EL DESARROLLO DE LA COMPRENSIÓN DE LA IRONÍA EN EL

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EL DESARROLLO DE LA COMPRENSIÓN DE LA IRONÍA EN EL
DISCURSO ORAL*
CRESPO ALLENDE, Nina
BENÍTEZ FIGARI, Ricardo
Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje
Universidad Católica de Valparaíso
ncrespo@ucv.cl
rbenitez@ucv.cl
La comprensión del lenguaje oral involucra el manejo de información de
diferente naturaleza: lingüística, extralingüística y paralingüística. El receptor debe lidiar
con lo que proviene de estas tres fuentes de información para poder dar sentido al
enunciado que se está llevando a cabo en su presencia. Los significados “de diccionario”
que pertenecen al sistema lingüístico y se definen dentro de él sufren transformaciones
muy pronunciadas cuando son utilizados en conjunción con los otros factores. Tal vez
ayudada por esta interacción y facilitada —según Chomsky— por mecanismos innatos,
la adquisición de la modalidad de la lengua oral por parte de los niños se produce en
forma espontánea a partir más o menos de los dos años y, al entrar al sistema escolar en
el cual se concretará la alfabetización, ya pareciera haber logrado un desarrollo bastante
funcional (Owens,2003 ).
No obstante, permanecen ciertos aspectos del lenguaje que parecieran tener un
desarrollo más tardío y que ocurrirían durante la edad escolar y la adolescencia
(Nippold,1998; Owens 2003,). Entre estas adquisiciones tardías se encuentra la
capacidad de los niños de comprender las ironías que se producen en la lengua oral.
Tomando como punto de partida la propuesta de Searle (1993), esta capacidad exigiría
captar la intención del emisor de dar a entender lo contrario de lo que dice, reconociendo
en dicho emisor una determinada actitud hacia lo que está enunciando.
El presente trabajo intenta describir el desarrollo de la comprensión oral de
enunciados irónicos en niños de cinco a trece años de edad que asisten a colegios
municipales, subvencionados y particulares en dos ciudades de Chile. El objetivo es no
sólo medir esta comprensión y dar cuenta de su desarrollo en términos de puntajes
cuantitativos, sino también esbozar algunos mecanismos de comprensión que subyacen a
este desarrollo.
Comprensión oral
Para Bara y Tirassa (1999), la comunicación oral está guiada por reglas
dinámicas relacionadas con la interacción social; por ello, esta comunicación requiere
cooperación activa y presente entre los participantes. En este sentido, un primer aspecto
central en la comprensión sería la teoría de la mente de mi interlocutor (Leslie, 1987), al
cual reconozco como un ser intencional, presente ante mí, compartiendo un tiempo y un
espacio, y enmarcado en un contexto psicosocial. No obstante, la intención hace
referencia a un elemento que por sí solo no basta para entender la comprensión en una
situación de oralidad cara a cara (Granato, 2005). Se hace imprescindible agregar un
segundo aspecto, directamente relacionado con las particularidades del diálogo como
tal. La interacción entre los participantes y la construcción complementaria que realizan
en línea constituyen aspectos que no puede dejarse de lado, ya que provoca que las
palabras y el contexto tomen vida propia. La posibilidad de retroalimentación permite
un ajuste constante entre los interlocutores para adaptarse a las necesidades
comunicativas del otro, imprimiendo el dinamismo típico de esta actividad (Halliday,
1987; Peronard, 1988). Debido a esto, la relación establecida entre hablante y
destinatario es más poderosa y tiene más fuerza en la selección de la interpretación más
adecuada.
Otro punto que debe ser considerado para dar cuenta de la comprensión oral —
especialmente de la comprensión de la ironía— es el tipo de información que maneja el
sujeto para construir su representación de lo comunicado. A grandes rasgos, cabe
considerar aquellos estímulos externos que percibe como relevantes y aquella
información interna que le sirve para interpretarlos (Crespo y Manghi, 2005).
Ahora bien, la información externa presente en una situación de oralidad incluye
múltiples elementos de naturaleza muy diversa. Algunos de ellos podrían ser percibidos
por el destinatario al considerarlos como transmitidos intencionalmente por el
interlocutor y otros podrían ser percibidos simplemente como parte de un marco mayor
que facilita la interpretación. Así, el destinatario percibiría estímulos supuestamente
comunicados por el hablante de manera ostensiva, considerándolos como producidos con
una intención. Dichos estímulos incluyen información lingüística, paralingüística
(entonación) y otros de naturaleza extralingüística (que abarca, entre otros, los gestos
faciales, los movimientos y, en algunos casos, las posturas y/o elementos, como la
vestimenta o la proxemia del interlocutor).
Hay otros estímulos extralingüísticos externos percibidos como no
intencionados e incluyen lo que Calsamiglia y Tuson (1999) denominan elementos
psicosociales. En primera instancia, cabe citar aquello que Levinson (1992) caracteriza
como “tipos de actividad”, es decir, interacciones reguladas social y culturalmente que
tienen un valor fundamental a la hora de interpretar lo que escuchamos. Por otra parte,
los elementos psicosociales involucran el escenario físico y temporal en el que se
realiza la comunicación. El primero incluye no sólo el escenario y los objetos, sino
también rasgos físicos del interlocutor que no constituyen acciones comunicativas del
mismo y que no siempre son producidos intencionalmente (por ejemplo, la forma en que
lleva el cabello). Estos datos pueden servir de guía para asignar referentes y enriquecer
la información lingüística. Finalmente, cabe destacar la presencia del hablante en la
situación en que se produce el intercambio lingüístico. Si bien aquello que un individuo
transmite es leído como intencionado, él mismo —como sujeto presente en la
comunicación— no lo es.
A partir de estas breves reflexiones acerca de la comprensión en general,
interesa en esta propuesta tratar de dar cuenta de las posibles explicaciones acerca de la
comprensión de los enunciados irónicos, como una de las formas más características de
los enunciados “no literales” (Belinchón, 1999). Tradicionalmente, se dice que con un
enunciado irónico el emisor dice algo opuesto a aquello que se quiere comunicar. Más
allá de la polémica que este tipo de definición haya producido (Creusere, 1999), sí es
interesante la idea de que en toda ironía lo importante es darse cuenta de que el emisor
está tratando de transmitir una determinada actitud hacia aquello que enuncia y a su
posible interlocutor (ya sea burla, énfasis, enfado, etc.). La ironía, además, posee —a
diferencia de otras formas de significado no literal, como las peticiones indirectas o las
frases hechas—, una caracterización prosódica determinada. Así, Padilla (2005 ) señala
que la entonación irónica se caracteriza acústicamente por el carácter enfático de la
inflexión final de la curva de entonación, en otras palabras, por un aumento de los
hertzios del rango característico del hablante”. Dicha configuración paralingüística
pareciera hacer a la ironía más fácil de identificar, aunque su rol en la comprensión ha
sido ampliamente debatido en la literatura acerca del tema (Creusere, 1999) .
Ahora bien, para dar cuenta de la comprensión de la ironía existen diversas
teorías explicativas. Una de ellas corresponde a la línea de la llamada pragmática
estándar y estaría representada por Searle (1993) y Grice (1975). Ambos autores
suponen que comprender una ironía implica comprender la intención de quien la emite;
además, el receptor debe procesar el significado literal del enunciado irónico, pero —al
ver su inadecuación con el contexto—, debe pasar al procesamiento de su significado no
literal. En el caso de Grice (1975), este salto se produciría por la puesta en marcha del
Principio de Cooperación y de las Máximas que rigen la conversación. En la producción
de la ironía, habría una violación abierta a la Máxima de Cualidad y esto llevaría al
oyente a interpretar el sentido irónico del enunciado.
La Teoría Ecoica presenta una primera aproximación alternativa a las teorías
tradicionales. En ella, se sostiene que la interpretación irónica se produce porque al
oyente se le recuerda de alguna proposición familiar (cuyo valor de verdad es
irrelevante) con una repetición del antecedente y se determina la actitud del hablante
hacia esa proposición (Kreuz & Gluckberg, 1989). El enunciado logra la mayoría de su
relevancia expresando no los puntos de vista del hablante, ni informando acerca de los
enunciados o pensamientos de otra persona, sino dando cuenta de la actitud hacia los
puntos de vista del hablante que tácitamente atribuye a otra persona (Wilson y Sperber,
1992). Esta perspectiva enfatiza la distinción entre el uso y la mención auto-referencial
de una palabra o enunciado (Sperber & Wilson, 1981), antes que entre el significado
literal y no literal, y considera que el productor de la ironía repite y se disocia de ese eco
en forma simultánea (Clift, 1999).
Como la teoría ecoica (también denominada “mención ecoica” o “recordatoria”)
sostiene que los oyentes comprenden los enunciados irónicos apelando a pensamientos,
conductas, normas sociales o enunciados implícitos o explícitos indicados por su
interlocutor (Kreuz & Gluckberg, 1989; Sperber & Wilson, 1995), dicha comprensión
implica un proceso de una sola fase, no de dos: los oyentes no tienen que considerar el
significado literal de un enunciado irónico con el fin de entender su esencia. Esta teoría
supone que la comprensión del acto de habla conlleva sólo una consideración del
significado que no se ha enunciado (pero sí se ha aludido), en oposición al
procesamiento del significado literal de un enunciado.
Proponer que el hablante debe apelar a una cierta información extralingüística
que le está siendo señalada es una hipótesis bastante plausible para explicar el
procesamiento de lo irónico; sin embargo, esta teoría es demasiado restrictiva, ya que no
todas las instancias irónicas implican la mención de un antecedente implícito e intenta
dar sólo una explicación alternativa a la manera en que se procesan los actos de habla
(Creusere, 1999).
La Teoría de la Pretensión (Clark & Gerrig, 1984) sugiere que la ironía es una
forma de acto comunicativo en que un hablante pretende ser una persona imprudente que
le habla a una audiencia no iniciada. El modelo de Clark y Gerrig (1984) se destaca por
su intento de cambiar el foco desde el enunciado a los participantes. Esta teoría está
basada en la dramaturgia (dramaturgo, público y personaje), y sostiene que la ironía es
actuación. El hablante pretende ser una persona invisible que se dirige a una audiencia
desconocida y esto conforma un aire teatral (Creusere, 1999). Al reconocer la
pretensión del hablante, el oyente entiende la actitud negativa de aquél sin procesar el
significado literal del enunciado. El mensaje literal no es considerado, ya que las
características de la ironía conducen en primer lugar al reconocimiento de que el
hablante está expresando una actitud acerca de la situación. Por tanto, el único
significado que debe considerarse es el que implica un enunciado irónico.
En el acto comunicativo irónico se producen “actos comunicativos
escenificados” (Clark, 199&), un grupo que incluye la ironía, el sarcasmo, la hipérbole,
la expresión moderada, la broma y las preguntas retóricas. Estos actos escenificados
tienen varias propiedades; entre ellas, el contraste evidente entre lo demostrado (o
pretendido) y la situación real (Colston, 2001) y lo negable, pues si se cuestiona, el
hablante puede negar la interpretación no dicha de tal enunciado. Después de todo, el
significado real de la ironía es implícito antes que explícito.
Llevando la teoría de la pretensión más allá, Kumon-Nakamura et al (1995)
incorporan aspectos del recordatorio ecoico en su “teoría de la pretensión alusiva”, cuya
intención es dar cuenta de todos los tipos de ironía discursiva. Estos investigadores
reconocieron que no todas los enunciados irónicos llevan una mención ecoica o
recordatorio y, para explicar esto, observaron que la ironía puede ser comunicada en
cuatro modos (además de los asertivos contrafactuales): (1) aserciones verdaderas, (2)
preguntas, (3) ofrecimientos y (4) solicitudes exageradamente amables. Los últimos tres
actos parecen ser más alusivos que ecoicos en naturaleza. La alusión a expectativas o
normas violadas pueden ser directas o indirectas. Los autores sugieren que el
recordatorio ecoico es sólo un tipo de alusión y, así, es más exacto pensar que la alusión
a (en oposición a la mención ecoica de) pensamientos, conductas, etc. anteriores es una
característica necesaria de los actos de habla irónicos. Un segundo aspecto de esta teoría
es la “insinceridad pragmática”, o violaciones de cualquiera de las cuatro condiciones
para estructurar los actos de habla correctamente: el contenido proposicional de un
enunciado, el estatus tanto del hablante como del oyente, la sinceridad del estado
psicológico expresado o implicado por el enunciado y la percepción de la sinceridad del
hablante por parte del oyente. La insinceridad pragmática es un concepto más amplio
que el que ofrece la perspectiva tradicional, la cual considera la ironía como un
enunciado con una forma literal que es lo opuesto a lo que el hablante realmente quiere
decir. Según Kumon-Nakamura et al (1995), la pretensión es sólo una forma de
insinceridad pragmática.
La teoría de la pretensión permitiría explicar la ironía en función a cierto tipo de
información extralingüística relacionada con el interlocutor y con las reglas de
interacción misma que surge en la comunicación lingüística; sin embargo, esta teoría no
deja de tener objeciones. Giora (1995) la critica argumentando que no puede explicar en
forma adecuada cómo el procesamiento de los actos de habla irónicos considera sólo el
significado implicado, sin una apelación correspondiente al significado literal. Además,
Kreuz & Glucksberg (1989) señalan que puede ser demasiado poderosa y demasiado
limitada, puesto que la noción de pretensión puede ser aplicada a todos los actos de
habla indirectos (por ejemplo, las peticiones indirectas).
La Teoría de la Negación Indirecta sostiene que la ironía es una forma de
negación en la cual falta un marcador de negación explícito (Giora, 1995, 2003). La
forma indirecta de la negación caracterizada por la ironía difiere de la negación directa
en el sentido de que la primera no conduce a una interpretación graduada y, por lo tanto,
puede ser menos vaga que la segunda. El acto de habla irónico se percibe como menos
vago que la negación directa, porque viola la condición de informatividad graduada para
una buena estructuración del discurso. Más específicamente, el hablante irónico
incorpora al diálogo un mensaje menos probable, ya sea demasiado informativo o menos
informativo que lo que requiere el contexto dado. La negación indirecta que subyace a
la ironía, junto con considerar el contexto de conocimiento mutuo, lleva a la
interpretación de un enunciado más mitigada, pero menos distante de lo que lo hace la
negación directa. Así, esta teoría parte desde el supuesto tradicional de que las
intenciones de los hablantes irónicos deben comunicar algo diametralmente opuesto a lo
que realmente se dice (Creusere, 1999).
La diferencia entre esta teoría y las tradicionales es que la primera no implica una
substitución del mensaje implicado por el significado literal. En su lugar, Giora (1995)
sugiere que, durante el procesamiento de enunciados irónicos, se consideran las
interpretaciones tanto implícitas como explícitas y las diferencias entre las dos son
“computadas”. Giora señala, además, que el proceso de dos fases que subyace a la
comprensión de los actos de habla irónicos deriva en una tarea más difícil que la
comprensión de oraciones literales. En este sentido, la propuesta de Giora es congruente
con los argumentos de Grice (1975, 1978) y de Searle (1993), aunque las dos teorías se
caracterizan por diferentes medios para el mismo fin. Además, la propuesta de Giora
admite que en algunos casos los significados irónicos y los literales serían igualmente
fáciles de procesar y que la dificultad estaría más relacionada con el grado de
destacabilidad cognitiva o familiaridad que dicho enunciado tendría (Gioria, 2003).
¿Cómo se desarrolla la capacidad de comprender ironías?
Finalmente, existe otra teoría que intenta dar cuenta de la comprensión de la
ironía y que se relaciona con el desarrollo de la teoría de la mente en el niño (Winner y
Gardner, 1993). Esta propuesta se diferenciaría de las anteriores, porque no se aplica
tanto a adultos sino que busca indagar y explicar la génesis misma de esta habilidad. La
Teoría de la Mente, también llamada “psicología popular” en algunas ocasiones,
sostiene que existe una habilidad que permite a una persona predecir y explicar la
conducta a través del darse cuenta de que ella misma y las otras personas poseen estados
mentales, tales como creencias e intenciones (Astington, 1991). En su estudio de las
habilidades de los niños para distinguir entre ironía y engaño, Winner y Leekam (1991)
propusieron que el éxito en lograr esa distinción descansaba la atribución de estados
mentales de segundo orden (por ejemplo, creencias acerca de intenciones, el deseo de
una persona de lograr que otra crea algo). Más específicamente, los investigadores
hipotetizaron que la habilidad para reconocer intenciones de segundo orden (es decir,
responder correctamente preguntas tales como “¿Qué quiere X que piense Y?”),
actuarían como prerrequisito para comprender las actitudes que subyacen a los dos actos
de habla.
Los resultados del estudio confirmaron la hipótesis de Winner y Leekam (1991)
en el sentido de que la mayoría de los niños (todos ellos mayores de seis años) que
reconocieron la intención de segundo orden de los hablantes irónicos también detectaron
la actitud que subyacía a la expresión irónica. Más importante fue el hecho de que no
hubo sujetos que entendieron correctamente la actitud del hablante y la pregunta sobre al
intención del hablante incorrectamente. Así, estos investigadores concluyeron que la
comprensión de la intención del hablante sirve como prerrequisito para la comprensión
de la actitud del hablante irónico.
Una teoría de la mente de segundo orden, específicamente la habilidad para
realizar predicciones de ignorancia, es necesaria para que los niños discriminen entre
bromas irónicas y mentiras (Sullivan, Winner y Hopfield,1995).
Método
La muestra está compuesta por 900 niños entre 5 y trece años que asisten a
establecimientos educacionales municipales, subvencionados y particulares de
Valparaíso y La Serena. El grupo está distribuido desde Kindergarten hasta 8º año
básico y los sujetos son cien por cada nivel. El criterio de selección fue que los niños
estuvieran en el curso adecuado para su edad, sin problemas de lenguaje o aprendizaje
en su desarrollo.
Con el fin de medir la capacidad pragmática de los niños en edad escolar para
comprender significados irónicos, se ha creado un software interactivo (Bedoya, 1997)
con un programa de dibujos animados. En éste, un personaje, llamado José, invita al
usuario a acompañarlo en un día de su vida a través de diferentes escenas. El usuario
encuentra estas escenas separadas en tres secciones: a) la escuela, en la cual José
interactúa con una de sus profesoras y con sus compañeros; b) el almuerzo, en el cual
José se encuentra con su familia; y c) el partido de fútbol, en el cual José comparte con
varios amigos.
En todas estas escenas, los personajes interactúan en 40 diálogos diferentes con
diversos significados no literales (Belinchón, 1999), 14 de ellos identificables como
ironías.
Una vez escuchado el diálogo entre los personajes, el supuesto receptor del
mensaje le pide al niño que le aclare lo que le quisieron decir. El niño que interactúa
con el software, se comporta como un tercero que oye la conversación y debe elegir
entre tres alternativas: (a) la paráfrasis apropiada del significado figurado; b) una
repetición literal del enunciado que no da cuenta de su significado no literal; y (c) un
enunciado distractor que tiene alguna relación con la situación contextual en la que se
presenta el diálogo.
Resultados
A continuación, se presentan los resultados generales arrojados por el test:
Comprensión Ironía
Porcentaje Logro
100
80
80
78
67
60
55
40
30
32
56
Serie1
44
39
20
0
1
K
2
1
3
4
5
6
2
3
4
5
7
6
8
9
7
8
Tabla 1: Resultados generales
En la Tabla 1, se presentan los resultados totales que evidencian tres puntos
claramente: 1) los puntajes que indican la mayor o menor comprensión de la ironía
aumentan se incrementa a medida que aumenta el nivel educativo y la edad del sujeto.
Las diferencias son siempre significativas, salvo entre kinder y 1º básico, 4º y 5º, y 7º y
8º básico; 2) existen diferencias cuantitativas relevantes: entre 3º y 4º básico, y entre 5º y
7º básico, lo que tal vez permitiría hablar de edades críticas.
Finalmente, cabe citar los resultados obtenidos considerando cuatro tipos de
enunciados: 1) los que combinan hipérboles y metáforas con ironías; 2) los que
presentan preguntas con valor de ironías; 3) los enunciados de cortesía usados
irónicamente; y 4) los enunciados contra factuales.
100
80
60
40
20
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
hipérbole
36
34
36
40
54
60
66
75
82
preguntas
26
28
36
39
49
59
60
76
75
fórmula de
cortesía
29
39
46
52
66
73
82
87
91
enunciado
contrafactual
27
33
42
50
60
62
71
79
83
Tabla 2: comprensión por tipo de enunciado
A partir de estos resultados, es posible constatar que actos de cortesía en
contextos irónicos resultaron ser los más fáciles de comprender, mientras que los
enunciados contrafactuales y las ironías combinadas con hipérboles y metáforas fueron
más difíciles. Finalmente, las preguntas utilizadas con una intención irónica resultaron
más difíciles de comprender por parte de todos los sujetos en los distintos grupos de
edad.
Conclusión
Se observó que existe un desarrollo de la comprensión de enunciados irónicos en
la edad escolar (desde seis a trece años), con edades críticas que se ubican entre 8 y los
12 años de edad. En este desarrollo, el tipo de enunciado influye en la comprensión de
los actos de habla irónicos. Al parecer, las ironías son interpretadas como mentiras por
los niños más pequeños. Este problema de interpretación estaría ligado a que todavía su
Teoría de la mente no ha incorporado el conocimiento creencias de segundo orden
(Winner, E., & H. Gardner., 1993).
La aplicación del instrumento (software interactivo) no permitió observar qué
relevancia tiene lo extralingüístico y lo paralingüístico. Para tal efecto, se necesitará
someter dicho instrumento a un piloteo o modificar ya sea el instrumento mismo, o las
interacciones presentadas en él o las preguntas de las cuales se obtienen las respuestas de
los sujetos. Además, esta investigación busca establecer cómo el desarrollo de la
comprensión oral está conectado con el desarrollo tanto de la lectura como de la
escritura.
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