¿Qué pasos debemos dar para no equivocarnos?

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Excusas
para no
pensar
los lectores preguntan
a eduardo punset
¿Qué pasos
debemos dar para
no equivocarnos?
E
stoy en Santander,
y la Escuela de
Organización Industrial
–del Ministerio de
Industria– me ha pedido que
les comente a los alumnos
de este comienzo de verano
los pasos que deben dar
para no equivocarse. Estuve
dudando un buen rato, pero al
final pensé que iba a intentar
recordar lo que los grandes
sabios o premios Nobel me
habían sugerido en el curso
de entrevistas efectuadas
los últimos veinte años para
el programa de divulgación
científica de La 2 de TVE.
El primero que me vino a
la memoria fue Ken Nealson.
La NASA le había encargado
a ese biólogo envidiable
nada menos que inaugurar
su programa de búsqueda
de otras vidas en el espacio.
Hasta que no se descubriera
otro tipo de vida distinta de
la nuestra, no podríamos
compararnos con otros y sería
imposible describir cómo
éramos nosotros mismos.
La verdad es que fue a raíz
de la investigación de Ken
cuando di con la foto más
preciada, que me hizo llegar un
buen amigo y que he guardado
para siempre en mi despacho.
xlSemanal 14 de julio de 2013
La fotografía reproducía el
instante en el que una amonita
de unos cien millones de años,
acostumbrada a deambular
por el fondo del mar, se sintió
presa del pánico al encontrarse
en medio de un torbellino
geológico que la desplazó
hacia arriba a velocidades
vertiginosas, hasta encontrarse
al lado de un cactus tranquilo
en un desierto africano.
Supongo que la amonita
miró perpleja al cactus y
que, desde entonces, jamás
olvidó lo que era su propia
vida. «Cada vez que veáis algo
incomprensible –les dijo Ken a
su equipo de investigadores–,
siempre que no entendáis bien
lo que está ocurriendo, que no
sepáis lo que está sucediendo,
concentrad entonces todos
los motores y aparatos en
lo que no entendéis, porque
podría ser vida». Ken Nealson
tenía la misma idea de la
vida que los físicos cuánticos
de comienzos del siglo XX:
admitía que se había despejado
cantidad de interrogantes,
lcomo el momento de su
aparición, pero quedaban
sin revelar otros, como la
forma concreta en que la vida
apareció por primera vez. «Life
is a mistake, Eduard», me dijo.
Fue la gran contribución
de Ken a mi propia vida y de
los cuatro físicos cuánticos
que, a comienzos del siglo XX,
marina cano
Esther Sánchez Villegas. correo electrónico
"Su frase, que
me conmovió
para siempre,
fue: 'Los que más
me han enseñado
son los que
no sabían nada
de lo mío'"
explicaron al mundo cómo
una partícula podía estar en
dos hemisferios distintos a
la vez, entremezclándose
y desapareciendo cuando
se las quería observar al
mismo tiempo. Se tardó varias
décadas en que este principio
de incertidumbre penetrara
en la mente dogmática de
la mayoría, pero ya nadie
podría discutir con el tiempo
necesario el final del dogma.
«La vida es una equivocación»,
y no sabemos cómo empezó.
Sidney Brenner era premio
Nobel de Medicina cuando lo
entrevisté; recuerdo que se
iba hacia un lugar de Extremo
Oriente para estudiar la vida
de organismos desconocidos
para la gran mayoría. Su
frase, que me conmovió para
siempre, fue decirme: «Los que
más me han enseñado son
los que no sabían nada de lo
mío». Sin darle importancia,
de pasada, Sidney Brenner
acababa de exterminar una
de las teorías que más daño
han hecho a la mente humana:
la especialización exagerada
y la negativa a salirse de su
recodo; como decía Marx de
los monetaristas, «cada vez
saben más de menos, hasta
que lo saben todo de nada».
No hay que tener miedo a
adentrarse en competencias
diversas y alejadas de su
propio conocimiento. El paso
de organismos unicelulares
a multicelulares fue muy
importante; en realidad, es
lo único importante que
ha ocurrido en los últimos
seiscientos millones de años,
aunque los científicos que
dedicaron muchos años
a estudiar este tránsito
no lograron explicárselo.
Pero vale la pena hacer
un viaje hasta Japón para
intentar averiguarlo. n
Si quiere participar en la sección, envíe sus preguntas a
xlsemanal@tallerdeeditores.com o a XLSemanal. Excusas para no pensar.
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