Amanecer Amanecer Un filme que es argumento y testimonio del genio de Murnau FICHA TÉCNICA: Título original: Sunrise Nacionalidad: EEUU Año: 1927 Dirección: F.W. Murnau Guión: Katherine Hilliker, H.H. Caldwell, Carl Mayer (basado en la historia Die Reise nach Tilsit –Viaje a Tilsit– de Hermann Sudermann) Producción: William Fox Dirección de Fotografía: Karl Struss, Charles Rosher Montaje: Katherine Hilliker, H.H. Caldwell Dirección Artística: Edgar G. Ulmer, Alfred Metscher Música: Hugo Riesenfeld Reparto: George O'Brien (El hombre), Janet Gaynor (La esposa), Margaret Livingston (La mujer de la ciudad), Bodil Rosing (La criada), J. Farrell MacDonald (El fotógrafo), Ralph Sipperly (El barbero), Jane Winton (La chica de la manicura), Arthur Housman (El caballero inoportuno), Eddie Boland (El caballero servicial), Gibson Gowland (El motorista enfadado) Duración: 95 min. (B/N) Estudio: Fox Film Corp. SINOPSIS: Un campesino se enamora de una sofisticada mujer de ciudad que está pasando una temporada en el campo. Su obsesión por ella es tal que descuida sus labores, y la gente comienza a darse cuenta. Pero lo peor vendrá cuando la mujer le pide que se deshaga de su esposa, para poder irse con ella a la ciudad. El hombre decide planear todo para cumplir los planes de su amante. HOJA INFORMATIVA Nº 90 Noviembre 2005 COMENTARIOS: La vida del director alemán, Friedrich W. Murnau, fue corta, murió en 1931 a los 43 años. Por ese tiempo el cine sonoro había empezado una nueva andadura a la búsqueda de otros caminos de expresión. El cineasta alemán Murnau había llevado el cine silente a una cota muy alta de realización. Su producción, al igual que su vida, no fue muy fecunda, pero películas como Nosferatu(1922), Fausto (1926) y Amanecer (1926) es suficiente argumento y testimonio del genio de Murnau, verdadero poeta de la imagen, cuya obra resume, como señalamos al principio, la definitiva plenitud de un cine al que despojó de rótulos infundiendo de gran fuerza a las imágenes mudas. A su vez, anuncia la madurez incipiente de las películas habladas y el esplendor ya próximo de creadores de la talla de Ophüls, Mizogouchi, Renoir y Welles. Sin duda alguna, dejó un legado artístico de gran influencia para las posteriores generaciones de cineastas. Pero volvamos a Murnau y su llegada al cine norteamericano. La década de 1920 fue de gran auge económico en América y de enorme expansión. Los negocios eran prósperos, no la producción y el empleo eran altos y aumentaban constantemente. El dólar imponía su hegemonía y las exportaciones masivas a una Europa en reconstrucción a causa de la guerra hicieron el marco de adecuado que permitió una emigración de cineastas alemanes como Murnau o Lubitsch, contratados por los grandes estudios en virtud de acuerdos firmados por la productora alemana UFA (en crisis económica en esos momentos) y las empresas Metro-GoldwynMayer y Paramount dentro de un marco de ayuda económica de Estados Unidos a Alemania. Luego vendría el crack de 1929 y el hundimiento de la economía americana, pero, eso es otra historia. Fue William Fox, quien no se había asociado aún con Schenk y Zanuck para formar la legendaria 20th Century Fox, el que le ofreció la oportunidad a Murnau de llevar al cine la novela de Hermann Sundermann “Viaje a Tilsit” y que sirvió de base argumental para el film cuyo título completo era “Sunrise-A Song of Two Humans”. Murnau, formado en los principios del teatro de cámara (Kammerspiele) donde un breve gesto podía expresar todo un mundo de sentimientos sin recurrir a la palabra y, al mismo tiempo, unido todo ello, a una narrativa inspirada en el Expresionismo y el Simbolismo y la tradición romántica germana, el cineasta Murnau enlaza todos estos elementos al realismo de la escuela americana y los funde en este melodrama fílmico de tres actos que se llamó Sunrise (Amanecer). Es evidente que existía una lógica presión por parte del estudio hacia el director y su forma de realizar la película, que, aunque gozó de total libertad, tuvo que dar un leve giro a la narración y, lo que parecía en principio un agrio y tortuoso relato naturalista -un triángulo amoroso hecho de un matrimonio campesino y una chica de ciudad- se convierte en un canto a la fidelidad conyugal. Eran tiempos tiempos de convulsiones sociales, el Código Hays y la censura. De alguna manera había que mandar mensajes “positivos”. Al igual que una sinfonía, Murnau articula el film en tres movimientos, en los que el primero y el tercero están contados en clave dramática y el segundo, como era lógico, en clave de comedia americana. Articulado de esta manera, Murnau logra el milagro de la unidad de imágenes, de la cohesión del espacio de modo que es difícil distinguir entre el paisaje real o imaginario. Así pues, disfrutemos de la poesía de sus imágenes, de la maravillosa nebulosa que envuelve y hace mágico este film. Prestemos atención a la Iluminación que transmite la esencia del espacio y los paisajes. Al movimiento de cámara y todos los hallazgos artísticos que dieron gran impulso e hicieron avanzar la industria cinematográfica. Finalmente, observen los intrincados vericuetos del espíritu humano y sus procesos psicológicos casi siempre de la vida de seres humanos corrientes. Con recursos financieros privados y sin fines comerciales logró rodar la que sería su última película Tabú (1931) en colaboración con el documentalista Robert Flaherty, un semidocumental rodado en escenarios naturales de los Mares del Sur. Fue el canto del cisne perfecto. Un accidente de automóvil en una carretera entre Los Angeles y Carmel convirtió la obra de Murnau en una Sinfonía Inacabada. Luis Maccanti Aula de Cine de la ULPGC