Lectio jueves 20 de febrero del 2014. 6ª semana del Tiempo Ordinario Ciclo –A Lecturas: Santiago 2,1-9; Salmo 111; Marcos 8, 27-33 PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA Y PARA TI, ¿QUIÉN SOY YO? 1. Hagamos las LECTURAS Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos: “Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le contestaron: “Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.” Él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?” Pedro le contestó: “Tú eres el Mesías.” El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días”. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!” 2. MEDITEMOS la lectura a. ¿Qué dice el texto? Jesús realiza una larga explicación sobre el significado de la cruz para ayudar a los discípulos a descubrir su nuevo sentido mesiánico. Sin embargo, la ceguera de los discípulos les impide entender el discurso de Jesús sobre el sufrimiento que debe padecer. Su visión triunfalista no les permite comprender el sentido de la pasión, muerte y resurrección. En aquel tiempo, la gente esperaba la llegada del Mesías, unos lo esperaban como un rey, otros como un sacerdote, otros como un guerrero, juez o profeta. Ninguno parecía esperar un Mesías servidor y sufriente como el descrito por Isaías 42,1-9. Jesús anuncia que él es el Mesías del amor y del servicio, y reprende cualquier duda ambiciosa de los discípulos. El satanismo de Pedro está en concebir un Mesías desde el poder de dominio y no desde el servicio que pasa por la cruz y la resurrección. b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? Cristo quiere que sepamos quién es realmente. Por eso nos pregunta, nos interroga. Primero sobre los demás. ¿Para ellos quién soy? Luego te lo pregunta a ti. ¿Y para ti quién soy yo? Ante esta pregunta tan directa quizá nuestra reacción es la de quien hace un gesto instintivo de reflexión para encontrar la respuesta más perfecta o la más bonita. Pero Él no quiere este tipo de respuestas. Su pregunta es directa. Va al corazón. No le interesa la respuesta del vecino sino la tuya y solamente la tuya. Entre tú y yo. Para que nuestra respuesta sea como la de Pedro, Cristo tiene que ser el Señor de nuestra vida en lo que nosotros llamamos nuestra vida. Es decir, en el cotidiano, trabajo, escuela, en el hogar... El que le acepta como Cristo acepta también la Cruz que Él aceptó y los sufrimientos de los que nos habla. Nuestra Cruz es la de la vida diaria, la de vivir nuestros deberes con amor aceptando el sufrimiento y dándonos sin estar siempre esperando recibir algo a cambio... Dando aunque los otros no den, amando aunque los otros no amen. Pero qué fácil es desviarse de lo más sencillo, tener a Jesús sólo como un profeta y ver la Cruz únicamente para las grandes ocasiones. No esperes más y vive hoy como si fuese tu último día. Que Jesús sea tu mejor amigo, tu Señor y tu Maestro. Cumple sus deseos, piensa como Él piensa y haz lo que Él hace, así bien orgulloso de ti, te dirá: acércate discípulo mío, pues tus pensamientos son los de Dios y no los de los hombres. 3. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios? Señor Jesús, he oído hablar de ti muchas veces y de maneras diversas, pero ¿quién eres tú para mí? Oigo decir que eres un profeta, un maestro, pero no puedo explicarme por qué de todos los profetas y maestros precisamente a ti te ha tocado la cruz. ¿Por qué esta cruz, Jesús, si tú eres de verdad el Mesías? Señor Jesús, sólo quien te ama puede llevar la cruz detrás de ti y sólo quien lleva la cruz puede decir también quién eres. Amén. 4. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? Motivación: Es imprescindible que vuelva a calarnos hondo la pregunta, y que nos duela -y ustedes, ¿quien dicen que soy yo?-, para reencontrarnos con el eterno Servidor sufriente que derrota a toda muerte desde la entrega y la gratuidad, desde el sacrificio desinteresado por el otro. Y TÚ, ¿QUIÉN DICES QUE SOY YO? Cualquier día, en cualquier momento, a tiempo o a destiempo, sin previo aviso, lanzas tu pregunta: Y tú, ¿quién dices que soy yo? Y yo me quedo a medio camino entre lo correcto y lo que siento, porque no me atrevo a correr riesgos cuando tú me preguntas así. Nuevamente me equivoco, y me impones silencio para que escuche tu latir y siga tu camino. Y al poco, vuelves a la carga: Y tú, ¿quién dices que soy yo? Enséñame como tú sabes. Llévame a tu ritmo por los caminos del Padre y por esas sendas marginales que tanto te atraen. Corrígeme, cánsame y vuelve a explicarme tus proyectos y quereres, y quién eres. Cuando en tu vida toda encuentre el sentido para los trozos de mi vida rota; cuando en tu sufrimiento y en tu cruz descubra el valor de todas las cruces; cuando haga de tu causa mi causa; cuando ya no busque salvarme sino perderme en tus quereres... Entonces, Jesús, vuelve a preguntarme: Y tú, ¿quién dices que soy yo?