Abordaje Psicológico del enfermo cardiovascular

Anuncio
Grupo de Estudio e Investigación en Cardiología Transdisciplinaria
Abordaje Psicológico del enfermo cardiovascular
Licenciada Claudia Masini
AMA. SEPT. 2005
La demanda y respuesta de atención profesional habitualmente se sustenta en un
conocimiento científico que circunscribe a la enfermedad como una variable
descontextualizada del individuo que la esgrime.
Desde un posicionamiento reduccionista y fragmentario se observa el determinante de la
patología articulándolo en una casuística científica que contempla al individuo como un
ente aislado de su realidad histórico – actual..
El modelo hegemónico en ciencias, desde su marco conceptual, obtura una mirada
integradora de la característica más esencial del hombre que es su singularidad,
estructurada en su personalidad conformada por un entramado histórico, social, cultural,
y familiar que produce una impronta en su accionar y en el enfermar del individuo.
El análisis transdisciplinario permite observar al paciente inscripto en una red que lo
determina desde su padecer, en este caso una enfermedad cardiovascular, pero a su vez
integra sus vínculos, necesidades, ambiciones, frustraciones, miedos etc.
Desde este abordaje que pretende amalgamar las distintas disciplinas, la Psicología
intenta establecer una concientizacion de esta nueva realidad: la irrupción de la
enfermedad cardiaca, ligando este padecer a un individuo que hizo las veces de
productor y producto de su patología.
Mientras que las ciencias medicas en su relación con el paciente pueden prescindir, si es
necesario, de su consentimiento, comprensión o acompañamiento: esto no es compatible
con la Psicología.
La Psicoterapia posee como dispositivo básico en la implementacion del tratamiento el
establecimiento de la demanda de atención desde la decisión singular del sujeto,
demanda que solo puede existir y formularse en función de la necesidad, léase angustia
que el enfermo tiene que alguien sepa mas que él y pueda asistirlo en su problemática.
La base de toda psicoterapia requiere como soporte estructurante el deseo de un sujeto a
interrogarse por lo que le sucede: su síntoma. A partir de allí acude a un espacio
analítico donde explorara aspectos de su vida, moviéndose progresivamente en zonas
antes negadas al conocimiento, llegando así tanto a la experiencia como al saber mas de
sí mismo.
Ahora bien ¿qué sucede si el sujeto en cuestión no realiza esa demanda o pedido de
atención?, ¿Cuál seria el rol del psicólogo ante la ausencia de demanda de tratamiento?
Esta fue la pregunta que surge de la experiencia con pacientes cardiovasculares. Su
perfil de personalidad nos refiere un individuo que presenta una grave dificultad en su
registro simbólico, esto es: su nivel de representaciones y expresión conlleva un nivel
de precariedad tal que provocara la tendencia a derivar el conflicto en el área corporal.
A partir de esta falencia simbólica, sumado a la puesta en juego de sus mecanismos de
defensa: la negación por excelencia, el paciente cardiovascular escinde, separa su
enfermedad de su ser esencial. Presta su cuerpo, como sitios o territorios, donde se
inscribe la enfermedad no pudiendo integrarla con sus respuestas emocionales, sus
sentimientos o afectos.
Esta pobreza simbólica le impide relacionar su padecer con otra etiología mas allá de la
orgánica: parafraseando a Freud “delata con sus síntomas aquello que sus labios callan”
Por lo que entonces el silencio de sus órganos seria un sinónimo de salud.
Grupo de Estudio e Investigación en Cardiología Transdisciplinaria
El estado psíquico del paciente ante la enfermedad es de una total indefensión.
Podríamos decir que estamos ante un individuo enmudecido, sino carente de leguaje
para pedir auxilio, ante una enfermedad que le presenta, le antepone quizás, por primera
vez su finitud.
Ante este escenario, el replanteamiento de la estrategia psicoterapeutica, con este perfil
poblacional, resulta innegable.
Se instaura otro contacto con el paciente: ir hacia él. Ya que el no puede preguntarse por
su padecer, enquistado en un discurso cuya respuesta ante la enfermedad es la sorpresa
inexplicable sobre lo ocurrido, la pregunta que intentara cuestionar su respuesta
patológica surgirá no desde el sino desde otro lugar: el del terapeuta.
Se inicia la construcción de un lenguaje que le permita al paciente interpretar, entender
sus emociones, emociones que fuera de equilibrio han contribuido a generar la
enfermedad. Paulatinamente comienza a erigirse un vinculo que si bien nace de un
acompañar empatico, dilucilativo, muta, se transforma en un claro vinculo
transferencial. Este paso será crucial para su comprensión y compromiso en su salud,
descubriendo un determinismo en su accionar relacionado con su devenir personal que
pudo silenciosamente enfermarlo.
Esta construcción lingüística pone al terapeuta en una encrucijada teórica fundacional:
¿Es el deseo del paciente, o el deseo del analista quien inicia este tratamiento?
Y aquí aparecen respuestas no ya teóricas, sino desde la experiencia que portan historias
con nombre y apellido, donde este acercamiento inicial permitió integrar un lenguaje
con el que pudieron “pronunciarse” en su enfermedad engarzando un causal histórico
personal con un corazón erosionado.
Esta experiencia terapéutica recién comienza, probablemente este poblada de errores,
pero el mayor error, considero, seria esperar una demanda de alguien que no puede
pedirla.-
Descargar