Nombre: Jhonny Aldaz Periodismo CURSO 5to “B” Reportaje Predican en las calles para entrar en cada uno de los transeúntes. Un día de frio, con nubes negras a punto de llover, con un hombre frente a la plaza de la independencia, que predica la palabra de Dios a las personas que pasaban a su alrededor, hacia que la tarde se vuelva interesante y amena al escuchar su testimonio. Nuestro personaje patricio cuyo apellido no revelo por miedo a represalias, se describe como un hombre trabajador y honesto, tiene 65 años trabaja como plomero. Durante 20 años la palabra Dios ha cambiado su vida. El será el protagonista de estas páginas. Los que revelan el mensaje de Dios en la vía pública son conocidos como “predicadores callejeros” Para dirigirse a las personas, utilizan un amplificador de la voz para hacerse escuchar y llegar a la gente sin ningún inconveniente. Ellos con un libro en mano llaman arrepentirse de sus faltas o pecados y consolidar los lazos con nuestro señor (Dios). Nos dan las 5pm en la capital de la república, ciudad de Quito, el frio congelante. Es formidable la cantidad de personas que asisten al “Centro histórico” en un fin de semana exactamente el día sábado alrededor de 60 habitantes se detienen en la Plaza de la Independencia para asombrar el ornato , tomar un refresco o sencillamente sentarse como un grupo de ancianos a organizar un dialogo sobre encantos pasados; en la plaza se describe a niños de edad muy corta se aproxima a los 10 años, que brindan un trabajo de lustrar sus zapatos , vendedoras de caramelos que ocultan minuciosamente el canasto con un pañuelo oscuro para que no sean descubiertas por los policías municipales que diariamente transcurren por el lugar, turistas que enfocan su mejor ángulo al momento de tomarse una fotografía , mujeres arrojándoles migajas de pan a las palomas. Es tanto el frio ,que se interna en la gente pero que deciden no retirarse y por el contrario muchos de ellos hacen uso de abrigos de laña y chaquetas de cuero para contrarrestar la helada tarde, la plaza por si sola nos invita a quedarnos es como que llamara a todos a quedarse a escuchar el testimonio del predicador. El ambiente es agradable. La leyenda señala que desde épocas antiguas han vivido predicadores o misioneros afianzados en las inmensas plazas públicas de todo el mundo y a pesar de que los predicadores de la calle fueron procesados, que incluso perdieron la vida por predicar, siguieron fielmente a lo largo de los tiempos, para declarar la verdad de Dios. El predicador más famoso en la historia fue Jesús quien dejo su hogar para enseñar y predicar a varias ciudades. En todos los lugares del mundo hay miles de personas siguiendo los pasos de Jesús y la capital no es la excepción: Frente al pretil de la catedral se aglomeran cerca de 15 personas que encierran en un círculo a dos teatreros callejeros que pretenden ganarse unas cuantas monedas haciendo reír a los transeúntes y al parecer lo van a lograr porque cada vez es mayor el número de gente que se interesa, sus voces son fuertes para no mezclarse con el ruido de la ciudad, pitos de automóviles, gritos de niños , vendedores ambulantes que ofrecen su mercadería , sirenas de policía, publicidad o simplemente conversaciones de la gente. El escenario continúa para los artista mientras en medio de la bulla, en pleno monumento de la Plaza Grande llega un hombre aproximadamente 50 años de edad , de tez blanca, viste una chaqueta negra , pantalón de tela y zapatos color cafés. Se trata de patricio, apellido que no quiso revelar, él es un predicador callejero que desde hace 15 años sábado a sábado no ha dejado de asistir a la Plaza Grande desde las 3:00 hasta las 7:00. Con su mano derecha sostiene una biblia negra de cuero mientras que con la otra hace mímicas para enfatizar su discurso, gritando nos cuenta, que lo ocurrido en la asamblea nacional sobre la entrega gratuita de la píldora del día después, esta escrito en los libros de Mateo. Con esa referencia patricio intenta captar la atención de quienes caminan por la Plaza, levanta cada vez más y más la voz intentando rebasar el ruido de los artistas que están a pocos metros de él. A diferencia de los vendedores ambulantes, patricio tiene un público al que predicar, pocos o ninguno le prestan atención cuando pasan frente a él. Unos lo miran con indiferencia pero otros y en su mayoría jóvenes se burlan. Con referencia a la forma que expresan su palabra de Dios los denominados “predicadores callejeros” Marco Cortez dice, la religión y al menos las personas que hablan de la palabra de dios solo son charlatanes no hay que creerles, aunque algunas personas hablan con buenos argumentos como debería ser siempre el dialogo de ellos, otros en cambio hablan por su bien propio. Con tristeza en su rostro y lágrimas en sus ojos patricio relata hace un año aproximadamente que “un joven que vestía de negro, me apagó un cigarrillo en la mejilla” dice patricio, quien muestra la cicatriz que la quemadura le provocó. La policía llegó pero no fue mucho lo que pudieron hacer por patricio, el predicador, quien indignado lo denunció. Lo encerraron pero al poco tiempo salió libre y hasta pasó saludándolo por el mismo lugar donde tiempo atrás le quemó la mejilla. “Eso es lo que uno tiene que soportar pero lo hago porque así son los designios de Dios para llegar al Reino de los Cielos, no me importa si me ignoran. La semilla está echada y depende de Dios para que la semilla germine en gracia” manifiesta patricio. Un problema de tolerancia es el que surge cuando personas como patricio toma la firme decisión de salir a buscar un lugar de concurrencia masiva para hablarle al mundo de su fe, es muy complicado porque hay gente que rechaza este hecho por varias razones y una de ellas la expone. Martha Santillán: “Ellos están en su derecho de ejercer su libertad con los riesgos que esto implique pero personalmente pienso de los predicadores callejeros son gente fanática a la religión que no hallan nada mejor que hacer sino estar en cada esquina condenando a los mil infiernos e insultando a la gente y por último si una quiere ser evangelista, católica o lo que fuere simplemente va a una iglesia y punto, no requerimos de un curita portátil”.A manera de anécdota manifiesta Andreina que con mucha periodicidad debe pasar por la plaza grande para llegar a su casa y en cierta ocasión vestía un vestido alto de tela jean con medias nylon y botas de cuero. Al cruzar frente al predicador de la Plaza Grande, él lo incluyó en su sermón refiriéndose a ella como “la perdición, ahora las mujeres tientan” para Andreina:“Jamás había recibido una humillación tal, me señaló con su mano y a parte de ello provocó la risa de los transeúntes que me miraban acusadoramente. Son ellos los intolerantes.” A propósito de esta situación Luis córdoba, pastor de la Iglesia Evangélica explica la diferencia entre los “Street Preachers” y un predicador bíblico: “Un predicador bíblico, utiliza la hermenéutica de la palabra que se va a exponer delante de un público fijo que acude a un templo, cuenta con un tema pre establecido, ha estudiado para interpretar la biblia y en cuanto al beneficio económico cuando acude a predicar las aportaciones son voluntarias.” __ ¿los predicadores callejeros? Diré: _ ¿Cómo un ciego puede guiar a otro ciego? Ellos predican a todo público, utilizan plazas, mercados, transportes públicos etc., Independientemente de que lo tomen en cuenta o no. Este tipo de predicadores no ha estudiado para poder difundir la palabra, por lo general no los respalda una iglesia, simplemente repiten lo que escucharon en algún lado a eso que su discurso es moralista, acusador y amenazante haciendo quedar en vergüenza a los evangélicos. Lo cierto es que un Street Preacher o predicador callejero no es un sacerdote ni un profesional de la Palabra, sino un zapatero, el minero o como patricio, un plomero, en una palabra, es el de la vida cotidiana. El que habla podría ser uno de los que pasan; y el que pasa, podría muy bien algún día ser el predicador. La Palabra de Dios no es ya un monopolio de especialistas, con una gran sorpresa para los burgueses y para los hombres educados, a quienes choca, no sólo el lenguaje de los pentecostales, sino más aún su pretensión de querer hablar de Dios.