MEDITACIÓN 65 EN LA CALLE DE LA AMARGURA 1. ° Jesús cargado con la Cruz.- Jesús vuelve de nuevo a tomar sus vestidos, deja la púrpura y la caña, pero no la corona. Es Rey y como Rey va a morir, por eso su corona no cae de su cabeza. Ya tomó, abrazándose a ella, la Cruz..., y el cortejo se puso en marcha. Rodeado de soldados y verdugos que le insultan... y maltratan sin cesar..., de una muchedumbre inmensa que le maldice..., y se goza en verle sufrir... y de dos ladrones criminales, camina Jesús. Contémplale...: esa respiración fatigosa que oyes, es la suya..., no puede más... El reguero de sangre que deja en el camino, dice cómo lleva su cuerpo..., todo hecho una llaga por los azotes... La Cruz es muy pesada...; no es el peso material de ella..., sino todo lo que con ella ha cargado sobre sí..., ¡es el peso de todos los pecados de los hombres!... ¡Qué peso más espantoso! También tus pecados van en aquella cruz oprimiendo a Jesús... y no puede con ese peso... ¡Qué extraño, si es tan grande! No obstante, nadie le alivia... Mira a todas partes y no encuentra una sola persona que le alivie su Cruz. Te mira a ti, a ver qué haces ante este cuadro, y a lo más, encuentra palabras bonitas..., hermosos deseos..., pero prácticamente, ¿cuánto haces por aliviar el peso de la cruz de Cristo? ¿Te acuerdas de esto en tus caídas... en tus faltas frecuentes? Mira a la Santísima Virgen; Ella sola..., Ella, ¡la única!, que no arrojó el peso de sus pecados, que nunca tuvo, sobre la Cruz de su Hijo. Ella, ¡la única! que puede y sabe consolarle, aliviarle y ayudarle. Ponte junto a Ella..., imítala y pídela que te enseñe a consolar y a aliviar a Jesús. 2. ° El acompañamiento que lleva Cristo.- A) Unos le cargan la cruz: los judíos, los fariseos, los soldados y verdugos. También ellos llevan la cruz..., la cruz de sus pecados. No hay remedio, o se lleva la Cruz de Cristo o la cruz de Satanás, que es más afrentosa y más pesada. B) Otros llevan la cruz con Cristo, y son los ladrones, pero no la llevan por Cristo, ni por amor a Cristo, sino a la fuerza, con rabia y con desesperación. C) En tercer lugar, está el Cirineo, quien lleva la cruz de Cristo y carga con ella... ¡Qué dicha la de este hombre!... No la conoció al principio..., por eso tampoco acepta su carga voluntariamente..., más poco a poco fue conformándose, y terminó por llevarla con gusto y alegría, y esto le santificó. Así la cruz, aunque sea involuntaria e impuesta a la fuerza, puede servir para santificarnos. D) Otro grupo es el de las piadosas mujeres... Éstas acompañan a Cristo, se compadecen de Él...; quisieran aliviarle y quitarle aquella carga si pudieran..., pero su compasión es incompleta por ser puramente humana... Ven en Cristo al hombre desgraciado..., no ven en Él a Dios que sufre...; por eso no comprenden ni penetran en la causa por la que padece. Jesús se la dice: son vuestros pecados, llorad por ellos..., así me consolaréis..., sólo así. E) Por último, mira el grupo que acompaña a su Madre. Esta sí que sabe llevar la Cruz con Cristo 1 y como Cristo... ¡Qué parte toma María en su pena y dolor!... ¡Qué sufrimiento más igual el de los dos corazones!... Igual en todo..., en la intensidad que ya no puede ser más..., en el motivo, que son nuestros pecados, que a ambos tanto afligen y tanto cuestan...; en el modo, que es por puro amor..., divino e infinito amor del Hijo que se refleja todo lo que puede en la Madre. Elije: Tienes que llevar la Cruz..., tienes que acompañar a Cristo en el camino del Calvario..., no puedes eludir esta obligación..., sólo tienes libertad para elegir la forma y el modo de llevar la cruz... ¿En qué grupo quieres figurar? Pide a la Virgen te admita en el suyo, en compañía de aquellas santas mujeres. Ponte junto a Ella..., muy cerca de Ella... y ahora, a sufrir..., a llevar la cruz que Dios te dé. Nunca la lleves a solas..., no acertarías a llevarla y sería sumamente penosa... A su lado todas las cruces son pequeñas..., todos los dolores se endulzan. 3. ° El encuentro.- Contempla en silencio este devotísimo paso. No es posible expresarlo con palabras...; deja a tu corazón que hable y sienta todo lo que pueda y sea capaz de sentir. Mira el sentimiento de aquella Madre que anhela acercarse a su Hijo..., quiere verlo más de cerca..., cambiar con Él una mirada..., una palabra..., una muestra de afecto y de cariño maternal. Y, efectivamente, en medio de la calle de la Amargura, le sale al encuentro..., le tiende sus brazos..., le quisiera arrancar, si fuera posible y llevarle consigo. Jesús levanta sus ojos y ve a su Madre...; se encuentran las dos miradas... ¡Cuántas cosas se dirían con ellas!... ¡Qué bien se entenderían! Los Corazones se compenetraron y cada uno aumentó más su dolor con la vista del otro. Bien lo sabía María y, no obstante, no rehúye el encuentro. Quizá no creyera ver tan desfigurado a su Hijo... ¡Cuán grande sería su dolor al contemplar aquel rostro divino tan asquerosamente tratado y tan horriblemente desfigurado! Sólo Ella, con su mirada de Madre, lo pudo conocer. Aprende generosidad ante el hecho de ver a María salir al encuentro de Jesús, que tanto dolor la había de causar. No dudes..., no vaciles..., sal generosamente al encuentro del dolor..., del sufrimiento..., que allí te espera Jesús..., encontrarás indefectiblemente a Jesús. 2