Nuevo orden mundial: Multipolar, contradictorio y beligerante

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JL Fiori, Brasil en el nuevo orden mundial
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Nuevo orden mundial: Multipolar, contradictorio y beligerante
7/9/2014
Entrevistado por Sergio Lirio para Carta Capital, el profesor en la Universidad Federal de Rio
de Janeiro, analiza los cambios globales y el papel de Brasil en el nuevo orden mundial.
Carta Capital: Brasil ha trabajado, a través de grupos como el G-20 y los BRICS, con el fin de
hacer más democrática la gobernanza global. ¿Cuáles son los límites de esta iniciativa? ¿Y
cómo evaluar su poder real frente al grupo del G7?
José Luis Fiori: El G20 y los BRIC son dos grupos absolutamente diferentes u organismos
internacionales absolutamente diferentes, por su origen, naturaleza y significado dentro del sistema
internacional. Yo creo que no tienen que ver con la democracia. El G20 nació en 1999, a la sombra
de las crisis financieras de los años 90 y adquirió un significado relevante con la crisis 2008/09,
involucrando la participación de los jefes de Estado, ministros de finanzas y presidentes de bancos
centrales de 19 países además de la representación de la Unión Europea. Su importancia en aquel
momento se debe mucho a la gravedad de la crisis y al fuerte apoyo inicial de los Estados Unidos.
Pero estos dos factores han perdido fuerza después de que el Congreso de los Estados Unidos
bloqueó la reforma de la estructura de toma de decisiones del FMI, decidida por el G-20 en Seúl en
2010. Después de eso, el G20 fue vaciado gradualmente y hoy se está transformando en un foro
informal de debate y consulta, sin ninguna capacidad de tomar decisiones importantes y sin ningún
instrumento concreto de acción. Fue una respuesta de emergencia ante la crisis y sirvió como un
ancla en el momento del naufragio, pero está destinado a ser solamente una instancia mundial de
intercambio anual de ideas inútiles, en general bien intencionadas. Por otro lado, el grupo BRIC,
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como sabemos, nació de una manera totalmente diferente, casi accidental, pero poco a poco fue
adquiriendo una dimensión cada vez más interesante, por su propia cuenta y también a causa de
otras transformaciones paralelas de panorama geopolítico del mundo. Estos cambios dieron una
relevancia cada vez más importante al grupo. Sigue siendo un Club informal, pero reúne a cuatro
de las siete mayores economías del mundo, con aproximadamente el 50% de la población y el
26% de la masa del planeta, además de producir actualmente el 25% del PIB mundial. Más allá del
campo económico, los BRIC han aparecido cada vez más como el único polo real y alternativo de
poder en el mundo frente al G7, que se parece cada vez más a un grupo de amigos íntimos
incondicionales de los Estados Unidos. Efectivamente, no hay cómo explicar la presencia de
países como Italia o Canadá en este verdadero "Comité Central" de las antiguas potencias del
mundo euro-americano. El avance de los BRICS apunta a un proceso largo y tal vez a un ejercicio
más equilibrado y oligárquico del poder global, pero con seguridad esto no tiene nada que ver con
la democracia.
CC: ¿Es posible mantener esta iniciativa sin molestar a los Estados Unidos? ¿Cómo actuar
para diluir el poder de influencia estadounidense?
JLF: No, no es posible. En este punto el sistema interestatal y capitalista creado, difundido y
liderado por los europeos y los EE.UU. en los últimos cuatro siglos, no deja duda ni alternativa. En
este sistema, quien no sube, cae, y quien está en la cima bloquea de todas maneras posibles la
tentativa de subir de un nuevo pretendiente que se proponga alcanzar la condición de potencia
regional o global. Es lo que se ve hoy, por ejemplo, con relación a la reivindicación de los llamados
"Emergentes" con respecto al acceso y participación en las decisiones del FMI y del Banco
Mundial. O en una forma más cruda y dura, con relación al esfuerzo estadounidense para contener
la política de expansión de China, Alemania, Irán o incluso Rusia. En este sentido, Brasil también
no tiene manera de escapar a esta regla general en la medida en que sus iniciativas
internacionales lo apartan de su antiguo alineamiento incondicional
con las potencias
anglosajonas y los Estados Unidos en particular. Su creciente proyección económica y política
regional en América del Sur preocupa a los Estados Unidos, que siempre han sido la potencia líder
e incuestionable del todo el llamado "Hemisferio Occidental". Pero esto no significa de ninguna
manera que Brasil tenga que hacer frente a los Estados Unidos, porque hoy Brasil es ya parte de
un pequeño grupo de potencias que pueden - y deben - hacer alianzas de todo tipo y con cualquier
país, dependiendo solamente de sus objetivos políticos e institucionales, de sus valores éticos y de
sus intereses económicos.
CC: ¿Qué papel jugaría Brasil en un nuevo orden?
JLF: En el siglo XX, el Brasil dio un salto gigantesco. Al principio de ese siglo, era sólo un país
agrario, con un estado débil, fragmentado y un poder económico y militar muy inferior al de
Argentina. En el inicio de este Siglo XXI, es la séptima mayor economía del mundo, la más grande
de América Latina y tiene un potencial de crecimiento sin paralelo en el continente. En la primera
década de este nuevo siglo, dio pasos importantes para asumir su liderazgo sudamericano y
proyectar su influencia fuera de su propio continente, sobretodo en África y en los países llamados
“emergentes". Pero este camino de expansión y proyección de la presencia y liderazgo brasileño
en el mundo, ética, política y económica, no será fácil, por las dificultades propias de una época de
gran turbulencia y transformación mundial y por la oposición permanente y poderosa de un
segmento de la élite intelectual y de muchos grupos de interés internos, que se oponen a la
estrategia de autonomización internacional de Brasil. Estos grupos hacen uso, en general, de una
ideología global y cosmopolita, pero de hecho defienden una vuelta atrás y un alineamiento
económico y político más estrecho con los Estados Unidos, y más subordinado a la estrategia de
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poder global de las potencias anglosajonas. Una vuelta atrás que hoy tendría un inmenso costo
para Brasil y su imagen internacional.
CC: Por décadas el Brasil reclama una reforma del Consejo de seguridad y su posible
ingreso como miembro permanente. ¿Esto sigue siendo una agenda factible? ¿El país no
debe buscar otras alternativas, como la de actuar de manera intensa en misiones de la
ONU?
JLF: Creo que el Brasil no necesita cambiar su agenda, desde que tiene claro que se trata de una
bandera de movilización internacional tal vez útil para crear alianzas y avanzar en negociaciones,
pero que no hay ninguna posibilidad de conquistar esta silla permanente en el Consejo de
Seguridad, a menos que una situación de emergencia y ruptura internacional, incluso si Brasil se
ubica incondicionalmente junto a los Estados Unidos dentro del Consejo. El resto es parte de una
escenografía internacional importante como afirmación de la voluntad brasileña de ascender en el
orden jerárquico internacional, sabiendo que nadie le dará un pasaje gratis, ni siquiera sus socios
del BRICS o de la UNASUR.
CC: En esta iniciativa de reformar la gobernanza global, UNASUR todavía parece tener un
papel poco importante. ¿Piensa que UNASUR debería tener un papel más activo?
JLF: Como dije, no creo que esté en curso algún proceso de "reforma" de la gobernanza mundial.
Lo que está en curso es una disputa cada vez más intensa en todos los tableros regionales del
mundo, por la hegemonía y por el liderazgo político, económico y militar dentro de cada una de
estas regiones, que involucra siempre a los Estados Unidos, porque es hoy la única potencia
global existente en el mundo. Dentro del sistema mundial en el que vivimos las "reformas" son
siempre el producto final de largos conflictos que en general pasan en algún momento por una
guerra que termina desequilibrando el juego y obligando a un cambio en las instituciones y en las
reglas de la gobernanza mundial. En este sistema nadie da nada gratis. En este contexto, la
creación de la UNASUR fue un paso muy importante de construcción y afirmación del liderazgo
brasileño del proceso de integración de la América del Sur. Todos estos procesos son muy largos y
demandan enorme tenacidad y no será diferente en el caso de la UNASUR. No depende sólo de
tener un papel más o menos importante en el mundo. Depende de su capacidad de superar sus
divisiones y luchas internas y de su capacidad colectiva para aprovechar las brechas creadas por
el terremoto geopolítico y geoeconómico que está en pleno curso dentro del sistema interestatal
capitalista.
CC: ¿Cómo se imagina el equilibrio de las fuerzas en el mundo multipolar que
aparentemente se insinúa? ¿Cómo se configuraría el planeta sin un único imperio?
JLF: En los últimos años, los Estados Unidos tratan de construir una nueva estrategia internacional
en todos los grandes “tableros geopolíticas” del sistema mundial. Su objetivo es el de no
abandonar su posición imperial, o su poder global. Es ejercerlo de la forma más indirecta a través
de la promoción activa de las divisiones y de los “equilibrios de poder” regionales, según el modelo
clásico de la administración imperial de Gran Bretaña durante el siglo XIX. Incluso si los Estados
Unidos tienen éxito en este intento de “tercerización” del poder, ello no impedirá la existencia y
proliferación de guerras y conflictos localizados, que envuelven en última instancia, a las otras
potencias regionales o “emergentes” pues deben seguir con el trabajo de construir bloques y
coaliciones y capaces de resistir, equilibrar y en algún día superar el poder local de los Estados
Unidos, y quién sabe, más adelante desafiar la propia hegemonía global estadounidense.
CC: ¿Este cambio está en marcha?
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JLF: Desde mi punto de vista es el juego que todo el mundo juega: por un lado, los Estados Unidos
se distancian, más interesados en el papel de interventores de última instancia, y del otro, las
demás potencias regionales en la tentativa de escapar al “cerco estadounidense” por medio de
coaliciones de poder que neutralicen el divisionismo estimulado por Washington. En particular,
China hace un movimiento explícito y militarizado de afirmación de su poder y disputa la
supremacía en el mar del Pacífico Sur y en todo el este asiático. Además de tomar posiciones cada
vez más nítidas y expansivas en África y América Latina. Lo mismo hace Rusia en Europa Central
y en toda Eurasia. Alemania, en Europa occidental y también en la Europa Central. La India en el
sur de Asia. Irán en el Oriente Medio. Brasil, en América del sur. Y en menor escala, Sudáfrica e
Indonesia en sus áreas de influencia inmediata. La propia expansión del poder estadounidense
fortalece la mayor parte de las potencias que deben competir con los EE.UU. en las próximas
décadas por las hegemonías regionales del mundo.
CC: Es un movimiento contradictorio.
JLF: Sí. Y es preciso comprenderlo. La expansión constante de la potencia hegemónica fortalece
continuamente a sus futuros opositores, al mismo tiempo que desestabiliza al propio sistema. Es
imposible eliminar esta trampa, porque la competencia generalizada crea la energía responsable
por el movimiento continuo de expansión del sistema mundial. Así también, en el horizonte de este
sistema, no hay ninguna posibilidad de paz o estabilidad perpetua. El sistema interestatal
capitalista se estabiliza a través de su continua expansión y, por tanto, en última instancia, a través
de las guerras. Y si el sistema detiene su expansión, tampoco habría paz perpetua. Habría
entropía y desorden, pues su orden nace de su movimiento.
CC: Vladimir Putin intenta recuperar influencia, aunque limitada, de Rusia en el escenario
internacional. ¿Hasta dónde puede llegar?
JLF: Rusia ya fue atacada, invadida y destruida varias veces a lo largo de su historia milenaria,
pero siempre se volvió a levantar, reconstruirse y recuperar una posición prominente entre las
principales potencias mundiales. A partir de 1991 parecía imposible que ello ocurriese de nuevo,
después de la derrota Soviética y la destrucción neoliberal de la economía rusa. Veintitrés años
después, Rusia está de pie y vuelve a preocupar “mundo occidental”. Poco después de la II Guerra
Mundial, Hans Joachim Morgenthau, el padre de la teoría política internacional realista,
estadounidense, formuló la tesis de que la causa de las guerras tiene que ver con la voluntad de
los derrotados para recuperar su posición anterior a la derrota, para retomar su lugar en la
jerarquía del poder mundial.
CC: ¿Sería esa la situación en Rusia?
JFL: Desde Alejandro I, que gobernó desde 1825 a 1855, Rusia perdió cerca de un quinto de su
territorio y casi la mitad de su población y tratará de todas maneras recuperar esos territorios
ocupados, en muchos casos, por las fuerzas de la OTAN. Rusia actual no tiene más la fuerza y la
proyección ideológica global de la Unión Soviética y sólo pretende ser una gran potencia
euroasiática. Pero no hay que olvidar que, incluso represaliada y disminuida, Rusia hoy sigue
siendo el mayor Estado territorial del planeta, dueño de la mayor reserva energética y el segundo
arsenal atómico del mundo. Y es el único país europeo con capacidad real de intervención
estratégica y de disputa hegemónica en el continente eurasiático. Eso es lo percibió el gran
geopolítico inglés, Halford John Mackinder, al proponer, a principios del siglo XX, y antes del
nacimiento de la Unión Soviética, la necesidad de cercar y contener a Rusia de forma permanente.
En el Siglo XX, la necesidad de "contener al comunismo" cayó como un guante a la estrategia
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geopolítica a largo plazo de los países de habla inglesa, lo mismo en esta segunda década del
siglo XXI.
CC: La crisis de la Unión Europea se atenuó un poco, pero el desempleo sigue siendo muy
alto y no hay señales de una recuperación más vigorosa. ¿Considera que la idea de la Unión
Europea aún está en riesgo?
JLF: Independientemente de las fluctuaciones cíclicas de la crisis económica coyuntural, el
verdadero problema de largo plazo para la Unión Europea es que tiene una "falla de origen" y que
está prisionera, hace mucho tiempo, de una trampa circular. Ella necesitaría de un poder
centralizado para poder transformarse en una verdadera unidad muy política y económica capaz
de jerarquizar sus propios objetivos de corto y largo plazo. Pero ella no tiene ni tendrá jamás este
poder centralizado mientras sus principales Estados nacionales sigan bloqueando ese proceso de
centralización. Porque en el fondo, Europa siempre ha estado dividida y está cada vez más
dividida, entre los proyectos estratégicos de sus tres socios principales, Francia, Alemania e
Inglaterra. Y este cuadro ha empeorado desde el final de la Guerra Fría, cuando Alemania se
convirtió en la más mayor potencia demográfica y económica del continente y pasó a tener una
política exterior independiente, centrada en sus propios intereses nacionales, que incluyen el
fortalecimiento de sus lazos económicos y financieros con Europa Central y con Rusia. Este
comportamiento alemán acentuó la decadencia de Francia, que tiene cada vez menos importancia
internacional y favoreció el fortalecimiento de “eurocentrismo” británico, reavivando la competencia
y la lucha hegemónica dentro de la Unión Europea y retrotrayendo sus viejas fracturas y divisiones
seculares.
CC: ¿Y la relación de Europa con los Estados Unidos?
JLF: Esta falta de un poder central capaz de definir e imponer objetivos y prioridades estratégicas
comunes se ve exacerbada por la sumisión militar de los europeos a la organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN) y a los Estados Unidos, que fue quien impuso la expansión apresurada
de la EU en dirección al Este, a partir de 1991, para “ocupar” los Estados que habían pertenecido
al Pacto de Varsovia y bajo control ruso. Atrapado dentro de esta camisa de fuerza, la Unión
Europea es hoy un “ente político” débil, con una moneda falsamente “fuerte” y con muy poca
capacidad de iniciativa autónoma dentro del sistema mundial. Por este motivo, la Unión Europea se
está convirtiendo rápidamente en una “carta fuera de la baraja” en el contexto de la nueva
geopolítica mundial de esta primera mitad del siglo XXI, hasta porque – individualmente - sus
antiguas grandes potencias ya no tienen la misma importancia que tuvieron en el pasado y sólo se
mantienen en la cumbre del sistema gracias a su asociación dependiente de los Estados Unidos.
Incluso Alemania, que lucha para reafirmarse en el escenario geopolítico mundial, todavía sigue
siendo prisionera de su pasado y de su condición de “protectorado atómico” de los EE.UU.
CC: Los BRIC acaban de anunciar la creación de un Banco de Desarrollo y de un Fondo de
estabilización. ¿Cómo el acuerdo entre los emergentes afectará el viejo orden económico
del planeta?
JLF: La creación del Banco de desarrollo y del fondo de compensaciones representa un cambio
cualitativo en la trayectoria del grupo. A partir de esa decisión, por más largo que vaya a ser el
proceso de su montaje e institucionalización, los BRIC dejarán de ser un grupo diplomático y
político informal y pasarán a tener un instrumento concreto de acción económica y administración
conjunta. Tal vez haya sido la decisión más importante en el ámbito financiero internacional de las
últimas décadas y la primera que escapa totalmente a los propósitos de las finanzas públicas y
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privadas anglo-estadounidense, incluso sin confrontarla. Esta decisión no cambia inmediatamente
y de forma radical el viejo orden monetario- financiero del planeta, liderado en un primer momento
por la moneda inglesa y hoy por el dólar estadounidense. Pero lo más importante es la forma en
que fue dado ese paso, asumido como gesto simbólico y político y como parte de una estrategia de
construcción de circuitos monetarios y financieros paralelos y de contención, no necesariamente
contradictorios con el orden monetario y financiero anglosajón.
CC: ¿Ve alguna posibilidad de que el dólar pierda espacio en un futuro próximo frente a
otras monedas, como el yuan?
JLF: Sí, especialmente en el circuito económico asiático y en todas las áreas del mundo donde
crece la presencia comercial y financiera de los chinos. No quiere decir que las monedas
regionales o sectoriales puedan reemplazar al dólar como referencia internacional. La moneda es
una creación del poder y un recurso fundamental en la competencia entre los Estados y las
economías capitalistas sistema interestatal capitalista. Sólo hubo hasta ahora dos monedas de
referencia internacional, la libra y el dólar, y los dos han tenido y continuarán teniendo un papel
decisivo en la construcción y en la reproducción del poder global de Inglaterra y los Estados
Unidos. Ni la libra ni el dólar se transformaron en una referencia de la noche a la mañana, ni fue
simplemente una elección de los mercados. La libra sólo se generalizó dentro y fuera de Europa a
partir de 1870, casi dos siglos después del inicio de la escalada de poder de Inglaterra. Y el dólar
sólo ocupó el espacio después de la Segunda Guerra mundial y después de más de un siglo del
inicio del ascenso internacional del poder político, militar y comercial de EE.UU.
CC: ¿Cómo está China posicionada para luchar por ese espacio?
JLF: La conquista de un reconocimiento y aceptación supranacional de una moneda nacional
siempre implica un proceso lento y una lucha continua, paso a paso, junto con la expansión del
poder de su Estado emisor, hasta convertirse en una potencia regional o global, como fue el caso
de Inglaterra y los Estados Unidos. En el caso de China, todavía falta mucho camino, pero cabe
duda de que China esté siguiendo una estrategia paulatina de expansión de su poder y del poder
de su moneda nacional. En este sentido la reciente decisión de crear el Banco de desarrollo y el
fondo de compensación de los BRICS debe ser ubicada junto a otras iniciativas y propuestas
chinas. Son los casos de la creación de la Asian Infraastructura Investment Bank (AII), de laa
Chiang Mai Iniciative Multilateralization (CMIM) e do Asian Multilateral Research Organiztaion
(AMRO), que ya cuentan con un fondo de 240 mil millones de dólares, destinado a ayudar a los
países asiáticos con dificultades de balanza de pagos. Además, se debe calcular en esa misma
dirección la iniciativa de crear el Mercado de Bonos Asiáticos (Asian Bond Market), destinado a
movilizar recursos de inversión en la región, así como el rápido desarrollo de los llamados bonos
Dim-Sum, es decir, el mercado de títulos designados en yuan. El camino será largo, porque los
chinos parecen tener absoluta claridad de que hasta hoy en día todos aquellos que intentaron
desafiar la supremacía monetario-financiera de las dos potencias anglosajonas fueron bloqueados,
derrotados o destruidos.
CC: Hay muchas críticas de la creciente “chinodependencia” de Brasil. ¿Cómo Brasil podría
aprovechar mejor esa relación o, desde otro punto de vista, evitar grandes pérdidas en el
acercamiento con China?
JLF: De la misma forma que con cualquiera otra gran potencia mayor, más grande, más rica y más
poderosa que Brasil. Calculando cada paso político y económico y siempre manteniendo objetivos
claros y los intereses fundamentales de Brasil en esa alianza circunstancial. En este sistema no
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hay alianzas eternas ni lealtades indisolubles, que no sea tal vez entre los países de habla y
sangre inglesa. En este momento China es un aliado fundamental de Brasil, en algunos campos y
con miras a unos objetivos comunes. Pero puede dejar de serlo más adelante y, aún hoy, puede
ser aliado en algunos aspectos y en otros no. De todos modos, desde el punto de vista de los
intereses económicos fundamentales de Brasil, Brasil tiene que batallar con todos los instrumentos
a su alcance para evitar la integración económica entre Brasil y China contribuya a la
desindustrialización brasileña y a su transformación en un país dela “periferia de lujo” china,
exactamente por la misma razón que Brasil se opone al proyecto estadounidense de creación del
ALCA.
CC: Brasil tiene una participación muy pequeña en la cadena del comercio internacional.
¿Cómo podría integrarse de forma más efectiva?
JLF: El camino, sin duda, será largo y complejo, ya que en este campo, como en el caso de las
monedas, no hay milagros ni soluciones automáticas. Y debe empezar por la correcta comprensión
de cómo funcionan los mercados internacionales, que más se parecen a una guerra de
movimientos entre fuerzas desiguales que a un juego de trueque entre unidades iguales y bien
informadas. Una guerra asimétrica entre Estados y capitales que actúan como grandes predadores
en la lucha por el control monopólico de posiciones en el mercado, innovaciones tecnológicas y
lucros extraordinarios. Hoy, nuevamente, el problema no es de integrarse en los flujos comerciales
o en las cadenas productivas.
CC: Algunos analistas evalúan el MERCOSUR y la Alianza del Pacífico como bloques rivales.
¿Piensa lo mismo? ¿En caso afirmativo, cómo la competencia afecta la situación de América
del Sur en el mundo?
JLF: En algún momento escribí que la Alianza del Pacífico tiene un significado estratégico e
ideológico más que económico en América del Sur, y esta importancia sería principalmente para
Estados Unidos y su red de apoyo dentro del continente sudamericano. Fuera de eso, los tres
países sudamericanos que forman parte de la Alianza del Pacífico no representan ninguna
amenaza o competencia para Brasil. Por el contrario, Colombia, Chile y Perú ya prácticamente
están integrados con el mercado brasileño y deben eliminar sus barreras (arancelarias) comunes
hasta un máximo de 2018. Estos países tienen pequeñas economías mono exportadoras de
materias primas, sin escalas para promover un proceso de industrialización autónomo apoyado en
su mercado interno. Colombia exporta principalmente combustibles minerales, que representan el
66% de sus exportaciones; Perú exporta minerales, metales preciosos y combustibles minerales
que constituyen el 63% de sus exportaciones; y, en el caso de Chile, solamente las exportaciones
de cobre ya representan el 60% de sus exportaciones. En el caso de Colombia, China ya es su
segundo mayor socio comercial; y en el caso de Perú y Chile, China es el primer socio. Ninguno de
estos tres países no proponer algún tipo de desafío económico, ni supone una amenaza para el
Brasil. En los tres casos, la disputa de Brasil para sus mercados internos es con China y los
Estados Unidos, y los tres ocupan un lugar importante como destino de las exportaciones
brasileñas de mayor valor agregado. En el mediano plazo, el Brasil puede ganar posiciones sin
mayor conflicto, simplemente aumentando su tasa de crecimiento y profundizando su integración
física con el Pacífico. Brasil concentra hoy más de la mitad del PIB sudamericano y posee una
industria más diversificada y una economía más sofisticada que la de todos los demás países del
continente. Si fuera capaz de construir esa infraestructura tendrá todas las condiciones para
transformarse, en el mediano plazo, en el polo económico de referencia de toda esta región.
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CC: ¿Cómo evalúa los resultados de la intervención de Estados Unidos en el Medio Oriente
y cuáles son los riesgos de la nueva realidad de la región?
JLF: Justo después del final de la Guerra Fría, en 1994, la OTAN lanzó un proyecto de intercambio
militar y de seguridad con los países árabes del norte de África, el supuesto Diálogo Mediterráneo.
Diez años más tarde, lanzó una nueva Iniciativa de Cooperación de Estambul, centrada en los
países del Medio Oriente. Ese mismo año, el presidente George Bush, padre, extendió los
objetivos estratégicos estadounidenses y de la OTAN y habló por primera vez del Gran Medio
Oriente, en la reunión del G-8, en Sea Island, EE.UU. La propuesta de Bush, padre, era crear un
nuevo espacio geopolítico unificado de intervención, desde Marruecos a Pakistán y que debería
ser objeto de la preocupación prioritaria de las llamadas potencias occidentales en su guerra contra
el “terrorismo islámico".
CC: No funcionó.
JLF: Veinte años después de la primera iniciativa de la OTAN, la estrategia, se puede decir que fue
un rotundo fracaso. La incapacidad demostrada por los Estados Unidos y europeos para controlar
el último ataque israelí en la franja de Gaza es apenas la última gota de un desastre del tamaño del
Gran Medio Oriente. Incluso después de las guerras en Afganistán, Irak, Libia, Siria y de nuevo
Afganistán, todavía siguen en el curso varios conflictos civiles y numerosos procesos avanzados
de la desintegración de los Estados y sociedades en Afganistán, Irak, Siria, Líbano, Yemen, Libia,
Sudán y Palestina, junto a desastrosa restauración militar de Egipto, de la creciente militarización
de Arabia Saudita, de la inestabilidad crónica de Pakistán y el descontrol fundamentalista de
Israel. Ese gran fracaso estratégico tal vez pueda considerarse como el fin de la desastrosa
retaliación colonialista del Imperio Otomano hecha por Francia e Inglaterra, responsables de crear
fronteras y Estados absolutamente artificiales en todo el Medio Oriente, nacidos para satisfacer los
intereses económicos y geopolíticos de las dos potencias y sus aliados. Esto puede haber sido uno
de los certificados más grandes de la incompetencia y del egoísmo por parte del “hombre blanco
europeo”, dejando atrás tras su paso un legado de violencia en la misma región donde los turcos
otomanos habían demostrado una habilidad milenaria es estabilización y aceptación pacífica de la
convivencia religiosa. Una historia vergonzosa, pero tal vez podamos asistir al comienzo de una
nueva historia escrita por sus propios pueblos, civilizaciones y sociedades que pertenecieron al
antiguo Imperio otomano.
CC: ¿Por qué la primavera árabe no fue el “soplo de democracia” que Occidente imaginaba?
JLF: La tal a primavera fue otra invención delirante del egocentrismo y de la
cinematográfica de europeos y estadounidenses.
fantasía
Jose Luis Fiori es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso
Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos A. Suárez
Sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención pública
ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones
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Carta Capital 21 de agosto 2014
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