Amor cortés Durante los siglos XI, XII y XIII, aproximadamente, en el sur de Francia y en gran parte de Europa, se impuso toda una lírica trovadoresca alrededor de la temática del amor, del ensalzamiento de la Dama, y en esencia, el canto refinado a la queja por el amor insatisfecho o no correspondido. Este cantar, denominado como “l’amour courtois” o amor cortés, se convierte en una ética de una posible relación amorosa entre el poeta- cantor y la mujer-Dama inalcanzable. El amor cortés (pertenecía a lo elevado, a palacio, a la corte, en llana distinción con la villa y lo pueblerino) constituyó un estilo, literario y musical, pautado con reglas muy precisas y rigurosas, que en ocasiones sólo los entendidos atrapaban el sentido del mensaje de amor. A la Dama, mujer sublime y añorada, bella y distante, se le conferían toda suerte de virtudes y toda suerte de crueldades al no corresponder a tan refinada solicitud de amor. El amor aquí era visto en sus más absolutas vertientes de abstención, de la inaccesibilidad del objeto-Dama, del dulce y enaltecedor sufrimiento por la imposibilidad para alcanzarla (Sólo la Dama será mi dueña y yo su humilde vasallo; qué agradable cilicio este amor que me hiere y que Ella, mi Ideal, rechaza). Esta lírica del amor, que habla de la ascensión hasta lo divino del objeto mujer (¡qué increíble coincidencia que surgiera justamente en la época en que las mujeres eran consideradas entre los bienes patrimoniales del hombre, entre sus objetos!) se opone, en sí mismo, al éxito de ser reciprocado, a la posesión de la Dama. Es, esencialmente, el canto al obstáculo, a la imposibilidad de la consumación del amor. El amor cortés es una filosofía del amor que floreció en la Provenza francesa a partir del siglo XI. El amor cortés era una concepción de la Europa medieval que expresaba el amor en forma noble y caballeresca. En general, el amor cortés era secreto y entre los miembros de la nobleza. Generalmente, tampoco se practicaba en parejas formales (era, en la mayoría de los casos, adúltero). La teoría del amor cortés supone una concepción platónica y mística del amor, que se puede resumir en los siguientes puntos: Total sumisión del enamorado a la dama (por una transposición al amor de las relaciones sociales del feudalismo, el enamorado rinde vasallaje a su señora). La amada es siempre distante, admirable y un compendio de perfecciones físicas y morales; siempre está casada y su marido (gilós), normalmente un noble o señor feudal, es advertido por las voces de los acusadores (lausengiers). El estado amoroso, por transposición al amor de las emociones e imaginería religiosas, es una especie de estado de gracia que ennoblece a quien lo practica. Los enamorados son siempre de condición aristocrática. El enamorado puede llegar a la comunicación, con su inaccesible señora, después de una progresión de estados que van desde el suplicante (fenhedor, en occitano) al amante (drut). Se trata, frecuentemente, de un amor adúltero. Por lo tanto, el poeta oculta el objeto de su amor sustituyendo el nombre de la amada por una palabra clave (senhal) o seudónimo poético. Su decálogo resume de la siguiente manera: 1. Nobleza del hombre y de la mujer en linaje y conducta. 2. La fuerza del amor presenta a la amada como admirable y engendra virtud en el amante. 3. Normalmente, este amor es adúltero. 4. El objetivo del amante es lograr el trato sexual, dentro o fuera del matrimonio. 5. Es un amor frustrado por imposibilidad de consumación o porque el desastre sigue a dicha consumación. 6. Es trágico y no cómico -pese a su tratamiento cómico en la literatura medieval española-. 7. Frecuente transposición al amor sexual de las emociones y de la imaginería religiosa. 8. El amante reconoce su inferioridad con respecto a la dama, al margen de que sea inferior o no en la vida real. 9. Es escasa la correspondencia de la dama al amor del caballero (al menos en la literatura medieval). 10. Los amantes tratan de encubrir su amor. Los rasgos de este amor son los siguientes: 1. La humildad, pues siempre el enamorado se siente inferior a la amada. 2. La cortesía, porque sus formas no son groseras sino refinadas y llenas de delicadeza. Sólo los nobles en linaje y conducta, hombre y mujer, pueden aspirar al amor. 3. La utopía, porque no aspira a conseguir el favor de la amada; sólo le basta con expresarle su admiración y su devoción, sin esperar ninguna recompensa a cambio. 4. El desinterés, porque el poeta no pretende el matrimonio, sino que canta a una dama excelsa y elevada con la que no puede aspirar al casamiento. 5. La frustración, por la imposibilidad de consumar el amor o porque el desastre sigue inmediatamente a la consumación. 6. El secreto, por ser un amor encubierto, no manifestable públicamente.