LA COMUNICACIÓN EFECTIVA: “APRENDIENDO A DECIR” “Para que tú me oigas, mis palabras se adelgazan a veces como huellas de las gaviotas en la playa" ( Pablo Neruda, Veinte Poemas de Amor). OBJETIVOS DEL TALLER a) Comprender la importancia de una comunicación efectiva en la vida familiar. b) Incentivar la revisión crítica de la comunicación en cada familia. MATERIAL: ? Cartulina y plumones. DESCRIPCION DE LA ACTIVIDAD 1. Trabajo preparatorio: El monitor debe preparar con anticipación las ideas fuerza a través de un fotolenguaje, mostrando la comunicación tradicional y luego los efectos de una comunicación centrada en la persona que envía el mensaje. Este material se presenta a los participantes y se le ubica en un lugar visible para que todos lo puedan ver sin dificultad. 2. Se presenta el fotolenguaje, explicando el texto “Ideas fuerza” que se adjunta a continuación 3. Trabajo grupal N°1: a) Se conforman grupos de trabajo de 6 personas para realizar un Phillips 66, orientado a reflexionar acerca de lo observado. El monitor orienta el análisis con las siguientes preguntas: ♦ ¿qué fue lo más relevante? ♦ ¿cómo me siento yo ante el tema de la comunicación? b) Cada grupo debe completar el siguiente cartel y colocarlo en una muralla para que todos lo puedan leer. Lo más importante es: Yo siento: 4. Trabajo grupal N°2: a) Se continúa trabajando con los mismos grupos del trabajo grupal N°1, pero se inicia escogiendo a una persona para que cumpla el rol de secretario, para que anote la ideas que van a ir surgiendo al interior del grupo. El monitor entrega una pauta de preguntas para orientar la conversación: a) b) c) d) e) f) g) Cuando algo me parece bien o me gusta; ¿lo digo? , ¿cómo lo digo? Cuando algo me parece mal o no me gusta; ¿lo digo ? , ¿ cómo lo digo ? Cuando los niños hacen algo que me enfada ¿qué les digo? , ¿qué hago? Cuando los niños hacen algo que me da pena ¿se los digo?, ¿qué les digo?, ¿qué hago? ¿Cuál es mi actitud cuando el niño se enfrenta a una dificultad? Cuando el niño lleva una baja calificación ¿qué hago?, ¿qué le digo? Si el niño ha realizado algo bien, o es una fecha importante para él (cumpleaños, fin de año) , ¿lo hago notar?, ¿qué le digo? h) Cuándo al niño le sucede algo ¿a quién se dirige?, ¿me informo por otras personas ajenas a la familia? i) Frente a una situación conflictiva, que requiere de una decisión con respecto al niño ¿qué hago? , ¿converso con el niño?, o ¿pienso que él es muy pequeño para tomar una decisión? 4. Presentar en plenario las conclusiones del grupo: Cada secretario lee las conclusiones o ideas que surgieron en el grupo y se contrasta con lo consignado en los afiches que fueron escritos en la actividad anterior para determinar si hay relación o no y si surgieron o no nuevas ideas. 5. Finaliza el taller compartiendo un café. IDEAS FUERZA Generalmente pensamos que una buena comunicación es saber hablar o decir las cosas, pero para entendernos con otros tenemos que aprender a entender a otros. Comunicar es observar, escuchar, comprender; empatizar también, implica expresar (aunque no necesariamente con palabras) aquello que deseamos, necesitamos, sentimos o pensamos, acerca del otro, de nosotros mismos o de una situación particular, lo que requiere de ponernos en el lugar del otro. Sin embargo, para intentar ponernos en el lugar de otros y, sobre todo de nuestros hijos, no es suficiente recordar lo que hacíamos o sentíamos cuando se tenía la edad de ellos y a partir de esto extraer conclusiones y explicaciones, puesto que para tratar de entender al otro, es necesario ser cauteloso y no apresurar conclusiones. Debido a nuestra impulsividad creemos que comprendemos al otro, y estamos seguros de saber lo que él siente, piensa o desea cuando en realidad estamos muy equivocados, ya que tendemos a ver en el otro características que no son de él, sino que se las adjudicamos a partir de nuestras suposiciones, como también creemos que los demás piensan y ven las cosas del mismo modo que nosotros, lo que generalmente no es así. Por otra parte, suele ocurrir que las explicaciones que nos proporcionamos sean a partir de experiencias previas. Si alguien ha reaccionado alguna vez de una determinada manera, se tiende a pensar que siempre va a reaccionar de la misma forma. Pero las personas cambian, especialmente los niños, y por lo tanto van a ir variando sus conductas. Además, se nos olvida que todas las personas somos diferentes, y debido a esto, no podemos realizar generalizaciones o comparaciones sobre la base de experiencias con otros niños, ya sean, hermanos o hijos de amigos o familiares, quienes tienen sus propias pautas y formas de interacción. Otro factor que influye en las interpretaciones inadecuadas de lo que los quieren expresarnos son los propios temores, puesto que a veces se siente miedo de los resultados obtenidos de experiencias pasadas, o de aquellos que se pudiesen obtener de futuras experiencias; sin embargo, es necesario tener presente que lo vivido no se repite de la misma forma que en el pasado, y que lo por vivir aún es muy incierto, ya que nadie ha visto el futuro. Dado lo anterior, luego de tratar de entender lo que un niño o adulto está pensando, sintiendo o pidiendo, es necesario comprobar si la conclusión a la que se ha llegado coincide con lo que se nos ha querido expresar; o sea, es imprescindible asegurarnos que se está interpretando un mensaje en forma correcta. Para estar seguros que estamos entendiendo bien lo que el otro expresa es importante decírselo a él, dándole al niño la oportunidad de confirmar o no lo que se ha interpretado. Sin embargo, es menester no juzgar lo que él siente o piensa, sino que hay que aceptarlo porque es su vivencia, y como tal es totalmente legítimo y relevante. Generalmente, cuando se quiere saber lo que a un niño o adulto le sucede se le interroga con una seguidilla de preguntas “¿qué te pasa?, ¿qué hiciste?, ¿por qué?, ¿cuándo?, ¿con quién?, etc.”, a las que sólo se responde con monosílabos o simplemente se evaden. Las preguntas directas no son la mejor forma de lograr que la otra persona confíe en nosotros y nos diga lo que le afecta, especialmente cuando se trata de niños/as, quienes se sienten muy presionados y amenazados, más que aceptados y comprendidos. Además, con las preguntas se tiende a guiar la respuesta. Ellas hacen decir lo que el que está interrogando piensa que está ocurriendo, pero no dejan abierta la puerta para que el niño/a exprese francamente lo que siente. Por otra parte, las preguntas son consideradas como inquisitivas, dándole a quien se interroga la sensación que está siendo invadida su intimidad que, en especial para el adolescente, es su propio terreno y muy pocas veces permite que sea penetrado. Para acceder al mundo del otro, es él quien debe dar paso y permitir el ingreso a su privacidad. Esto debido a que frecuentemente los padres se quejan que les cuesta lograr que los hijos les cuenten las cosas que les inquietan, dado que no presentan actitudes que facilitan la comunicación. Si se quiere que el niño confíe en sus padres el cuerpo debe mostrar una actitud de apertura y cercanía; si el niño siente a su padre o madre relajado y con interés por escucharle, le será más fácil hablar. Por su parte, cuando percibe que es realmente aceptado/a por el adulto, tal como es, se siente más libre de comunicar de manera efectiva su interioridad. Luego de generar el lazo de confianza, es importante invitarles a hablar, con expresiones generales, abiertas, que no tiendan a encauzar la conversación en función de un tema, que a juicio del adulto, es el relevante. Preguntas como ¿te ocurre algo?, ¿te gustaría contarme algo?, acompañadas de gestos, miradas y caricias, dan paso, más que a respuestas, a vivencias, las que son comunicadas tanto por la palabra hablada, como por los gestos y las miradas. La comunicación debe ser clara, diciendo lo que se siente, piensa o cree con palabras simples, frases cortas, ejemplos o descripción de las propias vivencias, pero evitando las comparaciones o desvalorizaciones, ya que como dijimos, todo lo que el otro experimenta es válido e importante, puesto que forma parte de su vida. Asimismo, cuando uno trata de comprender al otro se centra en el “Tú”, haciendo un intento por saber lo que al otro le está sucediendo. Pero cuando lo que se quiere es comunicar un mensaje es necesario centrarse es uno mismo, y decir lo que a uno le está ocurriendo. Por ejemplo, en vez de decir “lo que sucede es que eres un desordenado y nunca me obedeces”, es mejor decir, “lo que me ocurre es que cuando veo desordenada la casa, me siento incómoda y me molesto… por ello, me gustaría que mantuvieras ordenada tu pieza”… La comunicación no es efectiva cuando se habla mucho del otro, juzgando y criticando, sin mirarse a sí mismo y sin tratar de entender lo que está pasando en la relación con el otro que hace que estemos molestos. Si bien, esto implica expresar sentimientos, no es fácil, puesto que nuestra cultura tiende a enseñar que es positivo controlar las emociones y que es mejor no manifestar lo que nos ocurre. Expresiones como “los hombres no lloran”, “no seas enojona”, “hay que ser valiente”, etc., están muy arraigadas en nuestro medio y nos obligan, de cierto modo, a comportarnos de determinada manera, haciendo que muchas veces manifestemos un autocontrol que nos provoca daño. Es así, que para una comunicación sana se requiere de mostrarse al otro, manifestando que nos aceptamos y que por ende, podemos aceptarlo en toda su dimensión.