Libro de las Costumbres y en la legislación de los primeros Capítulos Generales. El varón evangélico se convirtió en varón apostólico y el varón apostólico se ha convertido en el fundador de la Orden de Predicadores. Esto es lo que Domingo pide a Inocencio III cuando acude a Roma para solicitar la confirmación de la Orden: “Fray Domingo se incorporó al obispo Fulco para ir juntos al concilio y exponer al papa Inocencio III el común deseo de que confirmara la Orden de Fray Domingo y sus compañeros, que debía llamarse y ser de Predicadores”. Y esto es lo que Honorio III, sucesor de Inocencio III, confirma: “Nos asentimos con clemencia a vuestras justas súplicas y recibimos bajo la protección de San Pedro y nuestra a la iglesia de San Román de Tolosa en la que estáis entregados totalmente al servicio divino y lo corroboramos con el presente escrito”. Y en una bula dirigida al prior Domingo y a los frailes de San Román en la que les manda que ejerciten con empeño el encargo recibido de anunciar la Palabra de Dios, Honorio III les llama expresamente predicadores. “Honorio obispo, siervo de los siervos de Dios, a los amados hijos, el prior y frailes de san Román, predicadores en tierras de Tolosa, salud y bendición apostólica”. (…) La predicación no es para la Orden un oficio a tiempo parcial, una actividad que se puede ejercer ocasionalmente y que sólo afecta al predicador mientras predica. La predicación es para los frailes predicadores un propósito de vida, una profesión religiosa a tiempo completo. Es una forma de vida, una manera de vivir la “vita vere apostolica”, una vida a imitación de Jesucristo y de los Apóstoles. Esta vida verdaderamente apostólica incluye, por supuesto, el ministerio de la Palaba, pero afecta a la totalidad de la vida de los predicadores”. El P. Felicísimo desarrolla ampliamente el proyecto fundacional de Domingo, quien quiso una predicación desde la oración y la contemplación, el estudio constante de la verdad sagrada, desde la comunidad y la pobreza evangélica. Una predicación a la que caracteriza, en el libro citado como: carismática, doctrinal, “in medio Ecclesiae”, de fronteras, universal y multiforme. Texto Bíblico: 1Jn, 1- 4 Podemos compartir: Nuestra experiencia de contacto diario con la Palabra “viva y eficaz”. Cómo estamos hoy predicando. Textos: Verbum Domini 11, 22-23; 83,91, 122-123; Caminar desde Cristo 24; EG 262. Otras lecturas: web/form/est. Cong. CON LA FUERZA DE LA PALABRA En este año que celebramos los 800 años de la Orden de Predicadores estamos invitadas a contemplar con nuevos ojos a nuestro padre y hermano Santo Domingo de Guzmán. Un hombre de Dios, abierto totalmente al Espíritu que lo hace receptivo a la gran necesidad de su época: recibir la Palabra de Salvación, acoger la Verdad, que es Jesucristo, comunicado desde la pobreza y la libertad del Evangelio. Santo Domingo funda la Orden para el servicio generoso de la Palabra, lleno de compasión por los que no la conocen o han extraviado el camino, desde una espiritualidad encarnada aprendida y practicada al contacto con la humanidad doliente. Predicadores de Jesucristo, contemplado y amado en el silencio de la oración y del estudio, en la experiencia viva de la fraternidad conventual y en la misión apostólica sin fronteras. Proponemos la reflexión personal y comunitaria de esta ficha en dos momentos: 1º MOMENTO Personalmente Acercarnos a los rasgos humanos y espirituales de S. Domingo a través de la clásica semblanza del Bto. Jordán de Sajonia u otra. Leer el texto: Carisma/espiritualidad de la Orden (Web/form/est. cong.) En comunidad Compartir lo que hemos destacado de las lecturas. Nota: El libro del P. Vito Gómez, OP “Santo Domingo de Guzmán. Escritos de sus contemporáneos”. Edibesa 2011, recoge ampliamente la documentación histórica en torno a S. Domingo y a la fundación de la Orden, esquema biográfico, tablas, escritos y testimonios, bibliografía. 2º MOMENTO El MINISTERIO DE LA PREDICACIÓN es el proyecto fundacional de Domingo. Con la FUERZA de la PALABRA, desde la oración, el estudio, la comunidad, la pobreza evangélica Santo Domingo responde al gran desafío de la evangelización en difíciles tiempos de herejía y de desprestigio de la Iglesia. Proponemos para la reflexión un texto extraído del libro “Ve y predica”, que el P. Felicísimo Martínez, OP ha publicado en este año jubilar: Por el ministerio de la Predicación (pp. 107-110) (…)“Esta es la intuición profética de Domingo: La verdadera raíz de la crisis en la Iglesia está en la ausencia o deficiencia de la predicación. Porque el anuncio del Evangelio es la primera actividad de la Iglesia. La predicación está en la génesis de la comunidad cristiana. La fe viene por la escucha. Pero la escucha es imposible si no hay anuncio del mensaje. Éste es el proceso del nacimiento y crecimiento de la Iglesia: anuncio del kerygma, acceso a la fe en Jesucristo, conversión, bautismo para el perdón de los pecados...Y así “el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar” (Hch2, 47). Y éste es también el proceso de cualquier renovación a fondo de la Iglesia: anuncio de la Palabra, acceso a la fe, conversión y celebración de la salvación en los sacramentos y en la vida. Por eso la primera comunidad de los Hechos de los Apóstoles se ha convertido en referente y regla para todas las renovaciones de la Iglesia y de la vida religiosa. La conclusión de Domingo es clara: él quiere prestar a la Iglesia y a la humanidad el servicio de la predicación. Quiere dedicar su vida al servicio de la Palabra y quiere que la predicación sea la misión específica de la nueva Orden de Predicadores. Ya los presagios que habían tenido lugar en su infancia y algunos sueños o visiones posteriores señalan a Domingo como futuro predicador. A su madre se le mostró en visión que gestaba en su seno un cachorro con la tea encendida, que incendiaba el mundo: “Esta visión prefiguraba que iba a concebir un predicador insigne…” A su madre se le mostró en visión como si tuviera una estrella en la frente, “lo que prefiguraba ciertamente que algún día sería entregado como luz de las gentes, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, como se comprobó más tarde por el desarrollo de los acontecimientos”. Leídas retrospectivamente, se las considera como visiones proféticas. Pero, sobre todo, es el sueño de Inocencio III en el que ve a Domingo sosteniendo con sus hombros la basílica de Letrán que se agrieta y se derrumba” el que pone de manifiesto que Domingo ha de sostener a la Iglesia mediante el ministerio de la predicación. Sin duda, el sueño o la visión más significativa es la que tiene el propio Domingo, en la basílica de los Apóstoles Pedro y Pablo en Roma. Así la narra Constantino de Orvieto: “Hallándose en Roma el hombre de Dios Domingo, en la basílica de San Pedro, y en presencia de Dios se entregaba a la oración en favor de la custodia y dilatación de la orden que por su medio propagaba el divino poder. Colocada la mano de Dios sobre él, contempló en una visión imaginaria que se le acercaban de pronto los gloriosos príncipes de los Apóstoles Pedro y Pablo. Le parecía que el primero, es decir Pedro, le entregaba un bastón, Pablo, empero un libro, y completaban el gesto diciendo: “Ve, predica, porque has sido elegido por Dios para este ministerio”. La predicación: ésta es la vocación de Domingo; ésta es la misión específica de la Orden. Antes Domingo llevaba el título de “humilde ministro de la predicación”. Ahora tiene además el título de “Maestro de los Predicadores”. Cuando funda la Orden Domingo tiene mucho camino andado y mucha experiencia acumulada en el ministerio de la predicación. Desde que aterrizó en la provincia Narbonense no ha cesado de predicar. Quiere dedicar su vida a la predicación. Por ese motivo, renuncia a implicarse en la cruzada; renuncia a obispados que se le ofrecen; renuncia a la administración; incluso quiere renunciar al cargo de Maestro de la Orden...Su ideal es dedicarse a tiempo completo a la predicación y, a ser posible, en tierra de cumanos, lo cual no le será dado. Los testimonios sobre su celo en la predicación son numerosos. Todos coinciden en que se dedica a la predicación a tiempo y a destiempo, es decir constantemente, y que predicaba a toda clase de personas. ”Y donde quiera que se encontrase, bien fuera en los caminos con sus compañeros o en la posada con el hospedero y demás familia, ya con magnates, príncipes o prelados, siempre brotaban de sus labios palabras de edificación y abundaba en ejemplos, con los que persuadía el ánimo de los oyentes al amor de Cristo y al desprecio del mundo”. (…) Con su experiencia personal y la de los compañeros que se le van uniendo en el ministerio de la predicación está ya en condiciones de ir diseñando y configurando el proyecto fundacional para la nueva Orden de Predicadores. Este proyecto queda plasmado en el