L Letras en la Ciudad Un nuevo amor, libro de Mercedes de Francisco Textos: Constanza Meyer, Rosa María Calvet, Pablo Messiez Imágenes: Ivan Imarn Presentación realizada en Noches de la Biblioteca de la Sede de Madrid de la ELP el 20 de marzo de 2013. M e da mucho gusto poder presentar este libro porque ha sido para mí un libro esperado e hiper consultado. Con frecuencia me lo encuentro en mi casa en los sitios más insólitos y otras veces lo pierdo, lo busco y no lo encuentro. El tema que aborda el libro tiene sin duda mucho que ver con esta sensación, ya que el nuevo amor es algo de lo que hablamos muy a menudo, pero que cuesta atrapar, alcanzar. En este sentido, la estructura misma del texto exhibe la dificultad de aprehender el amor por la vía del sentido, es, más bien, la invitación a emprender un recorrido un poco sin “ton” ni “son”, como señala su autora. Personalmente, me zambullí en este libro creyendo encontrar LA respuesta a todas mis preguntas sobre el amor, ilusión que, por otra parte, nunca acaba de perderse, pero terminé haciendo la experiencia de lectura que con 15 años había hecho con Rayuela de Cortázar, saltando los casilleros con números y perdiéndome en su laberinto, tratando de ir de la Tierra al Cielo. Lo leí como un libro de poemas, sin orden, ni desorden, porque esa lógica no es la que lo guía y porque cada artículo o reflexión que conforma el corpus textual que 70 Letr as | Nº6 2013 nos presenta Mercedes constituye en sí un fragmento aislado, una parte del cuerpo no-todo, en este caso del cuerpo textual. Así, de la mano del cine, de la literatura, de la clínica vamos acercándonos al tema del nuevo amor, y avanzamos distinguiéndolo con claridad del amor nuevo, de aquel que en apariencia se renueva porque cambia de objeto. Abordamos el amor por lo que no es y vemos que surge ante nosotros ahí, como en un albur, sin sentido y cuando creemos finalmente saber algo de él, ya se ha escapado. No obstante, cada trabajo, cada artículo es un acto de enseñanza en el que algo se abrocha, un paso en el camino. Las palabras de Elizabeth Smart, una mujer que sufrió de amor y por amor, que encontramos antes de entrar en el texto son en parte una clave de lectura, hablan de lo que el amor no es en términos de definición, de lo que no sabemos sobre lo que lo causa, de lo que desconocemos de su fin. Como contamos con la presencia de tres ponentes en la mesa, no voy a extenderme, aunque no quiero dejar de decir algo sobre un artículo que me ha gustado particularmente, un artículo que excede el simple análisis de un texto literario. Se trata del escrito que Mercedes de Francisco dedica a El mal de la muerte, relato de Mar- Letras en la Ciudad L portada del libro “Un Nuevo Amor” de Mercedes de Francisco guerite Duras, que le sirve para mostrar con claridad la lógica del no-todo, del amor y del lazo entre los sujetos. Así, podemos leer que el mal de la muerte es el que padece aquel que “rechaza lo femenino y por tanto sus consecuencias”. Es un mal que toma en el relato la referencia al cuerpo femenino, que como señala Mercedes de Francisco, introduce la alteridad absoluta. De esta manera se plantea en el texto la incapacidad de amar lo Otro, lo hétero, subrayando esta incapacidad como un alejamiento de la vida que es en sí misma disarmónica. Está claro que no nos encontramos sólo en el escenario de la relación con el partenaire, sino en el del lazo en general, aquél que puede dar lugar a la comunidad, a la sociedad, tema que, por otra parte, estamos abordando en el ciclo organizado por la Biblioteca titulado: Sujeto y comunidad. Como señala muy bien la autora apoyándose en el texto de Marguerite Duras: “El amor no respondería al orden, sino que sería más bien del caos, ´no ha conocido leyes´, hace falta para amar que en el corazón de lo mismo surja lo heterogéneo, lo Otro radical con el cual toda relación significa: no relación, y que hace comparecer la imposibilidad, una imposibilidad que no puede ser enmascarada por el amor cortés.”, (p.68). En este sentido, y en cuanto a la comunidad, Mercedes de Francisco señala la importancia de experimentar la imposibilidad en lo posible del encuentro sexual, porque es precisamente a partir de esta imposibilidad que podrá surgir la comunidad. “Los seres hacen comunidad, tratan de unirse para celebrar la verdad del fracaso de la unión perfecta, la mentira de la unión, pues esta unión se cumple no cumpliéndose”. De esta manera, el artículo se cierra con una actualización de la lectura del relato y nos invita a pensar lo político hoy a partir de la “cultura de la muerte”. Por último, invito a todos a la lectura del libro, una experiencia que verdaderamente merece la pena. LA AUTORA Constanza Meyer. A.P. Psicoanalista en Madrid. Miembro de la ELP y la AMP. Email: cmeyer@telefonica.net Letr as | Nº6 2013 71 L Letras en la Ciudad Un goce que reconstruye en una serie los significantes de la religión, la patria, el secreto y el silencio. Entonces, ¿Dónde está el Otro de la alienación al cual ofrece sus escrituras? Ha sido, para mí, la presencia de este Otro faltante una indicación precisa como lectora, como además practicante del psicoanálisis y mujer; tengo la suerte de ser tu amiga y puedo decir que me he ido acercando a esta falta radical con mis resistencias y mis dificultades. Comentario de Rosa Calvet Un nuevo amor En primer lugar, quiero agradecer a Mercedes de Francisco su invitación que me permite estar por primera vez en la nueva Sede de la Comunidad de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psiconálisis. Mercedes nos presenta una serie de textos bajo el poema de Arthur Rimbaud: A una razón del que Lacan hace uso en el seminario Encore para dar cuenta de que si hay un cambio de razón, el sujeto cambia de discurso y el amor es signo de este cambio. He tomado únicamente del poema la primera estrofa para hablarles a ustedes de los efectos y los afectos que diversas lecturas de este libro, que se presenta como una sucesión de notas y artículos, han tenido en mí como lectora, practicante del psicoanálisis y “last but not least” en tanto que mujer. En el coloquio charlaremos con Mercedes de Francisco sobre alguno de los textos, si ella lo quiere. Cito la estrofa del poema: “Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía”. La estrofa habla de un nuevo equilibro de las proporciones entre las distintas partes de un todo, que Lacan utiliza para escribir los giros de vuelta del sujeto de la alienación determinado por los semblantes del Otro, al tiempo que sin saberlo está completado por el objeto de su fantasma. Esta operación calcula el valor de goce que un saber desconocido anuda a un tipo de amor, que en cada uno de los cuatro discursos nos da la medida del Otro, al que ese amor dirige, sus demandas de ser y de consistencia. Mercedes de Francisco, al contrario, nos hace signo de singularidad de un “sin ton ni son” -sinto(n)mático- ligado tanto al azar de su nacimiento como a las marcas que hicieron para ella causa del amor a la letra, una vez agotada la necesidad de que las cosas significaran algo para soportar las marcas del goce familiar. 72 Letr as | Nº6 2013 - Mercedes, pregunto por teléfono, ¿Cuál es la fecha de tal texto y puedes también aclararme si se trata de una conferencia o de una presentación? También envié algún mail imperativo al que paciente con mi impaciencia respondes y después charlamos por teléfono. - Dime, My blueberry nights y Anticristo, ¿cuándo los escribiste y para qué presentación? - No sé, entre tal y tal año me parece, no estoy muy segura. Rosa Calvet tratando de situar al Otro, - Vale, ¿era una conferencia, un texto que publicaste en algún lugar? - Creo que fue al salir del cine, llegué a casa y me puse a escribir sobre lo que me había afectado la película en cada ocasión. La cosa tuvo su intensidad, le di bastante el “latazo”, hasta que finalmente entiendo aquello de lo que se trata en el libro y de lo que no quería saber nada. Los textos del libro Un nuevo amor conforman una serie abierta que más bien nos lleva a lo que la lógica intuicionista nombra como “lawless”, sin ley, sin regularidad y en consecuencia, lectora Rosa Calvet, ríndete a la evidencia, por más que preguntes y te impacientes, te será imposible hacer cualquier predicción sobre el texto que viene a continuación, ya que en el lugar de un significante amo que ordena una serie regular, Mercedes envía signos de que este significante falta. Bien, respiro tranquila, ya puedo situarme en la lectura de los textos, porque sé algo de la lógica intuicionista, sé que es la raíz lacaniana de la lógica femenina del no-todo. Puedo entonces leer cada uno de los textos en su dimensión, ya sea azarosa, ya sea de acontecimiento imprevisto, más bien teniendo en cuenta un estilo borgiano del tipo infinito de El libro de arena en tanto oleajes de escrituras y reescrituras. Cada texto es imprevisto en relación a los otros de la serie. Cada uno de ellos es, como muy bien Mercedes indica, efecto de significaciones cifradas, caídas de algunos determinismos y también certeza de que tanto en los encuentros como en los desencuentros, una vez que estos ideales han sido descifrados, sólo el cuerpo gozante es garantía real, porque dispersas aquí y allá, insisten notas sobre la angustia, puntos de inteligible, índices de real que agujerean el entramado textual. ¿Cómo atrapar este nuevo amor? Diré siguiendo al Lacan de Televisión, que este nuevo amor de Mercedes de Francisco es subversivo porque bordea a un real que le es singular por la razón de que al igual que la mujer objeta al universal del Uno, ese nuevo amor no se cierra en la garantía de la excepción y en consecuencia no da lugar a la falta, es sintomático, sin las restricciones edípicas que al tiempo que destierra al mal de la muerte le permiten cuestionar a cada una de las políticas que hoy en día nos ofrecen soluciones a lo real de la no-relación entre los sexos por la vía del sentido. ¿Qué es lo verdaderamente nuevo de este amor lacaniano? Este nuevo amor es suplencia, es decir, pone en suspenso a la modalidad lógica de lo imposible de la relación sexual, que no cesa de no escribirse, introduce una “incompletud” en tanto verdad de la disyunción de los sexos y es al tiempo emergencia de un real o dicho de otra manera, es función de límite de la verdad, en consecuencia lo nuevo del amor lacaniano es que, a diferencia de los demás discursos que hacen lazo, no se sostiene en el olvido de esta imposibilidad real. LA AUTORA Rosa María Calvet. A.M.E. Psicoanalista en Barcelona. Miembro de la ELP y la AMP. Docente de la Sección Clínica de Barcelona del Instituto del Campo Freudiano. Email: rm-calvet@powercorreo.com Comentario de Pablo Messiez El amor, o el intento de nombrar Escribir. Elegir las palabras y de alguna manera hacerlas aparecer. Escribir esperando que las palabras produzcan un efecto en el cuerpo del que lee. Aunque el que lea sea uno mismo ya otro, ya lector. Pero qué sensación maravillosa se produce cuando esas palabras son recibidas por otro. Cuando se genera ese encuentro que Goethe llamó sinfronismo, encuentro que trasciende al tiempo: eso que está ahí escrito me habla. Y habla por y para mí. Mi encuentro con Mercedes de Francisco fue provocado por la escritura. Sin conocernos, algo de lo que yo había escrito impulsó su invitación a que yo esté hoy aquí. Recibir la invitación me llenó de alegría. Primero porque era la invitación de una psicoanalista y lacaniana además, así que sin duda amante de las palabras. Y por otro porque era la comprobación de que al menos algunas de mis palabras habían llegado a otro, y habían provocado el acto de génerosidad que implica el regalo de nuevas palabras, las que componen Un nuevo amor. El efecto deseado por mí en tanto escritor convertido ahora en afecto, en el gesto de compartir y de establecer el diálogo. Que el tema del libro en cuestión fuera el amor generaba un plus de interés. Si bien la cuestión del amor siempre había estado presente en mi cabeza, solía nombrarla menos antes. Y en referencia al trabajo y al tema de las obras que montaba, le ponía el pudoroso nombre de “comunicación”. Decía, por ejemplo: me interesa el fenómeno de la comunicación, ese que se da cuando dos o más personas encuentran sentidos juntos. Cuando en Letras en la Ciudad L todo el mar de misterios de esta confusión que es la vida (como diría Borges) encontramos a aquellos con quienes nombramos el mundo con intentos parecidos. Lo que sucedió hace unos meses, lo que hizo que ahora pudiera llamar al amor por su nombre, es que me enamoré. Y claro, necesito decirlo para que exista. Y ahora todos mis trabajos y mis días son de alguna manera un intento de nombrar esta experiencia. De ahí que el encuentro con el libro -aparecido-justo-a-tiempo de Mercedes generara tanto deseo. Exceptuando algún artículo o citas en textos de otros, debo confesar, antes de continuar hablando, que no he leído a Lacan. Por esta circunstancia -que espero remediar en un futuro cercano- ante algunos de los textos de Un nuevo amor me encontraba falto de competencias como para poder aprehenderlos. Sin embargo, había algo inquietante en esas palabras nuevas y en la mirada de Mercedes que hacía que la lectura de sus lecturas fuera siempre estimulante. Fue también una alegría (y un alivio para mi deseo de comprenderlo todo) el encontrar en el propio texto la clave de su lectura: es poesía. Léelo como poesía. Y si ya me sentía cerca de Mercedes a través de sus palabras, la mención de la poesía como modo de comprensión me hizo sentir en casa. El poeta palestino Mahmud Darwix dice en su libro En presencia de la ausencia: “¿Acaso no es la poesía el intento de enmendar un error?”. Desde que leí esas palabras, resuenan en cada texto que leo y en cada palabra que elijo. Volvieron a resonar con la lectura de Un nuevo amor y su referencia a un amor conectado con la imposibilidad de decir. Esa brecha entre las palabras y las cosas me hizo recordar el Rumbo a peor de Samuel Beckett. Allí, el hablante dice: “Dí por sea dicho. Mal dicho. Desde ahora dí por sea mal dicho. (..) Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Esta idea de la imposibilidad que pone en movimiento el habla, esta invitación a habitar la conciencia de la imposibilidad como estímulo para seguir, es otra de las nociones que reencontré con alegría en el texto que hoy nos reúne. Cuando en el primer capítulo (“Amores clandestinos”) Mercedes analiza la cita de Sollers: “El amor sólo puede ser clandestino. Es su definición”, termina su reflexión diciendo: “Es por eso que los amantes hablan y necesitan de las palabras del otro, porque en ellas está lo clandestino de ellos mismos”. Eso clandestino nombrado anteriormente como el propio secreto que es para ellos mismos este amor. La idea del secreto me hizo recordar o incluso comprender mejor, un ejercicio que solía hacer en mis clases de interpretación. El ejercicio consiste en mirar al otro evocando un secreto. Generar el doble movimiento de la evocación y la entrega, desde una mirada a la otra. A pesar de la sencillez de la consigna, solía generar una serie de preguntas, como para dilatar el momento en el que efectivamente habría que hacerlo. La más habitual era “¿Pero luego hay que contarlo?”. Era la más habitual y también la más lógica consecuencia del nivel de dominación que ejercían en la mayor parte de las clases de actuación las técnicas derivadas del Método de Lee Strassberg (lectura y reformulación norteamericana de las ideas desarrolladas por Stanislavsky a comienzos del siglo XX). Yo sosLetr as | Nº6 2013 73 L Letras en la Ciudad pecharía de un método que se autodenomina “El método”, pero este mundo es muy raro y ahí estaban (y están) esa infinidad de ejercicios para los cuales la realidad existía y era una cosa, y la ficción se creaba y era otra. Entonces la sola mención de trabajar a partir de un secreto, hacía temer (o desear) un desenlace de confesiones y lágrimas. Había que aclarar entonces que el ejercicio era sobre el secreto y no sobre la confesión, que equivaldría a matar el secreto. Lo que resultaba atractivo una vez que finalmente el grupo abandonaba la resistencia, era ver como todo el cuerpo se veía afectado sutil o evidentemente por mirar al otro entrando en contacto con lo que no sería revelado. Ahora que leí Un nuevo amor, creo que plantearía el ejercicio en nuevos términos. Ahora diría: piensen en un secreto ignorado por ustedes mismos. Sería un ejercicio sobre el amor. Ahora creo que lo que cargaba de sentido a esos cuerpos mirándose a los ojos, era el deseo de comunicar algo a pesar de su condición de innombrable. El doble movimiento del intento de confesar lo inconfesable. Lo que volvía atractivos a esos cuerpos era que su acción los convertía en amantes. Otro de los temas desarrollados por Mercedes que me parece fascinante, es el de la declaración. Tal vez porque se trata de la acción constitutiva de las dos experiencias en las que empleo gran parte de mi tiempo ahora mismo: el amor y el teatro. Dice el texto: “De este amor que surge contingentemente y que tiende a ‘no cesar’ de escribirse no podemos decir gran cosa salvo declararlo”. El momento de la declaración, cada nueva declaración es un instante de una complejidad expresiva riquísima. Ese momento justo antes de decir las palabras que intentan nombrar al amor. Es un momento de gran dedicación, de cuidado y responsabilidad en el que todo el cuerpo está alerta, comunicado y comunicando. Pocas imágenes son tan “El mal de la muerte es el que padece aquel que rechaza lo femenino ” eficaces a la hora de buscar cuerpos escénicos como la de pedir: evoca el momento justo antes de decir “te quiero”. Alain Badiou en su Elogio del amor se refiere a la declaración de amor como el momento en el que el azar del encuentro se fija, de alguna manera el azar se convierte en destino. “Sentido” y “destino” tienen las mismas letras. Y creo que todo el que haya vivido la experiencia puede decir que algo que se vive como “el sentido” aparece en ese momento de la declaración. En cuanto al teatro, creo que todo buen teatro es poesía. Porque todo buen teatro es también el intento de enmendar un error, el intento de volver a bordear con palabras nuevas lo indecible, el intento de fracasar mejor. En el teatro (como en el amor) las palabras deben ser elegidas con cuidado. Cada frase dicha como un nuevo intento. Cada nueva frase naciendo del fracaso de la frase anterior. 74 Letr as | Nº6 2013 Por otra parte, el cuerpo escénico es también hermano del cuerpo-amor al que hace referencia Mercedes. Es un cuerpo afectado por las palabras. El teatro esta hecho de palabras encarnadas. También quisiera referirme al cine, que (por suerte) está tan presente en el texto como referencia y fuente de análisis. Digo “por suerte” porque además de ser un fan absoluto del cine como experiencia, siempre me ha interesado el tema de los modos de representación (o modos de calmar la angustia, al decirnos el mundo). Ver cómo aquellos modos narrativos dominantes terminan por ser leídos como analogías de una supuesta realidad unívoca. Cómo algo tan hipercodificado como el lenguaje cinematográfico clásico (con sus planos, contraplanos, encuadres y recortes) es percibido como copia fiel, cuando evidentemente sólo es fiel a su propia forma narrativa. Cualquier modo de narración alternativo al hegemónico, aparece ajeno (basta pensar en la curiosa denominación de “cine de autor” para estas obras, como si el cine del mainstream careciera de uno). Y como si fuera demasiado insoportable aceptar que lo único que podemos hacer es nombrar (o encuadrar), que cada palabra deja fuera otras y que no nos queda otra que aferrarnos a esos soportes precarios en pos de alguno en donde hacer pie un rato más, se dice como en el comentario escuchado al salir del cine por Mercedes: “la vida real no es así”. Y en esa sentencia no sólo se censura la posibilidad de otros modos narrativos sino la de la alteridad sin más. La posibilidad de la diferencia y del misterio. Para terminar quisiera referirme al título del libro y a la idea de lo nuevo. Cuando era adolescente un maestro con el que tomaba clases de entrenamiento corporal para actores y bailarines nos decía “Respiro y sé de mi sabor. Y vuelvo a saber. Y vuelvo a saber.” A mí me fascinaban dos cosas: la vecindad entre los términos “saber” y “sabor” y la idea de renovar el saber con cada inspiración. Un tiempo después, en la Facultad me encontré con el mito del río Leteo según el cual antes de nacer las almas pasaban por ese río (el río del olvido) y al nacer ya no tenían recuerdos. Entonces la verdad (aletheia) era entendida como desolvido. El conocimiento era volver a saber algo que ya sabíamos y que estaba olvidado. Y vuelvo a saber... Y vuelvo a saber... (El otro día alguien me dijo que a los pocos meses de vida los bebes olvidaban todos los recuerdos de su nacimiento. He buscado en la web “bebes+olvido+memoria” y sólo aparecen páginas sobre gente que ha bebido y ha olvidado cosas, o gente que se ha olvidado bebes, así que no sé si será cierto. Pero sería bonito ese correlato del mito en nuestros cuerpos). Un nuevo amor entonces es también una nueva mirada, una nueva forma de volver a saber. Antes hice referencia al modo de representación clásico y de forma más diagonal al realismo como modo expresivo dominante en el teatro. El otro día en el telediario veo cómo cuentan la noticia de la muerte de un hombre que estaba acostado en su cuarto durmiendo cuando de repente la tierra, el espacio de tierra que ocupaba su cuarto, se hundió 10 metros y se lo llevó consigo. Sí. Había pasado eso. Se lo había tragado la tierra, “literalmente”. Inmediatamente Letras en la Ciudad L imagen: Ivan Imarn después venían noticias de la elección del Papa, y hablaban del Papaleaks del vaticano. Pensé: los realistas son mucho más aburridos que la realidad. Cómo dar cuenta de semejante variedad simultánea con palabras que llegan una a una, y que una a una fracasan. Es fascinante. Y la lectura del texto de Mercedes me hace pensar que el amor, la experiencia del amor vuelve la atención a las palabras. De ahí su importancia radical. Su poder transformador. Como un sacudón que te dice estás aquí, aquí está tu amado o amada. ¿Qué mundo vas a nombrar ahora que no estás solo? ¿Cuál será la forma de tu fracaso? La lectura de Un nuevo amor me ha permitido volver a preguntarme sobre el acto de amar, sobre la necesidad de nombrar y sobre la necesidad de volver a saber. Saber de nuevo, con ojos nuevos. Muchas gracias por permitirme ocupar mi cuerpo en tarea tan estimulante, Mercedes. Quisiera responder al regalo de tus palabras con otras palabras que son el final de la obra que estoy escribiendo actualmente. La obra se llama Las palabras (una historia de amor) así que creo que viene a cuento. En el mundo de la obra hay una peste. Se esta muriendo todo el mundo y no se sabe por qué. Por una circunstancia de la trama se descubre que hablando en verso, la gente se cura o al menos vive más días. Hasta que finalmente, luego de un tiempo en el que la gente ante el terror de morir comienza a hablar en verso, se descubre por otra circunstancia que no se trata de rimar sino de elegir las palabras con dedicación (por eso es una historia de amor), se trata de ser responsable del propio discurso. Cuando ya la peste ha pasado, y la obra está a punto de terminar, un personaje dice: Después de tanta muerte repentina, después de tanta falta y tanta pena, tal vez no esté tan mal hablar en rima y pensar antes de hablar valga la pena. Tal vez tomarse dos o tres segundos antes de que nos salgan de las venas palabras que nos vuelven moribundos. O nos matan sin más. Nos envenenan. Yo lo vi. Esto ha pasado. Repetirlo otra vez no es cosa buena. No hay amor que descuide sus palabras y sólo con amor vale la pena. EL AUTOR Pablo Messiez. (Buenos Aires, Argentina, 1974). Actor, Dramaturgo y Director de teatro. FE DE ERRATAS: el título correcto del texto de Christine E. Henderickx, que apareció en el nº 5 de Letras es: “Un esfuerzo de traducción”. Letr as | Nº6 2013 75