LA CONVERSION DEL ESCRIBA

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LA CONVERSION DEL ESCRIBA
XVII Domingo del Tiempo Ordinario
CICLO A
v. 44 El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo
encuentra, lo vuelve a esconder y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
v. 45 El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas
finas;
v. 46 y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
v. 47 El Reino de los Cielos se parece también a una red que se hecha al mar y recoge toda clase
de peces.
v. 48 Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y sentándose recogen lo bueno en
canastas y tiran lo que no sirve.
v. 49 Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los males de entre los
justos,
v. 50 para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
v. 51 ¿Comprendieron todo esto?. "Sí", le respondieron.
v. 52 Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulos del Reino de los Cielos se parece a
un dueño de casa que saca de sus reservas lo bueno y lo viejo".
Mt. 13,44-52
Introducción:
El texto corresponde a la última parte del discurso en parábolas que Jesús dirigió a sus
discípulos, En él se encuentran tres breves relatos parabólicos, encabezados por la misma fórmula
que las anteriores: "El Reino de los Cielos se parece a..." y finaliza con una reflexión, en forma de
diálogo, sobre la instrucción reservada a los discípulos.
En el relato se presentan en primer lugar, dos parábolas muy similares: el tesoro escondido y
la perla de gran valor, que en el fondo tienen el mismo mensaje. Ambas hacen hincapié en la
actitud que se debe tomar ante la presencia del Reino cuando se descubre su valor.
En las parábolas se presentan dos hombres, un buscador de tesoros y un comerciante. Los
dos venden todo lo que tienen: uno para comprar un campo y el otro para adquirir una perla de gran
valor, renunciando totalmente, a causa del hallazgo, a todos los bienes que poseían.
La tercera parábola, séptima y última del conjunto de parábolas del capítulo trece del
Evangelio de Mateo, desarrolla una imagen nueva: la de la pesca. En ella se expresa un mensaje
que ya estaba presente en la parábola de la cizaña y en su posterior explicación: la separación entre
los buenos y los malos solo se concretará en el día del juicio final.
Aportes para la Lectura:
v.44 Jesús después de alejarse de la multitud, les relata estas parábolas en particular a sus
discípulos. Las dos encierran un mensaje especial para todos los que quieren ser de verdad sus
seguidores.
Ellos estaban convencidos de que el Reino iba a llegar de un momento a otro. En esos años
había ansiedad porque estaban pasando situaciones muy difíciles. Los habitantes de Galilea tenían
como gobernante un rey judío que consideraban indigno y los de Judea estaban dominados por los
romanos que les oprimían y les hacían sentir su desprecio.
Con la llegada de Dios para reinar en el corazón de los hombres, deberá desaparecer todo
poder, toda esclavitud. Será necesario deshacerse de todo, saber renunciar a todo, de lo contrario el
Reino no se hará presente.
En la primera parábola se describe a un hombre de campo que encuentra un tesoro
escondido en la tierra. Sin convertirse en un ladrón, quiere quedarse con ese tesoro, de modo
inteligente y legal. Lleno de alegría recogió todas sus pertenencias y las vendió. Se quedó sin nada
para poder adquirir el campo y asegurarse el tesoro.
Encontrar un tesoro en Palestina no era algo inusual. Cuando el territorio de Judá fue
invadido por los Babilonios (587 aC.) algunos de sus habitantes, antes de ser deportados, enterraron
sus bienes con la esperanza de recuperarlos al regresar, pero muchos de ellos nunca volvieron y los
tesoros quedaron enterrados. Aun hoy es posible encontrar enterradas en Palestina vasijas de arcilla
con monedas de plata o piedras preciosas.
v. 45 En la segunda parábola aparece un comerciante de perlas. Para los orientales no existía cosa
más apreciada que las perlas. Cuando el comerciante de la parábola encontró una perla de
excepcional valor, vendió todo lo que tenía y también lleno de alegría, la compró.
Los dos hombres se desprendieron de todo sus bienes para poseer el tesoro y la perla. La
renuncia a todo lo que se tiene, es una de las condiciones que Jesús impone para poder entrar en el
Reino.
v.47 La última de las parábolas de este capítulo es la de la red arrojada al mar. Jesús estaba
predicando a un público familiarizado con la pesca y alguno de los oyentes eran expertos
pescadores, como el caso de Andrés, Pedro, Juan y Santiago.
v.48 Entre los que escuchaban a Jesús muchos pensaban que en el Reino entrarían solamente los
judíos y en consecuencia los paganos quedarían afuera. A los que pensaban así, Jesús les relata esta
breve parábola en la que da a entender que con la llegada del Reino, sucederá lo mismo que con la
pesca: nadie puede elegir por anticipado la clase de peces que va a recoger la red. La red se arroja al
mar y en ella vendrán toda clase de peces, de buena y de mala calidad.
Uno de los tipos de red usada en aquellos tiempos, era la red llamada "barredera", con sus
corchos en la parte superior y lastres en el fondo. Para "echar" la red en el mar, por lo general se
usaban dos barcas, una en cada extremo y se arrastraba lentamente a la orilla, trayendo en ella todos
los peces que se encontraban en la zona cercada. Parte de los peces capturados no eran comestibles
y parte eran considerados impuros (Lv. 11,9-l2) y a ambos había que tirarlos nuevamente al mar; en
cambio los peces buenos, comestibles, eran recogidos en cestos especiales.
La idea principal de este pasaje es la misma que la de la parábola de la cizaña entre el trigo;
la separación entre los malos y los justos, deberá tener lugar después que la captura de los peces ha
llegado a tierra, no antes. El Reino está abierto a todos. Es a Dios a quien, en el día del Juicio, le
corresponderá separar los buenos de los malos.
v.49-50 Esta tarea la realizarán los ángeles que harán la separación y arrojarán a los malos al horno
ardiente (imagen del infierno) y como consecuencia "habrá llanto y rechinar de dientes", signos de
la desesperación.
v.51 El texto concluye con una pregunta de Jesús a sus discípulos: ¿Comprendieron todo esto?
Pregunta importante porque todo el capítulo ha versado sobre la comprensión de la Palabra, la que
había estado escondida y en ese momento se revelaba. La repuesta de los discípulos es un "sí"
categórico. Para ellos la Palabra no volverá vacía sino que cumplirá su objetivo (Is.55,11).
v.52 El relato finaliza con una referencia a los letrados que se han convertido al Evangelio. El
término "escriba" se usa aquí para referirse a quienes estudian la Palabra, en este caso los
discípulos. Ellos eran capaces de sacar de sus reservas, junto a lo "nuevo" de Jesús, lo "antiguo" del
Antiguo Testamento que resultase valioso y útil para encontrar el camino hacia el Reino.
Aportes para la Meditación:
Las dos primeras parábolas incluidas en el texto se refieren al "precio" que se debe pagar
para poder entrar en el Reino de los Cielos. Podemos preguntarnos: ¿Qué valor tiene el Reino de
Dios para nosotros?
Existen tesoros y perlas que están escondidos y valen mucho más de lo que se ve. En un
aspecto religioso ¿No estaremos dejando perder la ocasión de encontrar el tesoro y la perla por
pereza, comodidad o mente embotada?
El Reino es algo tan importante que para poder poseerlo no basta con que nos despojemos
de tal o cual cosa, sino que es necesario dejar todo sin reservarnos nada. ¿Estamos dispuestos a
desprendernos de todo lo que nos aleja del Reino?
¿Qué podemos hacer para que los demás descubran el Evangelio como la guía para obtener el
tesoro más importante?
Modelo de Oración:
En la oración, el diálogo se realiza, en primer lugar, en intimidad personal con el Señor,
luego se pone en común (en el caso de hacerlo comunitariamente). Damos solamente dos ideas
posibles para estos pasos: Una pequeña oración, o un signo.
Señor:
Ayúdanos
a distinguir lo que es importante y lo que no,
a descubrir el valor que tiene tu reino,
Para que podamos reconocerte
Como el mayor tesoro en nuestra vida.
Si el encuentro se desarrolla a nivel comunitario puede servir hacer un signo: por ejemplo
traer un gran baúl que permanecerá cerrado hasta este momento, cuando se abrirá y que estará
vacío. En ese momento se puede invitar a hacer el signo de colocar allí algo que pueda representar
la propia vida, que es lo más valioso que tenemos como signo de querer dejar nuestras vidas para
construir el reino
Contemplación/Compromiso:
En el último paso de la Lectura Orante nos parece bueno recomendar que dejemos unos
buenos minutos para contemplar todo lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos
dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, que acción para
transformar nuestro pequeño mundo realizaremos. Siempre debe ser algo muy concreto y en
coherencia con lo que el Señor nos pide en su Palabra.
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