EL PRIMER TELESCOPIO JUAN LIPPERSHEY era dueño de un taller en Holanda que se especializaba en la manufactura de anteojos para la vista. Cierto día de 1608, unos de sus aprendices jugaba con diferentes clases de lentes, entreteniéndose de la manera en que la luz cambiaba y se desviaba al travesarlas. Fue quizás, la casualidad que le hizo sujetar dos lentes a cierta distancia una de otra y mirar a través de ellas hacia un objeto lejano que entonces pareció más grande y cercano. Sin sospechar lo que hacía, ¡había inventado el telescopio! Galileo Galilei, físico y astrónomo de la Universidad de Padua, en Italia, oyó del descubrimiento y se dió cuenta de lo valioso que el nuevo artificio podría ser para estudiar el cielo. Colocando dos lentes en los extremos de un tubo de plomo, Galileo construyó un anteojo rudimentario que hacía ver los objetos tres veces más grandes de lo que en realidad eran. Después de experimentar mucho y después de muchos mejoramientos, al fin, lograba construir un instrumento que hizo que los objetos parecieran treinta veces más grande que la vista simple. Los amigos de Galileo en Venecia se suscitaron; los mercaderes de la ciudad se admiraban de que a través de ese telescopio pudieran verse barcos que se acercaban al muelle. Lo que convenció a Galileo de que había abierto una nueva ruta a la exploración astronómica fue la vista del cielo. Por primera vez, el vio las incontables estrellas que forman la Vía Láctea; las montañas, mares y valles, y cráteres de la Luna; el aspecto de Saturno de Júpiter, y las fases de Venus, análogas a las que presenta la Luna. La apariencia variable de Venus puso de manifiesto que este astro se movía alrededor del Sol y no de la Tierra; y la observación de Júpiter con sus lunas, un sistema en miniatura parecido al del Sol y sus planetas, demostró definitivamente que las ideas planetarias de Copérnico eran correctas y que pertenecemos a un “Sistema Solar” regulado, no por la Tierra, sino por el Sol.