Crímenes, Terror y Represión en el siglo XX LUDOVICO VIDELA Comentario de la obra "Le Livre Noir du Communisme" de Stephane Courtois, Nicolas Werth, Jean Louis Panné, Andrzej Paczkowski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin, Ediciones Robert Laffont, París 1997, 846 páginas. Hay traducción castellana. 1.- Introducción Esta obra publicada bajo la dirección de Charles Ronsac está dedicada al conocido historiador recientemente fallecido Francois Furet. De hecho, los autores conforman un equipo de trabajo que se formó bajo la dirección de Furet en la ciencia historiográfica. Francois Furet conjuntamente con Ernst Nolte son dos autores que, a pesar de provenir de orígenes ideológicos totalmente opuestos, coinciden en una interpretación de la historia europea contemporánea que une a su rigor científico y documental, una visión renovada de los dolorosos sucesos criminales de este siglo originados en razones políticas. Francois Furet (1927-1997) fue miembro de la Academia francesa y uno de los grandes historiadores del siglo . Comunista convencido, descubrió la impostura de la política soviética y comenzó una autocrítica que originó diversas investigaciones historiográficas, la más conocida fue "El pasado de una ilusión, ensayo sobre la idea comunista en el siglo xx" (1995), y además la obra que nosotros comentamos, que el deseaba prologar pero la muerte se lo impidió. El libro analizado está compuesto por una introducción y conclusión a cargo de Stépahne Courtois y cinco secciones, que describen la experiencia comunista en las diversas regiones del mundo, incluyendo la América Latina. La primer parte comprende quince capítulos y casi trescientas páginas dedicadas básicamente a la experiencia soviética. Cubren el "Octubre rojo", el "Terror rojo", donde se inicia la práctica Bolchevique de reprimir con el asesinato cualquier forma real o supuesta de oposición, las hambrunas forzadas, la colectivización y liquidación de los Kulaks, el "Gran terror" de 1936 a 1938, los campos de concentración que fueron modelo de los nazis, el apogeo y la crisis de los gulags, el último complot y el final de Stalin con la maniobra publicitaria de Kruschev de tomar distancia del pasado ignominioso del régimen. La segunda parte denominada "Revolución mundial, guerra civil y terror" tiene tres capítulos y 90 páginas, donde se demuestra la política sistemática de exportación del terror a través de la revolución y el terrorismo. En esta sección hay un capítulo sobre la acción comunista en la guerra civil española, en la cual actuó al servicio de los soviéticos el argentino Victorio Codovilla. La tercera parte, abarca dos capítulos y 33 páginas y trata el doloroso martirio de Polonia, "la nación enemiga", y de Europa central y del sudeste. La cuarta parte, sobre el comunismo en Asia, se denomina entre la "Reeducación y la masacre". Su extensión alcanza las 200 páginas en tres capítulos que cubren a China – "Una larga marcha en la noche"-, Corea, Vietnam y Laos- "La simiente del dragón"-, y 23 Camboya — "El país del crimen desconcertante". La última parte tiene tres capítulos y 63 páginas que incluyen la América Latina, ÁfricaEtiopía, Angola y Mozambique- y Afganistán. Courtois es director de investigaciones históricas de la CNRS (Géode-París X) y publicó recientemente "Historie du Parti communiste francais" (Presses universitaires de France, 1995 con la colaboración de M.Lazar) y "Eugen Fried. Le grand secret du PCF"(Le Seui1,1997, con A.Kriegel) El libro se inicia con una cita de Tzvetan Todorov de su obra "Les Abus de la mémoire" que dice : "La vida pierde contra la muerte pero la memoria gana su combate contra la nada ". Es que todo el sentido de este documentado trabajo consiste en alertarnos sobre la necesidad de no olvidar la cosecha del comunismo, que ha afectado nuestra vida, ha cegado la de millones de inocentes y todavía impera en una parte importante del mundo. 2. Primer balance del comunismo La frase de Raymond Queneau "la historia es la ciencia de las desgracias del hombre" abre el primer ensayo de Stéfhane Courtois, que conforma una explicación y justificación del sentido de la obra. Esta fórmula nunca se ha visto mejor aplicada que en el siglo veinte. Es cierto que en el pasado encontramos muchos ejemplos de violencia ejercida por los Estados en forma masiva e indiscriminada. La trata de negros, por ejemplo, implicó a la mayoría de las potencias europeas. Estados Unidos tiene en su historia dos grandes crímenes como fueron la exterminación de los indios y la esclavitud de los negros , pero el grado de criminalidad de nuestro siglo supera todo lo conocido anteriormente. Una ojeada a los acontecimientos más importantes de las décadas pasadas, impone una conclusión abrumadora: nuestra era "ha sido el siglo de las grandes catástrofes humanas"1 Dos guerras mundiales, el nazismo, el genocidio de los armenios, el de los judíos y de los gitanos, las matanzas de alemanes del sudeste en 1945-46, la complicidad de los suizos 24 en la exterminación nazi, son apenas algunos ejemplos de la barbarie contemporánea. El comunismo está en el centro de este cuadro de indignidad. Es un fenómeno central del siglo, se inicia en Moscú en 1917 y afecta los cuatro grandes continentes declinando a partir de 1991. Hecha esta afirmación surge una primera pregunta elemental: ¿ a qué nos referimos precisamente con la denominación de comunismo?. Aquí, dice Courtois, hay que distinguir entre la doctrina y la práctica. Si nos remontamos a la filosofía política, el comunismo es una realidad milenaria en la que se reconocen aportes de Platón, Tomás Moro y Campanella. Pero nuestro fenómeno político contemporáneo nada tiene que ver con estos autores y abreva como el nazismo en las fuentes doctrinarias del iluminismo y la filosofía alemana y actualiza su criminalidad de ese singular revolucionario francés que fue Gracchus Babeuf, "el inventor del comunismo moderno, calificado en 1795 de populicida"2 . No en vano Lenin asimila la matanza de los cosacos a la sangrienta campaña de la Vendée en 1795. El origen del nombre en su acepción actual, proviene de la decisión que adoptan los socialdemócratas rusos conocidos como bolcheviques de llamarse "comunistas" a partir de noviembre de 1917. Pero como ha escrito Ignacio Silone "en verdad las revoluciones como los árboles se los conoce por sus frutos ", y "más allá de los crímenes individuales, las masacres puntuales, circunstanciales, los regímenes comunistas han erigido, para afirmar su poder, el crimen de masas en un verdadero sistema de gobierno.3 Es cierto también, que después de algunas décadas de régimen opresivo el terror pierde fuerza, se estabiliza la gestión política a través de la censura de todos los medios de comunicación, la expulsión de los disidentes y el control de las fronteras. Pero el recuerdo del terror asegura la eficacia del aparato de represión, por lo que se convierte en un elemento esencial del régimen. Esta modalidad del uso del terror formó parte de la vida cotidiana de las experiencias comunistas más identificables, algunas de ellas muy populares en Occidente. La China del "gran timonel", Corea de Kim II Sung, Vietnam del "gentil tío Ho", la Cuba de Fidel flanqueada por el Che Guevara, Etiopía de Mengistu, Angola de Neto y Afganistán de Najiboullah. Hay que reconocer que en la mayoría de los casos esta dimensión criminal se realizó dentro de una "legalidad", en la que operaban el crimen, las instituciones del régimen presididas por jefes de estado reconocidos internacionalmente y elegidos por sus pares del partido. Pero si bien el tiempo ha pasado, "los archivos y los abundantes testimonios demuestran que el terror fue desde el origen una de las dimensiones fundamentales del comunismo moderno.4 Lejos de ser accidentes coyunturales o problemas propios de un país o una época, las matanzas del comunismo hacen indiscutible desde un punto de vista histórico "considerar la dimensión criminal como una de las dimensiones propias que estructuran el sistema comunista durante todo su período de existencia"5 Cuando se piensa en los asesinatos del comunismo, a veces se pasa por alto los graves atentados realizados contra la cultura universal y las culturas nacionales. Stalin, por ejemplo, hizo demoler decenas de iglesias en Moscú. Ceaucescu ha destruido el corazón histórico de Bucarest. Pol Pot destruyó piedra a piedra la catedral de Phnom Penh y abandonó los templos de Angkar. La revolución cultural maoísta fue un vendaval que destruyó tesoros inestimables a manos de los guardias rojos. Pero por más emblemáticos que hayan si-do estos atentados a la cultura, no son comparables con el daño infinito del asesinato de hombres, mujeres y niños. Un primer balance, que no es más que una gruesa aproximación, nos da un orden de magnitud de esta empresa política con metodología criminal. Las cifras son las siguientes: Movimientos comunistas internacionales y partidos comunistas que no están en el po- der; 10 mil muertos. El total aproximado alcanza los cien millones de víctimas inocentes muertas por acción de esta ideología política. 3. - Crímenes contra la humanidad Uno de los aspectos interesantes de esta obra es el desarrollo que hace de la evolución de la definición jurídica de los diferentes delitos cometidos por un Estado. El Tribunal de Nuremberg instituido por los aliados para juzgar a los dirigentes nazis y los nuevos códigos penales distingue tres tipos de crímenes mayores a saber: contra la paz, de guerra y crímenes contra la humanidad. Los crímenes contra la paz se definen en el art.6 del estatuto del Tribunal y comprenden tanto la dirección, preparación, declaración o ejecución de una guerra de agresión o de violación de los tratados o acuerdos internacionales. Stalin en su acuerdo secreto con Hitler para la división y anexión de Polonia, su invasión de Finlandia, el ataque de Corea del Norte a Corea del Sur, la intervención masiva de China en ese conflicto y los métodos de subversión terrorista de los partidos comunistas dirigidos por Moscú son claros ejemplos de este tipo de delitos. Un segundo tipo lo constituyen los crímenes de guerra, que se definen como la violación de las leyes y costumbres de la guerra. Estas comprenden los asesinatos, deportaciones para trabajos forzados de la población civil, ejecuciones de rehenes, el pillaje de bienes públicos o privados y la destrucción o devastación de ciudades no justificadas por razones militares. Hay numerosos ejemplos de esta conducta en los regímenes comunistas. Stalin ordenó o autorizó numerosos crímenes de guerra como la muerte de 4.500 soldados polacos en Katyn, el asesinato de centenares de miles de prisioneros alemanes entre 1943 y 1945 y muchos otros. El tercer tipo de crímenes se refiere a los realizados "contra la humanidad". Los antecedentes jurídicos son numerosos e incluyen el genocidio armenio a manos de los turcos, los crímenes del nazismo y numerosos abusos cometidos por Lenin y sobre todo por Stalin. El nuevo código penal francés define el cri- men contra la humanidad como "la deportación, reducción a esclavitud, la práctica masiva y sistemática de la ejecución sumaria, el secuestro y desaparición de personas, la tortura u otros actos inhumanos, inspirados en motivos políticos, filosóficos, raciales o religiosos, organizado y ejecutado en forma sistemática contra un grupo de la población civil". Según el libro comentado, esta figura como la de genocidio - "puesta en ejecución de un plan elaborado, tendiente a la destrucción total o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso, o de un grupo determinado a partir de cualquier criterio arbitrario"-le cabe plenamente a la experiencia de gobierno comunista en los distintos lugares del mundo donde tuvo lugar, y describe con amplitud de detalles cada uno de los ejemplos. 4. - Las fuentes de la criminalidad comunista Mencionábamos que Courtois adjudica a Gracchus Babeuf ser el inventor del comunismo moderno. Conjuntamente con Linguet y Maréchal, Babeuf conforma el grupo de los revolucionarios franceses "apóstoles" de la completa igualdad. Sus ideas extremistas tiñen el conato revolucionario de la Comuna francesa y se extienden hasta nuestro siglo. "Así como la Comuna de 1870 fue en su aspecto político, el desarrollo lógico de la filosofía de Rousseau, en su aspecto económico fue el cumplimiento de las profecías revolucionarias de Babeuf'.6 Si bien esta vinculación histórica es clara no termina de explicar completamente tanta crueldad. El autor cita a Latzis, uno de los primeros jefes de la Tcheka (policía política soviética), que el 1 de Noviembre de 1918 detalla las directivas a sus secuaces: " No hacemos la guerra contra las personas en particular. Exterminaremos la burguesía como clase. No busquéis en el interrogatorio, documentos o pruebas sobre los que se acusa, actos o palabras contra la autoridad soviética. La primera cuestión que debe responderse es a que clase pertenece el individuo, su origen, su educación, su instrucción, su profesión."7 En esta orden escrita, con un lenguaje claro y conciso, se expresa la realidad lacerante de que los asesinatos de inocentes fueron llevados 26 a cabo contra un ser genérico, una clase cuyo genocidio era el impulso que "la historia" requería para cumplir su destino. Lamentablemente, esta brutalidad convivía con una falsa conciencia de estar contribuyendo a una gran causa humanitaria. Courtois cita a Martín Malia - La tragédie sovietique- que habla de esa "gran paradoja, de un alto ideal transformado en un enorme crimen". Es que la ideología comunista propone la imagen de una sociedad mejor e incita a transformar el mundo en la línea del ideal, pero inconscientemente exige una servidumbre voluntaria que anestesia el sentido moral y el deseo de libertad. Una de las víctimas más inmediatas es la verdad, en particular la verdad histórica. Por ejemplo, esta obra demuestra que los nazis aprendieron y emularon a los comunistas rusos en su programa criminal. Rudolf Hess, responsable de la construcción y organización de Auschwitz, se inspiró en una detallada documentación de los campos de concentración soviéticos. Las técnicas de manipulación de masas, la reducción a esclavitud de población civil con los trabajos forzados, la propaganda, fueron tornadas de sus maestros soviéticos. El balance criminal ruso es muy superior al de la Alemania nazi, sin embargo la difusión en los medios occidentales y por sobre todo la conciencia pública sobre este tema es claramente desigual. ¿ Por qué poco se estudia y se divulga la criminalidad del comunismo?, ¿Qué razón justifica el repudio de Hitler o Goebbels y encubre a asesinos impiadosos como Lenin, Mao, Stalin, Ho Chi Min o el Che Guevara?, pero, por sobre todo: ¿Por qué el silencio académico sobre la catástrofe humana que fue el comunismo después de ochenta años? . La respuesta de Courtois es que hay un rechazo deliberado a conocer la verdad por razones múltiples y complejas. La primera es la persistencia de grupos revolucionarios que conservan el simbolismo y un discurso justificativo de sus "héroes", uno de los cuales lamentablemente fue argentino. La segunda razón es que los aliados ayudaron a encubrir los crímenes soviéticos porque Rusia peleó de su lado contra los nazis, con lo que se constituyó a éstos en el "mal absoluto". La tercer razón es que, después del 45 , el genocidio de los judíos se presentó como el para- digma de la barbarie moderna y comenzó a ocupar todo el espacio reservado a la percepción del terror de masas en el siglo XX. Contribuyeron a esto los judíos preocupados por evitar el regreso de la pesadilla nazi, pero también los comunistas que, asustando con el peligro fascista - según la fórmula de Bertolt Brecht del "huevo de la serpiente"-, mantenían activo un sentimiento defensivo en la opinión pública y encubrían su cinismo criminal. En esto, un ejemplo es el de Nikita Kruschev apodado el "carnicero de Ucrania" por sus crímenes, que trató de lavar la imagen del régimen, responsabilizando a Stalin de todas las matanzas. Como explica Courtois, es muy difícil justificar la paradoja de que " los que contribuyeron a destruir un sistema genocida habían practicado los mismos métodos".8 Todo esto ha provocado una gran confusión histórica e ideológica que impide encontrar la verdadera raíz de la criminalidad política. Por ejemplo el reciente genocidio de Bosnia o Ruanda no entra en la simplificación que atribuye al fascismo el monopolio de la barbarie. Con todo, el autor explica que a su criterio "solo la resistencia a ver la realidad tal cual es impide un reconocimiento de que el sistema comunista comporta, en grados diversos una dimensión fundamentalmente criminal.9 Citando a Nietzsche dice que " Negándose a ver las cosas que ven, se niegan a ver como son las cosas". Es interesante como la obra comentada reconoce a la Iglesia Católica su excepcional enseñanza en la defensa de los derechos humanos, ya que tanto con Mit Brennender Sorge del 14 de marzo de 1937 y con Divini redemptoris del 19 de marzo de 1937 se condena al nazismo y al comunismo. Se cita también la Quadragesimo Anno de Pio XI, que denuncia las incontables masacres y ruinas que acumula el comunismo, si bien se expresa equivocadamente que la condena de la Iglesia se concreta, a pesar de la defensa de la Inquisición y otros lugares comunes, que merecerían una obra de esclarecimiento semejante a la comentada. cargo de Pascal Fontaine, Yves Santamaria y Sylvain Boulouque. Ubicado en la quinta parte de la obra referida al "Tercer Mundo ", comprende el análisis del caso de Cuba - "El interminable totalitarismo tropical"- , de Nicaragua - "El fracaso de un proyecto totalitario" -, y del Perú - "La larga marcha sangrienta de Sendero Luminoso"-. El documento sobre Cuba contiene una vasta información sobre el orden criminal de Castro. Líder mentiroso, que falsea las cifras de analfabetismo para presentar como exitosa su política educativa.10 Fidel, amante exaltado de la Revolución francesa , tuvo en el Che Guevara el Saint Just del París jacobino. El libro presenta muchas referencias y un cuadro especial sobre el Che. Citando a Regis Debray, compañero en la aventura de las sierras de Bolivia, califica al Che como un "partisano del autoritarismo de tomo y lomo", que elogia el terror porque alimenta el odio eficiente que hace del hombre una máquina eficaz, violenta, selectiva y fría de matar. En su testamento dice que no puede ser amigo del que no comparte sus ideas. Dogmático, frío e intolerante, admirador del régimen soviético fue "un artesano de la militarización de la juventud, sacrificada al culto del hombre nuevo".11 El juicio sobre el régimen sandinista es más favorable, si bien su afán hegemónico provocó una guerra civil con numerosas víctimas civiles inocentes y un fuerte retroceso de las garantías democráticas. La última parte del capítulo analiza el extraño fenómeno del Sendero Luminoso. Integrismo marxista a contramano de la historia, gestado en la Universidad por un profesor destacado Abimael Guzmán, que quiere emular la trayectoria maoísta en el Perú. Como dice bien el título de esta sección, lo que intenta todavía hoy el Sendero Luminoso es repetir la "larga marcha" sangrienta de Mao, pero en nuestro continente. 5. La América Latina La lectura de las más de ochocientas densas páginas de esta obra nos parecen indispensables para una justa interpretación de uno de los fenómenos políticos más impor- Un capítulo doloroso, pero de interés para nosotros, es el referido a América Latina a 6. Conclusión 27 tantes del siglo. Su carácter criminal es sistemático y ha significado un elevado costo en vidas inocentes en todas las regiones donde surgió. Ante la evidencia que brinda esta obra caen varios mitos- relatos fabulosos de acontecimientos históricos- que todavía dominan una buena parte de nuestro mundo político y cultural. Se destaca la renovación de la historia del totalitarismo contemporáneo, que no puede interpretarse ya con el falso esquema fascismo-antifascismo. La evidente responsabilidad penal de los jerarcas pasados y en el poder, si se interpreta con justicia la normativa vigente desde el Tribunal de Nuremberg. Y la nueva luz que brinda sobre el fenómeno nazi, con lo que se fortalece la prevención de cualquier regresión. Queda claro también que el marxismo está muerto, pero sus semillas permanecen y están diseminadas conspirando contra una auténtica cultura democrática. El muro de Berlín ha caído materialmente, pero sigue macizo y compacto en la discusión de muchos te-mas molestos. 28 La consideración del comunismo por la opinión pública y por los académicos padece de una ceguera voluntaria, en algunos casos extrema, que responde a diferentes y muy complejas causas. Esta obra es original en muchos sentidos, ya que no responde a la ceguera mencionada. Ha sido escrita por historiadores franceses desencantados del comunismo y en un ambiente que conserva, en esta materia, la pesada tradición de la defensa a todo riesgo de lo indefendible. 1Op.cit pág.11. La traducción es del autor. 2 Id. pág.18. 3'Id. pág.12 4Id. pág.13. ° 5 Id. pág.13. 6 Kingsley Martin, "French Liberal thought in the eighteenth century" , Ernst Benn. London 1929, pág.258 7Les crimes du communisme, pág. 18 . 88Id. pág.33 9Id. pág.36. 10 Cfr. Nota 2 de pág.707. 11 Id. pág.712.