I L MONTSACOPA.. virtuà no'çs'ío que mas brilla à la luz de nyiestro siglo. La arrogància de la bellèz^ y el brillo del lujo es lo que Terdaderamente causa en nuestros ojos la fascinacion que ' produce el di^rúante. Nò podemos negaríe & nueslrl època su especialidad industrial y su competència mercantil; mas estos dos elemeutos de la civilizacion moderna serian insuficientes para el consumo de nuestras necesidades si no hubieran alcanzado la prodigiosa facultad de abrir ó la espcculacion de los hombres los ocultos caminos de las fortunas ràpidas, y à la celebridad de las mujeres la caja encantada de las beUezas súbitas: ó lo que es lo misçao, los secretos del tocador y los sccretos del negocio. Si todavia hay quien vive en la escúsez de la pobreza raalgastando BUS fuerzas en las angustias del tra» bajo; si bay todavia mujeres que conservan en sus sembiantes las in correccio.oes ó los descuidos de la paturaleza ó los estragos del tiempo, bien puede decirse que es por pura indojeacia ó por culpable desídia. La fofituna y la belleza estan reaU . mente al alçance de lodos. Hay una n^ina, mejor dicho, una gran bolsa en la cual ipdos podemos ineter la . mano, eoriqueciéndonos de la n o , çhe & .la manana: hay especííicos maravillosqs qite ofrecen à las beUezas mas dudosas encantos inagotables y el risueno beneficio de una juventud perpètua. i £ n papel y en cosraéiicos encuentra 1^ vanidad las vivas satisfaccio· : nes de la herraosura y de la rique» za, los encfintps de Venus y los tesoros de Greso. Se dirà que son bellezas de pura perspectiva, fortunas verdaderamente fabulosas, que se desvanecea con la misma facilidad que se fraguan; bellezas y fortunas que semejantes i los caminos de bierro y à los telégrafos, hay que recomponerlaa diariamente. Mas entretanto la fascinacion se ejerce, y por el luomento el efecto es el mismo, porque tal es la virtud especial que.encjerran, los secretos del tocador y los secretos del negocio. Antes que la mujer deje de ser Diputació de Girona — Servei de Biblioteques nina émpieza a sentir hàci'a las lunas de los espejos una inclinacion particular que conserva loda la vida. Oonde quiera que encuentre ese peqQefio abismú en el cual todo es aupérfície, allí se ciavan sus ojos cori' Iticesantc émpeiio, aírastrados por el secrelo impulso de un poderoso atrac'ivo. Cualquiera diria que ve en el fondo del cristal mundos desconociílos, panoramas interminables, paisajes sin limites, cuya contemplíicion absorve sus mirades; però ya sabemos que los espejos solo reflejan la imàgen que se les pone delante, y las mujeres no buscan en ellos màs que el reflejo de su pròpia imàgen. En estàs cilas técilas que se dan é sí mismas parece que se exarninan, que se espian, que se estudian. Aunque generalmenle ignoran la màxima, iSfosce te ipsum, puede presumirse que el espejo es el libro siempre abierlo en que aprenden & conocerse. Ei sabio cuenla sus ideas, el general sus soldados, el banquero sus millones: las mujeres cuentan en el espejo el núnie' rò de sus encantos como quien' miJe la extension de su talento, de ' aú fuerSía y de su fortuna, para imponer à los demas el yugo de su ' imperio. Su primer desieoj y acaso el úni00, es agradar; ^Serà esto una debilidad?... Sln diida; mas debe advertirse que en esa debilidad constste toda su fuerza. La primera vanidad que sienteo es la de la hermosura: la belleza es, digàmoslo así, su atmosfera. Una mujer hermosa ó que pretende sprlo es una piedra preciosa que Dios sabé lo que vale, y que nosotros no bemos apreciado bien todavia lo que puede coslarnos. Por grande que sea la pureza de un diamanie, permaueceria ignorada si la luz no se tomóra el trabajo de descubrirla. [Cuàntas mujeres realmente bellas viven y mueren desconocidas porque los resplàndores del lujo no han llegado à iluminarlas!... Dè la vanidad de la hermosura pasan natural mente à la ambicion dè la riqUeza, y cada una, segun el • CotivettcimientO que liene de su mérito personal, justiprecia previa- mente el valor de susi eQ)e#n<to« para tomar la parte carrespondiente en la subasta pública del amor legitimo, í^. .r Debemos supone^.·con aigJin fundamento que casi todas las mujeres suehan en los .primoros anos do su juventud la imàgen indecisa de un hombre desconocido, y es tambien presumible que esta vision ideal, y si es posible decirlo asi, abstracta, ha de apa;ecer adornada con las màs raras ó con las mas caprichosas perfecciones. La imsginacion es un lienzo siempre dispuesíto à recibiri las. creaciones de nuestras deseos, y los deseos son excesivauiente amables y tienen la condescendència habitual de pintarnos siempre las. cosas à nueslro gusto. Apolü ó Júpiter, Morfeo ó Hérüutes, ello es que ha.de ser un hombre basta cierto puntoexiraordinario ei héroe de esta primera novela de la vida. Mas ese capricho, esta ambicion de los priuieros deseos comienza poco despues à cambiar de aspect p : la ilusgiún preiende tomar contornov pn&ilivos, y Apolo ó Júpiter, Morfeo ó Hèrcules, van poco à poco convirtièiidose en Creso. Si me fuera posible llevar à cabo un anàlisis rainucioso, encontrariamos en, el corazon de las mujeres Juiciosas de nuestros tiempos la imàgen de un hombre, però de un hombre rnillonario^ Cada època tiene su tipo: pasaron los tiempos de los hèroes, de los genios y de los sabios; el tipo de la Edad Media es el Cid; el tipo de nuestros dias es cualquier banquero. De esta adoracion, tributada al oro por la edad presente, no ha podido librarse la Índole impresionable de las mujeres, y buscan, en cambio de süa alractivos, los bolsillos mas ancbos, mas hondos y mas llenoa. Indudablemente, semejante comercio entre la hermosura y la fortuna no es tal vez una especulacion ilícita; però eu el fondo de estàs transacciones puramente mercantiles serà difícil encontrar otra cosa que un negocio; una mujer que vende su juventud y su belleza à perpeliUdad, y un hombre que las compra en usufructo.