NIÑOS Y JOVENES PREOCUPADOS Y PERFECCIONISTAS LA CONDUCTA CONFIADA y MOTIVADA. Para aprender, el colegio propone actividades variadas según la edad de los alumnos, las asignaturas de cada curso, las concepciones y el estilo de cada profesor. Es importante que los niños y adolescentes realicen la mayoría de estas actividades sintiéndose protagonistas y responsables de ellas, centrados hasta terminarlas con un grado razonable de calidad, con gusto, sentido e interés; contentos con el fruto conseguido; que sepan organizarse solos y administrar bien el tiempo. Las actividades que habitualmente tienen consecuencias saludables en el entorno en que nos movemos acabarán convirtiéndose en tareas realizadas con gusto y significado. Si uno escucha comentarios positivos o ve señales y gestos de satisfacción en sus padres, profesores y compañeros cuando termina de hacer algo, acabará interesado por esas actividades que le proporcionan reconocimiento social. Aprenderá que estas conductas tienen consecuencias en los demás, cumplen deseos y expectativas de los padres y adultos, y uno mismo puede sentirse feliz realizándolas. Para cualquiera serán motivadoras actividades que le hagan sentirse competente y con éxito; que le proporcionen la experiencia de aprender, crecer y superar dificultades. El éxito genera sentimientos de autoconfianza y de valentía ante retos futuros. Conforme vayan haciéndose mayores, apreciarán las actuaciones que consiguen créditos sociales: notas, títulos, calificaciones. También se interesarán por aquellas actividades del colegio que les permiten comprender situaciones habituales de su vida cotidiana, hablar de ellas y resolver problemas corrientes. ALGUNOS ALUMNOS NO LOGRAN CONFIANZA NI INTERÉS. Muchas razones pueden contribuir a que uno no afronte confiado las actividades o no llegue a interesarse sinceramente por ellas. En estas páginas nos referimos a las exigencias inadecuadas y el perfeccionismo, que introducen en el trabajo preocupaciones y referencias inoportunas. Las tareas que requieren habilidades y destrezas que el alumno no tiene o no domina conducen inevitablemente a la frustración y el desinterés. Algunos adultos proponen objetivos inadecuados, que no respetan el ritmo personal de los chicos. Empujados por sus propias aspiraciones, exigen por encima de lo adecuado y propician experiencias de fracaso y error. Con frecuencia, esta exigencia inadecuada se refiere al aprendizaje escolar. Demasiado preocupados por el desarrollo académico de los niños, conceden excesiva importancia a esta faceta y olvidan o conceden menos atención al desarrollo social, físico, deportivo, cultural de los mismos. A veces, al tiempo que exigen demasiado, ayudan y sobreprotegen más de lo conveniente: Fomentan así dependencia e invalidez. O presionan excesivamente provocando ansiedad, preocupación y baja autoestima. Los padres y profesores obsesionados por el rendimiento escolar de los hijos y alumnos suelen compararlos con otros compañeros, hermanos, primos o vecinos. Piensan que anticipando los aprendizajes garantizan el éxito futuro. Tienen aspiraciones demasiado ambiciosas sobre lo que deben hacer los niños; aspiraciones que no corresponden a las posibilidades objetivas de éstos ni respetan su participación voluntaria. Cada vez que el hijo o alumno actúa, el adulto perfeccionista hace comentarios o gestos que señalan lo que está mal, aquello que todavía podría estar mejor. Quienes viven con personas perfeccionistas tienen la sensación frecuente de que muchas de sus actuaciones “fracasan”, “incumplen”, “no dan la talla”, “no complacen a las personas significativas”, “decepcionan expectativas de quien les exige o pide favores”. Estas experiencias pueden reducir sentimientos de autoestima y valía personal; de confianza y autonomía. Los jóvenes perfeccionistas y obsesivos han aprendido a decirse a sí mismos mensajes escuchados a los adultos perfeccionistas. Pueden ser hiperexigentes consigo mismos y con los demás. Si tienen autoconcepto negativo y baja autoestima, pueden reducir sus actuaciones para evitar ocasiones de vergüenza y crítica; extremar su cautela y prudencia en contextos que consideran amenazantes. Es fácil que comparen sus logros con los de sus compañeros, amigos o familiares. El trabajo escolar puede terminar asociado a reacciones de ansiedad y preocupación, especialmente en aquellos momentos en que “se juegan el tipo”: exámenes, selectividad, notas, acceso a una carrera… Un alumno que se enfrenta al trabajo con esta actitud puede preocuparse demasiado y angustiarse por no sacar buenas calificaciones, no estar a la altura de sus compañeros más competentes o no cumplir las expectativas de sus padres y profesores. Aunque pueda y sepa realizar la tarea, deja pasar el tiempo, se olvida, no se da por aludido, elude responsabilidades y esfuerzo. No quiere hacerla, o, como mínimo, no está dispuesto a ello en el momento en que se le pide. Si las preocupaciones son obsesivas, pueden aparecer reacciones de ansiedad y angustia asociadas a previsiones negativas o anticipaciones funestas. Es probable que estos niños tengan actitudes de recelo ante adultos que les exigen y presionan, que no colaboren con ellos tranquilamente. ORIENTACIONES PARA ACTUAR. Para que los niños y jóvenes consigan confianza y se responsabilicen de sus compromisos podemos tomar algunas decisiones. • Presentar demandas razonables, adaptadas a las características personales de cada uno, respetuosas con su estilo personal y con el grado de colaboración que quiera concedernos. Sólo se pueden exigir unas determinadas conductas cuando se tiene la seguridad de que el niño posee las destrezas previas necesarias para llevarlas a cabo. • Elegir tareas que puedan realizar los niños solos, utilizando con autonomía los recursos disponibles en la mayor parte del trabajo, o con ayuda mínima razonable. • Las exigencias adecuadas para el desarrollo óptimo deben permitir un grado de éxito y competencia para que el sujeto se sienta bien, por una parte; y retar, estimular esfuerzo e investigación, búsqueda y aprovechamiento de los errores, por otra. Las tareas demasiado sencillas no son motivadoras. Tampoco lo son las tareas demasiado difíciles. • Establecer metas claras y asequibles, que permitan experiencias de éxito. Distribuir y jerarquizar las metas deseadas en pasos progresivos de dificultad creciente, comenzando con los más sencillos y terminando con los más complicados. • Respetar el ritmo de trabajo y avance de cada alumno, reforzando lo que realmente hace y evitando destacar exclusivamente aquello que deja de hacer, podría haberlo hecho mejor o que hacen los demás mejor que él. • Inculcar la idea de que lo importante es trabajar con agrado y procurar que todo salga bien; que uno debe sentirse satisfecho de sus trabajos si están razonablemente bien terminados y ha hecho el esfuerzo honesto que se le pide. • El éxito propio es el mejor de los refuerzos y la motivación más eficaz. • Reforzar las adquisiciones y logros pequeños, las aproximaciones e intentos bien encaminados. Uno consigue lo óptimo, el producto perfecto final, si comienza sintiéndose bien con lo normal y lo pequeño. La motivación es fruto de experiencias gratificantes parciales. • Fomentar autoestima realista, asumiendo las virtudes y los límites. • Evitar referir, comparar, establecer contrastes que dejan mal al niño, le humillan y merman su autoestima. • No centrar demasiada atención en los errores e incumplimientos; tratarlos con discreción y humor. Enseñar a los niños a enfrentarse con los propios errores y apechugar con las consecuencias de no hacer las tareas debidas o no hacerlas con la debida calidad. • Procurar que la actividad académica realizada en casa tenga un carácter agradable. • Garantizar que las actividades escolares en casa no reduzcan el ejercicio físico, la diversión y la relación social. • Permitir y fomentar en los niños autonomía e independencia en la planificación de actividades. Fomentar aficiones y actividades personales variadas y agradables. Favorecer actividades compartidas con otros niños de la misma edad, ejercicio físico y diversión. No planificar demasiado la vida de los muchachos ni centrarla exclusivamente en las tareas escolares. • Procurar la colaboración sincera del niño o niña al que ayudamos y su compromiso serio con la parte que le corresponde. • Emplear refuerzos sociales después de actuaciones autónomas e independientes: felicitaciones, comentarios agradables, expresión de alegría por sus progresos... Celebrar y compartir los logros. • Comentar y destacar ante el niño sus progresos en autonomía. La satisfacción manifiesta de los adultos puede convertirse en un reforzador de la conducta cambiante y contribuir a que vaya adquiriendo confianza. • Procurar que los niños experimenten sentimientos de satisfacción, orgullo y competencia personal cuando colaboran, obedecen o practican actos morales. • Fomentar relación con iguales. Vicente Elustondo. Orientador. ENTREMANOS. Nº 30. Noviembre, 2003.