Comentario de una jarcha, por Rafael Roldán Sánchez - tras

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Comentario de una jarcha, por Rafael Roldán Sánchez
Vaise mio corachón de mib.
¡Ya Rab!, ¿si se me tornarad?
Tal mal me dóled li-l-habib:
enfermo yed, ¿cuánd sanarad?
[Se va mi corazón de mí.
¡Ay, Señor!, ¿acaso volverá?
Me duele tanto por el amado:
enfermo está, ¿Cuándo sanará?]
TEMA
El tema del texto es el sufrimiento de una joven por la ausencia de su amado.
RESUMEN
Una muchacha, tras la marcha de su amado, se pregunta si regresará y se lamenta por el
dolor que siente al no estar junto a él.
ESTRUCTURA
El poema puede dividirse en dos partes:
-Primera parte (vv. 1 -2): exposición de la causa de la angustia de la muchacha.
-Segunda parte (vv. 3 -4): expresión de los sentimientos de la muchacha.
COMENTARIO CRÍTICO
El poema es una jarcha mozárabe, composición de tipo tradicional en lengua mozárabe, la
lengua romance que se hablaba en el sur de España. Las jarchas que conservamos fueron
copiadas entre los siglos XI y XIV, principalmente en Córdoba, Sevilla y Granada, al final de
las moaxajas, unos largos poemas escritos en árabe o hebreo, dependiendo de la formación
cultural del autor. En esta jarcha se aprecian los rasgos más característicos de este género lírico:
-el protagonismo de una muchacha;
-el uso de la primera persona;
-el tema de la inquietud amorosa;
-la manifestación vehemente de los sentimientos mediante exclamaciones e interrogaciones;
-la falta de detalles descriptivos que nos ayuden a situar la acción en un lugar o un tiempo
concretos.
Algunos de estos rasgos no son exclusivos de las jarchas; los encontramos también en las
cantigas de amigo, compuestas en galaico-portugués, y los villancicos, compuestos en
castellano. Son, por tanto, rasgos propios de la lírica tradicional de la Península, anteriores
quizás a la formación de las lenguas romances gracias a las cuales conocemos esta poesía.
Sin embargo, la última de las características señaladas, la carencia de datos sobre las
circunstancias que envuelven a los amantes, o al menos a la muchacha, sólo la encontramos en
las jarchas. Y esta simplicidad de las jarchas puede suponer un obstáculo para comprender bien
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el texto. Así que deberíamos comenzar por establecer la relación que hay entre sus dos
elementos más importantes: por un lado, su protagonista, una muchacha que nos habla de su
amor ("Vaise mio corachón de mib"); por otro, lo que nos da a conocer sobre ese amor, la
preocupación provocada por las dudas que tiene sobre si su amado volverá junto a ella ("¡Ya
Rab!, ¿si se me tornarad?"). ¿Por qué un poeta, un hombre, escogería este tipo de poema para
terminar con él la moaxaja? La respuesta más obvia sería que, para el poeta, lo importante de la
jarcha no es ni su protagonista ni la situación, con las que no puede identificarse al ser hombre,
sino los sentimientos que se sugieren. El poeta no parece no ver diferencia alguna entre esos
sentimientos y los suyos propios; para él, el amor y todos los sentimientos que van unidos a él,
desde la alegría hasta la angustia, son los mismos en cualquier persona, independientemente de
que esta persona sea un hombre o una mujer.
Si esto es así, ¿por qué el poeta no ha escrito entonces un poema que declarase los mismos
sentimientos, pero donde el protagonista, el que hablase de su amor, fuera el propio poeta? Si
entre la elección de una muchacha para que nos descubra su sufrimiento por amor y la elección
de un hombre, el propio poeta, para expresar el mismo tema, el poeta ha escogido la primera
opción, no hay ninguna duda de que en los sentimientos de la muchacha hay una intensidad que
el poeta no percibe en los sentimientos de un hombre. Esta diferencia no puede hallarse sólo en
el hecho de que sea mujer, pues entonces el poeta, como hombre, sería incapaz de compartir su
pesar o su alegría. ¿Dónde debemos buscar esa diferencia? Sin duda, en las circunstancias que el
poema no nos revela, pero sí nos deja adivinar sobre ese amor. Son unas circunstancias que el
poeta no puede vivir, sólo una muchacha podría hacerlo, pero que provocan una agitación
espiritual que el poeta sí puede comprender y compartir.
Analicemos esas circunstancias. El hombre amado por una muchacha se marcha de su
lado y ella se angustia porque no sabe si regresará. Si el marido fuera el que se ha ido, es difícil
comprender que la joven reaccione de este modo. Sería normal que un marido no pasase junto a
su esposa todo el día y que la dejase para ocuparse de sus tareas habituales. Resultaría también
normal que regresase a casa una vez terminadas éstas. Tampoco parece verosímil que una mujer
casada, por muy enamorada que esté, viva el amor con una agitación semejante; la seguridad del
matrimonio, de una relación que se prolonga no sólo durante horas, sino durante días, meses y
quizás años, calmarían su ansiedad.
Por tanto, la condición principal que determina el estado de ánimo de la joven es la
soledad presente. Si está sola ahora, hemos de suponer que antes no había con ella nadie más
que su amado y que han compartido varias horas de amor, ocultos de los demás. Sin embargo, la
joven no se recrea en el recuerdo de la felicidad y el placer de los que han disfrutado; al
contrario, se desespera ante la posibilidad de que lo que ha sucedido no vuelva a repetirse. Una
unión que no encontrara obstáculos importantes para volver a tener lugar no resultaría tan
dolorosa. El desamparo de la muchacha estaría causado porque su unión es ilícita, al margen de
las tradiciones, la ley o la moral imperantes. No sabe cuándo podrá volver a estar con su amado
porque un amor de este tipo debe pasar desapercibido.
Pero esta explicación plantearía un nuevo problema. Si la muchacha hubiera tenido otras
citas con el amado, su temor carecería de sentido. ¿Por qué no se iban a ver de nuevo los dos si
ya lo hubieran hecho antes en varias ocasiones? Su angustia es más fácil de entender si éste
fuera el primer encuentro de la joven con un hombre y este hombre fuera además su primer
amor. Las dudas de la joven sobre el regreso del amado resultarían más claras si analizamos así
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la situación: su aflicción sería la de la persona que se enamora por primera vez, se entrega al ser
amado y, una vez consumado ese amor, siente el recelo de no ser correspondida.
Lo ha arriesgado todo llevada por su pasión, pero, una vez terminado el encuentro con el
amado, se impone la realidad: está sola; hasta cierto punto, tiene conciencia de haber sido
abandonada. ¿Se trata de un abandono momentáneo o definitivo? Dependerá de si el amado la
ama como ella lo ama a él, puede pensar la joven, pero no parece que tenga una respuesta
segura a esa pregunta. Y a nadie obsesiona más el amor que a quien necesita tener al ser amado
a su lado y, a la vez, no sabe si volverán a reunirse más. El amor se ha convertido en la pasión
que llena toda la vida entre la marcha del amado y su incierto retorno. Este sentimiento de amor
extremo, ante el que todos los demás aspectos de la vida no importan nada, es lo que quiere
expresar el poeta, pero sólo puede hacerlo por boca de una muchacha. Un hombre que ha pasado
la noche con una mujer nunca nos resultaría sincero, creíble, si expresara dolor después de haber
estado con ella; nunca comprenderíamos que se sintiera inseguro o abandonado.
(Nota para los alumnos: a partir de aquí, comienza el comentario personal de las ideas del
texto. Yo he escogido, como leeréis a continuación, la del papel que se le adjudica a la mujer en
el texto como ser más apto para sentir y emocionarse que el hombre, pero se podría escoger
cualquier otra que fuera igual de relevante, como la del sufrimiento que puede provocar el amor,
la idealización del amor, la necesidad de que el amor vaya unido a la seguridad de sentirse
amado, etc.)
Podemos reprocharle al poeta que utilice para sus fines el viejo tópico de que la mujer
vive bajo el dominio y guía de los sentimientos y el hombre bajo los de la razón. No olvidemos
que la palabra "histérico" significaría etimológicamente "lo que está relacionado con la matriz",
es decir, que asocia las manifestaciones incontroladas de los sentimientos con el carácter
femenino. Sin embargo, este tópico no es una creencia sólo del pasado. A principios del siglo
XX, lo encontramos en escritores tan poco dados a aceptar las ideas comunes como Miguel de
Unamuno. Y nuestra cultura actual lo asume de una manera más o menos implícita, incluso algo
vergonzante.
Lo apreciamos detrás de muchos mensajes publicitarios, donde es más frecuente la imagen
de la mujer enamorada, de la adolescente delicada o de la madre responsable que la del hombre
enamorado (a veces, aparece más bien como un sátiro relativamente civilizado), la del
adolescente delicado (suele presentárselo practicando algún deporte) o la del padre responsable
(con frecuencia se lo muestra como el causante de todos los desastres hogareños). Incluso
películas sobre el maltrato, como "Te doy mis ojos", insisten en la idea de que la mujer es un ser
de una sensibilidad superior a la del hombre, que es alguien preocupado ante todo por los
valores de su posición social. En esta película, la protagonista quiere estudiar arte; su marido,
sin embargo, vive acomplejado porque se considera inferior a sus amigos, lo que provoca el
sadismo con que trata a su mujer. Ella simboliza la tendencia del espíritu humano a elevarse por
encima de la realidad práctica, y más superficial, para buscar un mundo de valores e ideales más
profundos; él encarnaría, por el contrario, al hombre que debe adoptar un papel predeterminado
en esa realidad práctica y, en consecuencia, acepta todos los principios y normas más
tradicionales sin discutirlos.
(Nueva nota para los alumnos:
observaciones como ésta y la que sigue podéis
desarrollarlas más por extenso en vuestros comentarios críticos.)
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También encontramos esta visión tópica de la mujer en otros aspectos de nuestra sociedad.
En la película "Tootsie", de Sidney Pollack, uno de los personajes pregunta que por qué es una
tontería creer que las mujeres con poder son más viriles. Este comentario no está muy alejado de
lo que, en el fondo, parecen asumir muchas personas. El traje de chaqueta (o "traje-chaqueta",
como se suele decir) femenino, inspirado en el de los hombres, se ha establecido como el
uniforme obligado de trabajo de toda mujer que desempeña un cargo político o económico
relevante. Sin embargo, la gran mayoría de las mujeres que trabajan fuera de casa, si no ocupan
un puesto de ese tipo, no suelen usarlo. Es como si se relacionara la manera más común de
vestirse de las mujeres con cierta incapacidad para dirigir y organizar a los demás y tomar
decisiones importantes, de modo que la mujer tiene que disfrazarse de hombre para que los
demás la crean idónea para cualquier labor que requiera una especial responsabilidad. ¿Es tan
diferente esta suposición de la que lleva al poeta a suplantar sus sentimientos por los de la
muchacha?
(Última nota para los alumnos, o no: se suele esperar que terminéis el comentario con una
conclusión en la que valoréis si el escritor ha conseguido lo que pretendía, es decir, si ha
expresado sus sentimientos o expuesto sus ideas con el acierto adecuado para emocionarnos,
aportarnos una visión distinta del tema del texto, convencernos de algo, etc.)
Sea como sea, el resultado final no deja de ser, estética y afectivamente, el que pretendía
el poeta. La muchacha que se pregunta por qué no regresa su amado, nos conmueve con mayor
vivacidad que un hombre. Compartimos sus sentimientos de una manera más inmediata, más
cercana. Y esta eficacia del poema se debe precisamente a la eliminación de cualquier elemento
superfluo para concentrarse en lo esencial: el desamparo de la muchacha frente a las
consecuencias del amor.
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