ABC. SÁBADO 22 DE OCTUBRE DE 1983. PAG. 21 INTERNACIONAL Los Pershing: Un "test" al valor europeo Raymond Aron ha sido desde hace años colaborador habitual de A B C . Periódicamente hemos ofrecido en nuestras páginas sus análisis precisos y su opinión ecuánime sobre los más diversos temas. Hoy publicamos este artículo, escrito hace una semana por el ensayista recientemente fallecido, s o b r e un asunto tan imoortante como la instalación de los «euromisiles» en Europa. El gran escritor llega en este trabajo al fondo de! problema ai preguntarse si los europeos tienen una verdadera voluntad de defenderse. Hace unos dos años, el presidente Ronald Reagan, en una conversación completamente informal con los periodistas, declaró que una guerra nuclear limitada, aunque muy improbable, no podría ser del todo descartada. Como consecuencia, la prensa europea entró en trance y los titulares a cinco columnas florecieron sobre las primeras páginas de los periódicos. Una frase poco pensada se convertía en un acontecimiento. Parece que la experiencia no sirve a los grandes de Washington. George Bush, vicepresidente de los Estados Unidos, en circunstancias parecidas, evocó la toma en consideración de las armas nucleares de Gran Bretaña y de Francia en sus negociaciones con la Unión Soviética. ¡Sonada metedura de pata! Ahora, valiéndose de todos los medios diplomáticos, de la amenaza, de l a utilización de los movimientos pacifistas, Moscú se esfuerza en ganar la batalla de los «euromisiles», en impedir la aplicación de la decisión tomada por la OTAN en 1979, es decir: el despliegue de los Pershing II en Europa, en el caso de que las negociaciones no condujeran a un compromiso satisfactorio. Sin embargo, en Ginebra, los soviéticos no cesan de repetir que desde el momento en que los misiles nucleares franceses y británicos se incluyen en los cálculos, el equilibrio está establecido. E l negarse a contar con las fuerzas francesas y británicas en las conversaciones de Ginebra reviste, pues, un significado decisivo. Cualquier concesión sobre este punto conduciría a los americanos a una capitulación. Por eso estoy convencido de que las palabras de George Bush no fueron tan malintencionadas como a l g u n o s comentaristas piensan; preparación de un cambio de actitud, signo de buena voluntad hacia los soviéticos, etcétera. Por desgracia, no había ninguna intención oculta. H a dicho ingenuamente lo que es problable: un día u otro, en las negociaciones sobre el dominio de los armamentos, habrá que tener en cuenta a las fuerzas de los aliados; fuerzas que dentro de algunos años no serán ya tan «pequeñas». Comprendo que los adversarios de los «euromisiles» hayan aprovechado esta oportunidad y exploten al máximo palabras poco meditadas. Comprendo mal que los partidarios de los Pershing hagan lo mismo. Prefiero volver al debate de los «euromisiles» que domina la diplomacia entre el Este y el Oeste, que domina también los diálogos tntra-atlánticos e intra-europeos. Pasada la guerra, Europa occidental devastada, empobrecida, cedió • los Estados Unidos la responsabilidad de su propia seguridad. E n lo esencial, hoy, cuarenta años más tarde, sigue siendo así. Sin embargo, la coyuntura mundial no es la misma. Estados Unidos ha perdido su superioridad en armas nucleares, los soviéticos han conservado su superioridad en armas convencionales. Los europeos no pueden o no quieren hacer el esfuerzo necesario para equilibrar el poderío soviético sin recurrir a las armas nucleares. Se preguntan qué valor tiene todavía el «paraguas» americano. ¿Qué decisión adoptaría ei presidente de los Estados Unidos si Europa fuera i n vadida, sabiendo que su país sufriría pérdidas iguales a las que sus misiles hubieran producido en territorio soviético? Quede bien entendido que nadie conoce cuál sería ia decisión de Washington; los hombres de Moscú tampoco lo saben, lo cual debería incitarles a la prudencia. Los Pershing II tienen la función de convencer a los hombres del Kremlin de que toda operación militar sobre el Viejo Continente no se desarrollaría en el interior de las fronteras de éste. Los SS-20 son armas de primer impacto; lanzadas en masa destruirían el aparato de defensa de la OTAN no sin provocar destrucciones «colaterales» considerables. Los Pershing II son fuerzas de segundo impacto que restablecen en la medida de lo posible la unión entre los dos polos de la Alianza Atlántica, separados por millares de kilómetros. Los adversarios de la modernización de los «euromisiles» se encuentran en todos los campos. ¿Restauran estos «euromisiles» la disuasión americana?, se preguntan algunos, los escépticos, aquellos que ya no creen en el «paraguas» americano. E n estas cuestiones no existe una alternativa clara: sí o no. Los americanos controlarán los Pershing, y dudarán en emplearlos puesto que las represalias se abatirían sobre su propio territorio. ¿Y quién no dudaría ante semejante responsabilidad? Y los adversarios de la modernúación tachan de provocación el despliegue de los Pershing, que alcanzarían los objetivos soviéticos en siete minutos. Los trescientos SS-20, cada uno de ellos armado con tres cabezas nucleares, no sólo suponen una provocación, sino una muy precisa amenaza. Los SS-20 móviles no necesitarían m á s de siete minutos para alcanzar sus objetivos; lo mismo que los misiles de los submarinos si se aproximan a las costas enemigas. AI otro lado del Atlántico, los partidarios del «no first use», m á s numerosos quizá que en Europa, continúan su actividad. L a fórmula • De muy buen ver 5 FASE DE •paque-ciudad a simón La mejor situada, desde la que mejor se domina Sevilla. • SOLO 51 PARCELAS • DESDE 1.000 Mts-\ . 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