natural es tan fácil y abundante, que nos podamos permitir el lujo de sacrificarlo tantas veces como sea preciso a la aplicación rigurosa de unos preceptos, nacidos en lugares donde la consecución de aquél no constituye ningún problema. Si cada vez es más evidente la necesidad de una selvicultura plenamente hispana, en el caso,de Canarias, el problema es particularmente agudo, pues no existe el menor fundamento ecológico ni temperamental que nos permita aplicar a sus pinares los mismos métodos utilizados para otras especies con las que el P. canariensis no tiene el menor punto de contacto. La solución de este problema no puede ser fácil ni inmediata. Carecemos de experiencias de suficiente duración realizadas con criterio uniforme; pero algunos hechos son tan evidentes para el forestal que haya visto estos pinares y meditado un poco sobre los mismos, que nos parece pueden y deben servir como directrices principales en una primera orientación. Surge en primer lugar la improcedencia de los métodos a base de cortas discontinuas reiteradas sobre los mismos lugares a lo largo de un período. Desprovistas aquí de sus clásicas ventajas, tales cortas se traducen en una serie de inconvenientes y perjuicios: en estos terrenos accidentados, de suelos pedregosos o peñascosos, en los que su pérdida por arrastres apenas es de temer, los destrozos ocasionados en cada corta sobre los repoblados incipientes son de una categoría difícil de imaginar; el deambular del personal y de las caballerías, el apeo, troceado, arrastres y rodaduras hasta los lugares de concentración y demás operaciones anexas, anulan en la mayor parte de los casos el repoblado natural que haya podido lograrse desde la corta anterior. En teoría, desde el gabinete, gran parte de estos inconvenientes podrían subsanarse mediante la meticulosa previsión y trazado correspondiente de redes de saca, que comprendiesen desde los caminos de tracción rodada hasta las sendas para peones; pero basta conocer un poco la topografía habitual de estos pinares para comprender la imposibilidad económica y material del remedio (fots. 92 y 93). En nuestros recorridos de estudio por estos pinares hemos tenido ocasión de observar rodales en los que se han practicado durante un decenio sucesivas entresacas, que, siendo discretas y razonables en el criterio de cada año, no lo resultaron tanto en su conjunto a lo largo del período, pues los rodales quedaron reducidos únicamente a los ejemplares respetados, sin apreciarse repoblación alguna, pese a las magníficas condiciones del monte y a la gran cantidad de germinación ocurrida. Evidentemente, existen las mayores probabilidades de que estos rodales, una vez acotados, se repueblen, naturalmente, al amparo de los árboles que aún existen; pero a este resultado hubiéramos llegado igualmente si, en un ataque de vesania, hubiéramos cortado de una vez todo lo que de allí se extrajo, con la ventaja de no