Soy rico y me he enriquecido…

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Soy rico y me he enriquecido…
Al hablarnos la Palabra de Dios del comportamiento de los Laodicenses nos
dice:
Apocalipsis 3: 15- 19
“Yo conozco tus obras que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o
caliente! Mas, porque eres tibio y no frío o caliente, te vomitaré de mi
boca. Porque tu dices: ‘Yo soy rico y estoy enriquecido y no tengo
necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tu eres un desventurado,
miserable, pobre ciego y desnudo.”
Cuando el Laodicense, dice: “Yo soy rico…”, Dios refuta este aserto
diciéndole: “Tu eres desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”
¿Cómo podemos entender estas palabras? ¿Qué significa ser rico, de acuerdo
con la Palabra de Dios? Para resolver este problema necesitamos entender en
que consiste esta “riqueza” que nos permite ser ricos y de la cual el
Laodicense se jacta:
Ubicación geográfica de Laodicea
Romanos 11: 33
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus
juicios e inescrutables sus caminos!”
Si las riquezas son la “sabiduría y el conocimiento de Dios” ¿en que consiste esta sabiduría y/o conocimiento?:
Proverbios 2: 6
“Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.”
Si esta sabiduría es la que sale “…de la boca de Dios…”, nos preguntamos entonces, ¿qué sale de la boca de Dios?
Mateo 4: 4
“Mas el respondiendo dijo: ‘No con solo el pan vivirá el hombre, mas con toda Palabra que sale de la boca de
Dios.”
Aha, lo que sale de la boca de Dios es su Palabra, y si es su Palabra, entonces esa es la riqueza que nos hace verdaderamente
ricos. Es el conocimiento de su Palabra el que nos enriquece. Esto significa entonces, que el Laodicense tiene falta de
conocimiento de la Palabra de Dios y sin embargo se jacta de que la conoce toda al decir: “Yo soy rico…”.
Lo que lo lleva al Laodicense a jactarse de que es rico, es el hecho de que el Testigo Fiel le recrimina sus malas obras, las
cuales no son cabales sino mediocres. No acepta no haber conocido lo que se le reprocha, no gusta que se le diga sus errores, el
Espíritu de Profecía simplemente corrobora el asunto de la siguiente manera:
“‘Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy presuroso’, Sofonías 1: 14; pero ¿dónde contemplamos
el verdadero espíritu adventista? ¿Quiénes se están preparando para subsistir en ese tiempo de tentación que
está por sobrecogernos? El pueblo al cual Dios ha confiado las verdades sagradas, solemnes y escrutadoras
para este tiempo, está durmiendo en su puesto. Dice por sus acciones: Tenemos la verdad, somos ricos, y
estamos enriquecidos, y no tenemos ‘necesidad de ninguna cosa’; mientras que el Testigo Fiel declara: ‘Y no
conoces que tú eres un desventurado y miserable y pobre y ciego y desnudo.’ Apocalipsis 3: 17.
¡Con qué fidelidad describen estas palabras la condición actual de la iglesia: ‘Y no conoces que tú eres un
desventurado y miserable y pobre y ciego y desnudo’! Los siervos de Dios presentan mensajes de amonestación
dictados por el Espíritu Santo, que señalan defectos de carácter a los que yerran; pero ellos dicen: ‘Esto no
representa mi caso. No acepto el mensaje que me traéis. Estoy haciendo lo mejor que puedo. Creo la verdad’.”
Joyas de los Testimonios, Tomo II, 13: up.
El Laodicense hace la obra que Dios le encomienda a medias tintas. Dios, después de recriminarle sus malas obras le invita a
tener que dejar esa condición que lo único que hará será consolidar su condenación, ya que le dice: “Te vomitaré de mi
boca…”. A cambio de su ingratitud de no querer depender del “Escrito está...”, Dios le ofrece lo siguiente:
Apocalipsis 3: 18
“Yo te amonesto que de mi compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico y seas vestido de vestiduras
blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez y unge tus ojos con colirio para que veas.”
Vemos que para ese cambio Dios le ofrece lo que el no posee, la mercancía celestial, la cual le permitirá reformarse: “oro
refinado en fuego, vestiduras blancas y colirio”. El “oro” ¿qué simboliza?:
Ezequiel 28: 4
“Con tu sabiduría y con tu prudencia te has juntado riquezas y has adquirido oro y plata en tus tesoros.”
Nótese, que la adquisición de “oro”, produce “riqueza”. Justamente es lo que Dios ofrece al Laodicense para que este deje su
pobreza. Pero hemos visto que esta riqueza se halla en el conocimiento de la Palabra de Dios. Por tanto, se le ofrece el
conocimiento de la Palabra para que deje su pobreza. Si el “oro” es la Palabra de Dios entonces es perfectamente compatible
presentarlo como la Fe y el Amor. Primeramente es la Fe porque:
Romanos 10: 17
“Luego la fe es por el oír y el oír por la palabra de Dios”
Por tanto, no existe “Fe” sino es por la Palabra. En el segundo caso, al decir que es el “Amor”, es porque en una oportunidad
Cristo al dirigirse a los dirigentes de Israel y Judíos les dijo, hablándoles de la Palabra de Dios, es decir; de las Sagradas
Escrituras:
Juan 5: 38
“Ni tenéis su Palabra permanente en vosotros; porque al que Él envío a este vosotros no creéis.”
Al hablar Jesús sobre el mismo asunto y repetirles porque no creían en Él les dijo:
Juan 5: 42
“Mas yo os conozco que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me
recibís…”
Es decir que el “amor” que Dios le ofrece al Laodicense es su Palabra. Fíjese que no estamos hablando del “amor de nosotros
hacia Dios”, el cual es la obediencia, Romanos 13: 10, Juan 14: 15. Estamos hablando del “amor de Dios dado hacia
nosotros”, ese “amor” es Jesucristo, Juan 3: 16, y de Jesucristo se dice:
Juan 1: 1, 14
“En el principio era la Palabra y la Palabra era con Dios y la Palabra era Dios… Y aquella Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre), lleno de gracia y de
verdad.”
Jesús es el “amor” de Dios por nosotros, otorgado para que seamos ricos:
2 Corintios 8: 9
“Porque ya sabéis la gracia de Nuestro Señor Jesucristo que por amor de vosotros se hizo pobre siendo rico;
para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.”
Este amor se hace manifiesto hoy a nosotros por medio de su Palabra, ya que Jesús dice:
Juan 12: 48
“El que me deshecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado ella le juzgará
en el día postrero.”
Rechazar el “amor” ofrecido por el mercader celestial tendrá sus graves consecuencias, esas serán el juicio eterno.
Finalmente le exhorta diciendo:
Apocalipsis 3: 19
“Yo reprendo y castigo a todos los que amo; se pues celoso y arrepiéntete.”
Esta condición Laodicense en ninguna manera hace que tengamos a Jesús en medio nuestro. La condición Laodicense tiene a
Jesús fuera de la Iglesia, no esta en medio de ella:
Apocalipsis 3: 20
“He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz y abriere la puerta entraré a él, cenaré con él y él
conmigo.”
Jesús está afuera, la puerta está cerrada. Jesús desde afuera de la Iglesia da su llamado. Su voz, son sus Palabras. ¿Quién oirá?
El espíritu de Profecía por su parte nos dice:
“La iglesia se encuentra en el estado laodicense. La presencia de Dios no está en su medio.” Eventos de los
Últimos Días, 50: 2.
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