Algunas reflexiones sobre presencias literarias en los Medios

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ENCUENTROS EN VERINES 2009
Casona de Verines. Pendueles (Asturias)
Algunas reflexiones sobre presencias literarias en los Medios
Alfonso García Rodríguez
Después de casi un cuarto de siglo de andar cada día implicado en un
suplemento, Filandón, quiero hacer en voz alta algunas reflexiones que se acentúan
en estos días. Sobre todo a raíz de la lectura del artículo de Esteban Hernández
(Revista “Texturas”, número Ocho, Mayo 2009), Tres crisis en una: el periodismo
cultural. El autor reflexiona sobre las señales de tres crisis que ve en la persona del
periodista: la del periodismo, la de la cultura y la de los profesionales.
Está claro que cada uno ocupa el espacio que ocupa y que, por tanto, ha de
cuidar su propio ámbito, aunque sea la prensa regional, a pesar de su mayor
protagonismo, la que mayores riesgos corre desde el punto de vista de los
suplementos, especialmente de los culturales-literarios. Lo que es cierto es que
algunos datos apuntan a la necesidad de cambios. Aquí se hermanan los conceptos
de Cultura y Periodismo, con frecuencia puestos en tela de juicio, con la
consiguiente desaparición en algunos casos, o la permanente renovación en la
mayoría para hacer posible la supervivencia que exigen los nuevos tiempos. Esto no
se puede perder de vista si queremos ejercer un periodismo que realmente sea
difusor de la cultura en general, de la literatura en concreto. Por ejemplo, para
corroborar los cambios de actitud: Sólo un 1’9 % de lectores lee poesía. Parece que
ésta tenga ya su espacio en los recitales. ¿No habría que pensar que nuestra acción
ha de ir prolongándose fuera del propio suplemento, complementándose? Y otro
ejemplo más para tener muy en cuenta: los nuevos planteamientos que provoca
Internet y el cambio de hábitos sociales –posiblemente el periodista, el periodista
cultural por supuesto, haya de convertirse en un guía que facilite las herramientas
necesarias para acceder a la información- exige que la continuidad de un proyecto
periodístico-cultural no esté vinculado a personas concretas y muera con ellas.
Internet no es una tecnología, sino la tecnología de la comunicación de nuestro
tiempo que equipara a los ciudadanos en el ejercicio de sus deberes, debates y
opiniones. ¿No sería interesante, al menos, reflexionar, saber que un proyecto vive
cuando sabe medir los tiempos. Porque no se trata –o no se trata sólo- de levantar la
banderola de la mejor o peor clasificación. Ocurre, con frecuencia, que los
suplementos están hechos para los críticos y para los escritores, que aplauden o se
rebotan. Por eso me pregunto con frecuencia a qué lectores nos dirigimos, qué
influencia de decisión cultural/lectora podemos ejercer y, por tanto, qué repercusión
tenemos en el abanico de la demanda de ese sector, hoy inabarcable, del mundo de
las letras publicadas y ofertadas. A veces, incluso, pienso que nos convertimos en
analistas de una realidad sin saber con exactitud en qué medida el ciudadano está
cerca, o alejado, de ella, lo que condicionaría, como consecuencia, los comentarios
excesivamente técnicos o las simples sugerencias, entendiendo lo de simples como
un método, para ser precisos. Me pregunto en qué medida, en no pocos casos,
podemos sentirnos deudores de la presión de grupos, de autores, de nombres de
repercusión mediática o de entramados generacionales, entre los que teóricamente
podríamos caer en la soberbia de la influencia. Y, sin embargo, salvo honrosas
excepciones, se rescata pocas veces el colectivo de jóvenes valores que no sólo
tienen difícil acceso a los medios, sino que con frecuencia ponen en entredicho el
concepto rígido de lo que se viene sosteniendo como literatura y géneros clásicos.
¿Sería posible, en este sentido, formalizar algunas acciones conjuntas, es decir,
algunos compromisos culturales o lectores comunes que, por supuesto, no sólo no
hagan perder la identidad, sino que fortalezcan, incluso, la diferencia, pero que nos
permita también presentarnos ante la sociedad como co-partícipes de un proyecto
en el que estamos empeñados y nos sentimos involucrados? Seguramente alguien
nos miraría con otros ojos, quizá con mejores ojos.
Hablando de jóvenes escritores, hay que hablar igualmente de jóvenes lectores,
un sector generalmente poco atendido en los medios de información generalista. Las
escasas revistas especializadas atraviesan un mal momento. La prensa generalista
debería, en algún caso iniciar, en otros intensificar, la presencia de la LIJ, más en
estos momentos. No es ningún demérito que los adultos leamos este tipo de
literatura. Teniendo, además, en cuenta un hecho que necesitaría otra reflexión, que
tiene que ver con la brecha genérica, y generacional, que se abre entre prensa y
jóvenes. Teniendo en cuenta que, de momento al menos, éstos no son lectores de
periódicos, los comentarios deberán dirigirse a padres y profesores como posibles
lectores, posibles destinatarios, por tanto, aunque todos conocemos las estadísticas
que limitan la influencia de unos y otros en los gustos lectores de los jóvenes. Tres
han de ser, a mi juicio, las funciones esenciales de los comentarios, pensados desde
esta perspectiva: sugerir títulos e historias, fundamentándolos en la medida de lo
posible, mantener siempre vivo el interés por la lectura y no intentar buscar la
admiración por lo mucho que se sepa o se quiera hacer creer que se sabe. Y, por
supuesto, sin posibles cargas pedagógicas, un defecto bastante corriente en un
intento vano de convertir las lecturas en deberes, ya demasiado acentuado en
nuestro panorama educativo. No hay que olvidar, por otra parte, que las más
notables, sugerentes y abundantes experiencias/estrategias lectoras se dan en este
ámbito. Difundirlas es aprender y posibilitar la llegada a este camino de quienes lo
buscan o incitar a que lo busquen. Los suplementos pueden/deben convertirse en
vehículos que generen, aunque sea de forma indirecta, o también indirecta, la ayuda
en este empeño común. Creo, incluso, necesario un foro, urgente, en que se aporten
a la consideración colectiva tantas y tan interesantes experiencias como en este
campo están fructificando. No olvido la frase, de Emili Teixidor, escrita sobre un cojín
que ocupa un lugar preferente en mi espacio de trabajo: “La imagen futura del
mundo depende de la capacidad de imaginación de los que hoy, ahora, aprenden a
leer”.
Acabo subrayando que el periodismo cultural debe potenciar hoy la difusión de la
lectura intentando armonizar el rigor con la divulgación, con el único fin que creemos
deba perseguirse desde un periódico: acercarla a un núcleo creciente de lectores.
Incluso creando sus propios espacios creativos con el fin de que la literatura tenga
cabida en los medios y haya así un contacto rápido e intenso. Sobre todo porque
aprovechando, con estos fines, nuestra propia capacidad de difusión, también
podemos hacer que el medio preste un verdadero servicio social. Y es que estoy
convencido de que, a pesar de ciertas dudas y no pocos atisbos de pesimismo, el
periodismo cultural sigue siendo un buen escaparate –quizá el mejor escaparatepara la difusión de la literatura hoy.
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