LA SEMANA SANTA, MEMORIA DE LIBERTAD . Fecha: 03/04/07 Por: elconfesor Fabián Salazar Guerrero, coordinador del Centro de Estudios Teológicos y de las Religiones, de la Universidad del Rosario, reflexiona sobre la Semana Santa: "La crucifixión no es únicamente de individuos sino también de regiones y países enteros; este es el acaso de las naciones sumidas en la miseria y en la guerra que se encuentran en agonía de muerte frente a nuestros ojos y bajo nuestro silencio de complicidad". La celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo y la celebración de la Pascua Judía o Pesaj, tienen en común ser memoria y presencia de la acción salvífica y liberadora de Dios. Estas son realidades fundamentales que necesitan ser recordadas y vividas en el contexto Colombiano. Para la vivencia de estas celebraciones es indispensable la presencia de la comunidad, la celebración de una mesa compartida, el recuerdo de la situación de esclavitud, el sacrificio y el actuar misericordioso de un Dios que no deja atrás ni desatendidos los clamores de su pueblo. Y hoy nosotros somos su pueblo, hoy es Colombia que alza su voz con gemidos de dolor. En la pascua judía se hace presente el paso liberador de Dios que supera la opresión y las cadenas impuestas por la injusticia. En nuestros días es necesario de nuevo ese paso que permita romper las ataduras impuestas por la guerra, el hambre y la pobreza. La muerte de niños famélicos al lado de las mansiones hechas con la sangre del pobre y sostenidas por la corrupción, bien puede ser análogo a faraones y esclavos. El paso a la libertad es también urgente para tantos que sufren el flagelo del secuestro extorsivo o político, hombres y mujeres que viven en cautividad y dolor al igual que sus familias. Ninguna guerra puede justificar el quitar al ser humano su don mas preciado, el don de la libertad. Este es un grito de esperanza para que el corazón de los captores mire el rostro de sus retenidos y descubran en él a un hermano, miren el daño que causan y por el que tendrán que dar cuentas al Señor de la Vida. La Pascua primordialmente es la mesa compartida en el calor del hogar. En nuestro país, cuantas familias se encuentran hoy desbaratadas y enfermas de violencia, donde el opresor se oculta en el interior de las paredes de la propia casa y los más débiles tienen que sufrir el abuso cotidiano. No se puede pensar en grandes liberaciones políticas, si no se empieza por una liberación doméstica, por romper el círculo de odio que se pasa de generación en generación. Esta mismas realidades las recuerda la cruz de Jesús, con toda su carga victimal. En muchos casos seguimos siendo hipócritas al pensar que otros fueron los que crucificaron a Jesús, cuando nosotros mismos lo flagelamos, golpeamos y asesinamos ya sea por acción o por indiferencia. Los cristos de nuestros días los vemos al cruzar la calle, en el rostro del desplazado, en el silencio de los torturados e injustamente encarcelados, en los padres de familia que cada vez tienen menos para darles a sus hijos, en los jóvenes víctimas del desempleo y la violencia, en los condenados socialmente por ser diferentes sexual o racialmente. Que ciegos somos al escandalizarnos con la muerte de Jesús y ser totalmente indolentes ante la muerte del prójimo; acaso ¿tendremos que esperar otros dos mil años para entenderlo?. La crucifixión no es únicamente de individuos sino también de regiones y países enteros; este es el acaso de las naciones sumidas en la miseria y en la guerra que se encuentran en agonía de muerte frente a nuestros ojos y bajo nuestro silencio de complicidad. Esta realidad de muerte no conoce confesiones religiosas; los muros y fronteras los coloca el ser humano y no Dios. Pero también la cruz tiene la esperanza de la resurrección, la promesa de que la muerte no puede vencer a la vida, la confianza de la víctima en el actuar salvador de Dios, el recuerdo perenne del amor de un padre por su hijo. Esta liberación se ofrece como un don y como una tarea, es un don que se entrega con gratuidad y una tarea que cada ser humano tiene que desarrollar como responsabilidad de liberación de su hermano. Esta es un exhortación a superar el acto cultural y ahora vacacional de la Semana Santa y renovar su significado profundo de libertad de los hijos de Dios, que hunde sus raíces en el acontecimiento salvífico de la Pascua. Para continuar un diálogo pongo a su servicio el correo salazarcetre@gmail.com