[2] Muchas muestras de cariño tiene recibidas la reina Victoria, después del atentado en que corrió peligro su vida: mas se dice que ninguna le ha conmovido tanto como esta carta que le envió una niña, y que dice de este modo:—“Mi querida reina: mi papá acaba de llegar a casa, y dice que un mal hombre intentó matar a V. Gran malvado debe ser ese, que ha querido matar a una reina tan buena. Yo espero que lo castigarán. Papá dice que debe estar loco, y yo creo que debe ser el hombre más loco que ha vivido jamás. Estoy contentísima de que no haya hecho a V. daño, y así están también papá y mamá. Buenas noches, y que Dios bendiga a V.Edith El[l]iott.” La reina quiso que al punto fuese contestada la linda carta, y esta fue la respuesta: “el capitán Edwards ha recibido la orden de la reina de dar gracias a la señorita Edith Elliott por su cartica bondadosa y expresarle la alegría que Su Majestad sintió al leerla.” Acaba de presentarse a la Academia de Inscripciones en París la más antigua inscripción latina. Fue hallada, con el vaso en que se la lee, que es vaso de cenizas humanas, en el valle de Roma que separa el Quirinal del Viminal. Es lo raro de la inscripción, escrita en el tosco latín primitivo, que no está escrita, a la usanza romana, y a la nuestra de izquierda a derecha, sino de derecha a izquierda, y dice: “¡Oh, tú, Júpiter, o cualquier Dios a quien sea yo ofrecido! que este muerto no caiga en tus manos a causa de sus faltas: consiente en dejarte conmover por esta ofrenda, y por las plegarias que te dirigimos. Dzenos me ha ofrecido para su beneficio: que de mi no le vaya a venir mal.” Dzenos es el nombre del muerto, y el que habla en su nombre a los Dioses es el vaso que contiene sus cenizas. El vaso es de los tiempos de Apio Claudio, cinco siglos más allá del comienzo de la era cristiana. No se conoce, en inscripciones del Lacio, nada más antiguo. Túnez se ha hecho famoso, e interesa cuanto de él se cuenta. El caballero HesseWartegg, que es gran viajero, ha publicado un libro en que describe la tierra y gentes tunecinas. Llaman a Túnez “El albornoz del Profeta” porque sus montones de casas blancas y brillantes, serpeadas de estrechas callejuelas, le dan de lejos la apariencia de un manto colosal, tendido en pliegues de los cerros al mar. Aquella es la ciudad de las razas mezcladas y de las costumbres antiquísimas. Llámase el bey, Mohaumed-EsSaddock, y viste de militar europeo, y cubre su cabeza, tipo rudo de las cabezas del Oriente, con un gorro de Fez. El que fue su gran visir, Mustafá Ben Ismail, hijo de un barbero, es ahora un joven de hermosísima figura y grandes dotes intelectuales, que se explica con vivacidad y juicio sumos. A las veces con vivacidad extrema, porque se cuenta de asesinos juzgados en breves minutos, y ejecutados tras la última palabra de la sentencia, dentro de los muros mismos del palacio. Tiene el bey harén muy lleno de esposas, de que cuida poco, y es Túnez tal, que a poco de ver las mujeres de un harén, se ve una ceremoniosa boda de judíos, los cuales son muy ricos en Túnez, mas no en la fidelidad de sus mujeres, de cuyos hábitos inmorales se quejan grandemente con asombro de los viajeros, que observan gran castidad y compostura en las mujeres de las colonias hebreas. Mucho, y muy amenamente, habla el libro de la ciudad de Kairuán, toda llena de mezquitas veneradas y de palacios bellos y ruinosos, que hoy son, no ya moradas de sacerdotes y patricios, sino cuarteles de los invasores franceses. Parece Kairuán un paisaje del pintor español Rico, o del italiano Pasini, con su cegador cielo azul, sus muros tejados, sus paredes en que entra la luz por celosías de piedra, sus rosales, que se encaraman, cargados de rosas, por encima de los muros. En 10 000 libras esterlinas cada año ha aumentado el Parlamento inglés la pensión del príncipe Leopoldo, hijo de Victoria, que va ahora a casarse con la princesa Helena, a quien el Parlamento ha señalado una pensión anual de 6 000 libras. Inglaterra ha echado al mar un buque extraordinario, forrado de acero, de torrecilla niquelada y quilla doble, que se llama Colossus. Pesa 9 146 toneladas, y tienen sus máquinas fuerza de 6 000 caballos. Es poderosísimo el nuevo blindado, que ha estado en construcción no menos de ocho años. Tiene en el centro una ciudadela armada. Mide de popa a proa 325 pies, y de babor a estribor 68. Carga los más nuevos y mejorados cañones. Publica el Sun de Nueva York una estadística curiosa, por la que se ve que hay en el Senado de los Estados Unidos 57 abogados, por cinco banqueros, tres empleados de ferrocarril, tres comerciantes, tres fabricantes, dos mineros, dos negociadores, un hacendado y un periodista y tres políticos de oficio. Pero aún llama la atención la gran suma de abogados en la Cámara de Representantes, donde llegan a 195, a los cuales hacen compañía 19 políticos de oficio, diecisiete comerciantes, doce periodistas, once agricultores, diez fabricantes, cinco médicos, tres empleados de ferrocarril, y nueve entre ingenieros, mineros, mecánicos, clérigos y capitalistas. No es París solo la ciudad de los panoramas, sino Berlín, que ya quiere imitarla, y ha enviado a artistas a que hagan estudios preparatorios en París mismo, en Bruselas y en Frankfurt. Dícese que tiene objeto político, y que representará lances de la guerra contra Francia, aprovechando así en daño de Francia la idea francesa, que ha sido la de llevar, como llevamos contado, de las escenas más gloriosas de la guerra última sus tres panoramas artísticos y pintorescos, que parecen cuadros del ruso Vereschaguin por lo vivos, coloreados y terribles. Vereschaguin, como el español Goya, es enemigo de la guerra. Este, que fue pintor de la corte mezquina de Carlos IV, dibujó en aguafuertes famosas los espantos de aquellos días de mayo, en que murieron Daoiz y Velarde, y cayó Madrid en manos de franceses. Vereschaguin estuvo en las batallas del Afganistán, y en aquella bárbara de Plewna, en que todo el campo fue rojo, y hubo cerros de muertos. Esas son las crudezas que pinta. La Opinión Nacional, Caracas, 12 de abril de 1882