GENERACIÓN DEL 14 O NOVECENTISMO. 4.4 Juan Ramón Jiménez d ¿En qué sentido contradice ese juicio el poema «Canción»? ¿Con qué construcciones paralelísticas señala (y funde) el poeta los dos polos que el álamo-alma vincula? Este poema está puesto en boca del álamo, que habla en primera persona, portador de los atributos del poeta: “se me abre el alma”, “me tiembla el alma”. Todo el texto, que se estructura de modo semejante a una canción popular, descansa sobre la antítesis inclusiva “arriba y abajo”, repetida en el tercer verso de cada estrofa y desarrollada por paralelismos que crean apareamientos de versos: 1-2, 5-6, 4-8. Esta estructuración subraya la existencia de dos planos polarizados que el álamo une y funde. El árbol, en general —y el álamo en particular—, es un símbolo ancestral del alma humana por la verticalidad que lo proyecta desde la tierra hacia cielo, y por crecer mientras vive, sin alcanzar jamás envergadura definitiva. El que protagoniza el poema se nutre de “agua”, como “la flor” —belleza a ras de tierra— y da abrigo a “un pájaro”, cuyo canto y vuelo tiende a lo más alto e inmutable: “la estrella”. Pero ambos polos “abren” y causan temblor en el alma del poeta-árbol. f ¿En qué ha concentrado el poeta toda su “esperanza” o anhelo? ¿A qué se refiere el “movimiento” al que alude y por qué dice que puede ya “detenerlo”? Explica el sentido del “mar paralizado” que menciona en el v. 14 y compáralo con el mar que describe en el poema «Soledad». ¿Qué valor, en fin, tiene para Juan Ramón la palabra “dios”? “El nombre conseguido de los nombres” representa la culminación del proceso que en el poema anterior se presenta de modo incipiente. El poeta dice haber acumulado su “esperanza” “en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito”, para crear un mundo renovado y cuando se siente en posesión plena de él, sabe que su obra se ha edificado por el impulso de un dios deseante para un dios deseado que por fin se asienta en ella: “sí, yo por ti he creado un mundo para ti”, “tú has tomado el puesto / de toda esa nombradía”. El sentimiento de totalidad plena hace que el poeta pueda ya detener aquel movimiento entre “conocerse y desconocerse” que, en “Soledad”, descubría dentro de sí mismo, por analogía con el mar. Por eso ahora se identifica con un “mar paralizado”, ya sin vaivenes ni sombras, es decir, con “olas de conciencia en luz / y vivas hacia arriba todas” Cuando todos los nombres de su creación poética revelan una unidad, la misma puede ser nombrada como dios, identificado, finalmente con “El Dios”, que es, por ello, “el nombre conseguido de los nombres”. La divinidad encontrada por el poeta es, pues, la Idea suprema que da unidad a todo lo que ha nombrado, recreándolo poéticamente.