01-21 Cuarto Domingo de Pascua - A (Hch.2.36-41; I P.2.20-25; Jn.10.1-10) Las llama a cada una por su nombre; - él va delante, y ellas lo siguen. Cuando, hace casi 50 años, yo vivía en Jerusalén y caminaba por las callecitas estrechas de la antigua ciudad amurallada, varias veces me topé con un rebaño de ovejas que los pastores empujaban y atosigaban por esos callejones medievales. Cuando iba pasando un tal tropel, uno tenía que apretarse contra la pared para que no se le pasaran a uno por encima. Pero aún así esa masa te rozaba fuertemente y la ropa se te quedaba impregnada del tufo penetrante y desagradable de sudor, grasa y estiércol. - La oveja, además de ser maloliente por su pelambre llena de suciedad y excremento seco, es un animal estúpido, espantadizo, manipulable, gregario, sin 'personalidad' ni iniciativa propia: ¡nada para uno encariñarse con ella! Por esto, cuando oigo al Señor comparándome con ese animal tan poco atractivo, me siento casi como 'humillado' u ‘ofendido’ por el Señor. Sin embargo, el pastor lo ve con ojos enteramente diferentes: tiene todo su capital invertido en su rebaño, y por esto lo cuida, lo protege, lo defiende cueste lo que cueste. Y mientras para nosotros todas las ovejas se ven iguales, sin nada que las distinga, el pastor las sabe diferenciar infaliblemente, y hasta tiene nombre 'personal' para cada una de ellas. Así, el pastor ve algo valioso donde nosotros no vemos más que apariencia repugnante. Esto me es un consuelo: debajo de mi pobre presentación exterior, con todos mis defectos y aún pecados, el Señor descubre algo que le vale tanto que ha arriesgado y aún perdido la propia vida para rescatarme. 1/ Teología del Bautismo En la primera lectura Pedro resume la proclamación básica de la fe Cristiana: en el gran drama de la historia Cristo ha realizada la victoria definitiva de las fuerzas del bien sobre las del mal, el amor sobre el odio, la vida sobre la muerte. Además, que también nosotros podemos participar en esta su victoria. ¿De qué manera nos insertarnos en esta aventura cósmica? Pedro contesta: “Mediante dos pasos: conversión y bautismo”. – (1) La palabra ‘conversión’ tiene dos sentidos mutuamente complementarios, según se diga en hebreo o en griego. En hebreo la palabra es “shub”, que significa: hacer un viraje total de 180 grados. Luego, dar la espalda a toda la conducta anterior. Es un cambio radical en el comportamiento exterior: un rompimiento con el pasado, y una manera de comportarse totalmente nueva. ¡Esto cuesta en cantidad! Es como desollarse en vivo, o arrancarse la piel viva del cuerpo: es arriesgarse a vida o muerte. – En cambio, en griego la palabra por ‘conversión’ es “meta-noia”, que significa “ajuste o cambio de mentalidad interior”. Se refiere a la opción fundamental que cada persona ha hecho para su vida (aunque quizá sin darse cuenta claramente), pero que hay que ajustar continuamente, sea poco sea mucho, como el volante de un automóvil en marcha. Es la opción básica que determina todas las decisiones concretas en el trajín de las cosas de cada día. – (2) El segundo paso es el bautismo. Pedro indica escuetamente tres aspectos fundamentales: (a) se hace “en nombre de Jesús el Cristo”, es decir: se invoca públicamente sobre nosotros el nombre de Jesús. En la Antigüedad, cuando un amo acababa de adquirir un esclavo, proclamaba su propio nombre sobre el esclavo como para expresar su derecho de propiedad y de protección. Así nosotros: por el bautismo hemos sido adquiridos por Cristo como propiedad personal suya (vea Ex.19.5-6), y en adelante nos encontramos bajo su amparo y protección contra las fuerzas enemigas. – (b) El segundo efecto del bautismo es: que su baño nos lava y limpia de todos los pecados o culpas que en ese momento tengamos, como dice Pablo: “Habéis sido lavados y justificados en el nombre del Señor Jesús, en el Espíritu de nuestro Dios” (I Cor.6.11). – (c) Así nos prepara para el efecto más importante y esencial del bautismo: la presencia activa del Espíritu Santo en nuestro corazón o, como Pedro mismo lo describe en otra ocasión: “participamos en la propia naturaleza divina” (II P.1.4). O como solemos decir: el bautismo nos convierte en hijos de Dios, no sólo en nombre o simbólicamente, sino en realidad (vea I Jn.3.1-2). – Esta invitación inimaginable Dios la ofrece no sólo al Pueblo de Israel, sino a todos los seres humanos por lejos que estén en tiempo, lugar o cultura (te invito a que leas y medites cómo San Pablo habla de esto en Ef.2.13-18). – 2/ El Buen Pastor (Jn.10.1-6) En esta mini-parábola Jesús se presenta como el Pastor legítimo que no tiene necesidad de usar métodos engañosos, sino que actúa a plena luz del día. Así lo declara ante el Sanedrín: “He hablado abiertamente ante todo el mundo en las sinagogas y en el templo, y no he hablado nada a ocultas” (Jn.18.20; vea Is.45.16). A diferencia de las religiones mistéricas, las sociedades secretas y los conventículos exclusivistas, la predicación del Evangelio siempre ha sido y es abierta y pública: porque busca llegar a todo hombre de buena voluntad. Es la voz de Cristo mismo que sigue resonando, y llamando a todos los que están dispuestos a reconocer su voz y a seguirlo. Además, hay una relación mutua muy personal e íntima entre este Pastor y sus ovejas: llama a cada una con nombre propio: aquel “nombre nuevo que nadie conoce sino sólo aquél que lo recibe” (Ap.2.17). - Y ellas reconocen su voz y lo siguen, mientras él camina delante de ellas: tanto hacia la cruz (vea Mc.10.32), como hacia glorificación (vea Mc.14.28): así “donde yo esté, allí estará conmigo mi servidor” (Jn.12.26): en el Calvario y en la Gloria, – o como Jesús ora a su Padre en la Cena: “Quiero que donde yo esté estén conmigo los que tú me diste: para que contemplen mi gloria… para que el amor con que tú me amaste a mí, esté también en ellos, porque yo estoy en ellos” (17.24 y 28). 3/ La Puerta Única (Jn.10.7-10) Ya Pablo tenía la experiencia de que el mundo está lleno de aprovechadores religiosos que “hacen negocio con la palabra de Dios, - predican a Cristo por envidia o rivalidad, - piensan que la piedad es un negocio, en que se puede traficar por codicia con palabras artificiosas” (II Cor.2.17; Fil.1.15; I Tim.6.5; II P.2.3). Todo esto en contraste chocante con el Buen Pastor que, en vez de enriquecerse y aprovecharse de las ovejas y, al fin, matarlas y comérselas, se sacrifica a sí mismo hasta la muerte por ellas: pues “Él ha venido para que tengan vida, y vida en abundancia” (v.10). Aún mucho más: Él es la única Puerta que da acceso a la vida: fuera de él no hay vida en sentido real de la palabra. Es decir, aquella vida que consiste en participar en la propia vida de Dios. Por esto declara: “Yo soy el camino que lleva a la verdad y la vida: nadie llega al Padre a no ser por mí” (14.6). Así, “la salvación está en ningún otro, pues no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que hemos de salvarnos” (Hch.4.12). – El gran interrogante es: cómo van a salvarse los millones que nunca lo han conocido: aquellas “otras ovejas que no son de este rebaño, pero que también escucharán mi voz, hasta que haya un solo rebaño bajo un solo un solo Pastor” (10.16). -