Peluquería sálvese quien pueda y otras historias Y desde el co 16 en Alemania Mienzo 20 Toda la de Casa es mayo Taba pa 28 de Tas arri el Ba esto sucedió Esa noche había dormido bien, pero tuve pesadillas. Apenas me levanté, sentí un mal presentimiento en mi interior y cuando fui a desayunar, lo comprobé. Mi casa parecía una casa de locos: mi papa tenía rulos en la cabeza y estaba cortándole el pelo a mi hermano; mi ñaño no paraba de murmurar palabras como: debo ayudar a la familia, lavaré los platos, cocinaré, limpiaré la casa, barreré el piso, desempolvaré los sillones, bañaré al perro; el bebé estaba vestido con terno y camisa, se había vuelto jefe de una empresa e iba rumbo al trabajo en el carro, y mi madre estaba vestida con un rarísimo traje de astronauta con el sello de la Nasa y gritaba: conquistaré el universo, visitaré el mundo, me subiré a una nave espacial, conoceré la luna. Después mi papá se fue a su nueva peluquería y, aunque no lo parezca, tenía muchos clientes y ellos estaban muy a gusto porque era una peluquería enorme. Mi padre les servía bebidas y snacks, pero ahí terminaban los talentos de papá, porque quería ser peluquero, pero de peluquero no tenía nada. Como había tantos clientes, no podía concentrarse, confundía el esmalte con el tinte de pelo, cortaba el pelo a los clientes mientras revisaba su wasap, el corte que hacía era tan pequeño que las personas parecían calvas, pintaba el cabello de las damas con colores extravagantes como: púrpura, verde, naranja, etc. En fin, si por mí fuera, yo le habría puesto de nombre: ¡peluquería sálvese quien pueda! Mientras tanto en mi casa, Matías, que tenía cinco años, ponía la vivienda patas arriba, intentaba limpiarla, pero no lo lograba, inundaba la casa con el agua del lavaplatos y mientras los lavaba, rompía varios, quemaba los focos de tanto prenderlos y apagarlos, manchaba la ropa al lavarla y mezclaba los colores, no recordaba dar la comida al perro, etc. Creo que si sigo contándoles todo lo que hizo mi hermano, van a descubrir cuan desordenada encontré la casa cuando llegué, así que voy a hablarles del bebé. Como ya les conté, mi mamá era astronauta. Resulta que mi mamá, desde su primer día de trabajo, había sido contratada para un viaje de reconocimiento hacia la Luna, y cuando Yo me enteré, Ella ya estaba en camino, así que tuve que hacerle una video llamada. Lo que vi fue espantoso, mi madre estaba saltando y jugando, de modo que no dirigía la nave, y así la nave se desvió de su rumbo. Yo le grité, ¡mamá, presta atención a la nave! Y mi madre esta vez volvió a tomar el control de la nave: dime hijo; —Mamá, ¿por qué no me comentaste que te ibas? —No te preocupes, hijo, ya volveré, respondió Ella. José Ignacio Parreño