2º Domingo del Tiempo durante de año

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2º Domingo del Tiempo durante de año. Ciclo B. domingo 15 de enero de 2012
1º Sam 3, 3b-10. 19
1º Cor 6, 13c-15a. 17-20
Jn 1, 35-42
“Habla, Señor, porque tu servidor escucha”
“Los cuerpos de ustedes son miembros de Cristo”
“Vieron dónde vivía y se quedaron con Él”
Evangelio
Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este
es el Cordero de Dios».Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo
que lo seguían, les preguntó: « ¿Qué quieren?»
Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?»
«Vengan y lo verán», les dijo.
Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón
Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al
Mesías», que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te
llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.
Comentario
Un día inolvidable
Concluido el tiempo de Navidad, con la fiesta del Bautismo del Señor, la liturgia de la Iglesia
comienza el llamado tiempo durante el año o tiempo ordinario, que se verá interrumpido en esta primera
etapa, por el tiempo de cuaresma que se iniciará el miércoles 22 de febrero, semana 7º, con la celebración
e imposición de las cenizas.
Para continuar el acontecimiento del bautismo de Jesús, el evangelio de este domingo, trae un
texto de San Juan, que es el llamado de los primeros discípulos del Señor. Luego seguiremos meditando
el evangelio de San Marcos, propio del ciclo B para este año 2012.
Juan Bautista, es realmente un testigo, un joven líder o referente de su tiempo. Atraídos por su
vida de piedad y austeridad, por su palabra y su fortaleza, convoca discípulos, atrae, cautiva, y entusiasma
a los jóvenes seguidores por sus altos ideales, que el mismo vive.
Pero también reconoce humildemente su propia identidad y su acotada misión. Es el precursor, no
el camino, una antorcha, no la luz, una voz no la palabra. Por eso, se desprende de sus propios discípulos
que formó muy bien, sin personalismos ni egoísmos caprichosos, para que sigan a verdadero Mesías.
Dos de sus discípulos eran, uno Andrés, y el otro, sin mencionarse, puede ser el mismo San Juan.
Le señala a quien tienen que seguir: Este es el cordero de Dios. Al decir cordero alude a tres cosas: la
mansedumbre, propia de este animalito, el alimento, recordando la esclavitud en Egipto, los hebreos
comieron la carne de un cordero sin defecto, y con su sangre marcaron sus casas, y el sacrificio, como
referencia a la última cena y al misterio de Jesús en la cruz, que quitará el pecado del mundo, ofreciendo
su vida por la salvación de la humanidad.
Obedientes a las palabras de Juan Bautista, siguen al Señor, que los invita a su casa. Seguramente
ese habrá sido un día inolvidable, que quedará grabado para siempre en sus corazones. Dice el texto:
“Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde”
El detalle de la hora, confirma este encuentro inolvidable con Jesús. Se quedaron con El, y se
llenaron de El. Seguramente salieron rebosantes de alegría, ilusionados, abiertos a la entrega.
De este encuentro y experiencia con el Señor, brota la necesidad comunicarlo y transmitirlo a
otros. Surge el anuncio y la misión. Andrés lo hace con su hermano Pedro.
“Hemos encontrado al Mesías, que traducido significa Cristo”
Y esto es lo propio de la fe, y del amor encendido en un corazón. Intentar siempre, llevar
hermanos a Jesús, para que se encuentren con El, y puedan ser ciudadanos de este mundo a discípulos del
Señor, y apóstoles de su Reino.
Jesús miró a Pedro, clavó sus ojos en El. Detrás de esa mirada están los ojos de Dios. Y le cambia
el nombre, que es cambiar su misión, y esta vocación o llamada compromete y espera una respuesta, que
confirmará luego el mismo Pedro.
Al nombre Simón, del griego, o Simeón, equivalente semítico (Hc 15,14; 2 Pe 1,1) se le agregará
y luego quedará el de Pedro, (Mt 8,14; 10,2) traducción griega del sobrenombre arameo, impuesto por
Jesús, Cefas, que significa Piedra, anuncio de que El será la piedra, fundamento y firmeza de la fe en el
Señor y su Iglesia.
La Nueva Evangelización
Este año, tendrá en Roma el Sínodo de los Obispos, en su 13º Asamblea Ordinaria, sobre “La
Nueva Evangelización para la trasmisión de la Fe” del 7 al 28 de octubre, acontecimiento importante
para redescubrir la alegría y la belleza de la Fe, y recuperar el impulso evangelizador.
Este pasaje del evangelio nos puede ayudar a todos a meditar en algunos aspectos de esta tarea de
toda la Iglesia
Varios verbos aparecen en el relato: ver, oír, seguir, preguntar, anunciar, llevar, que van dando
pistas para la formación de los discípulos y para nuestra propia vida. Lo podemos convertir a cada uno de
ellos en preguntas.
Se destaca que Andrés, hace el anuncio en forma personal a su propio hermano, que contagiado
por esa alegría de Dios, e inquieto por ese cambio en el, acude a encontrarse con Jesús. Este misterioso y
hermoso camino de la vocación y de la fe, también lo encontramos de otra manera, en el relato de la
primera lectura, donde el joven Samuel, descubre la voz de Dios, gracias al discernimiento del sacerdote
Elí, que lo llama a la vocación sacerdotal y profética. Así se expresa el pasaje:
“Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: « ¡Samuel, Samuel!» Él respondió:
«Habla, porque tu servidor escucha». Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por
tierra ninguna de sus palabras”.
Esta disponibilidad al servicio, a la escucha de Dios, a poner por obra, con su ayuda, su palabra
viviendo su voluntad, también lo rezamos en el salmo 39:
“Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy».
En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en
mi corazón”
Esta luz de la llamada y la conversión, nos compromete a vivir la dignidad de los hijos de Dios, en
este mundo, alejándonos del pecado y fortaleciéndonos en la gracia del Señor, porque somos Templo del
Espíritu, y no esclavos de la carne. San Pablo dirá, en la segunda lectura:
“Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el
que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo,
que habita en ustedes y que han recibido de Dios?”
En este camino de la evangelizar, evangelizarnos, y evangelizarte, no se puede realizar sino se
hace con la alegría, caridad y anuncio explicito de los contenidos de la Fe. Por eso el Papa, que anunció
también el año de la fe, a partir del 11 de octubre, recordando los 50 años del inicio del Concilio, nos
propone tener, leer, meditar y estudiar el catecismo de la Iglesia Católica, o el Compendio, y los textos
del Concilio Vaticano II. Por lo tanto, tenemos una ardua y comprometida tarea.
Se dice que la aceituna, lleva un largo proceso hasta comerla. Cuando se la arranca del árbol, es
difícil de digerir, pero luego de su tratamiento, se convierte en un rico manjar para nuestra boca. Algo
parecido pasa con la fe, tenemos que hacerla pasar por el proceso de nuestra vida, para que resulte
apetitosa y atractiva para los hermanos. Esta es nuestra misión, para este año. Que comencemos a rezar y
tratar más amigos y conocidos para acercarlos a Jesús. Nosotros intentaremos evangelizar, es Jesús el que
convierte el corazón.
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario
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