pobres y liberación en puebla

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GUSTAVO GUTIERREZ
POBRES Y LIBERACIÓN EN PUEBLA
La mayoría de los latinoamericanos vive una realidad de pobreza y explotación. Es un
hecho que reta al anuncio evangélico, ya que se da en una sociedad con pretensiones
de cristiana y es un anuncio de un Dios que toma partido por el pobre, como lo afirma
con fuerza K. Barth (cfr. Kirchliche Dogmatik, II, 1, Zürich, p. 434). Por esto el tema de
la pobreza fue tratado en Puebla de un modo especial y urgente como prueba de fuego
que era para reconocer la autenticidad de la Iglesia abierta a la palabra de Dios y al
reconocimiento del rostro del Señor en los pobres y oprimidos.
Pobres y liberación en Puebla, Páginas, 4 (1979) 1-32.
En realidad se jugaba la continuidad con Medellín y con la reflexión teológica sobre la
liberación cuyo punto de partida es la realidad de los pobres y oprimidos.
Por esto en la etapa preparatoria de Puebla surgieron apasionadas discusiones. Unos se
dejaban llevar por una tendencia espiritualista y acusaban a los otros de reducir el tema
evangélico de la pobreza al aspecto social. Otros, en cambio, especialmente los
cristianos de base, defendían la urgencia de la cuestión de los pobres y la radicalidad del
evangelio necesaria para enfrentarse con ella. Los debates fueron muy duros y sólo tras
gran resistencia la vida del pueblo pobre y la experiencia eclesial latinoamericana se
impusieron y fue aprobado el documento "Opción preferencial por los pobres".
Es verdad que muchos puntos quedan como tarea. Pero lo importante es que el tema de
la pobreza gravita en todos los documentos -y no sólo en el dedicado a ella y que es uno
de los mejores y más homogéneos de Puebla-. Es, pues, esencial tener en cuenta todo el
conjunto para analizar el tema.
Por supuesto que este ensayo se limita a la cuestión de la pobreza y a la de la liberación,
tan relacionada con aquélla. Esto no quiere decir que desde estos temas no reciban
nueva luz otros temas de los tratados en Puebla; pero estos últimos no son el objeto de
estas páginas.
I. EN LA HUELLA DE MEDELLÍN
Puebla está en continuidad con Medellín no sólo por las afirmaciones explícitas que
hace, sino sobre todo por el tratamiento de los temas centrales. Veámoslo.
A. Una opción clara y profética
Tanto al principio como al fin del documento sobre la opción preferencial, Puebla se
sitúa en la huella de Medellín (n. 1134); en su postura clara y profética de opción por
los pobres y en contra de todos los intentos de quitar fuerza, de ridiculizar como
eufórico y romántico, de aguar su anuncio profético de que Dios es ofendido cuando se
ultraja y se despoja a los oprimidos (cfr., entre otros, los nn. 267 y 268).
Puebla usa, como Medellín, el término "solidaridad con los pobres", repetidamente,
eliminando así la posible ambigüedad de la opción: no se trata de inclinación paternal
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sino de compromiso real con la lucha por la liberación, contra la injusticia y contra el
engaño de una sociedad de consumo (n. 1156).
Esta opción por los pobres es preferencial, no exclusiva. Algunos han querido ver en
esta afirmación de Puebla, que está en la línea de varios discursos de Juan Pablo II en
México, una crítica a la práctica y reflexión presentes en América Latina en estos
últimos años. No es verdad.
Es verdad que una pretensión de exclusividad mutilaría el mensaje universal del
evangelio. Pero está claro que la preferencia por el pobre está inscrita en el mensaje
mismo. Paradójicamente, además, la exclusividad aguaría dicha opción preferencial,
pues dejaría fuera, no alcanzaría a los privilegiados de un orden social injusto; en
realidad la buena noticia es anunciada a todos a condición de que acojan la interpelación
de los pobres y sepan ser solidarios con la vida y las esperanzas de los predilectos de
Dios.
Ya Medellín había afirmado con claridad dicha preferencia y solidaridad efectivas, en
su documento "Pobreza de la Iglesia", 9. En él se hablaba de la necesidad de concreción
en la denuncia y lucha contra la injusticia y la opresión en el diálogo con los
responsables de estas situaciones. También Puebla reafirma la pobreza evangélica como
solidaridad con los pobres y protesta contra la pobreza, e insiste en el testimonio de
pobreza eclesial como camino de liberar a los ricos de su esclavitud y egoísmo (n.
1156).
Dicha preferencia y no exclusividad ha sido también subrayada por la teología de la
liberación. Para ésta, sólo desde los pobres y la solidaridad con ellos se puede anunciar
el evangelio a todos; pero esta universalidad no debe servir para recubrir ficticiamente
las oposiciones sociales, sino que debe concretarse en un ir caminando hacia un reino de
justicia y amor para todos.
Así pues, la insistencia de Juan Pablo II en esta preferencia y no exclusividad, en vez de
suponer una crítica a la experiencia y la reflexión teológica latinoamericanas, como
algunos insinuaban, ha supuesto un apoyo a esta línea reciente y ha contribuido a que en
Puebla la opción por los pobres haya quedado como tema clave y punto de referencia en
todos los textos.
En este situarse en la huella de Medellín, finalmente, Puebla reconoce que la clara
opción de Medellín no siempre ha sido seguida con acierto y afirma que su voz
profética no ha sido aceptada e incluso ha sido rechazada por los sectores dominantes de
la sociedad que acusan a la Iglesia de apartarse de su misión espiritual cuando denuncia
y combate la injustic ia. Con toda intención Puebla dice que vuelve a tomar la posición
de Medellín.
B. ¿Una noción específicamente cristiana de la pobreza?
Puebla, al distanciarse del Documento de Consulta en el tratamiento del tema de los
pobres, muestra su mayor continuidad con Medellín. Y es que dicho documento no
citaba para nada a Medellín y por su cuenta usaba lo que llamaba "una significación más
profunda" de la pobreza "específicamente cristiana". La espiritualizaba así de tal modo
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que descuidaba su referencia a la pobreza real. Puebla, en cambio, corta con esta línea y
reasume la óptica de Medellín.
Tras las reacciones al Documento de Consulta, el Documento de Trabajo resultó mejor.
Las aportaciones de los episcopados, sobre todo el peruano, influidos por la experienc ia
de las comunidades de base, hicieron el resto. En este Documento de Trabajo se volvió
a los tres "sentidos" de la noción de pobreza presentados en Medellín, aunque con un
intento de añadir un cuarto "tipo" de pobreza, el de "mantenerse abierto a la
comunidad", intento rechazado en Puebla porque se prestaba a confusión.
El documento "opción preferencial" de Puebla termina ratificando su continuidad con
Medellín en su deseo de "mantener viva la llamada a la esperanza hacia metas más
cristianas y más humanas y abrir nuevos horizontes a la esperanza" (n. 1165). Esta
fidelidad a Medellín aparece en el conjunto de textos de Puebla, que no considera a
Medellín como algo pasado sino como una línea válida de opción clara, profética y
solidaria por los pobres en seguimiento y fidelidad a Cristo pobre.
II. LOS POBRES EXISTEN
En América Latina, en los últimos años, los pobres van asumiendo un papel activo en la
vida. Es indudable que Medellín ha contribuido a este hecho. Pero muchas personas por
miedo, por hostilidad o por propios intereses han acusado a dicha conferencia episcopal
o a algunas interpretaciones de sus textos de subrayar en exceso el aspecto real- material
de la pobreza y olvidar el espiritual-evangélico. En realidad Medellín sólo había
pretendido poner claridad a una serie de equívocos existentes sobre el tema y llamar a
una conversión radical exigida por la cruda realidad. Puebla sigue la misma línea y
aporta precisiones sobre el tema.
A. La realidad de los pobres
Muchos documentos de Puebla hacen referencia a la situación concreta. Pero en el caso
de la pobreza -cuestión englobante y desafío mayor para la tarea evangelizadora- el
examen de la realidad se encuentra en el texto introductorio a todos los documentos;
queda así subrayada la importancia de este análisis.
Ya al principio Puebla proclama que se coloca en la línea de Medellín y acepta su visión
de la realidad, y esto a pesar de los muchos ataques sufridos por Medellín. Pero lo
importante es que se trata de una fidelidad y continuidad no sólo verbal sino sobre todo
de contenido, es decir, en la descripción de la situación, en el examen de las causas y en
el juicio que se da.
1) La injusticia institucionalizada
Los obispos de Puebla hablan de que en América Latina vivimos un situación de
"injusticia institucionalizada". En Medellín se hablaba más bien de "violencia
institucionalizada", expresión que también se encuentra en Puebla (n. 1259) y que ha
sido una de las expresiones más valientes y combatidas de Medellín. La diferencia entre
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Puebla y Medellín es que en Puebla se habla específicamente a menudo de situación de
injusticia institucionalizada y de permanente violación de la dignidad humana (cfr. nn.
41, 46, 507-512).
Los documentos de Puebla precisan que la situación de pobreza es resultado del orden
social vigente de un conflicto estructural, de la tensión entre la tendencia a la
modernización y progreso económico y la tendencia a la pauperización y exclusión de
las mayorías latinoamericanas de dicho progreso. Esto lleva a una apropiación por parte
de unos pocos de gran parte de la riqueza de todos los tipos y a una marginación de la
mayoría que es bloqueada en sus aspiraciones de justicia y participación (n. 1208). Es
éste un conflicto estructural denunciado por el mismo Juan Pablo II (cfr. discurso de
inauguración de la III conferencia, III, 4; cfr. también nn. 1209, 138, 1260, 1264, 1269).
Estas afirmaciones no resultan exageradas cuando se examina la situación. Es más, se
llega a descubrir que esta pobreza no es algo transitorio ya que su causa principal, las
estructuras, no tienden a desaparecer. Y es que es un estado interno con unos
mecanismos materialistas, inhumanos, que conducen a la producción de ricos cada vez
más ricos a costa de pobres cada vez más pobres (Juan Pablo II, discurso inaugural, 4;
cfr. también n. 30).
Tanto el Papa como el documento "opción preferencial" de Puebla hablan de
mecanismos estructurales generadores de pobreza, de necesidad de cambio de dichos
mecanismos. Todo esto da pie a la denuncia del sistema capitalista, así como de la
presencia de las empresas transnacionales que usan dichos mecanismos (nn. 1136, 1155,
1264, 4749, 312, 542, 1277).
Puebla describe vivamente la pobreza de las mayorías y presenta un exigente enfoque
pastoral y teológico. Esta vívida descripción se concreta en Puebla en los rostros
humanos de Cristo sufriente, rostros que cuestionan e interpelan:
- rostros de indígenas y afroamericanos que viven marginados y son los pobres entre los
pobres;
- rostros de campesinos que viven relegados, sin tierra, en dependencia total y
sometidos a la explotación;
- rostros de obreros que son mal pagados y encuentran dificultades para defender sus
derechos;
- rostros de marginados y hacinados urbanos que carecen de bienes, en contraste con la
ostentación de los ricos;
- rostros de subempleados y desempleados que son la víctima del sistema económico y
de modelos de desarrollo inhumanos y fríos;
- rostros de jóvenes que viven desorientados, sin lugar en la sociedad, frustrados, sin
oportunidades;
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- rostros de niños que ya antes de nacer son víctimas de la pobreza, que nacen con
deficiencias de todo tipo, que se desarrollan en la vagancia y explotación en nuestras
ciudades a causa de la pobreza de sus familias;
- rostros de ancianos que viven marginados, como improductivos, de la sociedad del
progreso. Puebla acaba esta descripción diciendo que comparte todas estas angustias
producidas por la falta de respeto al hombre "imagen y semejanza de Dios" y a sus
derechos de "hijos de Dios" (nn. 31-40).
Pero además de esta situación de opresión, Puebla denuncia la realidad de la represión
en América Latina. Habla de "permanente violación de la dignidad humana", de abuso
de poder, de represión sistemática y selectiva, de torturas, de exilios..., de
desapariciones, de detenciones injustas... Ante estas situaciones la fidelidad evangélica
exige a la Iglesia denuncia y condena; más aún, porque los responsables se llaman
cristianos (n. 42 y discurso inaugural del Papa, II, 1). Este análisis de la realidad, ¿cómo
puede ser calificado desde la fe?
2) Una situación de pecado
La audaz expresión de Medellín: "en América Latina estamos en una situación de
pecado" había levantado mucha polvareda. Puebla no la usa tanto, sobre todo quizás
porque el Papa en sus discursos más bien usó otra: "estructura de pecado". Además,
algunos en Puebla la evitaron porque intranquilizaba a los hijos de ricos y a las
religiosas de congregaciones pudientes. Pero esto era desconocer la experiencia bíblica
de amistad con Dios y de relaciones fraternales y la de pecado como ruptura de dichas
relaciones.
Puebla habla sobre todo de "pecado social, pecado más grave aún porque se da en países
"católicos". Y es que el lujo de unos pocos va contra la miseria de la mayoría. Esto
claramente va contra el plan del Creador y por eso la Iglesia discierne esta situación
como injusta, como pecado social gigantesco que es consecuencia del pecado individual
(cfr. discursos de Juan Pablo II: inaugural y a los campesinos de Oaxaca; y nn. 28, 70,
185-186, 281, 452, 515, 1032, 1269).
La misma idea resuena en otras expresiones: "La pobreza extrema en nuestro continente
es antievangélica..." "Son evidentes las contradicciones entre el orden social injusto y
las exigencias del evangelio". Puebla arremete a fondo por tratarse de unos países
oficialmente cristianos (nn. 1159, 1257).
La pobreza inhumana es una situación antievangélica, fruto de una ruptura de la amistad
con Dios y entre las personas, es una situación de pecado; es una situación de injusticia
institucionalizada. Puebla detecta esta situación de culpables y víctimas, la denuncia y
convoca a la solidaridad eclesial con el fin de salvar a todos: culpables y víctimas (nn.
29, 1269). En Puebla, como en Medellín, al análisis estructural de un orden social
opresor e injusto sigue un juicio y una denuncia desde la fe. Esta ha sido la reflexión y
práctica de los cristianos comprometidos en el proceso liberador del pueblo explotado y
creyente de América Latina.
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B. El "vindicador de los humildes"
La línea de Medellín y la de la teología de la liberación han comprendido la exigencia
evangélica de pobreza como solidaridad con los pobres reales y como protesta contra la
situación inhumana. Estas son las condiciones indispensables para vivir y anunciar el
mensaje evangélico de la disponibilidad ante el Señor y de la búsqueda del Reino
vividos preferentemente por los más pobres (nn. 131-136). Esta comprensión ha sido
vista por muchos -erróneamente- como un olvido de la perspectiva espiritual esencial
para la verdadera noción de pobreza evangélica. ¿Qué ha dicho Puebla sobre ello?
1) La razón de una preferencia
Puebla se refiere al hablar de opción preferencial a los pobres reales, víctimas de los
mecanismos opresores. Para evitar equívocos, nos lo dice desde el principio. Habla de
pobreza, de miseria cada vez más grave, de carencia de los bienes materiales más
elementales que contrasta y es provocada casi siempre por la acumulación de los
mismos en manos de unos pocos, de falta de participación social y política de la
mayoría. Enumera luego los que padecen esta situación: los indígenas, campesinos,
obreros, marginados de la ciudad y en especial la mujer de estos sectores sociales,
doblemente marginada y oprimida (n. 1135). Esta enumeración no deja lugar a dudas
sobre el tipo de pobreza a que se refiere Puebla.
Más adelante precisa Puebla que el compromiso de la Iglesia debe ser como el de Cristo
hecho carne, solidario con los más necesitados, pobre como nosotros (nn. 1141, 1145).
Por esto sólo ya los pobres merecen atención preferencial (n. 1142). Y es que el pobre
es amado por Dios como lo muestra Cristo hecho pobre. El aporte del episcopado
peruano al Documento de Trabajo en este aspecto es claro cuando se dice que el
privilegio de los pobres está fundamentado en Dios, ya que los pobres son
bianventurados porque el Reino de Dios se expresa en la manifestación de su justicia y
de su amor en favor de ellos (n. 573).
Así pues, la opción preferencial se dirige al pobre en tanto que pobre, sin ignorar su
actitud de abertura a Dios pero sin subrayar como primero este motivo. Puebla lo
ratifica aludiendo a un discurso del Papa (del 30-1-1979) en el que dice que ama a los
pobres porque son los predilectos de Dios que envió a su Hijo pobre y constituyó su
Iglesia teniendo a la vista a la humanidad pobre y necesitada (2 Cor 8,9; también n.
1143). Los destinatarios de este discurso son pobres y marginados y el Papa afirma que
son los predilectos de Dios, prescindiendo de sus disposiciones espirituales. Todo lo
anterior queda confirmado en otro texto en el que se cita otra alocución papal (en
Zapopán; cfr. también n. 1144) en la que, siguiendo a Pablo VI, habla de que María
proclama que la salvación de Dios tiene que ver con la justicia hacia los pobres y parte
del compromiso por los hombres, especialmente los más pobres y necesitados, y por la
transformación de la sociedad (Lc 1,46-55). El compromiso liberador de los cristianos
latinoamericanos se fundamenta en esta María fiel cumplidora de la voluntad divina y
que es modelo de quienes no se conforman pasivamente con la situación, ni viven
alienados, sino que anuncian un Dios vindicador de los humildes y que "depone del
trono a los soberbios" (Lc 1,51-53).
GUSTAVO GUTIERREZ
Muchas veces se denuncia en Puebla la situación de los pobres materiales. Y para que
no haya equívocos el término va acompañado por expresiones como "oprimidos", "los
que sufren", "olvidados", etc. (nn. 12, 196, 268, 385, 695, 696, 711, 965, 1143,... ). Y
justamente esta realidad, añade Puebla, es la que lleva a la "opción preferencial", que es
uno de los aspectos centrales de su mensaje y que nace de una realidad escandalosa de
pobreza. Es evidente que dicho escándalo no es provocado por la pobreza espiritual,
sino por la injusticia, por la inhumanidad, por la falta de plena libertad... (n. 1154).
2) La pobreza que se vive en América Latina es "antievangélica"
Ahondemos en la razón que da Puebla de esta opción preferencial por los pobres que,
decíamos, nace del carácter concreto y material de éstos y no de su apertura espiritual a
Dios.
Puebla nos da una pista para esta profundización al decir que la pobreza en América
Latina es "antievangélica". No habla de una pobreza abstracta, idealizada. Habla, y ya
antes Medellín, de la que viven los pobres y oprimidos y dice que es contraria al
mensaje cristiano y negadora del Dios bíblico, quien llama a hacer justicia al pobre.
Y es que se escamotea el mensaje si se pasa por alto el sentido directo y claro de la
pobreza material en la Biblia; tomando en cambio en serio esto último, aparece nítido el
sentido de la proclamación del Reino de Dios, que es el mensaje central de Jesús
anunciado en las bienaventuranzas. Estas nos dicen en primer lugar quién es Dios (es su
carácter teológico); en segundo lugar aluden a las disposiciones espirituales de los que
escuchan la palabra (es su carácter antropológico). Son dos aspectos complementarios;
pero el teológico, el anuncio de la bondad de Dios para con el pobre, es el primero.
Esto significa que el modo de salvar la religiosidad del mensaje de las bienaventuranzas
no es decir que se refieren a los pobres espirituales; esto sería erróneo y antibíblico. Se
refieren a los pobres materiales; y esto no es humanizar o politizar su mensaje, sino
reconocer que Dios ama a los pobres libre y gratuitamente, no por ser buenos sino
porque son pobres y la pobreza va contra su condición de Rey, defensor de los pobres.
Primero nos revelan algo sobre Dios y sólo después manifiestan las actitudes que debe
tener el hombre.
Es verdad que la pobreza espiritual (el estar abierto a Dios) es la condición para oír la
revelación sobre el Reino. Pero esta noción es sólo complementaria, no suprime lo ya
dicho. Sólo comprendiendo lo afirmado sobre los pobres materiales puede
comprenderse la noción de pobreza espiritual; sólo se da el verdadero carácter espiritual
de las bienaventuranzas cuando se descubre que Dios es el fundamento del privilegio de
los pobres.
No hay, pues, reducción al insistir en que el bianventurado es el pobre material. Lo que
hay es paradoja: "La espiritualización" del pobre lleva a la "humanización" de Dios, a la
idea burguesa de El, según la cual Dios amaría a los buenos por sus méritos; la
verdadera profundización del misterio de Dios, del don gratuito de su Reino de amor y
justicia, pasa por la compresión material de los pobres, los bienaventurados de Dios. Así
se puede entender mejor el significado de la pobreza espiritual, uno de los centros del
mensaje evangélico, como repitió Medellín. Puebla afirma que "pobreza" no es sólo
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expresión de privación de la que debemos liberarnos sino que designa un modelo de
vida, el de los pobres de Yahvé (cfr. Sof 2,3; 3,12-20; Is 49,13; 66,2; Sal 74,19; 149,4;
cfr. n. 1148). Sólo el auténtico pobre espiritual puede vivir la solidaridad con el pobre y
el rechazo a la situación injusta hasta el fin, en la inseguridad de la búsqueda y con la
confianza en el Señor (cfr. n. 1156).
C. Cristo pobre
Puebla, siguiendo a Medellín, funda en Cristo su llamada al testimonio de pobreza.
El eje está en la identificación de Cristo con el pobre como aparece en Mt 25,31-46,
texto básico en Puebla, en los discursos del Papa en México y en la reflexión de las
comunidades cristianas comprometidas en la liberación. Puebla habla de los rostros
sufrientes de Cristo, rostros que se concretan en los diferentes pobres del subcontinente
(nn. 31-40). Asumir la causa de los pobres, en consecuencia, es asumir la causa misma
de Cristo (Mt 25,40). Así pues el servir a los demás es el criterio del juicio que Cristo
haga de cada hombre (Mt 25; n. 339; cfr. el discurso inaugural de Puebla de Juan Pablo
II).
Puebla repite que seguir y servir a Cristo es servir y comprometerse con el pobre. Esto
pasa por una conversión continua para llegar a la plena identificación con Cristo pobre y
con los pobres (n. 1140). Esto es creer en el Hijo de Dios hecho hombre, pobre, en
medio de un pueblo pobre y explotado, pero que cree y espera en El. Afirmar a Cristo
pobre es afirmar la presencia de Dios en nuestra historia concreta, historia de personas
que sufren, luchan y esperan y con las que Cristo se solidariza. Fe en Cristo significa
esto y no el afirmar verdades formales "ortodoxas" sobre El, pero que no responden a la
vida diaria, a la práctica orante y a una auténtica reflexión teológica.
El "seguir a Cristo", expresión usada más arriba, clásica pero reactualizada
teológicamente, no puede ser por otra ruta que la señalada por El, la del compromiso
con los más necesitados (cfr. Lc 4,19-21; nn. 190, 1141). Por esto los religiosos son
llamados, en Puebla, a aceptar como propia la cruz del Señor (Mt 16,24) cargada sobre
ellos y sobre los crucificados por la injusticia y a tener así como privilegiados a los
pobres, predilectos del Señor (n. 743).
Sólo una observación final. El documento dedicado en Puebla a la Cristología es muy
general y básico y por eso no cuestiona ni estimula a la práctica y a la reflexión. Pero
esto no quita que en otros textos no aparezca un mensaje sobre Cristo que tiene
repercusiones muy concretas y vitales y es foco de inspiración y creatividad para la
praxis latinoamericana.
III. POBRES: LIBERALIZACIÓN Y EVANGELIZACIÓN
El nexo entre evangelización y liberación existente en la Iglesia de América Latina
puede convertirse en abstracto fuera de la perspectiva de los pobres reales. Por esto
Medellín y Puebla se han esforzado porque esto no ocurra.
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A. Pobreza y liberación integral
1) Una cuestión polémica
El término liberación -clave en los últimos años- expresaba una ruptura en el nivel
económico y político; en el nivel teológico significaba una nueva comprensión de la
noción de salvación en la situación concreta de injusticia, de encarnación del Señor en
la vida de un pueblo que lucha por su dignidad humana y de filiación divina.
Esta complejidad del término produjo polémicas. Ante el peligro, visto por algunos, de
reducir la liberación de Cristo a lo histórico, a la liberación social, surgió la expresión
"liberación integral". Pero quienes usaron esta expresión cayeron en un nuevo
reduccionismo al situar la liberación integral en un plano llamado religioso o espiritual.
Lo mismo que antes cuando la polémica sobre la opción preferencial y no exclusiva por
los pobres, es necesario aquí evitar afirmaciones generales, ambiguas, distorsionantes.
La teología de la liberación siempre ha hablado de totalidad y complejidad del proceso
de liberación. Se trata de un proceso único con distintas dimensiones (económica,
social, política, moral, religiosa, espiritual). Estas dimensiones se implican, son
inseparables. Si se separan se cae en posiciones idealistas, espiritualistas, alienantes, o
bien en posiciones parciales, de eficacia sólo a corto plazo. Se debe salvar, pues, la
complejidad, la totalidad e inseparabilidad de las dimensiones de la liberación, la
integralidad; esto es lo que afirma la teología de la liberación y lo que es rechazado por
sus detractores.
2) El clamor por la liberación se hace amenazante
El sordo clamor por la liberación de millones de latinoamericanos constatado por
Medellín ("Pobreza de la Iglesia", 2) es, para Puebla, creciente y amenazante (nn. 8789).
Tanto Puebla como el Papa en sus discursos en Sto. Domingo y México hablan de este
anhelo de liberación urgente y exigente. Puebla añade a menudo el adjetivo "integral".
Pero, ¿qué entiende Puebla por liberación integral? Veámoslo (cfr. el largo texto "La
dignidad humana" nn. 321 a 329, del que aquí sólo daré las ideas principales). La
libertad es un don y una tarea, no se alcanza sin liberación integral, es meta del hombre
según nuestra fe (cfr. Jn 8,36; Gal 5,1; n. 321). Se va así construyendo una comunidad
participativa, fundamentada en la libertad que es capacidad de disponer de nosotros
mismos en tres planos inseparables: nuestra relación de señorío respecto al mundo, de
fraternidad respecto a los hombres, de filiación respecto a Dios (nn. 322 a 325). Entre
estos planos hay unos lazos estrechos, una unidad profunda. La base de todo se
encuentra en el tercer plano, el de la aceptación fiel y filial de Dios, el de la entrada en
comunión de amor con El (cfr. GS, 18). Se puede aceptar o rechazar esta comunión con
el Padre; son dos posibilidades extremas, llamadas gracia y pecado, pero que no se
realizan si no se extienden al mismo tiempo a los otros dos planos, el mundano y el
interhumano (n. 326). El lazo entre la relación hombre-Dios y la relación interhumana
será obra de justicia; y es que el amor de Dios que nos dignifica se convierte en
comunión de amor con los demás, fraternidad, obra de justicia; y res que el amor de
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Dios que nos dignifica se convierte en comunión de amor con los demás, fraternidad,
obra de justicia para los oprimidos, lucha por la liberación de los necesitados (cfr. Lc
4,18; 1 Jn 4, 20). El vínculo con la relación hombre-mundo se expresa en una
transformación en aras de la construcción de un justo y fraternal señorío sobre las
realidades temporales y el cosmo s mismo, con igualdad de oportunidades (n. 327).
Esta inseparabilidad de los tres niveles queda reafirmada cuando se atiende a las dos
posibilidades mencionadas: la de gracia y la de pecado. Es claro que hoy más que nunca
la amistad con Dios debe concretarse en el amor al hermano y ambos desembocar en un
compromiso personal y también estructural, a nivel de estructuras sociales y de
transformación de las realidades temporales para bien de todos, especialmente de los
más necesitados, oprimidos y marginados (n. 327). Y si se examina la otra posibilidad,
la de pecado, queda reafirmada esta unidad de los tres planos. Pues es indudable que la
ruptura con Dios que envilece al hombre lleva a éste a una actitud de egoísmo, de
ambición, de dominación, de violencia, de corrupción, de hipocresía, de abuso del
cosmos... (cfr. Gal 5, 19-21). Se crea así una situación de pecado que condiciona
adversamente la libertad de todos (n. 328). Y es que la ruptura con Dios se traduce
"siempre" en el plano de las relaciones interhumanas; es la raíz de toda injusticia y
opresión, de todo conflicto social. Son inseparables.
Medellín ya subrayaba que la liberación de Cristo tenía muchas implicaciones, la
liberación de todas las esclavitudes provocadas por el pecado, la ignorancia, el ha mbre,
la opresión, la injusticia... ; situaciones todas que nacen del egoísmo humano ("Justicia",
3). Puebla sigue esta idea al explicar la expresión "liberación integral". Subraya así que
los tres planos -Dios, hombre, mundo- son inseparables, de modo que queda fuera de
lugar cualquier reduccionismo sea horizontalista -el más criticado normalmente- sea
verticalista el más silenciado normalmente y no por ello menos grave (nn. 482-483).
Queda así expresada la complejidad y la riqueza de la expresión tal como es entendida
en Puebla: no se puede separar la comunión con Cristo del compromiso en una lucha
por una sociedad justa, ni la fe en la resurrección de Jesucristo de la esperanza en la
victoria sobre la muerte y la injusticia que es un elemento central de la fuerza histórica
de los pobres. Este carácter totalizante de la esperanza hace que resulte amenazante para
los grandes de este mundo que siembran la muerte pero no pueden acabar con aquélla
(nn. 87-89).
Esta visión de la liberación integral hace que Puebla conciba la década desde Medellín a
Puebla como años de cambio, de frustraciones y de contrastes (n. 24; cfr. Evangelli
Nuntiandi, 30). Puebla resulta así un paso más en este camino de esperanza de
liberación integral, a la luz de la cual debe ser leído el conjunto de sus documentos.
B. El potencial evangelizador de los pobres
Puebla desde el comienzo deja sentado a qué desafío pastoral quiere dar respuesta: al de
evangelizar en una situación esencialmente injusta y pobre, al de llevar al hombre a
Dios construyendo una sociedad fraterna, al de liberar integralmente (nn. 9091). Por
esto en Puebla es un tema central la relación entre el anuncio del evangelio y la lucha
por la justicia, entre salvación y justicia hacia los pobres (n. 1144; cfr. Populorum
Progressio, 21; cfr. también el Magnificat).
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La riqueza de Puebla está en que sabe captar que la misión y la evangelización deben ir
encaminadas primero a los pobres (Lc 7,21-23; n. 1142) y que tal como están las cosas
dicha evangelización debe ser liberadora. Liberación de la injusticia, promoción
humana, realización del hombre como hijo de Dios; éstos son los tres planos
inseparables de la liberación integral, de la evangelización en América Latina (nn. 1145,
1153, 1154). El anuncio del evangelio, pues, debe contribuir a la liberación de todo lo
que oprime al pobre de cara a potenciar su comunión con el Padre. En consecuencia,
vivir la pobreza evangélica es vivir en solidaridad con el pobre, rechazando la situación
de despojo de la mayoría (n. 1156).
Pero Puebla da un paso más, consciente como es del despertar de las masas populares
tras el Vat. II (nn. 232-233). Por esto reclama para el pueblo pobre su papel responsable
de. sujeto de la historia y su derecho a participar en todos los ámbitos de la vida (nn.
131 a 136). No se trata de que la Iglesia apoye la construcción de una sociedad nueva
para el pueblo, sino de construirla can el pueblo; es el pueblo el agente de su historia,
también en el terreno de la evangelización (n. 1220).
La Iglesia, gracias a este compromiso con los pobres y oprimidos y gracias al
incremento de sus Comunidades de Base, puede ir descubriendo el potencial
evangelizador de los pobres, su carisma evangelizador, ya que éstos le llaman a la
conversión y realizan en la práctica los valores evangélicos de solidaridad, servicio,
apertura al don de Dios (n. 1147; cfr. nn. 587-593).
Esta vivencia de que son los pobres los que evangelizan se tuvo desde el momento en
que la Iglesia se solidarizó con los pobres y animó la existencia de comunidades
cristianas en los sectores populares. Y es que estas clases populares son las que reciben,
acogen y anuncian el amor del Padre. La Biblia da testimonio de que la buena noticia es
dada privilegiadamente a los pobres, pero sobre todo de que éstos son portadores y
anunciadores de la misma.
Esta convicción vital y experencial no puede ser ahogada por la burocracia eclesial o
por el temor clerical.
Vale la pena ahora decir algo sobre las comunidades eclesiales de base (crf. nn. 97-97,
263 y otros). En Puebla levantó polémicas. Algunas personas poco metidas en la
realidad latinoamericana desconfiaban de esta experiencia de comunidades e intentaban
falsearla. Pero la vida acabó por imponerse, ayudada por otras muchas personas y
grupos que hicieron ver el significado de estos grupos nacidos de y comprometidos con
el mundo popular, que expresan la vivencia evangélica en comunión eclesial y trabajan
por la buena noticia de la liberación de los pobres (n. 1145). Desde su espacio de
convivencia más estrecha, estas comunidades ejercen la fraternidad, claman contra todo
lo que va contra la misma, esperan, aguardan con confianza y con astucia el tiempo
oportuno para avanzar en la liberación (cfr. Juan Pablo II, Discurso inaugural, I, 9;
Zapopán, 3; n. 452).
Tanto Medellín como sobre todo Puebla no se han cansado de hablar y de animar esta
evangelización liberadora vivida y proclamada por los pobres y por la Iglesia solidaria
con ellos (n. 4).
GUSTAVO GUTIERREZ
IV. CONVERTIRSE PARA EVANGELIZAR
Para acoger el Reino y para proclamar la Buena Noticia es indispensable la conversión.
Los obispos reunidos en Puebla son conscientes de que esta necesidad de convertirse
para hacer un nuevo camino obliga a la Iglesia a examinarse y a revisar sus propias
estructuras.
A. Un testimonio incipiente pero real
¿Vive la Iglesia en América Latina el Evangelio de Cristo? Dicho de otro modo, ¿vive
un compromiso auténtico con los pobres? Esta es la pregunta que se hacen los obispos.
Importantes sectores eclesiales -con resistencias por parte de los defensores del statu
quo- han comenzado a vivir en solidaridad con los pobres y a denunciar las estructuras
injustas que los producen (nn. 733-734, 1136). Tanto Medellín como Juan Pablo II y
Puebla subrayan las causas estructurales de la pobreza; esto hace que no basten posturas
de buen corazón o de asistencia social; se debe denunciar y combatir contra el orden
social injusto.
Muchos cristianos en América Latina se han comprometido en esta línea durante los
últimos años. A menudo esto les ha supuesto ser objeto de difamación, tortura, prisión e
incluso martirio. Puebla no ha acentuado como debía este hecho, pero alude varias
veces a él. Se dice que la Iglesia por estar al lado de los pobres ha sufrido persecuciones
y que los mismos pobres han sido las primeras víctimas de esas persecuciones (nn. 92,
1138). Puebla alude también a las reservas y resistencias que provoca en los sectores
dominantes la postura de la Iglesia al servicio de los pobres (cfr. n. 164).
Muestra de estas reservas fueron los ataques durante la preparación de Puebla a los
sectores más comprometidos con la liberación, los intentos de manipulación de la
misma conferencia, las campañas incluso contra obispos de gran experiencia pastoral y
de gran relevancia en Puebla por parte de grupos conservadores "católicos". Dichos
grupos, normalmente de las clases pudientes, no podían soportar la nueva postura de la
Iglesia de compromiso con los pobres y de "abandono" de los ricos; postura que, según
ellos, apartaba a la Iglesia de su "misión espiritual" (n. 79). Está claro que dichos grupos
entienden por "misión espiritual" algo no interpelante sino protector de sus intereses
(cfr. La voz de Puebla 10-2-1979: Dañina a la empresa teología de la liberación).
B. Solidaridad con un pueblo que se organiza
Lo que motiva todas estas resistencias, ya desde Medellín, no es tanto el giro de la
Iglesia hacia la preocupación por los pobres, sino sobre todo la concreción que reviste,
su apoyo a la organización del pueblo en defensa de sus intereses (n. 1137).
Y es que la opción preferencial no es por el pobre como individuo sino como
colectividad, como grupo víctima de estructuras injustas, de, mecanismos opresores.
Aparte que es una opción preferencial que intenta ser práctica, acabar con la pobreza
que deshumaniza y que, por tanto, desdiviniza al hombre (nn. 1158, 1161).
GUSTAVO GUTIERREZ
Pero esto requiere que el pueblo se organice, que se cumpla su derecho a participar, que
pueda crear libremente sus organizaciones, que el poder deje la arbitrariedad frecuente
de reprimir las organizaciones obreras y apoyar las patronales, con lo que la injusticia
va creciendo estructuralmente (nn. 1162, 1163, 1244, 44; cfr. discursos del Papa en
Monterrey y Oaxaca).
Esta llamada exigente al compromiso ha provocado grandes tensiones dentro y fuera de
la Iglesia a la que se ha acusado, bien de estar con el poder, bien de desviarse hacia el
marxismo. Ya se sabe que si la Iglesia toma en serio su papel de defender los derechos
de los más necesitados, si opta preferentemente por los más pobres y oprimidos, corre el
riesgo de ser acusada de no seguir su "misión espiritual", de ser marxista. Pero se debe
decir que es la realidad y no una ideología la que exige que la Iglesia denuncie los
hechos injustos como contrarios al Reino y llame al cambio (nn. 1139, 1217; cfr.
Discurso inaugural de Juan Pablo II).
Puebla es valiente al constatar que también dentro de la Iglesia se dan estas tensiones y
acusaciones. Pero la conferencia episcopal no puede falsear la realidad de la pobreza
provocada, ante la que la Iglesia debe tener una postura clara, hacer un cambio de vida
radical, convertirse. Es verdad que se han hecho esfuerzos por seguir en esa línea de
compromiso. Pero Puebla no se siente satisfecha por una solidaridad con los pobres que
aún es inicial y no de todos.
C. Identificación insuficiente con Cristo pobre y con los pobres
El compromiso con los pobres es visto en Puebla como algo incipiente pero
insuficiente; queda mucho por hacer. Puebla constata que Medellín ha sido desconocido
y hostilizado por muchos. Es necesario convertirse, escuchar las exigencias de
solidaridad con los pobres y oprimidos, con Cristo pobre (n. 1140).
La opción preferencial que surge de la confrontación con Cristo pobre y con los rostros
sufrientes de Cristo debe empezar por una conversión si se quiere de verdad anunciar y
ser testimonio del evangelio (nn. 1141, 1157, 1158). Y esto implica dos cosas.
En primer lugar una conversión de la Iglesia, una autorrevisión de sus estructuras y su
vida. Si la Iglesia quiere evangelizar debe revisar sus estructuras para ponerlas al
servicio del anuncio. Esta es una dimensión de la conversión, de la audacia de la Iglesia,
de falta de miedo, de confianza en el Espíritu en medio del camino inseguro y de la
búsqueda. La Iglesia debe vivir la buena noticia para los pobres; luego, anunciarla (nn.
4, 1157, 1221).
En segundo lugar la conversión implica exigencia de un estilo de vida: austeridad, total
confianza en el Señor, renuncia al tener y al poder secular (n. 1158). Puebla insiste en la
necesidad de apoyarse en la fuerza del evangelio y no en los poderes de este mundo;
esto debe llevar a la Iglesia a una independencia, a una libertad de compromisos, a una
vida de testimonio. Así evangelizará y hará creíble el Evangelio (n. 144). Puebla
demuestra coraje al afirmar esto en una sociedad en que todavía se dan relaciones
estrechas entre los poderes y muchos sectores de la Iglesia. Demuestra también
compromiso ante el Señor y ante los pobres (cfr. Medellín, "Pobreza", 18). Demuestra
finalmente confianza y fe en el poder del Evangelio.
GUSTAVO GUTIERREZ
Una Iglesia libre de ataduras será una Iglesia pobre, abierta a los pobres y oprimidos (n.
1158). Medellín se preocupó mucho por esto y se mostró valiente al reconocer los
pecados de la Iglesia que dan pie a una imagen de riqueza y al afirmar que la pobreza de
la Iglesia debe ser signo de que Dios ama a los pobres y compromiso de solidaridad con
los que sufren (Medellín, "La pobreza de la Iglesia", 7). Por esto la Iglesia debe echar
sus raíces en el mundo de los pobres que son los que intuyen el Re ino, debe
reconocerles en ella misma como privilegiados, debe asumir la vida, las luchas, los
anhelos de los pobres que están en ella. Así será como podrá evangelizar (nn. 131-136).
CONCLUSIÓN
Puebla es un paso en la marcha del pueblo de Dios. Es un momento importante en una
vida que está abierta al Espíritu y al don profético. Es toda la vida de la comunidad
eclesial la que ha conducido a Puebla, a sus documentos complejos y pluralistas pero
vertebrados por una opción global valiente y enérgica.
La etapa que sigue debe también estar llena de vida, de actitudes y compromisos: Los
textos pueden ser muy bonitos pero quedarse en teoría, en letra muerta, en objeto de
discusiones ideológicas. Se trata de asumir las grandes opciones que se desprenden de
los textos y practicar. Pues los textos no han cambiado la realidad latinoamericana; pero
deben aspirar a cambiar las postura de la Iglesia en la práctica evangelizadora.
Puebla ha dejado claro que Medellín no ha sido puesto en práctica del todo, que queda
mucho por hacer. E s por esto por lo que nos suena a llamada, a requerimiento urgente,
a impulso a la creatividad. Es la comunidad cristiana la que debe concretar las líneas
fundamentales. Se debe seguir con fuerza e imaginación el surco abierto por las
experiencias de solidaridad con los pobres y oprimidos de cara a la evangelización.
Puebla ha abierto muchas pistas para el futuro. En este artículo sólo me he fijado en la
perspectiva del pobre y la liberación, en la opción preferencial por los pobres. Es un
tema nuclear y que por eso matiza el resto de documentos de la conferencia.
Las mayorías latinoamericanas viven la injusticia; ésta es la realidad que nos llama a ser
solidarios con la vida, las luchas y las aspiraciones de dichas mayorías. Es una realidad
que nos hace entrar en comunión esperanzada con el Dios "vindicador de los humildes"
del pueblo. Puebla, siguiendo a Medellín, considera que con su opción por los pobres
"se abren nuevos horizontes a la esperanza". Ahora de lo que se trata es de ir hacia ellos.
Notas:
1
N. de la R. Fuera de este interesante texto, el autor recoge otros muchos,
especialmente de los documentos de Puebla, que por tratarse de una condensación no
tendremos más remedio que eliminar; sólo los citaremos. Las citas, si no se indica lo
contrario, se referirán al texto oficial de Puebla.
Condensó: RAFAEL DE SIVATTE
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