No perder la esperanza - Corporación Viva la Ciudadanía

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No perder la esperanza
Alonso Ojeda Awad
Director programa Paz – U.P.N. – Ex embajador de Colombia
Se inicia el segundo período presidencial de Juan Manuel Santos, quienes
votamos por él en las pasadas elecciones lo hicimos convencidos de ser la
mejor opción para Colombia por la seguridad manifiesta de poder conducir a
nuestra nación a los acuerdos finales de paz, que pongan fin al dramático y
crónico conflicto político, social y armado que padecemos hace más de
cincuenta años.
En mi caso personal, venido de la generación de los años 60 que fue educada
en la Universidad Nacional de Colombia y acompañantes del sueño libertario
de Camilo Torres Restrepo, nuestro capellán, fue una decisión que maduré,
cuando vi al Presidente dando pasos seguros y valientes en la búsqueda de
entablar conversaciones con las FARC y con el ELN. Posteriormente, me
convenció aún más cuando escogió tan disciplinado y serio equipo de
negociación y puso a la cabeza del mismo al Ex Ministro Humberto de la Calle
junto a los académicos Sergio Jaramillo, Frank Pearl, así como a los generales
del ejército y la policía Mora y Naranjo, al lado de representantes de la mujer
colombiana y de los grupos económicos de la nación. En esa época pensé: El
Presidente está decidido hacer la Paz y correr todos los riesgos y desafíos que
conlleva una decisión de esta naturaleza.
Pero, la Paz no es solamente la firma de los acuerdos. Es el inicio. Y allí es
donde se comienza a mostrar la verdadera dimensión ejecutoria del Presidente,
que debe ser capaz de jalonar a nuestra nación, desde las viejas estructuras
feudales y conducirla al siglo XXI, como una nación incluyente, justa, solidaria y
en un verdadero desarrollo sostenible. Aquí es donde por la tardanza en
construir e implementar las urgentes políticas públicas que rompan el latifundio
improductivo y coloquen a los amplios sectores poblacionales en el camino de
alcanzar la satisfacción de las necesidades más urgentes en el orden de
trabajo, salud, educación, agua potable, saneamiento y alcantarillados, donde
comienza a disminuir la esperanza y a sentirse un ambiente de decaimiento
social, que es muy bien cultivado y estimulado por los sectores uribistas del
centro democrático, que no pierden oportunidad para enrostrarle al Presidente
sus fallas y demoras en su compromiso nacional.
Es hora que el Presidente le ponga, de verdad, el acelerador a la ya esperada y
centenaria reforma agraria, recomendada por todos los asesores extranjeros
del Banco Mundial y del PNUD que frecuentemente nos visitan, la que permitirá
distribuir la tierra de una manera equitativa, con el apoyo técnico y
acompañamiento financiero, que dé solución a los ingentes y viejos problemas
de la familia campesina, realización agraria que impulsará la producción
agrícola, llevará más productos a la canasta familiar de los colombianos y
posibilitará la exportación de alimentos a nivel mundial. En esta forma, los
olvidados y descuidados campos colombianos se convertirán en lo que han
debido ser desde hace tiempos, verdaderos motores del desarrollo.
Y qué decir de la Reforma política, tan necesaria para la democracia como el
mismo aire que se respira. El Congreso colombiano tiene la obligación de
delinear los nuevos caminos por donde debe discurrir la opinión organizada y
decisoria de las mayorías. Así mismo, un verdadero estatuto de la oposición,
que desde sus organizaciones claman las minorías políticas en busca del
respeto y el reconocimiento como alternativa de izquierda, que les permita
seguirse edificando. Así mismo, es urgente la construcción de una política
pública que exija a los poderosos medios de comunicación rediseñarse en
función de su democratización y compromiso con la implementación de una
pedagogía de Paz, que impulse el respeto, la convivencia y democracia.
La educación y la salud son dos de las mayores esperanzas que hoy tienen los
colombianos. Las movilizaciones estudiantiles están esperando concretar las
propuestas de un modelo educativo que facilite la inclusión social, teniendo en
cuenta que la educación es la posibilidad real de impulsar el desarrollo de la
nación. Y en la salud, ya el país no resiste más promesas en el cumplimiento
de las obligaciones que taxativamente le impone al Estado la Constitución
Política de 1991.
Para no perder la esperanza, el presidente Santos debe cumplir. Los
colombianos que horas antes de la segunda vuelta presidencial votaron con
entusiasmo y fe en su gestión y derrotaron la propuesta que ofrecía más guerra
y sangre, lo seguimos acompañando para que pase a la acción. Si en el
momento de ser elegido se dijo: usted tiene la palabra. Hoy le decimos: ¡Usted
tiene el camino abierto: Adelante Presidente!
Edición N° 00411 – Semana del 8 al 14 de Agosto – 2014
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