domingo 27 4909

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Marcos 10,2-16 27º Domingo del tiempo ordinario - Sobre el divorcio y los niños - Igualdad de la mujer y el hombre
Oración por las familias:
Desde nuestro corazón endurecido como pedernal, torpe para comprender, contaminado por
razonamientos humanos, alejados de tu mentalidad, te suplicamos, Señor Jesús, que tu
Espíritu nos enseñe, con fuerza y suavidad, los caminos a seguir, las actitudes a asumir, los
valores a encarnar.
Envíanos al Maestro interior de nuestras vidas para que aprendamos, acojamos y amemos el
plan original que el Padre soñó para nosotros, hombres y mujeres creados para la vida y el
amor. Amén.
Clave de lectura:
En el texto que la liturgia pone ante nosotros, Jesús da consejos sobre la relación entre el hombre y la mujer y sobre
las madres y los niños. En aquel tiempo mucha gente era excluida y marginada. Por ejemplo, en la relación entre
hombre y mujer existía el machismo. La mujer no podía participar, no había igualdad de derecho entre los dos. En la
relación con los niños, los “pequeños”, existía un “escándalo” que era la causa de la pérdida de la fe de muchos de
ellos (Mc 9,42). En la relación entre hombre y mujer, Jesús pide el máximo de igualdad. En la relación entre las
madres y los niños, él pide la máxima acogida y ternura.
Y levantándose de allí va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente hacia él y,
como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban:
«¿Puede el marido repudiar a la mujer?» Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de
vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón
y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera
que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa,
los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra,
comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se
enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el
Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a
los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
Hoy se habla cada vez menos de fidelidad. Algunos consideran que el amor es algo espontáneo. Si brota y permanece vivo, todo va bien. Si
se enfría y desaparece cambiamos y ya está.
El amor exige diálogo. Desvelar con sinceridad lo que siente y vive cada uno. Descubrir lo que no funciona. Poner nombre a los agravios
mutuos que se han ido acumulando sin ser nunca solucionados.
Los conflictos en el matrimonio y en la vida no se resuelven sin generosidad y espíritu de nobleza. Si nos encerramos en posturas de
egoísmo mezquino, el conflicto se agrava, los ánimos se crispan y lo que un día fue amor se convierte en odio secreto y mutua destrucción.
Hay que recordar también que el amor se vive en la vida ordinaria y repetida de lo cotidiano. Es pura ilusión querer escapar de ello. Cada
día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento compartidos, cada problema vivido juntos , dan consistencia real al amor.
La frase de Jesús: "Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre" tiene sus exigencias mucho antes de que llegue la ruptura, pues las
parejas y toda relación interpersonal se pueden deteriorar poco a poco en lo cotidiano de la vida y es en el cotidiano vivir donde se rehacen
y se sanan o se deterioran o mueren.
¿Puedo decir, podemos decir que cuidamos las relaciones en el día a día con atención y
compromiso? ¿ Podemos mejorar?
A Él se acercan los fariseos, para preguntarle sobre una cuestión jurídica debatida en su tiempo: «¿Puede el marido repudiar a su mujer?».
Marcos dice que le preguntan "para ponerlo a prueba". La postura del judaísmo oficial era clara: existía la posibilidad de disolver legalmente casi
todos los matrimonios y el divorcio estaba previsto en la ley. Entonces, ¿a qué preguntar a Jesús? Parece evidente que su pretensión era hacer
que Jesús se manifestara públicamente en contra de la ley o del lado de alguna de sus interpretaciones. El alcance del precepto del Dt 24,1 («Si
un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada,
le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en la mano y la despedirá de su casa») es interpretado de un modo más riguroso. La respuesta de
Jesús se desmarca de una interpretación meramente jurídica o moral y hurga en las propias conciencias de sus interlocutores llevándoles, a
través de una pregunta, de un terreno conocido para ellos (la ley de Moisés) al terreno de Jesús, que no es la ley sino el designio original del
Padre.
Jesús da un salto de la clave jurídica de los fariseos a la clave religiosa y teológica, ofreciendo un argumento escriturístico en esa
controversia: «Desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre
a su padre y a su madre y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola
carne» (Mc 10,6-8). Las palabras de Jesús aluden a los relatos sacerdotal y yahvista del Génesis (Gn
1,27 y 2,24) que expresan, de forma narrativa, el designio primero de Dios para el hombre y la mujer.
Con ello, Jesús invita a entrar en la mente de Dios y a abandonar la dureza de corazón que impide amar
al esposo o a la esposa como a uno mismo.
Ya en la casa, Jesús adoctrina a sus discípulos en privado dándoles dos principios que derivan
del sexto mandamiento: «No cometerás adulterio» (Éx 20,13; Dt 5,17). Estos principios se refieren al
hombre y a la mujer respectivamente: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete
adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio»
(vv.10-12). Probablemente estos versículos tratan de responder a los problemas del matrimonio que
surgieron en las primeras comunidades cristianas. El versículo 12, que contempla la posibilidad de que
sea la mujer la que despide al marido, puede resultarnos extraño en el contexto judío. En efecto, es una
situación jurídica incompatible con la legislación palestiniano-judía respecto del matrimonio, pero no con
el derecho de divorcio greco-romano y egipcio-judío, según el cual era posible que la mujer pudiera
tener ese comportamiento.
PARA ORAR Y ESCUCHAR AL SEÑOR:
1.- Que hay de amor en mi historia personal, profesional, relacional.
2.- Cómo cultivo el amor en mis relaciones y qué brotes de egoísmo y falsedad existen en mí.
3.- Dedica un tiempo a “reavivar el amor primero”: el de tu vocación, el de tu familia, el de tu profesión
de educador(a). Reavivar el amor es dejar que Dios que es amor te inunde de paz, de alegría, de compromiso, de fiesta, de libertad y de
misericordia contigo mismo y con toda la gente que te rodea.
Mc 10, 13-16: La actitud de Jesús hacia los niños
Tras la discusión de Jesús con los fariseos y la posterior enseñanza a sus discípulos, de nuevo Jesús se encuentra entre
la gente y algunos le presentan a unos niños para que los toque (v.13), posiblemente imponiéndoles las manos como signo de
bendición (v.16). No hay razón aparente para la actitud de rechazo de los discípulos, que delata su afán de dominio y mando y
su poca amabilidad. En este contexto, Jesús muestra el significado que los niños tienen para él y trata de corregir la postura
intransigente y aferrada a prejuicios y privilegios que tienen los discípulos. Jesús ha venido para todos y el Reino es para todos:
enfermos, mujeres, niños, paganos..., no para una élite de devotos y justos según una ley a su medida. La presencia de Jesús
era gratuita para todos, y especialmente para los niños, en quienes veía una imagen de los hijos del Reino (cf. 9,36-37 y par.).
Quien quiera entrar en el Reino ha de ser como un niño: pequeño, confiado como ellos, entregado a alguien mayor (el Padre),
carente de ambición y de codicia.
PARA ORAR Y COMPARTIR:
1.-Para nosotros, los niños y niñas son el centro de la vida: ¿Qué tipo de servicio estoy dándoles? ¿ Con qué
calidad?
2.- Haz memoria de niños y niñas o jóvenes que conoces y sabes que necesitan de tu cariño, de tu profesionalidad,
de tu compromiso. Ora por ellos a tu Señor.
ORACIÓN POR LAS FAMILIAS
Te damos gracias, Señor, por todas las familias cristianas, pequeñas iglesias domésticas en donde se vive y se
siembra el Evangelio, en donde se aprende el amor y la fraternidad, en donde Dios es alabado y bendecido como
Padre, Madre y Amor.
Te damos gracias por el amor que une a los esposos, sacramento del amor de Cristo a la humanidad, levadura que
puede hacer crecer una nueva civilización en la que todos reconozcamos en el prójimo, cercano y lejano, a un
hermano «hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne».
Te damos gracias por el don de los hijos, fruto de un amor que se entrega y se trasciende. Te damos gracias porque
ellos son la humanidad nueva para un futuro que deseamos más justo y solidario.
Y también, hoy, nos atrevemos a pedirte, Señor. Conocemos a muchos esposos y esposas que no se aman, que
están aburridos y cansados de estar juntos, que no dialogan, que sólo se gritan o se ignoran, Señor. Vemos familias
cuyos hogares son verdaderos campos de batalla en los que la injusticia y la violencia produce heridas físicas y
psicológicas irreparables. Sabemos que muchos niños son abandonados, aborrecidos y maltratados... Tú lo
conoces, lo ves, lo sabes también. Dinos, Señor, qué podemos hacer por ellos. Cuida y protege a las víctimas de los
seres que deberían amarles más... Y ayúdanos a nosotros/as, Señor, a hacer cuanto esté en nuestra mano para
hacer de nuestras familias, grupos y comunidades, un hogar para el descanso, el amor y la alegría, contigo y en Ti.
Amén.
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