Madrid, 12 de diciembre de 1931 GRACIA Y Empieza el día inolvidable NOCHE DE CABARET ¿ A qué describir la noclie del jueves al viernes? Nocüe de juventud; noche de cabaret; noche de ensueño. Nos invitó a cenar Bujeda, que no sabe lo que hacer con las 46.000 pesetas que le na deparado la joven República, Don Bruno se hinchó; Pérez de la Oda, al que todavía no le ha llegado su hora de enchufar, lo hizo como un neófito aventajado. La grata compañía de electores llegados de todos los distritos para admirar a sus representantes en traje de luces; esmaltó de popularidad el suculento ágape. De alü al cabaret, —Camarero, aquí más de todo. De lo mejor que haiga. Usted habrá notado lo que sernos. —Al primer golpe de vista, —¡Buena vista! —No, señor; Palacio. —Grande. —Perdone el señor duque. —No; si digo que grande de cerveza, con paja. —¿Con paja? Ya sabe el señor que la cerveza se hace... —Sabido. Oiga, y de paso tráigame Una chica. —¿De limón? —¿Qué de limón? De carne viva. Aquella de verde. A última hora, Pérez de la Oda se puso pesado. Le dio por probarse los fraques de todos les camareros. Y asi hos sorprendió el día memorable, único €n )a historia de Iberia. Los churros en esta mañana decembrina nos parecen los mejores que hemos ingerido; churros democráticos, como un artículo de "El Liberal", como Un dictamen de Jiménez Asúa, como un discurso hidráulico de Albornoz. Los barrenderos cumplen hoy su cometido como unos Pavía de la escoba y hasta las burras de leche parece que van risueñas a ofrendar el jugo inocente de sus ubres a los infelices que todavía desconocen ia existencia de las ubres presupuestivorsis. D Í A D E LÜ.Z El Sol, al salir, parece más grande y más brillante. Le han aumentado páginas. Todo sonríe como en un amanecer primaveral. Es que España despierta de. pesado sueño de los siglos cavernicoias y va a ser grande después de enterrar toda esa porquería de tradiciones que se llaman la Reconquista, el descubrimiento de América, el Siglo de Oro, el "Quijote"... Los madrugadores se saludan con efusión; aun sin conocerse. No se" conocen; p e r o se reconocen ya perfectamente constituidos. En las plazas de mercado todo es satistacción. Los precios se han reducido en un setenta por ciento. Los compradores también. Los conductores de taxis elogian el bajón que ha dado la gasolina, y los grupos de obreros parados, que empiezan a instalar sus pañuelos de petitorio en las aceras, aplauden el acierto y buen gusto con que el ministro de Hacienda ha organizado las ceremonias y ha elevado ei déficit, como quien no hace nada. Los niños, que han pasado la noche en los quicios de las puertas, al desperezarse sonríen también al pensar en el dia feliz que les depara la fortuna, y los comercios al abrirse parece como que vomitan satisfacción y abundancia. ¡Que diferencia entre este optimismo alentador que sale hasta por las bocas dei Metro y aquella vida monótona en qus todos teníamos que comer a diario sin derecho siquiera a una cosa tan sencilla como negar la existencia, de Dio.s, divorciarse del cónyuge molesto y renun. ciar a la guerra. Hoy empezamos a creer en las esencias liberaies y a degustarlas. Madrid huele a felicidad. PEDUEA TONIFIC.\NTK A las doce, minutos después de caer la bola, empiezan a tundirnos las costillas, desde lo alto, con ejemplares de la Constitución. Las gentes se echan a la calle ávidas de conocerla personalmente y de recibir el espaldarazo constitucional. La lluvia arrecia. Ya no es sólo desde los aeroplanos, sino desde los camiones, desde donde nos atizan cada folletazo que nos ponen de perfil. He aquí otro perfil que va a ser necesario rectificar. A la media hora estamos saturados de Constitución y con un apetito socialista que solamente Saborit es capaz de comprenderlo. Pero no llueve nada sustancioso y sólido. No cae el maná que las gentes sen cillas están esperando desde hace ocho meses, sin acordarse de que el fruto es a los nueve. EN LOS HOGARES CONSPICUOS Mientras las vías se alfombrem de papeles, nosotros queremos visitar los hogares conspicuos, los que hoy se sienten elevados repentinamente a las cumbres de la vida social. Asomemos la cabeza a imo, que es como asomarla a casi todos. Sobre la cama de matrimonio están extendidos la blanca camisa, eJ pantalón planchado, el severo frac. Es la hora solemne. El nuevo personaje inicia su calvarlo. ¡Ay, amigo! Usted no sabe lo que es eso. La pechera que no permite doblarse, el cuello de pajarita que tira pellizcos, el lazo que se tuerce, los zapatos que aprietan, el chaleco que se abre, la chistera que oprime las sienes... Pues qué, amigo, ¿se había usted figurado que en la burguesía tod eran comodidades? ¡Bendito sea Dios que nos ha librado por una temporada de esas molestias! Y eso que nosotros no temamos que añadir a tales mortificaciones la de que nos tomaran por el camarero. ¿Estamos? ¡Ea! De un salto al coche para evitai IÍLS sonrisas del vecindario. Arriba la señora; ahora las niñas, hechas un brazo de mar. ¡Tira! A Palacio. —¡Quien lo había de pensar, Neme- JUSTICIA .. ití.—Pág. 5 REPORTAJES DE ORBEGOZO Primera parte del frac (por falta de espacio continúa en la página siguiente), que le ha sido construido a don Indalecio Prieto para las ceremonias de estos días. sio! Ayer, como quien dice, viendo la parada al volver de la compra. Y hoy, como Medinaceli. —Vueltas que da el mundo. Nicasia. —Vueltas que marean. Lo malo es que ya empiezan las envidias. La Tomasa, la del Usebio, se ha dejado decir.' que ya se verá sí dentro de un año no viene ella lo mismo. .—Eso es lo malo. Que siempre hay detrás quien empuja para ponerse delante. —Ansiosos na mas. Ilusos, que no comprenden que tíe que haber clases. Se organiza el movimiento ¡V.\MOS ALLÁ! Las calles se llenan de sonidos, de boinas, de gorros, de cañones, de tricornios. La República de Trabajadores, aunque renuncia a la guerra, necesita del aparato militar. Una vez leí yo un artículo—¿era de usted, don Indalecio?—en que se abominaba de la... costumbre de utilizar al Ejército en esta clase de actos. Pero ¿quién se acuerda del pasado? ¡Adelante! Desfilen marciales las tropas, redoblen los tambores, suenen los clarines, piafen los caballos, que esto es otra cosa. El público lo admira todo, especialmente las chisteras de los Mozos de escuadra, que algunos diputados envidian. Don Inda va y viene, sin abandonar su humilde blusa (sabemos que debajo lleva el frac y las ganas de lucirlo!, dando los últimos toques. Ora estira una alfombra que se arruga, ora endereza un tiesto que se tuerce. ¡Con lo que sabe este hombre de todo y haberlo dedicado a lo único que no sabe! Las calles las i n v a d e la multitua hambrienta (¿a quién se le ocurre señalar la hora de las dos y media en que nadie ha comido?); pero entusiasta y con deseos de que se organice de una v-ez la alegría. DESDE, LA ACEÍIA La mayor aglomeración está frente al Congreso. Alguna vez ei público rompe ¡Ni turrón ni mazapán! Es más sabroso leer un buen libro de don AN- TOMO PÉREZ DE OLAGUER Libro interesante, henchido de gracia de buena ley. Se titula: "¡Paso al rey!" y dirá el lector: "¡Envido!" Colección Novelas Modernas. "Edita S. \." EN TODAS LAS LIBliEliiAS el cordón de tropa, que repele la invasión, y hay sus dimes y diretes. —<)iga, sargento, que yo soy soberano... —Bueno, bueno, ande a la acera, y no diga tontadas. —Palabra que lo dice la Constitución y que lo ha proclamado la Comisión de Responsabilidades. Si usted me atenta tanto asi al pelo de la ropa, pues puede decirse que ha incurrido en lesa majestad. ¡Ná más que eso! Un raspón en las espinillas pone término a las definiciones del soberano, en el instante mismo en que surge el Gobierno en la escalinata del templo de las leyes. La ovación es cerrada, como un cólico miserere. Los verdaderos trabajadores de la República se sienten admirablemente representados por estos ilustres varones, que hoy retan, en elegancia y confort, al mismísimo duque de Alba, como podrá comprobarse por las fotos que en la portada y en otras páginas publicamos, fotografías que representan un "tour de forcé" y un derroche, porque las placas se impresionaban de tal modo al ver los ministros, que casi todas fallecieron del susto. Los comentarios del público no son para recogir'os, porque, naturalmente, queremos vivir en pajs con la ley de Defensa. VA LLEGAN... De pronto, un pimto de atención. Un rumor sordo como una tapia (don Luís de la). Himno de Riego, que buena falta hace, porque los caballos levantan un polvo que asfixia. Ovaciones de esas que parecen hechas con ametralladora. Movimiento de flujo y reflujo multitudinario. Mientras la comitiva se apea ante e! Congreso, recogemos con onda este diálogo entre un matrimonio convecino: —Estoy más impresiona que "Drácula". , —Es que el momento es muy solemne. —¡Hay que ver los de la Escolta, qué tieso? y qué brillantes! —¿Has visto lo bien que va don Niceto? —En coche. —Quiero decirte que paece otro. —Desde luego, y le va muy bien la ropa. —Si que es verdá. Lo que siento es que a los otros les vaya tan mal. —¡Anda, y no seas memo! ¡Qué va a irles mal! Si les fuer» no estarían aguí. —Bueno, mujer. Hablo de la ropa. ¿Tú ves cómo va Cordero? ¡Sí paece que va a sacarse tres palomas del sombrero!.,» —Tú toma nota, Apolonio, pa entrenarte. —¿Con qué objeto? —Pa.cuando te toque... —¡Anda! y déjame en paz! —¡De menos los hizo Dios! y si no, mira a Largo Caballero. Apolonio, ¡hay que afinarse!— Tú fíjate que se fueron "tos" los de la aristocracia, y ahora, de los que "quedemos", hay que formar una nueva.» —Oye: aquel del lazo negro, ¿no es tu primo, el funerario? —¡Si es Nícolau! —Es idéntico. ¡Mira el alcalde! —¡Tampoco! Ese es Indalecio Prieto. El alcalde es aquel otro que rueda a aquel lao... —Es cierto. Al que conozco es a aquél. Le he visto en el Matadero, ;y vaya gachó endiñando la puntilla! —¡No seas terco, muchacho! ¡Si es Bruno Alonso! —Pues, chica, no sé qué tengo, que ayer conocía a todos y hoy a ninguno. ¡Estoy fresco! —¡Es natural! Porque ayer estaban en su elemento... Pon que tú Uegas a casa con tu capa y tu sombrero toas las tardes... Te saluda tó el mundo, ¡ni más ni menos! Pero un buen dia te pones de miliciano... ¡Y me juego la coca a que no te dice "Buenas tardes", ni el portero, que es tu compadre! —¡De fijo! —Pues igual les pasa a estos. Ya verás tú cómo el lunes otra vez los conocemos. .—¡Te diré!... ¡Hay quien los conor* hace —'vrJ3isiimo máá tiempo!