ANTOLOGÍA DE LA POESÍA DE POSGUERRA TEXTO 1: MIGUEL HERNÁNDEZ, “Elegía” Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irá a cada lado disputando tu novia y las abejas. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. TEXTO 2: De Viento del pueblo Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta. Los bueyes doblan la frente, impotentemente mansa, delante de los castigos: los leones la levantan y la mismo tiempo castigan con su clamorosa zarpa. No soy de un pueblo de bueyes, que soy de un pueblo que embargan yacimientos de leones, desfiladeros de águilas y cordilleras de toros con le orgullo en el asta. [...] Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama, tendré apretados los dientes y decidida la barba. Cantando espero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas. TEXTO 3: De Cancionero y romancero de ausencias No puedo olvidar que no tengo alas, que no tengo mar, vereda ni nada con que irte a besar. TEXTO 4: La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma, al oírte, bata el espacio. La carne aleteante, súbito el párpado, y el niño como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchaba de azúcar, cebolla y sangre. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Una mujer morena, resuelta en luna, derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol, porvenir de mis huesos y de mi amor. Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre. TEXTO 5: JOSÉ HIERRO, “Vida” (Cuaderno de Nueva York, 1998) Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo. Después de nada, o después de todo supe que todo no era más que nada. Grito “¡Todo!”, y el eco dice “¡Nada!”. Grito “¡Nada!”, y el eco dice “¡Todo!”. Ahora sé que la nada lo era todo, y todo era ceniza de la nada. No queda nada de lo que fue nada. (Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.) Que más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada. TEXTO 6: “Mis hijos me traen flores de plástico” en Libro de las alucinaciones Os enseñé muy pocas cosas. (Se hacen proyectos..., se imagina..., se sueña... La realidad es diferente.) Pocas cosas os enseñé: a adorar el mar; a interpretar las palabras del viento; a sentir la alegría de ver vivir a un animal minúsculo; a conocer los árboles, no por sus frutos: por sus hojas y por su rumor; a respetar a los que dejan su soledad en unos versos, unos colores, unas notas o tantas otras formas de locura admirable; a los que se equivocan con el alma. Os enseñé también a odiar a la crueldad, a la avaricia, a lo que es falso y feo, a las flores de plástico. Febrero llueve sobre el cementerio. Es una tarde de domingo. Gris es todo. Hemos venido a enterrar a una criatura tierna y absurda. Un ser que tal vez soñaría con la inmortalidad. Trazaba rayas sobre una plancha de metal, la mordía con ácidos... Así evocaba a sus demonios, daba fe de su vida, escribía sus sueños... (Humildemente dejó pasar sus días. Sin fuego transcurrieron.) Un pobre ser que ya descansa. No dejó un hueco irremplazable en el mundo. Quebró su muerte la perfección universal. Muy pocos lo advirtieron. Recordarán algunos de tarde en tarde, y sin dolor, que ya no existe. Los menos que la lloran la olvidarán también. Al fin quedó enterrada su carne. Ha vuelto a deshacerse. Correrá con el agua subterránea que la acompaña, se deshará con gozo inútil en las cosas sin dar siquiera un poco de carmín, de aroma o balanceo a alguna flor de estío, una flore verdadera, no de plástico, fea, como aquellas que odiábamos, hijos míos. Aquí me dejan bajo tierra. Es una tarde de febrero. Todo es negro cuando se van. Y mudo. Se ha extinguido esa música gris que antes sonaba, También el tiempo se ha borrado, y su sufrimiento, de mi cuerpo. Ya el sufrimiento y el tiempo van deshaciendo poco a poco lo que fue, y tuvo fe y desánimo, fantasía y amor. ¡Qué pequeño es ahora, a esta distancia absoluta, el afán diario! ¡Qué pequeño lo grande, lo grande aquello! ¡Qué pequeñas las iras ante los hombres y sus actos! ¡Qué pequeños los hombres, y qué necio aquel errar buscando la verdad! Como si hubiese una verdad tan solo. Como su una verdad fuera bastante para darnos la vida. Tarde se aprende lo sencillo. Lo sabréis cuando un río de espanto se desboque y arrastre vuestra luz, y la sepulte sin remedio. Pensé algún día que quien vive solo un instante, nunca puede morir. Quizá quise decir que solo aquel que muere un instante sabe lo nada que es vivir. Mas nadie ha muerto nunca sino definitivamente. Y entonces las palabras no tienen labios que las formen. Tarde se aprende lo sencillo. Tarde se encuentra la hermosura. No aquella de los ojos mortales, la del mundo. No puedo hacer que lo entendáis. Necesario sería que ahora estuvieseis aquí abajo y que vieseis a vuestros hijos llegar entre las tumbas, bajo la lluvia, y dejar su perfume y su presencia en las tibias, alegres, inmortales -más hermosas en vuestras manos que las del bosqueflores de plástico. TEXTO 7: CARLOS BARRAL, “Hombre en la mar” (Diecinueve figuras de mi historia civil, 1961) Y tú, amor mío, ¿agradeces conmigo las generosas ocasiones que la mar nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas, casi en el tacto, como yo, de la caricia intranquila entre dos maniobras, del temblor de tus pechos en la camisa abierta cara al viento? Y de las tardes sosegadas, cuando la vela débil como un moribundo nos devolvía a casa muy despacio... Éramos como huéspedes de la libertad, tal vez demasiado hermosa. El azul de la tarde, los húmedos violetas que oscurecían el aire se abrían y volvían a cerrarse tras nosotros como la puerta de una habitación por la que no nos hubiéramos atrevido a preguntar. Y casi nos bastaba un ligero contacto, un distraído cogerte por los hombros y sentir tu cabeza abandonada, mientras alrededor se hacía triste y allá en tierra, en la penumbra parpadeaban las primeras luces. TEXTO 8: CLAUDIO RODRÍGUEZ, de Don de la ebriedad (1953) Como si nunca hubiera sido mía, dad al aire mi voz y que en el aire sea de todos y la sepan todos igual que una mañana o una tarde. Ni a la rama tan sólo abril acude ni el agua espera sólo el estiaje. ¿Quién podría decir que es suyo el viento, suya la luz, el canto de las aves en el que esplende la estación, más cuando llega la noche y en los chopos arde tan peligrosamente retenida? ¡Que todo acabe aquí, que todo acabe de una vez para siempre! La flor vive tan bella porque vive poco tiempo y, sin embargo, cómo se da, unánime, dejando de se flor y convirtiéndose en ímpetu de entrega. Invierno, aunque no esté detrás la primavera, saca fuera de mí lo mío y hazme parte, inútil polen que se pierde en tierra pero ha sido de todos y de nadie. Sobre el abierto páramo, el relente es pinar en el pino, aire en el aire, relente sólo para mi sequía. Sobre la voz que va excavando un cauce qué sacrilegio este del cuerpo, este de no poder ser hostia para darse. TEXTO 9: JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO , “El poema: no yo” (Cuadernos de El Escorial, 1994) Hay quien lee y quien canta poemas que yo hice y quien piensa que soy un escritor notable. Prefiero que recuerden algunos de mis versos y que olviden ni nombre. Los poemas son mi orgullo. TEXTO 10: “Palabras para Julia” Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable. Tu destino está en los demás tu futuro es tu propia vida tu dignidad es la de todos. Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego. Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría tu canción entre sus canciones. Te sentirás acorralada te sentirás perdida o sola tal vez querrás no haber nacido. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto que es un asunto desgraciado. Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. La vida es bella, ya verás cómo a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos. La vida es bella, ya verás cómo a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor. Por lo demás no hay elección y este mundo tal como es será todo tu patrimonio. Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada. Perdóname no sé decirte nada más pero tú comprende que yo aún estoy en el camino. Pero cuando te hablo a ti cuando te escribo estas palabras pienso también en otra gente. Y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso TEXTO 11: JAIME GIL DE BIEDMA, “Canción de aniversario” Porque son ya seis años desde entonces, porque no hay en la tierra, todavía, nada que sea tan dulce como una habitación para dos, si es tuya y mía; porque hasta el tiempo, ese pariente pobre que conoció mejores días, parece hoy partidario de la felicidad, cantemos, ¡alegría! El eco de los días de placer, el deseo, la música acordada dentro en el corazón, y que yo he puesto apenas en mis poemas, por romántica; todo el perfume, todo el pasado infiel, lo que fue dulce y da nostalgia, ¿no ves cómo se sume en la realidad que entonces soñabas y soñaba? Y luego levantémonos más tarde, como domingo. Que la mañana plena se nos vaya en hacer otra vez el amor, pero mejor: de otra manera que la noche no puede imaginarse, mientras el cuarto se nos puebla de sol y vecindad tranquila, igual que el tiempo, y de historia serena. La realidad –no demasiado hermosacon sus inconvenientes de ser dos, sus vergonzosas noches de amor sin deseo y de deseo sin amor, que ni en seis siglos de dormir a solas las pagaríamos. Y con sus transiciones vagas, de la traición al tedio, del tedio a la traición. La vida no es un sueño, tú ya sabes que tenemos tendencia a olvidarlo. Pero un poco de sueño, no más, un si es no es por esta vez, callándonos el resto de la historia, y un instante -mientras que tú y yo nos deseamos feliz y larga vida en común-, estoy seguro que no puede hacer daño. TEXTO 12: “Apología y petición” (Moralidades, 1966) Y qué decir de nuestra madre España, este país de todos los demonios en donde el mal gobierno, la pobreza no son, sin más, pobreza y mal gobierno sino un estado místico del hombre, la absolución final de nuestra historia. A menudo he pensado en esos hombres, a menudo he pensado en la pobreza de este país de todos los demonios. Y a menudo he pensado en otra historia distinta y menos simple, en otra España en donde sí que importa un mal gobierno. De todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal. Como si el hombre, harto ya de luchar con sus demonios, decidiese encargarles el gobierno y la administración de su pobreza. Quiero creer que nuestro mal gobierno es un vulgar negocio de los hombres y no una metafísica, que España debe y puede salir de la pobreza, que es tiempo aún para cambiar su historia antes que se la lleven los demonios. Nuestra famosa inmemorial pobreza, cuyo origen se pierde en las historias que dicen que no es culpa del gobierno sino terrible maldición de España, triste precio pagado a los demonios con hambre y con trabajo de sus hombres. Porque quiero creer que no hay demonios. Son hombres los que pagan al gobierno, los empresarios de la falsa historia, son hombres quienes han vendido al hombre, los que le han convertido a la pobreza y secuestrado la salud de España. Pido que España expulse a esos demonios. Que la pobreza suba hasta el gobierno. Que sea el hombre el dueño de su historia. TEXTO 13: “De vita beata” (Las personas del verbo, 1975) En un viejo país ineficiente, algo así como España entre dos guerras civiles, en un pueblo junto al mar, poseer una casa y poca hacienda y memoria ninguna. No leer, no sufrir, no escribir, no pagar cuentas, y vivir como un noble arruinado entre las ruinas de mi inteligencia. TEXTO 14: LUIS ALBERTO DE CUENCA, “Epigrama” Me gustó imaginar, como a todos los hombres, que la chica que amaba se acostaba con otros, que se lo hacía incluso con gente de su sexo, para darle más morbo y más psicopatía. Me divirtió sufrir con esos disparates, pensar que aquellas curvas que tanto me excitaban habían sido de tirios y serían de troyanos. Pero traspasé el límite. Lo tomé tan en serio que tuve que vengar mi honor nunca ofendido en el plano real, que es el que menos cuenta. Sí. La maté en el mismo lecho en que imaginaba que me había engañado tan deliciosamente, y luego me maté, por su cupieran dudas de mi amor, silenciando críticas venideras. Caminante que pasas al lado de esta tumba, que estas palabras guíen tus pasos en la vida: por más que te divierta imaginarla en brazos de alguien que no seas tú, no pierdas el sentido; mátala sólo a ella, trocea su cadáver y búscate otra chica para seguir soñando. TEXTO 15: LUIS GARCÍA MONTERO: “LIFE VEST UNDER YOUR SEAT” (Habitaciones separadas, 1994) Señores pasajeros, buenas tardes, y Nueva York al fondo todavía, delicadas las torres de Manhattan con la luz sumergida de una muchacha triste, buenas tardes señores pasajeros, mantendremos en vuelo doce mil pies de altura, altos como su cuerpo en el pasillo de la Universidad, una pregunta, podría repetirme el título del libro, cumpliendo normas internacionales, las cuatro ventanillas de emergencia, pero habrá que cenar, tal vez alguna copa, casi vivir sin vínculo y sin límites, modos de ver la noche y estar en los cristales del alba, regresando, y muchas otras noches regresando bajo edificios de temblor acuático, a una velocidad de novecientos kilómetros, te dije que nunca resistí las despedidas, al aeropuerto no, prefiero tu recuerdo por mi casa, apoyado en el piano del Bar Andalucía, bajo el cielo violeta de los amaneceres en Manhattan, igual que dos desnudos en penumbra con Nueva York al fondo, todavía al aeropuerto no, rogamos hagan uso del cinturón, no fumen hasta que despeguemos, cuiden que estén derechos los respaldos, me tienes que llamar, de sus asientos. TEXTO 16: FELIPE BENÍTEZ REYES, “Los vanos mundos”, en Poesía española reciente Si alguna vez sufres –y lo harás– por alguien que te amó y que te abandona, no le guardes rencor ni le perdones: deforma su memoria el rencoroso y en amor el perdón es solo una palabra que no se aviene nunca a un sentimiento. Soporta tu dolor en soledad, porque el merecimiento aun de la adversidad mayor está justificado si fuiste desleal a tu conciencia, no apostando solo por el amor que te entregaba su esplendor inocente, sus intocados mundos. Así que cuando sufras –y lo harás– por alguien que te amó, procura siempre acusarte a ti mismo de su olvido porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato. Y aprende que la vida tiene un precio que no puedes pagar continuamente. Y aprende dignidad en tu derrota, agradeciendo a quien te quiso el regalo fugaz de su hermosura.