La distribución de energía eléctrica y el medio ambiente Por José María Göttig (*) (*) Ingeniero Químico, Coordinador de la Comisión de Medio Ambiente de ADEERA, Ingeniero Certificado en Calidad de la American Society for Quality, ex Juez del Premio Nacional a la Calidad, docente de cursos de postgrado universitarios en Calidad y Medio Ambiente, especialista en Sistemas de Gestión de Calidad, Medio Ambiente y Seguridad y Salud Ocupacional. Responsable del desarrollo e implantación de SG ISO 9001, ISO 14001 y OHSAS 18001 en empresas industriales y de servicios. Comienzo de la nota: Desde la construcción en 1886, en la ciudad de La Plata, de la primer Usina, la industria eléctrica argentina ha recorrido un largo camino de crecimiento y desarrollo. Es innegable la contribución de este servicio público a la mejora en la calidad de vida y en el desarrollo industrial, comercial, económico y social. Resulta impensable la vida moderna sin el suministro eléctrico: prácticamente todos los hogares tienen acceso a ella aún en lugares y situaciones donde otros servicios no llegan. Su impacto en el confort diario, en el trabajo, en el transporte, en la salud, en la seguridad y aún en las actividades del ocio, es notable e incuestionable. Desde la conservación alimentos, a la climatización de hogares y oficinas, desde los trenes hasta los ascensores, desde la iluminación al uso de electrodomésticos, en síntesis podríamos afirmar que nuestra vida es “electro dependiente”. Infraestructura necesaria El sistema eléctrico se divide en tres sectores o actividades: la generación, el transporte y la distribución a los usuarios o consumidores. La generación puede realizarse en lugares próximos o remotos, mediante centrales térmicas (con combustibles sólidos como el carbón, líquidos como el fuel oil o gaseosos como el gas natural), nucleares, hidráulicas o por generación eólica o solar. A fin de lograr una mayor eficiencia y reducir pérdidas de energía y potenciales impactos ambientales, el transporte de electricidad se realiza mediante electroductos de Alta Tensión (AT: 132.000 voltios o más) hasta subestaciones transformadoras, las que, mediante cables o líneas de Media Tensión (MT: 13.200 voltios), alimentan a los transformadores de distribución que reducen la tensión a los valores de consumo (BT: 380 voltios). Los centros de generación y los sistemas de transporte puede estar relativamente alejados de los centros de consumo, los sistemas de distribución deben llegar hasta el lugar mismo donde la energía será consumida, la distribución de energía eléctrica está inmersa en la población usuaria. Distribución de energía eléctrica El proceso de distribución consta de cuatro partes esenciales: La transformación de electricidad de Alta Tensión a Media Tensión en las subestaciones La red Distribución en Media Tensión hasta los transformadores locales La transformación de MT a BT en los centros de transformación La red de alimentación a los usuarios Con la tecnología disponible no existe otra manera de suministrar este servicio, lo que lleva a la necesaria convivencia entre las instalaciones y la población. Impactos ambientales asociados a la distribución Un impacto ambiental es cualquier cambio nocivo o favorable al medio ambiente. El servicio de distribución de energía eléctrica produce un impacto favorable al ambiente al sustituir el uso de energías alternativas más contaminantes, o evitar los riesgos que supondría la generación de electricidad atomizada en cada centro de consumo con mayores riesgos de contaminación ambiental. También hay impactos ambientales no favorables, comenzando con la misma presencia de las instalaciones en la vía pública, los riesgos asociados a las características del fluido eléctrico y al uso de aislantes o refrigerantes con el riesgo de fugas o escapes de los mismos. Toda instalación presenta algún tipo de riesgo de impacto ambiental, pensemos en los automóviles por ejemplo, llevan combustible, aceites, grasas, ácidos, generan gases y humos de escape, ruidos, son elementos pesados en movimiento, etc. Los riesgos asociados pueden reducirse mediante cambios tecnológicos (por ejemplo uso de sustancias de menor ecotoxicidad, sistemas de aislamiento y de prevención de derrames, etc). En los últimos años se ha producido una mayor sensibilización de la población en general respecto a los presuntos o potenciales riesgos asociados a las instalaciones de distribución de energía eléctrica. Han tenido amplia difusión en los medios masivos de comunicación los riesgos relacionados con el uso de sustancias tóxicas en transformadores (PCB) y el potencial impacto de los campos electromagnéticos propios de la energía eléctrica (CEM). Como resultado hay en la población una percepción de riesgo exacerbada y excesiva respecto a las instalaciones eléctricas lo que lleva, en muchos casos, a impedir la concreción de obras necesarias para el desarrollo de las mismas comunidades. El paradigma del PCB El PCB fue usado en la industria eléctrica como refrigerante en transformadores instalados en edificios por su alto punto de inflamación y gran estabilidad química. También se usó en otras industrias durante años en aplicaciones abiertas como aditivo, papel carbónico, fluidos hidráulicos, etc. Es una sustancia tóxica, cuya ingestión por el ser humano genera pústulas (cloro acné), y del que se sospecha, como de otros compuestos clorados, podría tener impactos adversos a la salud y se ha demostrado que, por ingestión, es cancerígeno en animales. Por ello se lo ha calificado como probable cancerígeno en humanos. También está comprobado que su combustión incontrolada puede producir dioxinas que son tóxicos mucho más potentes que el PCB. Por dichas razones su producción se discontinuó hace años y su uso en equipamientos existentes se limitó en el tiempo, habiéndose consensuado a nivel mundial el año 2025 como fecha tope para los fluidos con concentraciones mayores a 50 ppm (0,005%), por debajo de la cual se consideran libres de PCB. En Argentina la ley nacional 25670 redujo dicho plazo al año 2010. Los riesgos del PCB El mayor riesgo del PCB se debe a su alta persistencia, de forma que puede contaminar por mucho tiempo aún en lugares alejados del derrame original. El PCB es un tóxico, no debe ingerirse, y no es conveniente el contacto prolongado y permanente con la piel, dicho de otra manera no debemos beberlo, ni usarlo como material de limpieza de manos, etc. El mayor riesgo de exposición del hombre es a través de la ingestión de alimentos contaminados. Se estima que más del 99% del PCB que ingresa a nuestro organismo lo hace por esta vía. Como es muy poco volátil es improbable la contaminación por vía respiratoria y tampoco es significativa la capacidad de adsorción vía cutánea para contactos ocasionales. Además, el PCB no es el producto más tóxico, ni el de más riesgo de promover cáncer y tampoco es la fuente principal de producción de dioxinas. El riesgo del cáncer Hay casi un centenar de sustancias que son conocidos cancerígenos en humanos (el humo del cigarrillo, escape de motores diesel, solventes, tinturas, etc.). El PCB, al igual que muchos químicos que integran nuestra dieta diaria, son probables cancerígenos, pues pueden actuar como promotores de cáncer en animales, si alimentamos cobayos con grandes cantidades de ellos aumenta la probabilidad de que desarrollen tumores hepáticos no hay evidencias suficientes de que desarrolle el mismo tipo de problemas en seres humanos El café contiene ácido caféico, catecol, furfural, hidroquinona y metilcatecol entre otros, la cerveza, a pesar de las bondades reconocidas de la misma, contiene también furfural, dimetilnitrosamina, uretano y, por supuesto, alcohol etílico. Este último es un comprobado cancerígeno en animales cuya dosis TD50 es de 9,91 g/kg.día, la del PCB es de 0,0096 g/.kg.día: el PCB sería un promotor cancerígeno 1000 veces más potente que el alcohol. Dicho de otra manera el alcohol, en cuanto a su capacidad de promover tumores, es equivalente a una sustancia con 1000 ppm de PCB, o dicho de otra manera, un vaso de vino (que contiene 12% de alcohol) equivaldría a un vaso de agua con 120 ppm de PCB o un vaso de cerveza a uno de agua con 50 ppm. Nadie debería creer que tomar un vaso diario de vino o de cerveza produzca cáncer. Las dioxinas Analicemos lo que la EPA (Environmental Protection Agency de EEUU) dice sobre la generación de dioxinas por combustión: la principal fuente de generación de dioxinas es la quema de basura (por la presencia de plásticos y otros compuestos clorados). La combustión incontrolada de un kilogramo de PCB puro podría generar 20 microgramos de dioxinas, esto implica que la quema completa de un transformador de 400 KVA con 50 ppm de PCB podría generar (por la quema del PCB) 0,4 microgramos de dioxinas lo que equivale a la quema de 2 kilogramos de neumáticos ó 10 kilogramos de basura común. Acción de las distribuidoras En su gran mayoría, han producido el reemplazo y exportación de los transformadores refrigerados con PCB, muchos con más de 20-30 años de utilización, sin que se hubieran reportado incidentes con los mismos. La práctica habitual de reparación de los equipos para su reutilización, llevó en su momento a que transformadores originalmente libres de PCB resultaran contaminados en niveles medidos en ppm (partes por millón). Se estima que la cantidad total de PCB en estos equipos es menor al 1% de lo ya exportado. Para una solución viable técnica y económicamente las empresas han adoptado técnicas de declorinación que eliminan el PCB convirtiendo el cloro en sal. Muchas distribuidoras podrán completar la descontaminación antes de los plazos legales. En conclusión el PCB, sin constituir el nivel de riesgo percibido por la población, está hoy razonablemente controlado por las distribuidoras, tiene una fecha límite para su solución y la cercanía a un transformador no implica un aumento de riesgo al no haber exposición directa. Los CEM Los Campos Electromagnéticos (CEM) son inherentes a la electricidad, no hay forma de eliminar los mismos. La percepción de riesgo de la sociedad se debe a estudios epidemiológicos de los años setenta que asociaban a los CEM un riesgo aumentado de leucemia infantil. Sin embargo todos los estudios epidemiológicos y científicos realizados hasta la fecha, permiten adherir a las conclusiones del programa EMF-RAPID (Electric and Magnetic Fields Research and Public Information Dissemination Program): “La electricidad es una parte beneficiosa de nuestra vida diaria, pero cuando es generada, transmitida o usada, se crean campos magnéticos y eléctricos. Durante los últimos 25 años la investigación ha tratado la cuestión de si la exposición a campos magnéticos de muy baja frecuencia podría afectar adversamente a la salud humana. La mayoría de resultados de estudios de salud, no encuentran evidencia de que exposiciones a estos campos tengan efectos adversos. La probabilidad de que los CEM pueden estar asociados con un incremento del riesgo de leucemia infantil, no tan solo es muy débil, sino también es difícil de interpretar en la ausencia de evidencia de laboratorio reproducible o una explicación científica que enlace campos magnéticos con leucemia infantil”. La OMS (Organización Mundial de la Salud) indica que cumpliendo con el valore guía del Instituto Internacional de Protección contra Radiaciones No Ionizantes, que es de 100 micro teslas para los campos magnéticos, no hay riesgos para la salud de la población. En la Argentina la Secretaría de Energía fijó, incluyendo una mayor precaución, el valor en 25 microteslas. Las distribuidoras diseñan y controlan sus instalaciones para asegurar el cumplimiento de dicha resolución de la SE. Conclusiones Los beneficios asociados a la industria de la Distribución de energía eléctrica son incuestionables y se traducen en una mejor y más sostenible calidad de vida de los miembros de la sociedad. Dichos impactos beneficiosos superan genuinamente los potenciales impactos ambientales nocivos asociados a las instalaciones necesarias para la prestación del servicio. Deben evaluarse adecuadamente las mayores exigencias ambientales que se propongan no solo por su impacto directo en los costos del servicio, sino, fundamentalmente para asegurar que las mismas sean técnicamente viables y se traduzcan en una real mejora para la sociedad.