Lucas 13, 22-30. Evangelio domingo XXI. C. C. domingo 25 de Agosto. María Reina Isaías 66, 18-21; Hebreos 12, 5-7.11-13; Lucas 13, 22-30 Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?» Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y él les responderá: "No sé de dónde son ustedes". Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!" Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos» Comentario Una pregunta existencial Mientras se dirige a Jerusalén, Jesús, como Maestro, iba enseñando. Confiando en la sabiduría de sus respuestas, una persona, que el evangelio, no trae el nombre, pero podemos estar representados nosotros, le hace una pregunta difícil, existencial, y posiblemente preocupante para su vida. Esta pregunta, se ha hecho presente también a lo largo de la historia, con diferentes respuestas. ¿Serán todos, muchos, bastantes, pocos? ¿Serán 144.000, como afirman algunas sectas fundamentalistas? Jesús no responde cuantos se salvan, sino como se salvan, o como lograr la salvación. No satisface una curiosidad innecesaria, ni responde por el número. Su respuesta es: Traten de entrar por la puerta estrecha. La puerta que es el mismo Jesús, Yo soy la puerta, que para entrar en el reino de Dios, siendo el Señor, el camino, la verdad y la vida, es también la puerta del evangelio, la puerta de las bienaventuranzas, la puerta de la Iglesia, la puerta de la exigencia Las puertas no están solas, pertenecen o nos llevan a una casa, a un lugar. Hoy algunos hermanos católicos, están golpeando la puerta de nuestro despacho, de nuestra casa, de nuestras parroquias, para atenderlos, escucharlos, socorrerlos, y a veces, no lo hacemos. Es por eso, que pueden, sin ser la única razón, buscar y abrir otras puertas, la puerta de las sectas, pastores, como la de lugares extraños, manoschantas y curanderos. Posiblemente no supinos o no pudimos abrirle la puerta de la comprensión, del afecto, de la escucha, de la orientación Es por eso que estamos llamados a ser puerta, no muro o pared. Reconocemos que Jesús abrió espiritualmente la puerta del cielo, con su resurrección y ascensión, y sigue hoy golpeando la puerta del corazón para llamarnos a la entrega, a la generosidad, al seguimiento, a la santidad, a ser discípulos y misioneros, a ser sus ministros, aceptando su amorosa elección Ante la inseguridad actual, por la extensión de arrebatos, robos, muertes, es necesario tener la precaución de cerrar bien las puertas. Pero como, el movimiento de toda puerta, es fundamental, abrirlas al Señor y su misericordia y cerrarlas a pecado y al mal. Los no reconocidos La fe no es un camino de laxitud, comodidad, vicios y pecados, esa es la puerta amplia. La vida cristiana autentica, es la puerta de la virtud, del testimonio, de la santidad. Dice el evangelio, con una parábola o comparación, que no es suficiente tener el titulo de cristianos, pertenecer a una comunidad, institución, movimiento, sino que el discipulado es una decisión personal y coherente de vida. La otra es la puerta de la hipocresía, que ante la salvación querida por el Señor, se escuda en su historia, su caridad aparente, el haber escuchado y conocido al Señor, pero no el haberlo hecho entrar a la puerta del corazón y de la vida. Dice el texto: “Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas” Es por eso que el Señor, no los reconoce, como aparece también en el texto de San Mateo, sobre el juicio final. No los reconoce porque no lo reconocieron a El. Esta vida, con sus luces y sombras, con sus dolores y esperanzas, es el tiempo de salvación, es el tiempo de la caridad, el tiempo de la conversión y el arrepentimiento. Como dice la segunda lectura, Dios es un Padre misericordioso que nos ama, y por lo tanto nos exige y corrige, nos advierte y nos convierte. Su voluntad salvífica es que todos los hombres se salven, y por eso murió Jesús en cruz, con los brazos abiertos, para esperar y abrazar a todo el que lo encuentra. Dios envío al mundo a Jesús, palabra que significa, Dios salva, o Salvador. También trajo la salvación, los medios de gracia o santificación para alcanzar, con la ayuda divina, el gozo del cielo, pasando por el esfuerzo alegre y estrecho del sacrificio cotidiano. Decía muy bien el Papa Juan Pablo II: En el Evangelio Jesús recuerda que todos estamos llamados a la salvación y a vivir con Dios, porque frente a la salvación no hay personas privilegiadas. Todos deben pasar por la puerta estrecha de la renuncia y de la donación de sí mismos La puerta de la verdad Decía Friedrich Nietzsche, filósofo alemán, reprochando la mala imagen que tenían algunos cristianos de ese momento: si esa es la cara de los salvados, no creo en esa salvación Aunque no es una cuestión de cara la salvación, pero si de estilo de vida, de vivir, como lo hicieron los santos, plena, alegre y totalmente la fe. Dios no es alguien que tiene una tolerancia sin límites, y que no pide ni exige nada. Esa es una mala imagen de un Dios que no es real, ni existe. Pero tambien el presentar a Dios enojado siempre, como juez implacable. El ser arrojado afuera, como dice el evangelio, es una fuertísima advertencia, y un llamado al examen de conciencia, y al cambio de vida, que exige renuncias posibles y caminos de vuelta. Y entrar en este camino, es entrar en la puerta de la verdad. Sabemos que muchos no quieren escuchar ni aceptar este llamado y menos este lenguaje. Sin rebajar el evangelio, ni sus exigencias, Jesús nos invita, a entrar por la puerta de su misterio, como niños pequeños y humildes, así como se tiene que entrar en la Iglesia de la natividad, donde nació Jesús, por una puerta de 70 cm, que solo agachándose se puede ingresar. De los que son como niños, es el reino de los cielos El Padre Rainero Cantalamessa sugiere algo muy interesante: El camino de los impíos es ancho, sí, pero sólo al principio; a medida que se adentran en él, se hace estrecho y amargo. El camino de los justos en cambio es estrecho al comienzo, cuando se emprende, pero después se transforma en una vía espaciosa, porque en ella se encuentra esperanza, alegría y paz en el corazón. Oración: “Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, guárdame bien que vengo deshecho del duro bregar. Agranda, Padre, la puerta porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, y he crecido a mi pesar” (Epitafio compuesto por Miguel de Unamuno y colocado sobre su tumba en el cementerio de Salamanca) Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario