El tono pesimista del viejo era claro producto del tiempo vivido entre absurdas batallas, matanzas y guerras cuyo argumento será más bien que sabido. Las naciones, débiles en esos momentos de la historia, se subyugaron ante el primer tirano. El viejo siguió observando atentamente el pasar de las cosas, siempre con una reflejo de humor en sus quejas más respetuosas. -Michael... ¡Michael! -gritó su anciana esposa, igual de carcomida por la edad. -¿Qué quieres? -¿Qué haces leyendo el periódico a estas horas? El doctor te aconsejó reposo. La mejor manera de recuperarse es ignorando la realidad, pérfida y horrible como esos usurpadores que dicen ser reyes. -El mundo va como va porque la gente lo ignora -le recordó sabiamente su marido-. Ademas, yo no puedo ignorarlo. -¿Por qué? Como si fueras Dios. -¡Y soy Dios! -rió el viejo-. Yo controlo y escribo mi vida. Soy el producto de mi propia creación, en la que solo me alabo a mi mismo. Si el mundo se mostrara amable conmigo, yo seria el mejor amigo de las personas. Eso me hace ser Dios. Pero ellos prefieren vivir en su fantasía. ¡Allá ellos, ilusos de poca fe! -No blasfemes. En la terraza en la que se encontraban se observaba la explosión de las bombas atómicas la llegada de tanques y soldados, el disparó de balas acompañado de los gritos de inocentes. Una catarata de sangre se podía avistar al fondo de esa escalofriante escena. -Lo que te decía querida. Todos están locos, incluso más que el propio sombrerero loco de ``Alicia en el País de las Maravillas´´. -Que malo eres, dinosaurio. Pero te recuerdo algo, amado mío. Nietzsche ya lo dijo en su momento; incluso Dios llega a morir. -Somos héroes. -No te creas Odiseo. -¡No, vieja tonta! Lo somos por llegar hasta aquí, sin que la enfermedad nos haya separado, ni la muerte prematura o un ataque de corazón. Ultimamente esta muy de moda morir por una bala o tirarse desde una sexta planta. Gracias a los políticos, la población ha descendido, una solución a un problema de mis años jóvenes. -La muerte siempre es mala, con problemas o sin ellos. -Sabrás tu del tema. Te recuerdo que soy Dios y puedo crear en mi imaginación la vida después de la muerte. Quizás sea como la que se describe en los libros. La anciana esposa rió ante la situación. Las bombas se aproximaban al lugar donde ellos se encontraban, oyendo el ruido de las explosiones más cercanas y oliendo la masacre venir. Pero el marido solo estaba atentó de la risa de su esposa. -¿De qué te ríes? -Dices que no eres como ellos. Un Dios te haces llamar. Pero en tu mundo fantástico vives, creyendo controlar todo, tu vida, tu matrimonio, tu trabajo, tu casa... ¡No es así! Has vivido sumido en un sueño profundo al que no quieres despertar. Estas como todos. Los ojos cerrados y los oídos taponados ante la tragedia inminente. Abre los ojos y veras. -¿ Cómo...? El marido entorno sus pupilas a la imagen que se mostraba delante. Una bomba cayó encima del lugar en el que se encontraban. Un fin muy digno para aquella familia que había vivido durante mucho tiempo. -Ya lo ves... -masculló la anciana antes de dar su ultimo suspiro. -¿Qué es lo que hemos hecho? -preguntó el viejo, en su papel de humanidad. Y cerró los ojos definitivamente para no volver a ver. Ya era demasiado tarde para rectificar su error.