abundancia de guijarros pequeños y redondeados por la
acción del agua del mar, que los lame continuamente, y con estos guijarros podemos
formar sobre la arena letras y palabras hasta completar una frase. Propongámosles una a
los niños, y el que primero y más artísticamente la haya escrito será declarado vencedor.
Suelen ser aficionados los pequeños a descubrir terreno, y en la playa encontrarán
también lugar a propósito para ejercitar su afición, en especial si hay rocas donde puedan esconderse. Es también la playa sitio muy conveniente para el juego de hacer signos
con banderas, porque gracias a la diafanidad que la proximidad del mar presta al aire se
pueden hacer estos signos a grandes distancias.
Estos son algunos de los innumerables juegos que pueden organizarse en la playa, con
los que pasarán volando los días de vacaciones junto al mar, y de modo bien agradable
para los pequeñuelos.
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W. M. JACKSON Inc., Editores
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