COTILLEANDO 17/10/2010 FABIOLA, LA NIÑA REINA SOCIEDAD Fabiola, la niña reina Una nueva biografía describe a la viuda de Balduino como una mujer «rompedora en su juventud», que aprendió a vivir sin hijos después de sufrir cinco abortos Una manzana como metáfora de la robusta salud institucional de la monarquía belga. Mientras las embestidas fratricidas entre flamencos y valones socavaban el andamiaje de un pequeño Estado tan próspero como sometido a contradicciones, la octogenaria reina Fabiola desafiaba a un grupo extremista que había amenazado con asesinarla a lo Guillermo Tell (con una ballesta) al aparecer en los actos de la fiesta nacional de Bélgica de 2009 con esa fruta en la mano. Irreductible y muy por encima de los delirios de los aspirantes a magnicidas. Fue una demostración pública en la que se resume muy bien la personalidad de Fabiola Fernanda de Mora y Aragón, la sexta de los siete hijos del conde de Mora y marqués de Casa Riera, nacida en Madrid el 11 de junio de 1928. La segunda mujer española (la primera fue Eugenia de Montijo) que ha llegado a ocupar un trono europeo. Y lo ha hecho con la entrega, sencillez, discreción y eficacia que se desgranan en el libro del periodista navarro Fermín J. Urbiola 'Nacida para Reina' (Espasa), una sólida obra sobre su figura cuyas líneas maestras avanza el autor a V antes de su presentación oficial el 19 de octubre. Urbiola, que ya transitó por los vericuetos de la monarquía con 'La sonrisa que cautivó a España' (una biografía eminentemente gráfica de la Reina Sofía publicada con motivo de su setenta cumpleaños), ha hallado en Fabiola una veta de principios, valores y humanidad por encima de modas y coyunturas; un referente y, sin embargo, «una gran desconocida» a la que el autor trata de rendir un tributo pendiente. Así, ha tejido un minucioso friso para el que ha contado «con testimonios directos de familiares y amigos de Fabiola que por primera vez han abierto sus casas a un periodista. De duquesas, marquesas y condesas que la conocieron en su juventud y la siguen tratando y hasta de agricultores que trabajaron las tierras de sus padres». En especial, Urbiola valora la aportación de la duquesa de Alba, que tuvo mucho trato con Fabiola de Mora en Lausana y ha colaborado en el epílogo del libro. El autor recuerda cómo su familia ya la llamaba de niña precisamente así, «la reina», por la firmeza y seguridad que desplegaba en su relación con los demás. Todo un augurio. Criada en el palacete que su familia tenía en la calle Zurbano de Madrid (con el paréntesis de dos exilios en Biarritz y Lausana), la viuda de Balduino fue testigo durante su infancia de las frecuentes visitas de Alfonso XIII a la casa de sus padres y cómo años después, al regresar tras la Guerra Civil, los Mora se encontraron con que la mansión había sido utilizada como cuartel general por la Pasionaria. La faceta creativa de Fabiola es uno de los aspectos más llamativos de su trayectoria que rescata el biógrafo : «Con 24 años compuso un vals que registró en la Sociedad General de Autores bajo el seudónimo de Cleopatra. Y más adelante, a los 27, publicó un libro de cuentos para niños ('Los doce cuentos maravillosos'), que fue un fracaso editorial cuando se editó por primera vez y un éxito cuando volvió a las imprentas después del anuncio de su compromiso con el rey». Además, la joven Fabiola se formó como enfermera en la Sanidad militar y trabajó en el hospital Gómez Ulla, labor que compaginó con una intensa actividad en favor de los pobres, «muy especialmente en el comedor de la madrileña calle Almagro». La nariz operada En aquella época todo parecía indicar que Fabiola no se casaría. Incluso, por sus profundas convicciones religiosas, a nadie habría extrañado entonces que finalmente optara por hacerse monja (todavía hoy tiene un confesor y un consejero espiritual en quienes siempre ha confiado). Lo que no obsta, matiza Fermín Urbiola, para que «fuera una mujer muy moderna, rompedora. Se independizó y todo. Se marchó del palacio familiar de Zurbano a un piso en la calle Braganza, algo muy mal visto en aquellos años. Y también se hizo una operación de estética para arreglarse la nariz». Pero, según los testimonios recabados en esta obra, fue un acontecimiento muy especial el que daría un giro radical a su vida: «Con 29 años, Fabiola recibe la invitación a una fiesta que organiza la reina Victoria Eugenia en Lausana. El objetivo era que Fabiola acompañara a la infanta Pilar, la hija mayor de los Condes de Barcelona. Victoria Eugenia quería que su nieta Pilar conociera a un joven distinguido de la realeza europea que asistiría a la cita. Ni más ni menos que el rey Balduino. Pero a la infanta Pilar no le gustó Balduino, y Balduino quedó prendado de Fabiola. Y juntos construirían el periodo histórico más próspero de la historia de Bélgica». Así, cuando se anunció el compromiso «fue un sorpresón». Salvo las familias de ambos y unos pocos del entorno más cercano, nadie sabía nada. «La noticia era inimaginable. Una reina que no era de sangre azul... y hace cincuenta años. ¡Fue la bomba!». La boda, el 15 de diciembre de 1960, fue la primera retransmisión televisada en directo en España a través de Eurovisión. «Amar a todos los niños» Una vez casada, relata Urbiola, «lo primero que hace Fabiola, según me ha contado una de sus amigas más íntimas, fue ir a la cocina de palacio. Llevaba la casa personalmente». La reina de Bélgica, poco dada a los fastos, nunca ha cambiado su personal estilo de saber estar, vestir y peinar, con esa melena corta de puntas hacia arriba que el peluquero Willi Mosaert le hizo con ocasión del anuncio de su noviazgo, en 1959. Y después, el reinado, marcado por la amargura de los hijos no logrados: «Perdí cinco niños, pero he aprendido a vivir con ello», ha confesado ella misma. Y Balduino, el rey triste reflexionó en otra ocasión: «Nos hemos preguntado por el sentido de este sufrimiento, y poco a poco hemos ido comprendiendo que nuestro corazón estaba así más libre para amar a todos los niños, absolutamente a todos». Formaron un matrimonio ejemplar. En lo familiar, y también en lo institucional. Desde el día 31 de julio de 1993, el día en el que el Rey falleció en Motril, su esposa no ha dejado de rendirle homenaje. En el décimo aniversario de su muerte, en 2003, la reina de los belgas redactó una carta en memoria de su legado que fue publicada por los principales diarios y revistas europeos. Ahora, Fabiola, la niña seria a la que todos llamaban «la reina», se mantiene fiel a sí misma y a sus obligaciones con los 3 millones de euros al año que recibe del presupuesto de la familia real. Incluso aferrada a una simbólica manzana. Fabiola, la niña reina. Ideal