Sucedió hace varios años en Monterrey: Humildad y sabiduría. Corrían los años en que el licenciado Rangel Frías era Gobernador. En la Universidad de Nuevo León era Rector Roberto Treviño González.El licenciado Rogelio Villarreal Garza terminaba sus estudios, Rogelio Villarreal, había sido por tres ocasiones presidente de la Sociedad de Alumnos. Más tarde, fue el hombre importante dentro del Gobierno del Licenciado Eduardo Elizondo. En aquellos tiempos se crea el Departamento de Extensión Universitaria y el Rector Treviño pone al frente al inquieto Rogelio Villarreal. Con todo entusiasmo se avocó a su tarea nuestro amigo Rogelio. Uno de los problemas principales era que los estudiantes de pocos recursos no podían adquirir sus libros. Ideó entonces el Lic. Villarreal crear una biblioteca que llamó del Libro Alquilado. La función sería alquilar, por muy pequeñas cantidades, libros a los estudiantes que no tuvieran forma de comprarlos. Al sacar la lista de lo que se necesitaba. se fue de espaldas. Se necesitaban 60 mil pesos para comprar todos los libros que integrarían la biblioteca. Con todo el plan perfectamente detallado. se presenta Rogelio con el Rector, le explica el plan y le pide, lógicamente, los 60 mil pesos para comprar los libros. Como la Universidad siempre ha tenido carencias económicas, el Rector aceptó el plan, pero no dio el dinero. En cambio le sugirió a Villarreal que visitara al Gobernador, le presentara el plan, y le pidiera el dinero. El Gobernador Rangel Frías vivía por la Colonia Obispado. El tenaz Villarreal trepó en su destartalado auto y se dirigió a buscar la casa del Gobernador. Ya en el Obispado, Rogelio no encontraba la calle y daba vueltas de un lado a otro. Con este esfuerzo, el desvencijado carro protestó y sin más ni más, se paró. El buen amigo Rogelio, que como mecánico no la hacía, no pudo arreglar el desperfecto. Volteando a todas partes para ver si alguien le ayudaba, vio en una de las casas cercanas a un jardinero trabajando. El jardinero que ya se había dado cuenta de los problemas de nuestro amigo, se acercó y cuando le enteró Rogelio del problema, el hombre metió las manos en el motor y empezó a trabajar. Mientras el jardinero le hacía de mecánico, Rogelio le platicaba al hombre que buscaba la casa del Gobernador, y así mismo le decía para que lo quería ver. Le decía Rogelio, con gran entusiasmo. Esta biblioteca es para que ustedes, los humildes, sus hijos, puedan estudiar, sin gastar en costosos libros. El jardinero mecánico, trabajaba y escuchaba. En poco tiempo el jardineromecánico logró poner en funcionamiento el renegado coche de Rogelio. Asimismo le indicó donde era la casa del Gobernador. Rogelio, agradecido, sacó un billete de diez pesos y se lo ofreció al jardinero. Este en principio los rechazó, pero ante la insistencia de Rogelio, los aceptó junto con la sugerencia de que eran para unas cervecitas. Ya para marcharse Rogelio, el jardinero le dice: Mire, a lo mejor en la Cervecería le pueden ayudar con los 60 mil pesos que necesita para la biblioteca. Y le sugirió que viera al señor Ricardo González Quijano. Como Rogelio no pudo localizar al Gobernador, y estaba decidido a conseguir su biblioteca, pensó: ¿Qué puedo perder?. Voy a ir a la Cervecería a plantear el asunto. Al día siguiente, muy temprano ya estaba el incansable Rogelio en la Cervecería. Pidió hablar con González Quijano y para su sorpresa fue recibido de inmediato. Pero todavía le esperaba otra sorpresa más. González Quijano tenía ya hecho el cheque por 60 mil pesos, que le entregó aún antes de haber pronunciado una palabra. Rogelio, mudo de asombro, creía estar soñando. Al ver González Quijano al azoroso de Rogelio le dice: El propio Don Eugenio Garza Sada me indicó que le entregara esta cantidad para su biblioteca del libro alquilado. El jardinero-mecánico, al que le había obsequiado 10 pesos, era el mismísimo Don Eugenio. "No existe oscuridad tan grande, que pueda apagar la luz de una vela encendida."