PONENCIA DEL COM DE CASTELLO A LA TAULA REDONA SOBRE CONTROL DE LA BONA PRAXIS MEDICA Una buena praxis médica debería contempla al menos estos cinco apartados: a) Una buena relación médico- enfermo. b) Unos adecuados conocimientos de la medicina en general y en las especialidades medicas y quirúrgicas en las que se desenvuelva la actividad profesional. c) Disponer de los medios diagnósticos suficientes para desarrollar la profesión. d) Poseer los dispositivos terapéuticos farmacológicos, físicos y/o quirúrgicos habituales de nuestro entorno. e) Tener la bases morales y éticas que deben regir el comportamiento de cualquier ciudadano en general y cumplir el código deontológico colegial. Ciñéndonos al primer apartado de los cinco mencionados anteriormente, en lo referente a procurar una buena relación médico-enfermo, hemos de tener en cuenta, los cambios evolutivos que ha presentado la sociedad en los últimos cien años, que es el tiempo aproximado que tienen los colegios médicos desde su fundación, cambios que además se han sucedido de una forma muy rápida en un periodo de veinticinco-treinta años, que ha hecho que un porcentaje relativamente alto de médicos no se hayan adaptado a estos cambios y produzcan algunos desajustes en este tipo de relaciones. La sociedad de principios de siglo, estaba muy desinformada en todos los temas y en los sanitarios en particular, haciendo que depositaran toda su confianza en sus médicos, a pesar de que los conocimientos y medios diagnósticos y terapéuticos eran escasos, adoptando los profesionales una actitud paternalista que en la sociedad actual, no es aceptada, demandando una actitud del médico, de complicidad, en sus decisiones, tan distintas a los antiguos posicionamientos. Los pacientes demandan un tipo de información “sin prisas” en un lugar adecuado que mantenga la privacidad de la información y aclarando todos los puntos que hubieren quedado en duda o poco entendidos; también se debe procurar la presencia de algún testigo en las situaciones complicadas. No debe molestar contestar ante una pregunta cuya respuesta se desconoce con un “no lo se”antes que contestar con evasivas o con términos excesivamente técnicos buscando con ello salir airosos de una situación comprometida, por un falso prurito de no aceptar una falta de conocimiento. Se debe aceptar la opinión del enfermo, para consensuar unos métodos diagnósticos que comporten un cierto riesgo o algún tipo de molestia e informando también la rentabilidad diagnostica de dichas pruebas. También se deben explicar los efectos colaterales de ciertos tratamientos, que suponen un gran sacrificio por parte del enfermo y su rentabilidad terapéutica y brindar otros tratamientos alternativos que aunque con menos efectos secundarios tienen también una mas baja eficacia terapéutica. Aceptar con naturalidad las segundas opiniones sobre la conveniencia de efectuar algunos estudios diagnósticos por uno propuestos así como la posibilidad de una crítica a un determinado diagnostico que el enfermo no acepta en una primera opinión. Evitar, eludir un diagnostico grave ante la sugerencia familiar para no deprimir al paciente, con ello se priva al enfermo de un derecho fundamental y además se prolonga la angustia por la existencia de una enfermedad que tiene un carácter de empeoramiento progresivo. Es preferible declinar la asistencia al enfermo, haciendo responsables a los familiares que optaron por este tipo de conducta en el médico que asisten al paciente.