Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud1 . Cristóbal Montalva Cautín Soñaba el alma de piedra que la vida era un cuchillo que se iba afilando en ella. 1. INTRODUCCIÓN. Se pretende en este texto esbozar un concepto histórico de infinitud. El esfuerzo, eso sí, se restringe a atender a los conceptos modernos y postmodernos de finitud e infinitud. La intención teórica es exhibir la naturaleza histórica, y no abstracto-formal, incluso de conceptos tan conspicuos como el de la infinitud. La intención práctica es exhibir que toda realidad es histórica. En lo específico la intención es trazar un concepto de infinitud que se identifica con lo humano. Sólo el asumir la modernidad última, nuestra época, la época en que se ha venido a descreer de la infinitud de lo humano, puede permitir recuperar conceptualmente la infinitud para lo humano. Reconstruir racionalmente la posibilidad de esta recuperación, posibilidad que sólo es estrechamente efectiva, que es sólo toda la leve postmodernidad que hemos alcanzado, es lo que aquí se pretende. Dos son los referentes desde los que se construye esta posible recuperación: Borges y Hegel. Con Borges se nombra aquí el concepto último de la modernidad. Curioso puede parecer ello. Borges se entenderá aquí como el concepto filosófico de la dilatante tardo-modernidad. De una modernidad que se cree toda la realidad habida y por haber. Una modernidad cargada de tedio, ya no sólo escéptica, sino también estoica. Una época que muere, que llega a su final: final que vive como lo que será eternamente. Es el fin de la historia pregonado por Fukuyama. Hegel, en cambio, será más bien aquí la postmodernidad 1 Texto desarrollado desde el seminario Filosofía, literatura y género impartido por la profesora Olga Grau durante el primer semestre de 2004. ISSN 0718-2848 1 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud en su concepto. Concepto desde el cual el fin de la modernidad es tan sólo el fin de la modernidad, y no el fin de la historia misma. Es el concepto que se presenta como lo otro de la modernidad, como su superación sólo posible en su asumirla en sus tensiones internas. 2. CONCEPTO MODERNO DE FINITUD. Ya Descartes expresó en clave epistemológica lo que era y ha sido la finitud para la modernidad. Es una finitud del todo insuperable para el sujeto mismo, para lo humano. Es la finitud del sujeto al que, con toda la ambigüedad que ello pueda revestir, no le basta con su autoponerse como fundamento para asegurarse el conocimiento, esto es, el acceder a lo que se le enfrenta, a lo extenso, a lo objetual. La finitud del sujeto es la finitud del objeto: se trata de un límite insuperable, una barrera, que se alza entre la res cogitans y la res extensa. Dualismo cartesiano no mitigado por la prioridad ontológica del sujeto: ello sólo exhibe que la finitud del sujeto queda puesta por, y no es sino, la condición trascendental del sujeto que tiene como determinación, como límite, el sólo poder estar cierto del contenido de sí mismo y de que un contenido se le opone, pero no del contenido mismo del objeto, de lo otro mismo que se le opone. La finitud del sujeto no se limita, pues, sólo a que la realidad que se le opone no sea por él puesta. Más aun se trata de una realidad no puesta para el sujeto, una realidad no dispuesta para ser conocida, una realidad impuesta en su opacidad, en devenir, tal que al sujeto le queda por sí mismo vedado todo acceso y trato cierto con ella. Será Dios, el ente supremo, la condición de posibilidad del conocimiento. Mas en su finitud, en su no ser Dios, al sujeto sólo le será dado el acercarse a hacerse de un conocimiento tal como el divino. Para el sujeto no hay nunca certeza de lo conocido mismo, sino tan sólo una certeza del acercarse. Certeza en que será posible el aproximarse al objeto mediante el ceñirse a un método que atiende a los límites de las facultades del sujeto. Expresada en su concepto toda finitud puede entenderse como una alteridad que es el límite, el término, desde el que se determina y se constituye lo real. Expresada en su concepto la finitud moderna es la alteridad insuperable entre dos irreconciliables y trascendentes sustancias: es el estar limitadas y enfrentadas la subjetividad una a la objetividad una. El objeto es para el sujeto una radical otredad a la que él queda opuesto. ISSN 0718-2848 2 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud Esta finitud moderna, esta alteridad insuperable, se concretiza no tanto como Dios sino como la naturaleza, como el universo. Sin derribar del todo esta alteridad insuperable, tarea de Kant fue el invertir el sentido del método: no es el sujeto quien debe adaptarse al objeto, sino que éste al primero. Poseedor éste de una sensibilidad finita, ante un ser que es mera posición, que epistemológicamente es más bien mera imposición, resulta de esta inversión que es la subjetividad misma la que constituye la objetividad en su determinación. No conocemos la naturaleza misma, pero sí nos es dado conocer la representación que nos hacemos de la naturaleza. Son las categorías del sujeto, los conceptos puros del entendimiento, los que configuran y determinan las impresiones, los datos indeterminados de la sensibilidad. El optimismo kantiano apuesta no sólo a que esa sensibilidad es universal, sino a que también el orden categorial lo es. Aquí en Kant la alteridad insuperable es la naturaleza misma nombrada como cosa en sí, a la que no tiene acceso el sujeto en su sensibilidad limitada. Sólo se llega a tener noticia del fenómeno, de lo que se muestra y aparece de esa cosa en sí, pero no de la cosa en sí misma. Tener sensibilidad es ya marca de finitud en Kant: es ya reconocer que sólo se tiene acceso a recibir impresiones de la cosa en sí, que luego se configurarán como todo el conocimiento que nos es posible: como el fenómeno. La finitud no tiene tanto que ver con la constitución trascendental de esta sensibilidad desde intuiciones puras, sino con el hecho mismo de tener sensibilidad, de existir en un mundo fenoménico y no tan sólo en un mundo nouménico. Es para un sujeto de existencia fenoménica que se alza el fenómeno como barrera que en su aparecer obstruye la aprehensión de la cosa en sí. Borges, nuestro concepto último de modernidad, se nutre igualmente de la finitud exhibida por el criticismo kantiano: “[...] sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo” (I, p. 626) 2 Por el hecho de ser de sentidos a todo hombre le es dado ver y no ver el universo: no vemos el universo mismo, sino que sólo su aparecer. Sin embargo, en Borges el optimismo ya ha sido dejado atrás. No es que no sólo no veamos el universo, sino que por ello mismo todo orden categorial se muestra como arbitrario y provisorio. Toda representación del universo constituida por el orden categorial se muestra como infundada. No hay tal universalidad de los Borges, J. L. Obras completas. Tomos I, II y III. Barcelona: Emecé Editores, 1989. Se cita refiriendo directamente el tomo, seguido de la página y eventualmente del texto de que proviene la cita cuando en atención al contenido ello se justifica. 2 ISSN 0718-2848 3 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud conceptos del entendimiento. No hay lugar aquí para una razón que aspire a alcanzar lo infinito como en Kant. Toda representación que nos hacemos la sabemos como irrisoria y absurda: “[…] no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo” (II, p. 86) “La imposibilidad de penetrar en el esquema divino del universo no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que estos sean provisorios” (II, p. 86) Aquí en Borges la finitud del sujeto no arraiga tan sólo en el hecho de ser con sensibilidad, sino en el hecho mismo de ser un sujeto para el que no hay ni sensibilidad ni esquema categorial universal: “Vemos y oímos a través de recuerdos, de temores, de previsiones” (I, p. 218, La postulación de la realidad) La facultad de imaginación, de ficción, devora a la facultad del entendimiento y a la de sensibilidad. Vivimos en una realidad que postulamos, en una realidad articulada tan sólo en el lenguaje. En esta articulación de la realidad se constituye a la vez el sujeto en su sensibilidad y entendimiento. He aquí nuestra finitud: sabemos que como sujetos sólo nos es dado hacernos de una representación del mundo, representación que sabemos ilusoria, ficcional, inventada desde lo más íntimo de nuestra subjetividad: desde nuestros deseos, desde nuestra voluntad. El mundo, el mundo al que tenemos acceso, es la arbitraria y absurda representación de nuestra voluntad. Aquí la finitud arraiga no tanto en ser con sensibilidad, sino en el ser con deseo. Lidiamos con un mundo, llamamos mundo a lo levantado tercamente una y otra vez por nuestros deseos en la forma del recuerdo y del temor. Hay finitud para un ser con deseo sólo si hay una alteridad tal que, aunque alguna vez parezca corresponder a sus deseos, en verdad, nunca es posible que ello se funde trascendentalmente: el universo mismo es absolutamente trascendente a los deseos, el universo no sabe del sujeto, ni éste de aquel. Como límite, como barrera, se alza más bien desde los deseos que desde la sensibilidad, la representación del mundo. La finitud moderna no es tanto la alteridad de la muerte. Ni menos una postulada alteridad categorial: algo así como la posesión de un número finito de categorías incapaces de ISSN 0718-2848 4 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud aprehender la inconmensurabilidad de lo sensible, de superar el abismo de lo singular. No hay finitud porque a un número finito de categorías se le opondría un sistema infinito de categorías siempre trascendente. Hay finitud porque al no sernos dado ver el universo no tenemos punto sobre el que afirmar un orden categorial uno. Todo orden categorial no es sino meramente propuesto. Todo orden categorial tal, infundado, se estructura, concretiza, en una representación del mundo que tiene siempre la marca de ser una mera ficción, un infundado sueño compartido, una infundada realidad. Hay en esta representación inevitablemente arbitrarios elementos, infundados elementos que denotan lo infundado de toda la representación: “Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso” (I, p. 258) Borges pensamiento de la totalidad es. Eso que llamamos la realidad es nuestro sueño compartido. Pero es esta representación del universo la que antecede a toda representación. Es la realidad una y nuestra la que antecede a todo objeto que llamamos real. La totalidad, la representación al modo del espejo, es la condición de posibilidad de lo singular, de cada una de las cosas del mundo. Sabemos que el mundo, la realidad no es más que el reflejo, el espejearse de la subjetividad constituyente de la realidad. El espejo no es reflejo de la cosa en sí trascendente, no es reflejo del universo mismo que no vemos, es reflejo de nosotros mismos, del espectro que constituimos nosotros y que nombramos como mundo. El espejo como representación es metáfora del orden categorial que es sabido como arbitrario y ficcional. El mundo, la realidad, no es aquí en Borges la constitución del universal fenómeno kantiano. No hay subjetividad universal: todo eso que llamamos mundo no es más que un espectro al borde de volverse un espectro otro y otro: “Yo conocí de chico ese horror de una duplicación o multiplicación espectral de la realidad, pero ante los grandes espejos [...] Temí, unas veces, que empezaran a divergir de la realidad; otras, ver desfigurado en ellos mi rostro por adversidades extrañas” (II, p. 164, Los espejos velados) El mundo, el espejo como representación no mediada por una subjetividad universal, es la reproducción infatigable y mecánica de nuestros temores y deseos. Puede decirse que vemos el ISSN 0718-2848 5 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud universo mismo por medio de nuestros deseos, pero más bien vemos siempre sólo nuestros deseos. Nuestro deseo es todo lo que llamamos mundo. Mundo que se constituye como alterable imagen de espejo, como espectro. Lo que llamamos mundo no se constituye como representación conceptual, como copia de un original. Aquí mundo es la representación especular: es en el estar repitiéndose el fracasado mirarse del deseo en la realidad misma que llega a haber un mundo como presencia espectral y frágil. Hay una alteridad, el mundo mismo, que el sujeto no alcanza. Y esta misma alteridad radical es la que posibilita la alteridad del sujeto para consigo mismo: el deseo mismo es la inminencia en todo momento de una alteridad que nos sobrepasa. Sin el deseo que se repite dejaría de haber eso que llamamos mundo. Pero repetición del deseo que ni a nosotros nos puede llegar a pertenecer porque en verdad nunca nos es dado ver el universo. La repetición del deseo es nuestra alteridad insuperable que viene a constituirse no en representación fiel del mundo en su aparecer para el sujeto, sino en representación espectral del mundo como arbitrario deseo del sujeto. No hay aparecer del universo mismo como aparecer, hay más bien aparecer fantasmático tan sólo del sujeto mismo, que en su aparecerse y aparecerse constituye a lo que llamamos mundo como espectro. La idea de mundo aquí no es abandonada en favor de la idea de libertad, sino en la de espectro. Finitud en Borges es también la alteridad del espectro, la alteridad del deseo que constituye al espectro en su repetirse como arbitrario e infundado orden categorial. En Borges lo absoluto es la totalidad de combinaciones de órdenes posibles (La biblioteca de Babel): combinaciones posibles que no son sino variaciones posibles una de la otra, que no son sino leves variaciones que son repeticiones de lo mismo. De un lo mismo que como suma de repeticiones no tiene sino la indefinición de determinaciones de un espectro, de un sueño. Nuestro límite mismo es este espectro, esta alteridad que no podemos rehuir. 3. DEL PROGRESO A LA REPETICIÓN AD INFINITUM: CONCEPTO MODERNO DE INFINITUD. La finitud es la categoría más obstinada del entendimiento. G. W. F. Hegel Toda determinación es negación. La determinación moderna de la finitud es también la determinación de su negación: del concepto moderno de infinitud. Para un pensamiento de la totalidad la finitud en su concepto determina a la infinitud en su concepto. Y viceversa. Uno es la determinación del otro. Es en torno al concepto de límite concreto, de alteridad concreta ISSN 0718-2848 6 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud para una época, que finitud e infinitud quedan determinados en su concepto. Para la modernidad clásica finitud es la alteridad externa de dos sustancias que quedan irreconciliablemente opuestas ante un límite insuperable en tanto dado como impuesto. Es este límite insuperable entre sustancias el que constituye a la finitud, pero también a la infinitud única de que sabe y es la modernidad. La sustancia que conoce, el sujeto, es quien puede volverse otra, pero no lo otro, la sustancia otra, el objeto, la barrera que le objeta en su pretensión de infinitud. En un primer momento optimista de la modernidad, a la sustancia que conoce sólo puede restarle la confianza de que, en su ir volviéndose otra en un proceso de depuración metódica, puede acercarse progresivamente a hacerse del objeto mismo que se le opone. Esta es toda la infinitud que le es dada prominentemente a una de las dos sustancias finitas, a la sustancia que conoce: es la infinitud para aproximarse indefinidamente una sustancia a la otra, pero permaneciendo siempre una a la otra opuestas, finitas. En la aproximación las sustancias no permanecen las mismas, cada una se va identificando con el siempre enfrentado aproximarse la una a la otra. Desde otro concepto de infinitud, Hegel nombra a esta infinitud moderna como negativa. Es desde un concepto postmoderno de infinitud que esta infinitud del progresivo acercamiento se muestra más bien como finitud. La infinitud del progresivo aproximarse una sustancia a la otra no es la infinitud misma, sino sólo una forma histórica de ella, su forma para la modernidad. Es la infinitud de la sustancia que conoce para acercarse y acercarse, una y otra vez un poco más, a lo que le objeta. Pero no hay superación del límite mismo, de la objeción misma, de la alteridad trascendente. Progreso ad infinitum es la posibilidad de negar siempre la finitud determinada de un acercamiento, pero tan sólo con otra finitud, con otro acercamiento. Se niega una finitud determinada, pero no la finitud misma, no se supera el acercamiento mismo. De una finitud se pasa a otra finitud. Así justamente no hay infinitud, no hay infinitud para dejar de ser finitud, hay sólo infinitud para no dejar de ser finitud. Infinitud para negar una finitud con otra finitud, pero nunca para negar la finitud misma. En palabras de Hegel: “Algo deviene un otro, pero lo otro es también un algo y deviene por consiguiente un otro, y así sucesivamente hacia lo infinito. Esta infinitud es la mala infinitud o infinitud negativa, por cuanto no es nada más que la negación de lo finito que no obstante vuelve siempre a resurgir por no haber sido también [efectivamente] superado” (Enc. Cs. Fil., pp. 196-197) 3 3 Hegel, G. W. F. Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Madrid: Alianza Editorial, 2000. Se refiere como Enc. Cs. Fil. ISSN 0718-2848 7 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud En un segundo momento de la modernidad, en un momento en que ya se van perdiendo las confianzas, se va abandonando el conocimiento como acercamiento al objeto mismo: tarea prioritaria se vuelve el acercarse a conocer el acercamiento al objeto, y ya no acercarse al objeto mismo. Impulsada por su propia lógica interna la modernidad se alcanza a sí misma en su fundamento: se sabe como escepticismo, como mero acercamiento al conocimiento del acercamiento y así ad infinitum. Presa de su propia lógica, el progreso ad infinitum se muestra como irrisorio. El descreimiento de la idea de progreso suscita su abandono, su traspaso en otra. Es la salida de la modernidad clásica a la postrera modernidad, a una modernidad del todo escéptica y más bien del todo estoica. Es Borges. Modernidad última nacida como crítica de la idea de progreso ad infinitum. Pero esta idea se critica sólo en su progresidad, en su apuesta por el acercamiento (I, pp. 414-418, El acercamiento a Almotásim). Sin embargo, esta modernidad es aún modernidad porque conserva como su haber el abismamiento ad infinitum. No es un ponerse, por eso, fuera de la lógica de la infinitud como ad infinitum. Reservando aún para sí esta infinitud, traspasa esta modernidad de la progresidad a la repetidad. Infinitud es aquí repetición ad infinitum. Con todo, al parecer se trata aquí de una repetición que no exige un original que esté dado primero. Repetición aquí queda definido como el reverso negativo de la idea de progreso, repetición aquí es ni acercamiento a ni alejamiento de, sino indiferencia trascendental ante la cosa. En otras palabras, no puede haber aquí un ideal, sino tan sólo una mismidad, un original de alguna especie, a repetir, una mismidad separada de lo otro, de la cosa en sí misma. Cabe entonces preguntarse ahora por el carácter específico de este repetir. En Borges cabe la siguiente alternativa: se repite desde un material dado, desde un original a priori, o se repite algo que sólo alcanza realidad como espectro en la propia repetición, esto es, algo que es un original a posteriori. Sea cual sea la naturaleza de estos originales, son ilustres sus nombres: Homero para la literatura, Platón para la filosofía. Para una mentalidad postilustrada o al menos para una mentalidad que se resiste aún a abandonar la noción de fin, es más plausible que se trate de la repetición desde un original a priori. Sin embargo, ello todavía parece importar no una repetición radical, sino una repetición que se acerca, una repetición que tiene como fin acercarse a remedar desplegadamente o en la variación que le corresponde a una época lo más exactamente un original. Esta es la imagen, atribuible a Jaspers y a Whitehead, de la filosofía ISSN 0718-2848 8 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud como meras anotaciones a los diálogos platónicos. Transformar meramente la unidad original, sin degenerarla, es en su concepto la repetición al modo postilustrado. Sólo variación, diversidad y no aún propiamente diferencia es aquí posible. Es para una mentalidad postromántica que es más plausible una repetición radical, una repetición desde un original a posteriori, que no es sino un espectro, un casi nada. La lógica de un repetir radical, sin embargo, parece exigir una cierta mismidad a priori: no la mismidad de un original a priori, sino la mismidad de unos materiales a priori. Es desde estos materiales a priori que se constituye la repetición y no sólo desde el original a posteriori. La repetición parece quedar asegurada en la existencia de estos materiales básicos. Materiales que en su diferente combinación posibilitan la mismidad una: un contenido informe que cada nueva combinación confirma como a posteriori, como original indefinido y espectral. Porque hay unos materiales dados, construir, y no propiamente crear, es en su concepto el repetir radical. Si hay materiales desde lo que se construye se está bajo la metáfora de la realidad que tenemos, de la representación de nada, del espectro, de la subjetividad, como un patchwork, como un centón. Las repeticiones como multiplicidad de arbitrarias construcciones tiene cada una como absurdo fin, como fin a posteriori, el repetir el espectro. Cada construcción, cada repetición, tiene un fin para sí misma que le es sólo tal a posteriori. Las construcciones ad infinitum, la multiplicidad infinita de aislados fines, posibilita, da lugar, a la diferencia radical: en la indefinición del espectro para esta lógica del repetir radical todo, la multiplicidad puede tener lugar. Habría que sospechar que puede tener lugar en verdad sólo todo lo que no supere la indefinición del espectro. Si bien puede distinguirse entre estas dos formas lógicas de la repetición ad infinitum, ello no obsta para que también sean confluyentes. Precisamente puede decirse que en Borges confluyen estas dos lógicas. En lo que sigue se intentará mostrar ello. En la confluencia de ambas formas se da la transformación de un original a priori desde materiales originales a priori: ello crea un espectro, un contenido informe re-construyéndose ad infinitum. Permanecer en una de aquellas lógicas es todavía amarrarse a un cadáver de fin, aunque sea a un concepto absurdo de fin. En Borges no tiene cabida concepto alguno de fin: se trata de la consumación del estoicismo. Este estoicismo radical puede ser el concepto último y final de la modernidad. El no tener fin alguno puede ser precisamente la posibilidad de abrirse a hacernos de un nuevo concepto de fin. Pero para un estoicismo radical la vida es directamente absurda, ni siquiera lo ISSN 0718-2848 9 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud es porque haya un fin que absurdo sea: es un cerrarse trascendentalmente a toda posibilidad de cambio, al menos, para la humanidad. La noción de eterno retorno de Borges grafica lo absurdo, el sin sentido del repetir, del ofrecer meras variaciones. Es el tedio del fin de una época, del fin de la modernidad, que se piensa a sí misma como toda la realidad habida y por haber, y que más aún descree de su propio proyecto original: descree del progresivo acercamiento. Es el tedio que reduce todo a sí mismo, lo finito que reduce lo infinito a espectro e ilusión. Toda novedad no es sino una ilusión: es repetición de algo caído en el olvido: “Nada nuevo hay sobre la tierra. Así como Platón concibió que todo conocimiento no es sino recuerdo, así Salomón sentenció que toda novedad no es sino olvido” (I, p. 533, El inmortal, cita a Francis Bacon) Le resta a la humanidad, entendida como todos los hombres, sólo repetir un mismo y único arquetipo. Es el género universal el que permanece eternamente: “[…] quien me oiga asegurar que ese gato que está jugando ahí es el mismo que brincaba y traveseaba en ese lugar hace trescientos años pensará de mí lo que quiera, pero locura más extraña es imaginar que fundamentalmente es otro” (II, p. 96, cita a Schopenhauer) La única infinitud que aquí tiene cabida es la de ser resonancia ad infinitum, la de repetir un contenido que en definitiva es uno e inalterable. Son dos, tres o cuatro las historias que los hombres estamos condenados a repetir. Estas mismas historias se muestran como alteridad insuperable, como finitud para el hombre: “También se le ocurrió que los hombres a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla perdida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota” (II, p. 448, El evangelio según San Marcos) “Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas” (II, p. 506, Los cuatro ciclos) Pero en la modernidad última ya no quedan sino los fragmentos del arquetipo, los fragmentos persistentes desde los que se pueden levantar reconstrucciones espectrales de lo mismo: ISSN 0718-2848 10 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud “Cuando se acerca el fin, escribió Cartaphilus, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos” (I, p. 544, El inmortal) “Ya no nos quedan más que citas. La lengua es un sistema de citas” (III, p. 54, Utopía de un hombre que está cansado) Es el hombre como humanidad, como los hombres, el que está condenado a repetir un arquetipo fractalizado, espectralizado. La humanidad es el hombre inmortal que está sujeto a repetir irrehuiblemente estas historias. Para el hombre como hombre singular y mortal resta un ámbito que escapa a esta determinación, a esta condena, resta una esfera de indeterminación, de precioso patetismo: “Entre los Inmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial, no rigen para los Inmortales.” (I, p. 542, El inmortal) Aquí se da el absurdo de que Homero es el inmortal, el inmortal que retorna como espectro: por evitar lo substancial se opta por lo fractal carente de vida, de fin, de espíritu, de unidad. Es la repetición porque sí. La repetición que es ad infinitum, que es sin fin, en los dos sentidos de la palabra fin. La repetición que es sin término, pero sin ser tampoco un avance, repetición desprovista de un en vista de. Es esta la lógica del estoicismo radical. A la humanidad sólo le es dado repetirse ad infinitum. Sin rehuir de ello, al hombre mortal e individual le resta en su acotado ámbito la diferencia radical. Ante esta acusación de estoicismo debería ser al menos curiosa la vindicación de un autoconfesado conservador y hasta reaccionario Borges por el postmodernismo que se jacta de ser lo contrario, de ser subversivo. Si postmodernismo y Borges, comparten la lógica de la absurda repetición en su pureza, pero por sobre todo en su concreción, uno u otro no son lo que aparentan ser. Sostengo que el postmodernismo no es lo que él dice de sí mismo: no es subversión de su realidad, de la modernidad, sino tan sólo subversión del modernismo, de la doctrina que vindica el optimismo y la confianza en el progreso. El postmodernismo no es sino el modernismo mismo en su reverso, no es tan sólo sino su alabado y citado Borges: es ISSN 0718-2848 11 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud estoicismo radical. Esto aquí sólo se afirma, sin ofrecer una demostración de ello. Sin embargo, al menos aquí es oportuno mostrar, aunque sea muy apretadamente, las distinciones involucradas. Modernidad es el concepto de una época, de la época en que se alcanza, tras la formalización del mismo tiempo, tras su vaciarlo de contenidos trascendentes, la conciencia del tiempo puro. Es la época en que se llega a saber a lo real, al ser, como tiempo puro, y con ello a la época alcanzada como la posibilidad de ser toda la realidad. El ser no es epocal, ni histórico. Modernidad es la época en que se ha alcanzado la posibilidad de alcanzar en el mismo tiempo en que transcurre la época, en su ámbito inmanente, al ser, al tiempo puro. Sólo la época en que se ha alcanzado la comprensión del ser como tiempo puro cabe plantearse la depuración metódica de la misma época para acercarse a alcanzar el tiempo puro. Es la época que puede pensarse y no sólo saberse inmediatamente, y no sólo tener certeza, de ser toda la realidad, de ser lo que siempre debió, debe y deberá ser, usarse, estar de moda. Es la época que se piensa como la época última que debía alcanzarse. Autoconciencia del tiempo es la postmodernidad. Es la humanidad que sabe al tiempo como toda la realidad, pero que sabe que ella misma es ese tiempo, que ella misma es todo el ser. Aquí la humanidad, el ser, se sabe como histórico, como habiendo tenido y teniendo lugar epocalmente: cada época, cada momento histórico del ser ha sido obra de la propia humanidad. El postmodernismo es la corriente de pensamiento de los filósofos de la diferencia radical que, sin embargo, sostengo que no abarca el concepto de postmodernidad en la profundidad de toda su posibilidad, y permanece preso de la lógica de la modernidad: es más bien subversión de otra corriente del pensamiento, del modernismo. Subvertir el pensamiento de una época no lleva consigo la superación de esa época misma, y ni siquiera la superación de ese pensamiento mismo. Es desde un estoicismo radical que la historia, y más aún los proyectos históricos se muestran como irrisorios. Este estoicismo barre con las categorías de historia, de necesidad, de finalidad: “Cada instante es autónomo. [...] no existe esa historia, como no hay la vida de un hombre, ni siquiera una de sus noches; cada momento que vivimos existe, no su imaginario conjunto” (II, p. 140, Nueva refutación del tiempo) “Hume identificó la idea habitual de causalidad con la sucesión. Así un buen film, visto una segunda vez, parece aún mejor; propendemos a tomar por necesidad las que no son más que repeticiones” (I, p. 239) Estamos condenados a permanecer en nuestro laberinto, en la absurda totalidad: ISSN 0718-2848 12 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud “No habrá nunca una puerta. Estás adentro Y el alcázar abarca el universo Y no tiene anverso ni reverso Ni externo muro ni secreto centro” (II, p. 364, Laberinto) En el laberinto hay alteridad radical: se está entregado a un lo mismo, que siempre es lo mismo. Esto tiene la apariencia de infinitud, pero no es tal porque hay una alteridad radical, tan radical que ni se nombra que ella sea responsable del vivir absurdo; de un repetir y tan sólo repetir. No hay lugar para la profundidad: sólo para lo espectral, carente de interior, que se le opone al hombre. Nuestra infinitud es repetir al infinito este nuestro mundo que nunca va a dejar de ser el mismo espectro, espectro que nunca avanzará hacia una definición precisa alguna. Espectro que nunca dejará de ser tal: que nunca está en vías de dejar de ser espectro para ni siquiera llegar a estar aproximándose a ser representación del universo mismo. 4. BORGES: POSTMODERNIDAD ABORTADA. Kant y Borges bifrontes: son la modernidad última y la cuasi postmodernidad primera. Son la tensión entre una y otra realidad. Borges es el tedio del fin: el tedio de una época que se sabe como toda la realidad habida y por haber, como inexorable laberinto, pero laberinto que lleva dentro de sí un estrecho ámbito de libertad para el hombre individual. O también, Borges es esta ambigüedad de la modernidad en su fin. Y Borges a punto está de dar con la infinitud postmoderna, pero fracasa. Es el tema de ser el otro. Es la unidad interna de dos otredades, es la identidad de contrarios: “[...] en el paraíso, Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panoia (el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima), formaban una sola persona.” (I, p. 556) Sin embargo, en esta figura de ser el otro esta identidad de contrarios no es vivida así por el hombre. Es sólo para la divinidad que tal unidad es porque quizá para ella son absurdas las diferencias por las que luchan los hombres. Aquí sólo es la divinidad la que supera la finitud, la alteridad. ISSN 0718-2848 13 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud Pero en Borges también se encuentra la figura del volverse otro. Para el individuo, no para la humanidad, resta un ámbito de libertad. Le es posible al individuo volverse su otro más otro, volverse su contrario: “Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya le estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él” (I, p. 563) Sin embargo, se tiene aquí una infinitud acotada, una infinitud finita. Aquí donde Borges podría dar con la infinitud, sólo se supera cierta finitud, no toda la finitud: resta la finitud de sólo poder ser alcanzada una absurda infinitud. Se trata de una infinitud tal no tanto porque el hombre individual lleve un destino impuesto, pues paradojalmente él debe decidir si actualiza efectiva o hasta soñadamente ese destino, ese límite. Se trata de una infinitud absurda, más bien, porque este volverse otro es sin sentido, es absurdo. Fatalmente es indiferente el destino que se escoja: ningún destino es mejor que otro, no hay un otro que sea un otro del sin sentido. Absurdamente los hombres como humanidad estamos repitiendo unos cuantos destinos, al hombre individual sólo le es dado el patetismo de elegir cuál de estas historias repite. Donde parece superada la finitud, donde el otro soy yo, donde soy círculo en que se abrazan yo y el otro, emerge una infinitud absurda. Es la infinitud de no tener en absoluto fin alguno que no sea absurdo. Después de todo, la vida para Borges es un absurdo. Es más, la figura de volverse el otro suele ser más bien la figura de volverse lo otro, de volverse lo muerto. Si la vida es absurda no debe extrañar la marcada presencia del suicidio en los relatos borgianos: El sur, La víctima de Tadeo Limardo, El inmortal, La escritura de Dios, La muerte y la brújula, La normas de Golinkin, etc. No habiendo un destino mejor que otro, no siendo posible como humanidad volvernos otra realidad, darnos nuestra propia historia, la dimensión de lo político no es más que lo absurdo. Es desde este absurdo que sólo se tiene como posibilidad decidir la propia muerte, pero tan sólo para que se repita una historia, nunca para fundar una nueva historia. ISSN 0718-2848 14 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud Pero voluntad no tiene por qué restringirse a ser voluntad limitada, individual: voluntad de sólo reconstruir y repetir una historia absurdamente impuesta. Como humanidad, como historia humana que se sabe como todo el ser la voluntad puede ser no de uno, no individual, sino nuestra. Es desde la esperanza que nos es posible lo imposible, nos es posible producir la historia misma, la cosa misma: “Más extraño, más puro que todo hrön es a veces el ur: la cosa producida por sugestión, el objeto educido por la esperanza.” (I, p. 440) 5. PARA UN CONCEPTO POSTMODERNO DE INFINITUD. Quien quiere algo debe saber limitarse: quien quiere todo en verdad quiere nada. W. Goethe Asumir a Borges es asumir la modernidad, es asumir la modernidad que se ha alcanzado como lo que siempre ha sido: como absurda, como autofrustrante superación de la finitud. Sólo una voluntad de postmodernidad puede superar a Borges. Postmodernidad es el concepto de una época que sólo restringidamente viene llegando a ser efectivo. Sólo aquí se alcanza profundidad para lo humano, la infinitud para la historia humana: el volverse por sí mismo un otro de sí mismo. Infinitud porque se puede ser otro, porque no hay algún otro tras un límite insuperable. Infinitud no es el fin de la otredad, no es la ausencia de límite, de fin. Infinitud es la muerte para los límites, para los fines que nos sean externamente impuestos. Infinitud porque nosotros nos damos a nosotros mismos nuestro límite. Porque nosotros nos autodeterminamos por ello podemos ser los infinitos, la infinitud. Se trata de una infinitud que lleva dentro de sí a la finitud como un momento de sí misma. La infinitud profunda es la que sabe de albergar la alteridad. La infinitud no es un momento de indeterminación, sino el momento de autodeterminación: se trata de una infinitud determinada, se trata del momento en que como humanidad nos arrebatamos de nuestro propio límite para ponernos otro límite, para volvernos otro de nosotros mismos. El momento de finitud es el momento en que la subjetividad, la humanidad, se vive como contrapuesta al propio límite que para sí ha puesto, es el momento que se abre al momento de la infinitud: al momento de superar el límite para poner otro límite, para volverse otro. Lo finito no está separado de lo infinito: ISSN 0718-2848 15 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud “El algo puesto con su término inmanente como la contradicción de sí mismo, por cuyo medio se halla dirigido e impulsado allende sí mismo, es lo finito.” (C. Lóg., p. 115) 4 “El superarse a sí mismo, negar su propia negación y convertirse en infinito constituye la naturaleza misma de lo finito” (C. Lóg., p. 122) La infinitud postmoderna no es la ausencia de todo límite, de todo término. Es el superar la modernidad: es el haber alcanzado la ausencia de todo límite insuperable, de toda alteridad que irremediablemente nos objete como deseo, como voluntad de autodeterminación. No hay subjetividad opuesta a una objetividad. La subjetividad, la humanidad, se sabe como toda la realidad: no hay dos otros dados. Lo que hay es subjetividad que se vuelve otra, que se vuelve objetividad, que se vuelve finitud: “Lo que efectivamente sucede es que algo deviene otro y lo otro en general deviene otro. En su relación con otro, algo es ya un otro frente a él; en su virtud, ya que aquello a lo que pasa es enteramente lo mismo que lo que pasa (ambos no tienen otra determinación que una sola y la misma, a saber, la de ser un otro), resulta entonces que pasando a otro, algo sólo viene a coincidir consigo mismo y esta referencia a sí mismo en el pasar y en lo otro es la verdadera infinitud” (Enc. Cs. Fil., p. 197) El infinito existe, pero no como lo indeterminado. Postmodernidad no es la vuelta a la infinitud que estuvo en el comienzo de Occidente: vuelta a lo infinito como lo indeterminado, a lo infinito que no tiene fin ni externo ni interno. Lo infinito como lo indeterminado es lo que no lleva abrazado dentro de sí a lo finito: es sólo el abismo trascendente desde el que toma lugar y término lo finito. “El infinito existe, y existe en un sentido más intensivo que el ser primero e inmediato; es el ser verdadero, el levantamiento por encima del límite” (C. Lóg., p. 122) Pero el límite no es lo que está sólo para ser subvertido: nos colocamos el límite para ser. Pero nada nos impele a permanecer sólo en ese límite. La vida no es absurda: podemos ser la voluntad de determinarnos a nosotros mismos, de darnos nuestro fin propio. Podemos ser postmodernidad, podemos ser la voluntad de ser la ancha libertad, de ser la infinitud profunda que sabe de acoger lo otro, la diferencia, dentro de sí. 4 Hegel, G. W. F. Ciencia de la lógica. Bs. Aires: Ediciones Solar, 1968. Se refiere como C. Lóg. ISSN 0718-2848 16 Anuario de Pregrado 2004 Asumir a Borges: para un concepto postmoderno de infinitud 6. CONCLUSIÓN. Producir es en su concepto la infinitud postmoderna. Producirlo todo, producir la realidad toda. Producir la realidad para la misma humanidad. Producir el ser que no es sino la humanidad misma. Producirse la humanidad a sí misma. Es la lógica de una teleología interna: del darse la humanidad a sí misma su propio fin. Es la voluntad de darse el propio fin y de producir efectivamente ese fin. La infinitud no está separada de la finitud: del tener un fin, del tener un deber, del tener una necesidad. Pero es la humanidad misma, nosotros los hombres históricos los que hemos puesto la necesidad de ese fin. Agrado, la hermosa e infinita transexual del filme Todo sobre mi madre, infinita porque brutalidad tierna, infinita porque fortaleza frágil, refiere que ser auténtico es tan sólo llegar a ser como uno se ha soñado. Esa autenticidad es la infinitud. Hay que tener un fin no hacia el que tender, sino al que alcanzar. Esta es una voluntad valiente, voluntad que puede ser feliz, que puede llegar a satisfacerse pues corre el riesgo de darse y hacerse de un fin. Quizá un pequeño otro de Olga Grau Duhart, un pequeño otro de Carlos Pérez Soto. Quizá el Sur: tal vez sólo al margen, al bajo fondo, le es dado al todo abrazar. Quizá los trabajadores que han puesto la belleza en su ancho mirar. Sí, aunque no esté de moda, la infinitud, la belleza, existe. 7. BIBLIOGRAFÍA. • • • • • • • Borges, J. L. Obras completas. Tomo I, II y III. Barcelona: Emecé Editores, 1989. Hegel, G. W. F. Ciencia de la lógica. Bs. Aires: Ediciones Solar, 1968. Hegel, G. W. F. Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Madrid: Alianza Editorial, 2000. Kant, I. Crítica de la razón pura. Madrid: Editorial Alfaguara, 1998. Nuño, J. La filosofía de Borges, México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1986. Volek, E. Cuatro claves para la modernidad, Madrid: Editorial Gredos, 1984. V. V. A. A. Filosofía y literatura en la obra de Borges, Santiago: Arcis-Lom, 1996. Resumen Desde la comprensión de que la realidad toda tiene una naturaleza histórica, se intenta esbozar una reconstrucción racional del concepto de infinitud: trazar la historia de la infinitud desde la modernidad clásica a la postmodernidad. Se intenta mostrar que por su propia lógica interna a la modernidad se le devela su concepto de infinitud como finitud, como permanencia de un límite trascendente, como otredad insuperable. Se mostrará, entonces, que sólo la postmodernidad, el asumir a la modernidad en sus contradicciones internas, puede alcanzar un concepto de infinitud que supere la finitud como alteridad trascendente. Sólo para una subjetividad que se produce a sí misma, que pone para sí su límite como fin interno e inmanente, es posible alcanzar un concepto verdadero porque profundo de infinitud. ISSN 0718-2848 17