La historia de un asesino a sueldo El arrepentido de la Cosa Nostra

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Justicia, Seguridad y Policía
La Plata, domingo 12 de marzo de 2000
La historia de un asesino a sueldo
El arrepentido de la
Cosa Nostra
Giovanni Brusca revelará secretos de la mafia a la cual perteneció. Ahora espera que lo dejen libre y le den
una nueva identidad. El caso despertó varias protestas, ya que es el asesino de un juez y de un adolescente
L
a concesión del estatus de “arrepentido” a uno de los más sanguinarios capos de la mafia, Giovanni
Brusca, desató varias protestas en
Italia.
Brusca tiene en su historial decenas
de asesinatos, pero dos pesan sobremanera en la historia criminal italiana de
las últimas décadas: el del simbólico
juez antimafia Giovanni Falcone y el
de un muchacho de 13 años, Giuseppe
di Matteo.
Brusca, conocido con el sobrenombre de U Verru (El Verraco, en siciliano), pulsó el 23 de mayo de 1992 el
mando a distancia de la bomba que
mató en la autopista de Palermo al juez
Falcone, a su mujer Francesca Morvillo y a tres policías de la escolta.
Falcone era uno de los jueces que más
había investigado a la mafia. El atentado fue una advertencia para otros magistrados que intentaran hurgar en los
secretos de la Cosa Nostra.
A su condición de hombre sin escrúpulos añadió una definitiva dosis
de depravación un año después, con
otro crimen horrendo, al estrangular y
disolver en ácido al joven Giuseppe di
Matteo para vengarse de su padre, Santino di Matteo.
Santino también era miembro de la
Cosa Nostra. En su casa, precisamente,
se había celebrado la matanza de Falcone con un banquete. Pero Santino
fue detenido y reveló secretos de la organización. Por eso, Brusca le mató al
hijo.
Giovanni Brusca pertenece al clan
de los Brusca de San Giuseppe Jato
-una familia de confianza de los todopoderosos corleoneses-.
Pese a sus antecedentes, acaba de
convertirse en pentito (arrepentido) a
sueldo del Estado, que le pagará medio
millón de liras al mes (unos 250 dólares) en concepto de asistencia económica, como marca la ley.
De momento, U Verru continuará
en prisión, al igual que sus dos hermanos Enzo y Emanuele -también
arrepentidos- y su padre Bernardo, pero con la esperanza de abandonarla y
buscarse una nueva identidad, como
también le garantiza su estatus de colaborador de la Justicia.
La noticia ha caído como una bomba en el entorno de las familias de las
víctimas y en buena parte de la sociedad italiana, a pesar de que los magistrados sicilianos defienden la conversión para conocer el movimiento de
capitales de Cosa Nostra.
Ana Falcone, hermana del juez Falcone, ha sido taxativa: “Es el segundo
peor día de mi vida. Han matado otra
vez a Giovanni, su muerte no ha servido para nada”.
Giuseppe Costanza, el chofer del
juez, que salvó milagrosamente la vida,
no se queda atrás en su perplejidad:
“El Estado protege a los arrepentidos,
pero no a los ciudadanos honestos...
no puede ser”.
Con idéntica indignación se ha manifestado el presidente de los abogados
penalistas italianos, Giuseppe Frigo, al
afirmar que “es un precio demasiado
alto para la colectividad, una decisión
mortificante contra la que debemos
rebelarnos”.
La alarma ha sonado en la comisión
parlamentaria antimafia y su responsable, el socialista Ottaviano del Turco, ha convocado para el próximo
martes al presidente de la comisión
central de protección de los arrepenti-
dos, el subsecretario Massimo Brutti,
“para que nos dé muchas y convincentes explicaciones”.
El fiscal nacional antimafia, Pierluigi Vigna, justifica la medida por los
avances que se pueden hacer en la investigación contra las tramas financieras y los patrimonios de Cosa Nostra,
verdadera clave de la lucha contra la
mafia.
Pero a nadie se le puede negar que
sea escéptico con Giovanni Brusca, debido a las contradicciones de las que
hizo gala en su pasado, cuando ya estaba acusado. Es que tiene antecedentes
por falsas imputaciones. Una vez señaló al actual presidente de la Cámara de
Diputados, Luciano Violante, como
instigador de un complot contra el senador Andreotti. Y luego admitió que
era mentira.
La concesión a Brusca del estatus de
arrepentido, ha reabierto la polémica
sobre la reforma de este sistema de colaboración con la Justicia, al que están
acogidas actualmente más de 5000
personas, entre activistas” y familiares,
y que vaga sin rumbo por el Parlamento italiano.
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