XI Jornadas de Economía Crítica Valoración del progreso en la transición de los PECO: una visión crítica Carmen de la Cámara Arilla G.A.T.E., Universidad de Barcelona Introducción Las economías de los Países de Europa Central y Oriental (PECO) iniciaron su proceso de transición al mercado hace ya casi dos décadas, proceso que hoy en día desde diferentes instancias tanto académicas como políticas se proclama culminado. En cambio, al analizar y evaluar los indicadores de transición, se observa que todavía no está completado. En este trabajo nos proponemos aportar evidencias de esta disparidad entre el discurso y la realidad y analizar en qué aspectos la transformación está más retrasada. Para ello utilizaremos básicamente los indicadores y los análisis que presenta el BERD (Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo) en sus informes anuales, como valoración experta generalmente aceptada. La estructura de la comunicación será la siguiente: en primer lugar presentaremos la medida del progreso en la transición. En el segundo apartado repasaremos las contradicciones en las que incurre el BERD, los indicadores que utiliza y la valoración que hace de ellos. En el tercer apartado intentaremos elaborar una explicación del retraso en la culminación del proceso, profundizando en los aspectos en los que se ha avanzado menos y tratando de identificar la problemática que presentan. Por último, presentaremos las consideraciones finales. 1. Medida del progreso en la tansición Los procesos de transición en cada uno de los antiguos países llamados comunistas parten de una economía de planificación centralizada para llegar a adoptar una forma de economía de Página 1 de 17 mercado, a través de una transformación sin precedentes en la historia. Pasadas casi dos décadas desde el comienzo de la transición, tanto el conocimiento popular como el especializado ha establecido una serie de hechos generalmente aceptados acerca de las tres etapas del proceso. Nuti (2001) los califica de “mitos”, en cuanto son “generalizaciones plausibles pero no corroboradas ni por elaboraciones teóricas ni por los hechos”. El primero de estos mitos, el que se refiere al punto de partida, es que el sistema era irreformable. y su caída ineludible. El segundo se refiere al proceso de transformación en sí mismo, que había de ser, sobre todo, rápido: “fácil de implantar, relativamente indoloro y necesariamente muy rápido” . J. Sachs, consejero del gobierno responsable del primer programa para la transición, prototipo de todos los demás, decía: “as son as central planners move out, markets move in”1. A pesar de que las expectativas pronto se demostraron equivocadas, el mito de la necesidad de la rapidez de la transformación ha permanecido. El tercero es que ya se ha alcanzado el punto de llegada, es decir, que la transición está completada. No vamos a entrar en el primero de los mitos, el segundo lo hemos tratado ampliamente en trabajos anteriores (de la Cámara, Bastida y Virgili 2000). En este trabajo nos centraremos en el tercero. Académicos de reconocido renombre, preguntados acerca de cuándo podría darse la transición por terminada (A. N. Brown, ), dieron distintas visiones, que iban desde una valoración por resultados, aunque los resultados medidos fuesen tan dispares como los que presentaban Marie Lavigne y J. Svejnar, pasando por valoraciones institucionales como las que presentaban, también con distintos indicadores, A. Aslund o N. Lardy, hasta una valoración sistémica como la que ofrecía Kornai. A pesar de ser valoraciones dispares, podemos encontrar en ellas y en general en los análisis acerca del tema la constatación de que el proceso de transición es básicamente un proceso de cambio sistémico –desde el sistema de planificación central al de economía de mercado- que se concreta en la necesidad de un cambio institucional –desde las instituciones propias del sistema de partida hacia las instituciones de mercado-, siempre teniendo en cuenta que el punto de partida no es homogéneo y que la diversidad institucional entre las economías de mercado no presenta un único punto de llegada para la transición. Con todo ello presente, y buscando una valoración experta autorizada como punto de referencia para nuestro análisis, tomaremos la valoración que ofrece el BERD. El BERD fue constituido en París el 29 de mayo de 1990 con el objetivo de asistir a los PECO en su transición hacia la economía de mercado. Desde entonces se ha convertido en una referencia obligada para los estudiosos del proceso y en fuente de reconocida solvencia. Desde 1994 publica un informe anual (Transition Report) en el que analiza el proceso de transición. En su análisis, el progreso se mide en relación a los estándares de economías industriales “Tan pronto como los planificadores centrales se vayan, los mercados entrarán”. Citado en Nuti, 2007 1 Página 2 de 17 avanzadas. En un capítulo común a todos los informes, el BERD ofrece una valoración acerca del progreso en la transición sistémica, de una forma cuantificada y susceptible de comparación y de seguimiento. Además de esta valoración sistemática, cada año presenta un estudio monográfico que valora un aspecto particular de la transformación. En el apartado siguiente daremos cuenta de estas valoraciones, resaltando primero las contradicciones que se observan entre las declaraciones de principios del BERD y los resultados presentados en las monografías, para después concentrarnos en la información más completa acerca del tema que nos ocupa. 2. Valoración del progreso en la transición Las consideraciones que se realizan en la presentación de los informes del BERD están en línea con la ortodoxia económica, con posicionamiento inequívoco a favor del mercado, la liberalización, la privatización, la inversión extranjera y las instituciones internacionales. Dado que ha sido esta línea la que ha inspirado el proceso, se desprende un discurso triunfalista en relación al proceso de transición. Sin embargo, buceando en los informes uno se topa con que las cuestiones analizadas desmienten el discurso triunfalista. Cada año se analiza en profundidad un aspecto diferente de la transformación, y año tras año la evidencia es que en ese aspecto en concreto se está lejos de los estándares occidentales. Repasemos los análisis monográficos del transition report de los últimos años para ejemplificar estas contradicciones. Veamos el último informe publicado, el de 2007, People’s attitudes in transition. El economista jefe del BERD resume en el prefacio el contenido del informe, diciendo: “Los resultados muestran que la mayoría de la población reconoce que sus vidas son mejores hoy que antes de empezar la transición”. Pero cuando se van desgranando los resultados de la encuesta con la que se ha elaborado el estudio no encontramos esa satisfacción mayoritaria anunciada. Como puede observarse en el gráfico 3.1 (pg. 49), en 13 de los 28 países analizados la población que se declara satisfecha con sus vidas no llega al 40% (según el informe, en Europa o Norteamérica este porcentaje es del 80-90%) y sólo 5 países rondan el 70%. Llama la atención, además, que de estos cinco países tres sean, curiosamente, los países donde el BERD considera que se han realizado menos progresos en el proceso de transición –Bielorrusia, Uzbekistán y Tajikistán- , y que los otros dos sean pequeños países –Estonia y Eslovenia-, poco representativos precisamente dada su pequeña dimensión. También es relevante que en Hungría, uno de los países más avanzados, el 60% declare que vivía mejor antes de la transición y sólo el 20% considere haber mejorado. En los países del sudeste europeo (SEE) y de la Comunidad de Estados Independientes (CIS, antiguas repúblicas pertenecientes a la Unión Soviética) el resultado es contundente: la población se declara mayoritariamente insatisfecha. Página 3 de 17 La percepción de que la situación económica ha empeorado (a pesar del intenso crecimiento del 6,9% de media de toda la región) la tiene el 40% de la población en los países que primero se incorporaron a la Unión Europea (CEB), el 65% de los países del SEE, y el 60% como media en la CIS.2 En general la encuesta revela un gran apoyo de la población a la intervención del Estado, otorgándole un papel activo en garantizar empleo, en asegurar precios bajos para bienes básicos y mantener la propiedad pública de las grandes empresas. Viendo estos resultados, la valoración del economista jefe del BERD puede calificarse, cuanto menos, de optimista. Pasemos al informe del año anterior, el del 2006. El BERD hace una presentación triunfal en la primera página del power point promocional del transition report, de acceso gratuito en internet. En ella presenta un gráfico que titula: “the big story: continued strong growth in 2005/06” . El gráfico muestra que el crecimiento en estos países es mayor que en el hemisferio occidental en general, en la eurozona y en EEUU en particular. Pero los datos en el interior del informe matizan “the big story”, ya que a pesar del crecimiento muchos países no han alcanzado siquiera el nivel de producción que tenían antes de empezar la transición y los desniveles de renta con las economías con las que se compara son muy considerables. De nuevo una valoración por resultados que peca de optimista. El año anterior, en el informe de 2005, una encuesta realizada en colaboración con el Banco Mundial a 9.657 empresas de 26 países en transición trata de identificar cómo las empresas perciben el funcionamiento del sistema judicial, la corrupción (fraude fiscal, pago de comisiones…), el crimen organizado y el crimen callejero. Las respuestas de las empresas muestran que, en términos de la efectividad del sistema legal y judicial, sólo ha habido pequeños progresos. En todos los aspectos, los PECO están claramente por detrás de las economías de mercado maduras, concluyendo que tienen todavía un considerable camino por recorrer en la mejora de las instituciones y en la protección de los derechos de propiedad. En todos los aspectos analizados, menos en uno: en cuestión de regulación del mercado laboral estos países han alcanzado y superado los estándares occidentales más rápidamente que en otros aspectos de la reforma. Es indicativo de la ideología dominante, y por eso nos parece relevante subrayarlo aquí, que en el informe se presente la regulación laboral más “flexible” en estos países (entendida la “flexibilidad” en los términos neoliberales) como un obstáculo menor para el funcionamiento de las empresas, en comparación con las rigideces de la vieja Europa. Continuando con la reseña de las contradicciones, el BERD –que entre sus objetivos cuenta con el de promover la propiedad y la iniciativa privada-, en el mismo informe de 2005 en el capítulo cuatro presenta una encuesta con una conclusión sorprendente acerca de las formas 2 Incluimos este dato orientativamente, si bien dentro de este grupo las variaciones son tan grandes que resulta poco significativa la media. Página 4 de 17 de propiedad. La encuesta revela que el impacto de la propiedad sobre la performance no es tan claro como se presume, y que “evidencias recientes indican que las empresas privatizadas no presentan mejor performance” (BERD, 2005, pg. 83). Podríamos seguir hacia atrás en los informes para comprobar que en todos nos encontramos contradicciones semejantes.3. Sin embargo, los ejemplos aportados son suficientes para prevenir frente a una lectura resumida de los informes, por lo que podemos concentrarnos ahora en la información más global acerca del progreso en la transición, información que, como hemos dicho, se presenta sistemáticamente en todos los informes. Esta valoración se resume cada año en un cuadro como el que reproducimos a continuación, tomado del informe de 2007. Hay que constatar que las incongruencias están salvadas de antemano, ya que al principio de los informes se advierte de que las opiniones expresadas en los estudios no son necesariamente las del BERD. 3 Página 5 de 17 Fuente: BERD (2007), p. 6 Página 6 de 17 Como puede observarse, es un cuadro de doble entrada con valoraciones para 29 países de algunos indicadores elegidos como representativos del progreso hacia una economía de mercado. Las valoraciones que se dan a los indicadores se expresan en puntuaciones que varían de 1 a 4+, correspondiendo el 1 a no haber realizado ningún cambio respecto al sistema económico de partida y el 4+ a haber alcanzado el estándar de una economía de mercado industrializada4. Téngase en cuenta para interpretar el avance que, curiosamente, la escala comienza en 1 en lugar de 0, lo cual significa ya de partida una valoración optimista, ya que una puntuación de 2 da la apariencia de que el país en cuestión en el aspecto evaluado está a mitad de camino, cuando en realidad está mucho más cerca del punto de partida que del punto de llegada. Autores como Nuti (2007) critican éste y otros aspectos, como el que no esté definida una masa crítica, es decir, el nivel mínimo que debería alcanzar cada indicador para que pueda considerarse la transformación realizada, considerando que, en su conjunto, los indicadores del BERD erran por el lado del optimismo. Por supuesto las diferencias entre países son enormes. El BERD, en el análisis que acompaña la tabla, hace tres grupos que -a pesar de sus diferencias- guardan una cierta similitud. 1. Los países del centro-este europeo y los bálticos (CEB). Son los ocho países que entraron en la UE en mayo de 2004. En general éstos son los países que alcanzan puntuaciones más elevadas, correspondientes a mayores progresos en la transición. No obstante, ni siquiera en ellos el BERD da la transición por terminada. En el texto que acompaña a los cuadros se reitera esta realidad, de una forma especialmente contundente en los previos a la adhesión de estos países a la UE en mayo de 2004. Después de declarar en el informe de 2002 que la reconstrucción institucional debía seguir en el corazón de la agenda política de las economías en transición (“mucho queda por hacer”, fue la frase que cerraba el capítulo 2 del informe de ese año), en el informe de 2003 vuelve a insistir en que, para los futuros miembros de la UE, “la transición todavía no está terminada” (BERD, 2003, pg. 20). Lo cual no impidió que entrasen a formar parte de la UE en la fecha prevista5. Posteriormente, en el informe de 2004 se señalaba que, una vez alcanzada la adhesión, las presiones en los CEB para alcanzar las condiciones requeridas llevaron a una insatisfacción popular por el desempleo y los niveles de vida, que resultaron en dificultades para imponer la reestructuración y la disciplina fiscal. Todo apunta a que falta consenso social para acometer reformas difíciles. El último informe, el de 2007, reconoce que la transformación institucional, que había recibido un gran impulso en vísperas de la adhesión, se ralentizó notablemente una vez alcanzado el objetivo. Ver las notas metodológicas en pgs. 210-212 del informe para una descripción detallada del significado de cada una de esas puntuaciones. 5 En los Criterios de Copenhague se establecía como uno de los requisitos de acceso para los nuevos estados miembros gozar de un marco económico e institucional equivalente al de los actuales miembros. 4 Página 7 de 17 2. Los países del sudeste europeo (SEE). Comprende a Bulgaria y Rumania, a países de la ex Yugoslavia y a Albania. Estos países presentan puntuaciones muy inferiores a los del primer grupo. La incorporación de Bulgaria y Rumanía a la UE en enero de 2007 – países que obtienen puntuaciones mucho más bajas que las del grupo de 2004- fue todavía más flagrante. Al igual que ocurrió con los del primer grupo, los progresos de Bulgaria y Rumania van ligados al proceso de adhesión a la UE. 3. Los países de la Comunidad de Estados Independientes (CIS, ex URSS) y Mongolia. En este grupo la heterogeneidad es bastante mayor, ya que algunos países, como Bielorrusia y Turkmenistán, prácticamente están al inicio de las reformas. Pero hay una característica común a todos ellos: obtienen una puntuación media inferior a la de todos los países del primer grupo y de la mayoría del segundo grupo6. Teniendo siempre presentes estas diferencias entre países, puede realizarse un análisis global de los indicadores de los distintos aspectos de la transformación. Como puede observarse en la tabla, 1. Sólo 13 países superan el 75% de sector privado en el PIB, porcentaje que el BERD considera típico de economías desarrolladas. 2. Privatización a gran escala. Esta privatización fue muy lenta en todos los países, lo que motivó que, después de una variedad de métodos en sus inicios, casi todos los países adoptaran un modelo innovador que suponía la libre o casi libre distribución de los activos a través de los programas de "privatización masiva”. Gracias a ellos el impulso dado a la gran privatización permitió llegar a posiciones de “no retorno” en este importante campo. Una vez alcanzado este punto se volvió a métodos más convencionales, mucho más lentos. En la actualidad ningún país presenta todavía una puntuación de 4+, que correspondería a haber alcanzado el estándar occidental. 11 países presentan una puntuación de 3 o menos. 3. Pequeña privatización. Se refiere a la privatización del pequeño comercio y de las pequeñas unidades productivas estatales. Esta privatización se realizó con rapidez al principio de la transición. Aquí sí, la mayoría tienen 4 y 4+. 4. Governance y reestructuración empresarial. Un paso todavía más atrás que la gran privatización, ya que no hay ningún 4+ pero tampoco hay ni un solo 4. En este caso, la mayoría tienen 2 o menos. Estas puntuaciones son indicativas de persistencia de situaciones de restricción presupuestaria blanda, débil disciplina financiera y leyes de quiebra no operativas. 5. Liberalización de precios. 4 y 4+ de la mayoría. 6. Comercio exterior y régimen cambiario. Mayoría de 4. 6 ver gráfico 1.2 del informe (BERD, 2007, pg. 5) Página 8 de 17 7. Política de la competencia. Las puntuaciones de menos de 3 (un solo 4- en toda la tabla) son indicativas de que las legislaciones e instituciones existentes no son operativas. 8. Reforma bancaria y liberalización de tipos de interés. Ningún 4+, cinco 4, cuatro 4-…la mayoría sigue por debajo de 3, lo cual es representativo de la escasa función de intermediación realizada por los bancos, y de la escasa solvencia, supervisión y regulación. 9. Mercados accionariales e instituciones financieras no bancarias. Un paso atrás todavía que el indicador anterior, con un solo 4, remite a instituciones solo emergentes. La evolución de los indicadores de progreso en la transición de las instituciones financieras no bancarias contradice la visión de los que defendían que la privatización desarrollaría los mercados de capitales. 10. Infraestructura (telecomunicaciones, electricidad, agua, carreteras, ferrocarril). Ningún 4. Mayoría de 2 o menos. Así pues, de los indicadores que maneja el BERD sólo los relativos a la pequeña privatización, la liberalización de precios y la liberalización comercial alcanzan la puntuación propia de una economía de mercado madura. El resto de indicadores revelan la insuficiente transformación estructural e institucional. Este resultado, guardando las debidas distancias, se repite desde el primer año que se publicó este cuadro. En pocos años los indicadores reflejaban grandes avances en los elementos apenas reseñados, mientras que las reformas institucionales se retrasaban. Esta realidad se ha visto reflejada en una evolución en cuanto a la presentación de los resultados. En la edición de 1994 se presentaban los indicadores sin distinguir entre ellos como aspectos pertenecientes a distintas fases de reformas. Se consideraba explícitamente que las transformaciones institucionales llegarían automáticamente de la mano del mercado, por lo tanto no eran precisas acciones específicas por parte de los gobiernos. Al estado se le asignaba el papel de “establecer, supervisar y reforzar las reglas del juego”. Como se dice en la pg. 5, en muchos países el capitalismo se desarrolló “with weak enforcement of rules, little transparency and no competition and bankruptcy law”7. En 1999, en el capítulo 1 en el que se hace un balance a los diez años de la transición, se declara que en vez de simple y corta ha resultado compleja y larga. Se declara que hay que complementar liberalización y privatización con desarrollo de las instituciones, lo cual puede interpretarse como un reconocimiento implícito de que el tal automatismo no se daba en la realidad. 7 con poca presión para cumplir las reglas, poca transparencia y sin competencia ni ley de quiebra. Página 9 de 17 En 2003 se empiezan a presentar los indicadores distinguiendo entre los correspondientes a “la fase inicial de las reformas” (liberalización de precios, liberalización del comercio y régimen cambiario y pequeña privatización) y los de “la segunda fase” (el resto de indicadores). La primera mucho más adelantada que la segunda, como puede apreciarse en el gráfico 1 (Chart 1.2, BERD, 2004, p. 8). En 2007 los indicadores se presentan como pertenecientes a tres fases de la reforma. Primera fase: reformas market-enabling8 (liberalización, privatización). Esta fase se declara completada. Segunda fase: reformas market-deepening (gran privatización, sector bancario, instituciones financieras no bancarias). En esta fase “queda mucho por hacer”. Reformas que permiten el mercado. Las de la segunda y tercera fase se pueden traducir como reformas que profundizan en el mercado y que sostienen el mercado, respectivamente. 8 Página 10 de 17 Tercera fase: reformas market-sustaining (reestructuración, governance, competencia, infraestructura). Inacabadas en todos los países. Todavía más retrasadas y sólo empezadas en los países menos avanzados, como puede apreciarse en el gráfico 2 (Chart 1.6, BERD, 2007, p. 9). Leyendo los informes en los que se van presentando estas “ampliaciones” se diría que desde el principio se había previsto la reforma en fases sucesivas. Hay que remontarse al informe de 1994 para comprobar que esto es incierto y que las fases no responden a un diseño predeterminado. Podemos concluir este apartado constatando que, incluso una valoración manifiestamente optimista como la que presenta el BERD, considera que la transición no está terminada todavía. En el siguiente apartado intentaremos explicar el porqué de esta realidad. 3. Aquellos lodos trajeron estos barros Estos resultados no son sorprendentes si analizamos las políticas aplicadas para la transición. Las políticas se elaboran en función de las prioridades que, a su vez, se establecen en un Página 11 de 17 determinado contexto histórico. Es decir, que los resultados obtenidos son consecuentes con el planteamiento de la transformación. Así mismo, los indicadores escogidos por el BERD y su evolución son consecuentes con los planteamientos que presiden el proceso de transición. Situémonos en el contexto histórico: nos encontramos a principios de los años noventa, en plena euforia pro mercado, cuando incluso autores que hoy en día lo califican de “fundamentalismo de mercado” (Stiglitz, 1999) todavía no lo decían así. En ese contexto, un proceso de transformación como el que nos ocupa era un campo de experimentación inigualable para el fundamentalismo de mercado. Un sistema que debía construirse de cero, una vez derribado el anterior, oponía menores resistencias a los vientos liberalizadores y desreguladores que la vieja Europa. Los expertos occidentales como J. Sachs (que hoy en día, como Stiglitz, ha reformado su discurso) que aconsejaban a los gobiernos responsables de los programas de transición, creían o parecían creer que una situación como aquella era la más idónea para probar el buen funcionamiento del mercado si se le deja actuar sin las trabas que tiene en las economías socialdemócratas occidentales. Este contexto determinó las prioridades en las políticas aplicadas. Siguiendo la fórmula del Consenso de Washington, hoy también ampliamente contestada, se establecieron unas políticas en las que la prioridad se le daba a la macroestabilización, la liberalización y la privatización. Competition era uno de los conceptos más importantes, una de esas palabras clave que ya ni se traducen, que se pronuncian en todos los foros hasta convertirse en el emblema del proceso, como posteriormente corporate governance y actualmente la “institucionalización del estado”. Competition sería la forma de que la creatividad, la innovación y la eficiencia se instalasen en la economía. Esta simplicidad debería bastar para que el mercado funcionase correctamente. Los programas de transición pusieron al inicio el énfasis exclusivamente en la estabilización macroeconómica, lo cual pronto puso en evidencia problemas de secuencia, ya que no era factible obtener los resultados deseados de las medidas estabilizadoras en economías con condiciones de mercado aún incipientes. Problemas de secuencia y de ritmo (la “terapia de choque” que se convirtió en “choque sin terapia”) fueron denunciados por los gradualistas, que defendían la necesidad de simultanear esta política con otras políticas estructurales. El BERD participa de este sentir mayoritario en sus planteamientos. En su primer transition report parte de la base del punto de vista dominante: que el sistema de mercado tiene ventajas “arrolladoras” (overwhelming) sobre la planificación central. No es de extrañar, por lo tanto, que los indicadores que adopta el BERD para valorar el progreso en la transición fuesen elegidos consecuentemente. Estos indicadores tienen que ver con los elementos básicos de una economía de mercado, es decir, 1. con las empresas (privatización a gran escala, pequeña privatización y reestructuración empresarial) Página 12 de 17 2. con los mercados y el comercio (liberalización de precios, comercio exterior y régimen cambiario. La política de la competencia se añade en 19--) 3. con las instituciones financieras (reforma bancaria y liberalización de tipos de interés y mercados accionariales e instituciones financieras no bancarias) Pero la realidad de la transición no confirmó las expectativas. Los primeros años de estabilización tuvieron unos resultados extraordinariamente preocupantes, la brutal caída de la producción fue mucho más allá de todas las previsiones. Se esperaba un deterioro de los indicadores reales, con una caída de la producción, el consumo y la inversión, pero se suponía que sería un fenómeno de carácter temporal, al que seguiría una rápida recuperación tras la introducción de las instituciones propias de una economía de mercado. Por ejemplo, Gomulka, en 1990, predijo tasas de crecimiento para Polonia en el período 1991-93 respectivamente de 4.7, 8.7 y 7.9%. En lugar de ello hubo una caída acumulada de la producción del 17.8%, según datos del BERD, y del 20% como media en los demás países. A finales de 1992 era evidente que lo sucedido no era lo que se había previsto. Entonces se entró en una segunda fase, en la que el énfasis -aunque fuera sobre todo a nivel retórico- pasó a la esfera de la reestructuración. Es preciso clarificar que no es que no estuvieran los elementos de transformación estructural en los programas de transición, sí que aparecían, sólo que se confiaba en una suerte de creación automática de las condiciones para funcionar en un mercado competitivo. A partir de los decepcionantes resultados de los primeros años, los responsables de la política económica empiezan a poner el énfasis en la necesidad de introducción de las instituciones típicas de una economía de mercado. Pero es un énfasis más retórico que real, pues las políticas que se aplican no registran un cambio de orientación. El BERD sigue haciéndose partícipe del sentir general, sumándose al énfasis en la segunda fase cuando corresponde. Introduce los indicadores de governance e infraestructuras, que aparecen en los cuadros de los años 1997 y 2001 respectivamente. La inclusión de estos indicadores se corresponde con el cambio de concepto-emblema del proceso, primero a corporate governance y después a la institucionalización del estado. Analicemos más en profundidad estos dos conceptos. El protagonismo de la corporate governance surgió con fuerza entre los analistas del proceso ante los decepcionantes resultados de los programas de privatización masiva, útiles para acelerar la transferencia de activos al sector privado que se retrasaba, pero que no resolvieron el problema de convertir las antiguas empresas estatales en firmas capitalistas eficientes y gestionarlas de acuerdo con los métodos de una economía de mercado. Antes bien, crearon complicaciones adicionales o perpetuaron los problemas existentes, haciendo patente que el objetivo político de la privatización se había impuesto a costa de sacrificar el objetivo económico (de la Cámara y Mañé). Se hace evidente entonces que hay que eliminar el control de los insiders, que ha entorpecido la reestructuración. Para que los responsables de la gestión Página 13 de 17 de las empresas actúen con criterios de eficiencia han de tener incentivos de mercado, lo cual implica cambiar las estructuras de propiedad creadas con la privatización. Consecuentemente, los métodos de privatización pasan a ser ventas directas, subastas y ofertas internacionales, a la búsqueda de inversores estratégicos, de concentrar la propiedad y de conseguir ingresos para el Estado. El informe del BERD de 1997 expresa este enfoque cuando en el capítulo 1 explica que en la segunda fase “el reto es el fortalecimiento de la governance y las instituciones, el desarrollo de un entorno que promueva la eficacia y competitividad del sector privado, lo cual llevará a la reestructuración y el crecimiento sostenido”. Es en el informe de 1998, en plena crisis a resultas de la asiática, cuando se reconoce que la primera fase de la transición ha ocasionado desequilibrios por la rápida liberalización y privatización sin desarrollo equivalente de instituciones de mercado. Y pone ejemplos concretos: la liberalización del sistema financiero (sin marco regulador efectivo) llevó a muy altos beneficios para los bancos sin apoyar la economía real con funciones de intermediación. La rápida privatización (sin corporate governance) llevó a grandes beneficios para los managers sin mejorar el funcionamiento de la empresa. Pero estas consideraciones siguen siendo retóricas, continuando con las inconsistencias entre los discursos y la realidad de las políticas recomendadas y aplicadas. El protagonismo real sigue teniéndolo la estabilización y las políticas contractivas, esta vez recomendadas para restaurar la Balanza de Pagos, sin contemplar que estas políticas puedan llevar a una amplificación de la crisis al caer la demanda agregada (ya que previsiblemente a la caída de la demanda exterior se sumará la de la demanda interna). Las políticas contractivas se aplican en casi todos los países, salvo algunas excepciones como la República Checa, que ya había tenido una crisis cambiaria en mayo de 1997, a la que ya había respondido con un endurecimiento de las políticas de austeridad. La crisis de 1998 afectó especialmente a Rusia, y mostró la fragilidad de la liberalización cuando las instituciones de mercado no están desarrolladas. A partir de 1998 Rusia inició una espectacular recuperación económica, beneficiada por la bondad de la coyuntura externa pero también debido a las políticas económicas de impulso al mercado interno, superando la focalización en políticas macroeconómicas draconianas de la etapa anterior. Sin embargo, los últimos informes del BERD registran que tanto Rusia como otros países ricos en recursos han ralentizado las reformas. Una vez afianzado el concepto de corporate governance, empieza a tomar cuerpo lo que será el tercer concepto-consigna: la institucionalización del estado . Se habla de la “captura del estado”, que va más allá de la corrupción, ya que si bien la corrupción tiende a modificar la aplicación las leyes, la captura del estado implica que las empresas intentan manipular la formulación de las leyes y configurar las nuevas reglas del juego en su propio beneficio. Este Página 14 de 17 concepto preside el informe del BERD de 2002, y empieza a aparecer reiteradamente en los análisis. Ya en el informe de 1997 se hacía referencia a que la debilidad del estado y la baja calidad de las instituciones son un obstáculo para el crecimiento, sobre todo por lo que atañe a la defensa de los derechos de propiedad y al refuerzo legal de los contratos. En el informe se aboga por un estado fuerte que fije con claridad los derechos de propiedad, ya que la incertidumbre sobre dichos derechos está en el origen de las mafias. Argumenta que si el estado no es fuerte no podrá monopolizar la protección de los derechos de propiedad, dejando el lugar para las mafias. En el informe se aclara que no se considera que la corrupción ligada a las mafias perjudique el crecimiento, lo que se considera negativo para el crecimiento es la corrupción del propio estado. Hace falta un estado fuerte que incentive a su funcionariado a proteger las leyes del mercado: si esto se da, aunque existan mafias, como será el estado el que las controle vía definición de derechos y garantías para ciertos grupos, el crecimiento será posible. La corrupción y las trabas que supone un entorno de mercado insuficientemente desarrollado se ha tratado ampliamente en los informes del BERD, en los que se da cuenta de sucesivas rondas de encuestas, cuyos resultados han presidido los informes de 1999, 2002 y 2005. En ellos se alude a que los altos costes operativos para las empresas ligados a la corrupción incentivan la economía sumergida. Datos recientes (los aportados en el informe del 2006) cuantifican el grado de informalización de la economía, uno de los resultados no esperados de la transición: en la mayoría de los países, la economía informal equivaldría a un tercio del PIB. El caso de Rusia es en este aspecto especialmente preocupante, ya que los problemas institucionales amenazan el potencial de desarrollo del país. Vladimir Putin, en una reunión con dirigentes rusos en julio de 2000, decía: “Solo quiero hacerles notar que fueron ustedes mismos los que formaron este Estado, y en gran medida a través de estructuras políticas y cuasipolíticas que ustedes controlan. Si no les gusta lo que ven, tal vez no deberían echarle la culpa al espejo” (Hoffman 2000). Lo cierto es que los grupos económicos y las élites de poder siguen jugando un papel primordial en Rusia. Que el estado capturado protege intereses privados, que pretenden mantener sus monopolios y privilegios, está hoy en boca de todos. Para los que profesan la fe en el mercado, la solución es disminuir el poder del estado, haciendo disminuir su papel regulador. Para otros en cambio la solución pasa por fortalecer el sector público. Para éstos es posible crear “el círculo virtuoso de la ley” (Hoff y Stiglitz, 2004): estos autores aducen que el imperio de la ley puede no emerger porque el sector privado no lo quiere. El razonamiento es que las empresas no confían en el estado y compran protección individual de sus derechos de propiedad, a expensas de oradar los fundamentos de las instituciones que podrían proveer la protección generalizada y a largo plazo de los derechos de propiedad. Si las empresas ganan confianza en el sistema emergerán de la economía sumergida, pagarán impuestos y se Página 15 de 17 institucionalizará el estado. El problema es crear reputaciones, credibilidad, que a la postre es lo que hace a los mercados, más allá de las cuestiones captadas en los indicadores. 4. Consideraciones finales El progreso en la transición de algunos PECO no puede hacer olvidar que muchos otros (la mayoría) están retrasados e incluso estancados en las reformas. Las deficiencias básicas de todas estas economías, según los informes del BERD, están en el retraso en la reestructuración empresarial, en los problemas del sector financiero, en la falta de desarrollo de instituciones financieras no bancarias, de las infraestructuras, de las políticas de competencia y de la protección del medio ambiente. En todas estas cuestiones queda un largo camino por recorrer. Asimismo, sigue faltando capacidad de iniciativa y de gestión, así como patrones de conducta que permitan la confianza mutua entre los agentes del mercado. Como señala Ellman, la transición, que se pensó sería la victoria de la mano invisible de Adam Smith, ha demostrado ser una reivindicación de doctrinas económicas bien distintas, como las que representan autores de diferentes adscripciones teóricas (Polanyi, North y otros) cuyas aportaciones tienen en común el énfasis en la necesidad del estado para crear un entorno legal, social y político. Paradójicamente, también de los marxistas, para los que los mercados necesitan un estado. Por último, no podemos dejar de introducir una visión crítica de hacia dónde está conduciendo la transición. El crecimiento se está afianzando, pero ponemos en duda que se esté dando un auténtico proceso de desarrollo económico, entendiendo por ello la mejora de la calidad de vida de la población. Indicadores como el coeficiente de Gini reflejan una creciente desigualdad, la curva de Lorenz nos habla de capas cada vez mayores de la población descendiendo a niveles de pobreza y se registran retrocesos en el IDH (Índice de Desarrollo Humano del PNUD). Ilustremos -por última vez- a través del transition report del BERD la escasa atención que se presta a las repercusiones sociales de la transición. Llama la atención que para valorar la transición no se incluyan indicadores de progreso social. Este “descuido” provoca que el análisis adopte en ocasiones rasgos cuando menos curiosos, que irían a abundar en las versiones del éxito que luego se matizan, de las que hemos dado varios ejemplos a lo largo del estudio. En el informe de 1999 se presenta un gráfico (pg. 26) que sitúa a Tajikistan como el segundo país de mayor progreso en la transición respecto al año anterior. Hacia el final del informe, en el lugar dedicado a los aspectos sociales, aparece un dato escalofriante: el 85% de su población vive por debajo del umbral de pobreza (de hecho el país que tiene este porcentaje más elevado ese año). Mirando los indicadores y comparando con 1998 se entiende que el progreso es en privatización y liberalización comercial. Página 16 de 17 Referencias bibliográficas BERD (1994-2007): “Transition Report”, Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, London (informes anuales). Brown, A. N. (1999): “How Will We Know Transition is Over?”, Transition, vol. 10, nº 4, August, pp. 29-31, The World Bank/The William Davidson Institute. Cámara,C. (de la); Virgili, T y Bastida, B. (2000): “Consecuencias Sociales de las políticas de transición” en Luengo, F., y Flores, G (coord) Tras el muro: diez años después de 1989, Ed. El Viejo Topo, Madrid. Cámara, C. (de la) y Mañé, A. (2001): “Programas de privatización en los países de Europa Central y Oriental”, Boletín económico del ICE, nº 2702 (del 24 al 30 de septiembre), pp. 25-37. Ellman, M. (2005): “Transition: Intended and unintended proceses”, Comparative Economic Sudies, vol. 47, nº 4, December, pp.595-614. Hoff, K. y Stiglitz, J. (2004): “The ‘Rule of Law’ Circle: Toward a Political Economy of Property Rights in the Transition Economies”, ACES/ASSA Annual Conference, January, San Diego CA. Hoffman, D. (2000): “Putin Aims to Assure Tycoons: Russian Disavows Pressure by Police”, The Washington Post (29 de julio), pp. A1. Nuti, D.M. (2001): “I sistemi economici post-comunisti, ovvero, 2001 odissea nella transizione”, XLII Riunione Scientífica Annuale, Società Italiana degli Economisti, Academia dei Lincei, Roma, 25-27 ottobre. Sessione su “Il Futuro del Capitalismo”. Nuti, D.M. (2007): “Managing transition economies”, en White, S.; Batt, J. and Lewis, P. (Eds), Developments in Central and East European Politics, nº 4, Palgrave/Duke UP (Cap. 15). Stiglitz, J. (1998): “Más instrumentos y metas más amplias para el desarrollo. Hacia el consenso post-Washington”, Desarrollo Económico, vol. 38, nº 151. Página 17 de 17