gAlIlEo, lA ACADEMIA Y loS INFIErNoS DE DANTE

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Temas de Filosofía Nº 16: 145-156. 2012
gAlIlEo, lA ACADEMIA
Y loS INFIErNoS DE DANTE
Rosario Sosa
Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Salta.
E-mail: rosar@unsa.edu.ar
RESUMEN: El objetivo de este trabajo es mostrar una perspectiva
contextualizada de Galileo Galilei a partir de una de sus obras de
juventud: Dos lecciones infernales. Dicho texto es un comentario
a La Divina Comedia de Dante y fue leída por su autor a pedido de
la Academia Florentina entre 1587 y 1588. Estas lecciones fueron
olvidadas durante tres siglos hasta que en 1850 el pedagogo Octavio
Gigli examina manuscritos en una biblioteca pública de Florencia y
encuentra un fajo de papeles con la letra de Galileo. Gigli se sorprende
de que aquellos hubieran permanecido sin descubrirse durante tanto
tiempo y que no existiera registro ni memoria de la lectura pública.
La reconstrucción de la arquitectura infernal correspondía a Manetti,
cuya versión se publicó en 1506. Vellutello propone otra representación del teatro infernal, ironizando sobre el trabajo de Manetti y
“calumniando” a la Academia Florentina, de haber hecho de aquella
reconstrucción una jactancia y una bandera. De este modo, desafiada
la Academia por Vellutello, tocada en el orgullo y en su prestigio, sus
miembros quisieron interpelar a alguien digno de fe para dirimir la
cuestión: Galileo Galilei. Un joven prometedor, experto en matemática y geometría, con una sólida formación literaria y, además, noble
florentino. Con estas características y bajo alguna presión interesada,
Galileo es invitado a leer estas “Dos lecciones ante la Academia
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Florentina acerca de la forma, la ubicación y el tamaño del infierno
de Dante” sobre el final de 1587.
PALABRAS CLAVE: literatura, geometría, comentarios, florentino
Introducción
La obra de Galileo Dos lecciones infernales es sobre el infierno de
La Divina Comedia de Dante y fue leída por su autor a pedido de la
Academia Florentina. Estas lecciones fueron olvidadas durante tres
siglos hasta que un investigador halló los manuscritos por azar.
Este trabajo se centra en el libro publicado en la Argentina en 2011,
bajo la denominación Dos lecciones infernales, con la traducción y el
posfacio de Matías Alinovi y la introducción de Ricardo Pratesi.
El texto que escribe Galileo, por pedido de la Academia, tiene el
siguiente título: “Dos lecciones ante la Academia Florentina acerca de
la forma, la ubicación y el tamaño del infierno de Dante”. Este escrito
fue leído públicamente por su autor entre 1587 y 1588.
Nos parece interesante encontrar testimonios acerca de Galileo ocupándose de cuestiones que no son estrictamente “científicas”. Algunos
autores intentan forzar la imagen o los intereses del joven Galileo y
buscar en este escrito ideas que se anticipen a su obra posterior. Creemos que este esfuerzo no es necesario, ya que Galilei no deja de ser
quien es (o quien fue) por ocuparse de controversias literarias.
Galileo era italiano y, como tal, heredero de una cultura humanista
que consideraba a La Divina Comedia como un texto que excedía
su gran valor literario.
Si bien en estas Lecciones hay diversas cuestiones interesantes para
analizar y profundizar, a nosotros nos motivó encontrar algunas relaciones conceptuales que vinculan la mente de Galileo con la “ciencia”
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de su época y la cultura “italiana”. Así de los dos caminos posibles a
recorrer a partir de la lectura de esta obra del autor: el buscador de la
verdad y el científico como parte, reproductor y guardián de su cultura;
nos vimos compelidas a transitar el segundo camino. En consecuencia, nos proponemos reconstruir brevemente el contexto cultural en
el cual se produjo y originó el texto de Galileo y, en segundo lugar,
intentar explicitar cuáles eran los presupuestos y creencias con los
que operaba al escribir y leer estas Dos lecciones infernales.
Así, nos proponemos explicitar el entramado de autores participantes e intereses que se entremezclan en este escrito temprano de la
vida de Galileo Galilei. El análisis intentará combinar distintos campos
disciplinares: la literatura y la filosofía, la historia y la sociología de
la ciencia, respectivamente.
En busca de los antecedentes…
¿Por qué Galileo se ve involucrado en redactar un escrito que tiene
que ver más con cuestiones literarias que con temas de Matemática,
Geometría o Filosofía Natural?.
En la época de Dante Alighieri (nació en Florencia en 1265 y murió
en Rávena en 1321) ya se habían realizado mediciones variadas de
la circunferencia terrestre y se conocían: la de Eratóstenes (256000
estadios) en el siglo III a. C, la de Alfragrano, árabe del siglo IX,
que había calculado 20400 millas. Estas millas árabes equivalían
a alrededor de una vez y media las millas latinas. Dante acepta el
valor de 20400 millas, sean árabes o latinas. Pratesi (2011) acota al
respecto “[…] es un valor por lo menos oportuno, puesto que puede
descomponerse como 12 *1700. Un arco de círculo terrestre de 30º
de amplitud, la duodécima parte de un giro completo, se extenderá
entonces 1700 millas sobre la superficie” (Pratesi, 2011: 17).
Ya en el Convivio, Dante, muestra una gran competencia al discu147
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rrir sobre las medidas del espacio y el tiempo, tanto de la Tierra como
de las esferas celestes y de los planetas. De tal modo, que pareciera
imposible desestimar aquéllas con respecto al infierno, pensando
que son meros artificios y que no constituyen parte de la arquitectura
diseñada por el autor.
Citamos nuevamente a Pratesi (2011) porque creemos que aborda
el problema genuino que aflora en el texto de Galileo:
En muchos comentarios modernos, en nota a Infierno,
XXIX, 9-“que millas veintidós el valle abarca”-, y a Infierno, XXX, 86-“aunque la fosa aquí tenga once millas”-, se
sostiene que los números reportados sólo proporcionan una
imagen de consistencia, y que de allí no se pueden deducir
las medidas del abismo infernal. ¿Y por qué no? ¿Dónde se
origina esa certeza casi matemática de que la matemática
no cuenta? Si vista con ojo moderno puede parecer imposible una compenetración tal entre geometría y poesía, que
percibimos como dos mundos culturales diferentes, que se
excluyen mutuamente, no era necesariamente así en tiempos
de Dante (Pratesi, 2011: 24).
Tanto que ya en uno de los comentarios más antiguos de la Comedia, el llamado Ottimo Commento (obra de un comentador que
conoció personalmente a Dante) se encuentran bosquejos de una
investigación geométrica de la arquitectura infernal. La tradición de
los estudios geométricos siguió posiblemente con Brunelleschi y,
sobre todo, con su discípulo y biógrafo, Antonio Manetti.
Manetti fue un asiduo concurrente a la Academia Platónica de
la Villa de Careggi y amigo de Marsilio Ficino y de Brunelleschi,
viviendo así la época del humanismo florentino en su apogeo. Tuvo
una vida política muy activa en la Toscana y cumplió diversas tareas,
bajo el señorío de los Médici y durante la República de Savonarola.
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Fue un gran apasionado de Dante y le profesó gran devoción. Copista
juicioso de textos de cosmología y de filosofía natural. En su actividad
de copista y vulgarizador, Antonio Manetti, que desconocía el latín,
colaboraba con Salvini, que traducía los textos, luego trasladados a
la lengua vulgar por el “expertísimo” Manetti.
Así con una formación “científico-matemática”, Manetti se dedicó
a estudiar y a comentar la Comedia, glosándola con referencias internas y externas, vinculadas con las otras obras de Dante, profundizando
en particular la estructura y las medidas del abismo infernal. Los
resultados de dicha investigación fueron publicados en 1481 como
preámbulo al comentario de la Comedia redactado por otro miembro
de la Academia Platónica, Cristóforo Landino.
El comentario de Landino se caracteriza por sus digresiones
filosóficas más que por un análisis crítico de la obra de Dante. Su
existencia se debió a la necesidad de reivindicar la “florentinidad”
de Dante en un momento en el que muchas ciudades “extranjeras”
como Rávena o Verona, pero también Milán, reclamaban para sí el
título de patria espiritual del Divino Poeta. Así este comentario se
convirtió en el hegemónico de la Comedia durante gran parte del siglo
XVI. En esa época se discutió la “cuestión” de la lengua, erigiendo
a Petrarca y, a su estilo purificado, como modelo, en desmedro “del
experimentalismo de rasgos desprejuiciados de la lengua dantesca”
(Pratesi, 2011: 26).
Por otra parte, encontramos participando activamente en la vida
cultural y literaria de la Venecia renacentista a un noble de la ciudad
de Lucca: Alessandro Vellutello. Literato de profesión, ya había
publicado, entre otros escritos, comentarios sobre Petrarca y Virgilio. En 1544 publicó su comentario a la Comedia rebelándose a las
interpretaciones canonizadas e intentando inaugurar un nuevo modo
de comentar dicha obra. Su intención era comprender que cosa quería
significar el Poeta. Si bien no logró reemplazar la tradición landiniana,
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Galileo, la Academia y Los Infiernos de Dante
sí tuvo el mérito de colocar la Comedia entre las obras que están fuera
del espacio y el tiempo.
Por un lado, Vellutello se mostró humilde y modesto con respecto
al maestro pero, por otro lado, alentó las polémicas como la que aquí
nos interesa, aquella sobre las medidas del infierno transmitidas por
Landino.
Como dijimos más arriba, la reconstrucción de la arquitectura
infernal correspondía a Manetti, cuya versión se publicó en 1506.
Vellutello propone otra representación del teatro infernal, ironizando
sobre el trabajo de Manetti y “calumniando” a la Academia Florentina, de haber hecho de aquella reconstrucción una jactancia y una
bandera.
Completemos el cuadro de los participantes. En 1540 se funda la
“Academia de los húmedos” y luego es rebautizada como Academia
Florentina, bajo los auspicios de Cosme I. La institución tuvo, desde el
comienzo, el propósito de discutir sobre letras, sin presiones oficiales,
pero pronto adoptó el rol de defensora del toscano vulgar.
De este modo llegamos al acontecimiento que convoca la participación de Galileo: desafiada la Academia por Vellutello, tocada en el
orgullo y en su prestigio, en 1587 sus miembros quisieron interpelar a
alguien digno de fe para dirimir la cuestión: Galileo Galilei. Este era
un joven matemático, sin licenciatura, pero ya conocido por el descubrimiento del isocronismo de las pequeñas oscilaciones del péndulo
y por la invención de la balanza hidrostática para la determinación
de pesos específicos. Un joven prometedor, experto en matemática
y geometría, con una sólida formación literaria y, además, noble
florentino. Con estas características y bajo alguna presión interesada, Galileo es invitado a leer estas “Dos lecciones ante la Academia
Florentina acerca de la forma, la ubicación y el tamaño del infierno
de Dante” sobre el final de 1587.
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¿Qué aportó Galileo a la controversia?
Nos interesa puntualizar dos cuestiones que aparecen en la cita que
hacemos de Pratesi (2011) y que necesitamos retomar. Así el mismo
autor, en otra parte de su introducción reitera la misma idea que compartimos y hemos defendido enfáticamente en otros trabajos.
La distinción que se ha verificado entre los saberes llamados
humanísticos y los científicos –como si la ciencia no fuera
un producto del hombre- es el fruto más reciente del ansia
de especialización típica de la carrera por el desarrollo tecnológico. En todo caso, esa distinción no existía en tiempos
de Dante, cuando el conocimiento se dividía en trivium y
quadrivium, pero cada disciplina contribuía por igual a la
totalidad cultural. Ni existía aún tres siglos después, en
tiempos de Galileo (Pratesi, 2011: 13).
Recordemos algunas cuestiones terminológicas: el término “ciencia”, en el sentido de ciencia natural, fue acuñado en el siglo XVI
y popularizado por Francis Bacon. En consecuencia, antes de ese
siglo no existía la ciencia como la concebimos actualmente. Por otra
parte, en inglés sólo a mediados del siglo XIX la palabra literature
pasó a denotar determinado tipo de textos que se destacaban por la
belleza de su forma o por los efectos emocionales que producían. En
consecuencia, la diferenciación por un lado, entre ciencia como el
producto de una profesión reconocida socialmente y producto de la
actividad de los científicos, y la literatura como una empresa estética, las bellas letras, por otro, se alcanzó recién en el siglo XIX. Así,
estos breves comentarios sobre la historia de los términos “ciencia” y
“literatura”, nos brindan elementos para ver que son categorías que se
han ido afianzando y resemantizando con el tiempo y que provienen
de la modernidad tardía.
Petronio (2009), como historiador de la cultura italiana, ve en
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Galileo, la Academia y Los Infiernos de Dante
Galileo un científico, que llevó a cabo numerosos descubrimientos
e inventos que le otorgaron un lugar destacado en Astronomía y en
Física. Pero también destaca y considera su labor como metodólogo
de la investigación científica, y como tal, piensa que es parte de la
historia de la cultura en sentido amplio. Por otro lado, ve en Galilei
un continuador de la cultura humanista y renacentista, que polemiza
con Aristóteles y los aristotélicos, prefiriendo a Arquímedes. Galileo
exalta las matemáticas, lee a los escritores antiguos y les agrega la
experimentación. De este modo distingue el método de la investigación científica de la teología y la filosofía.
No obstante, no olvidemos que en este período, Galileo es muy
joven y sus intereses no han entrado en conflicto con los miembros
de la Iglesia y del poder imperante.
Nos recuerda Petronio (2009) que en esta época, Galileo muestra
sus dotes como escritor y toma parte en diversas polémicas literarias
como, por ejemplo, la que estamos comentando. De este modo muestra
sus gustos personales y sus relaciones con la cultura florentina que
se destacaba por su raigambre tradicional y era más reacia al gusto
barroco.
Con respecto a las Dos lecciones infernales presentadas en 1587 y
1588, podemos seleccionar algunos comentarios que realiza Alinovi
en el Posfacio del texto:
En primer lugar, es un texto cargado de cálculos y descripciones
terrestres. Por ejemplo:
Considerado en su conjunto, el infierno de Dante no puede
ser ni de una arquitectura tal, ni de un tamaño tan pequeño
como en la imaginación de Vellutello. Lo que, más allá de
las razones aducidas, probamos incluso a través del mismo
Dante, digo en cuanto al tamaño. Puesto que si el infierno
no es más profundo que la décima parte del radio de la Tie152
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rra, como él quiere, habiendo Virgilio conducido a Dante
al primer círculo, con qué propósito le dice, solicitándole
acelerar el paso:
“Vamos ya que el camino nos apremia”
Así entró él y así entrar me hizo
En el cerco primero del abismo
Si Virgilio dice que el camino que tienen por delante es
largo, no puede entender que sea largo si no es con respecto a aquel que hasta entonces llevaban caminando. Y si
así son las cosas, el viaje que ya llevan recorrido no será
nueve veces mayor que aquel que tenían por recorrer, y en
consecuencia el infierno, por el que debían bajar al centro,
no será tan pequeño como Vellutello quiere (cit. por Alinovi,
2011: 98-99).
Galileo preparó el texto por encargo de los académicos, a partir
de sus lecturas de Arquímedes y de Euclides.
La polémica entre Manetti y Vellutello obedecía más a regionalismos que a cuestiones de exactitud matemática.
Los manuscritos de las Dos lecciones no fueron recogidos en la
edición de la obra de Galileo que preparó su discípulo Vincenzo Viviani y su existencia fue ignorada durante casi tres siglos. Hacia 1850
el pedagogo Octavio Gigli examina manuscritos en una biblioteca
pública de Florencia y encuentra un fajo de papeles con la letra de
Galileo. Gigli se sorprende de que aquellos hubieran permanecido
sin descubrirse durante tanto tiempo y que no existiera registro ni
memoria de la lectura pública. Sólo en la obra del escritor Valori. Gigli
encuentra la mención de la defensa pública de Galileo y se explica
su sentido: reivindicar las opiniones de Manetti en contraposición a
las de Vellutello.
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Galileo, la Academia y Los Infiernos de Dante
Durante la lectura, Galileo se había proclamado partidario de las
ideas de Ptolomeo. Explícitamente afirmaba que el centro de la Tierra era el centro de gravedad y del Universo. ¿Cómo puede ser que
Galileo exprese estas ideas?.
Alinovi (2011) aclara que en 1588 Galileo pasaba una temporada
en su casa alejado de los foros públicos, estudiando las obras de
Arquímedes y de Euclides. Su situación era inestable y pretendía
alcanzar una cátedra en Padua o en Pisa. Por tal motivo, razona Gigli,
que Galileo a los 24 años, en busca de un cargo rentado, disertando
ante los académicos, incluso en contra de las concepciones del divino
Poeta (cuyas ideas glosaba), Galileo no podía declararse partidario del
heliocentrismo de Copérnico. Pero Alinovi contempla la otra posibilidad, a la cual adherimos, de que Galileo sí fue sincero al declarar
su geocentrismo. Por otra parte, recordemos con Beltrán Marí, que
Galilei profesa su copernicanismo, por primera vez en 1597, en una
carta que le envía a Kepler.
Finalmente el Posfacio contiene una serie de preguntas que Alinovi
se formula muy atinadamente y que transcribimos:
[…]¿qué idea tienen de la construcción de Dante quienes
discuten sobre la arquitectura infernal? ¿Creen que Dante,
decidido a encarar la redacción de la Comedia, levantó antes
un minucioso plano infernal en el que asignó medidas precisas
de acuerdo con las leyes de la arquitectura? ¿Es sobre ese plano que discuten? Pero la discusión, ¿no tendría que girar más
bien sobre las condiciones de posibilidad de esa operación?
¿No deberían preguntarse qué sabía Dante de arquitectura,
qué principios podían plausiblemente regir la arquitectura
dantesca? ¿Es que acaso la Academia, los comentadores,
Galileo, no entendieron que las verdades de la Comedia eran
más poéticas que geométricas? (Alinovi, 2011: 112-113).
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La segunda cuestión a destacar se vincula con los intereses de
Galileo y los estudios sobre matemática y geometría que estaba realizando en esos años.
Para Koyré, Galileo es un representante conspicuo de la herencia
del platonismo, al punto tal que creía que, gracias a las matemáticas,
los físicos conseguirían captar la estructura íntima de la realidad.
Koyré (1985) en los Estudios galileanos defiende la postura de que
para el florentino la “teoría expresa la esencia de lo real” y que las
ideas teóricas no provienen de la experiencia, sino de nuestra razón.
Concebida así la ciencia, esta consiste en pensar, especular, realizando
un ejercicio puro del intelecto con el fin de acceder a los verdaderos
principios, a la explicación última de la realidad.
Galileo se muestra sorprendido por la forma maravillosa en que
los sucesos naturales siguen los principios de la geometría. A quien
le objetara que las demostraciones matemáticas son abstractas y no
poseen, necesariamente, aplicación al mundo físico, Galileo respondía presentando nuevas demostraciones geométricas que habían
de convertirse en pruebas para los espíritus sin prejuicios. Las demostraciones matemáticas serían la clave que permitiría penetrar en
los secretos del mundo. La lógica es instrumento de crítica, pero la
matemática lo es de descubrimiento.
Lo que une a Galileo y a Kepler es el supuesto de que el lenguaje
matemático no sólo es un medio auxiliar del espíritu humano para
representar las relaciones de la naturaleza, sino el lenguaje propio de
un Dios geómetra.
Conclusión
En consecuencia, creemos que el hallazgo de estas Dos lecciones
infernales de Galileo por Gigli nos brindan una oportunidad única de
acceder a una perspectiva más humana de Galileo, y no al personaje
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Galileo, la Academia y Los Infiernos de Dante
fascinante que nos muestran los libros de historia de la ciencia o la
obra de teatro de Bertolt Brecht.
Así podemos observar un joven prometedor, que estudia matemática en los textos antiguos y que, posteriormente, va a establecer
nuevas vinculaciones entre el Hombre y la Naturaleza. Por otro lado,
al responder a un requerimiento de la Academia Florentina, muestra
respeto por la labor de estas nuevas instituciones que, posteriormente,
van a desarrollar un rol relevante en relación a los nuevos descubrimientos, conocimientos y valores humanos.
Finalmente, el objetivo del trabajo fue rescatar la figura de Galileo
como parte da la cultura florentina de su tiempo, que pone al servicio
sus conocimientos para dirimir una polémica literaria que afectaba
la tradición cultural de la toscana. Creemos que esta participación de
Galileo en la controversia no desmerece ni distorsiona de ninguna
manera la imagen y el valor que se tiene de Galileo dentro del campo
de la ciencia y de la historia de la ciencia.
Bibliografía
Blumenberg, H. 2000. La legibilidad del mundo. Ed. Paidós. Barcelona,
España.
Galilei, G. 2011. Dos lecciones infernales. Ed. La Compañía. Buenos Aires,
Argentina. (Traducción de Matías Alinovi).
Koyré, A. 1985. Estudios galileanos. Ed. Siglo XXI, México.
Petronio, G. 2009. Historia de la Literatura Italiana. Ed. Cátedra..Madrid,
España.
Sosa, R. 2006 “Metáforas en la historia natural para comprender el tiempo
geológico”. XVII Jornadas de Epistemología e Historia de la Ciencia,
Universidad Nacional de Córdoba (inéd.).
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